Monday, May 30, 2005

Fechas de caducidad y el encanto de Alemania

No comprendo la atracción que provoca Alemania en personas cercanas a mí, así como tampoco entiendo la manera en que me atrajo alguna vez. Alemania es aburrido, debe serlo, cuando no tienes parientes allá, cuando no estás recién casado y te ofrecen una beca o cuando quieres estar recién casado y para mantener a tu esposa, en la carrera de la filosofía, debes tener una maestría en la universidad de una ciudad alemana.
Fernando Galindo, un amigo, está estudiando su maestría en Alemania, mi hermana Mónica acompaña a su marido Bruno y a veces comen würsts y hacen parrilladas en los parques porque es lo que se acostumbra; Adriana se irá el próximo jueves para visitar a sus familiares y pasará mucho tiempo leyendo y conectándose y desconectándose a la red. A todas estas personas las extraño o extrañaré (Fernando y su novia Isabel, a partir de Septiembre, pasarán mucho tiempo en el país).
La última vez que Adriana comió en mi casa abrimos el refrigerador para tomar helado de postre. Creo que escribí al respecto, sobre las fechas de caducidad (2000, 2003) y de cómo tuvimos que tirar los helados llenos de una escarcha amarillenta.
Hoy comí salchichas con puré de papa de Kentucky Fried Chicken y cuando fui por la mostaza me sorprendí. En lugar de sacar la Helmans tomé una que se veía muy elegante y fuerte, color marrón con algunos brumos, que eran semillas de mostaza. La abrí y el interior de la tapa estaba negro. Había un centro líquido rodeado de costra marrín. Chequé la fecha: 1999.
"No puede ser", me dije, "esto lleva más de un sexenio en el refrigerador." "No puede ser", le grité a mi hermana, quien esperaba en la mesa, "esta mostaza lleva años aquí".
"¿Todavía sirve?", me preguntó. No sé, pruébala, quise contestarle, pero a preguntas necias --tiré el contenedor.
No importa, pensé, aún había otro frasco con mostaza, y que no era del Helmans. Se veía buena, de esa mostaza elegante un poco fuerte y ácida. Sin abrirla, para no llevarme más sorpresas, vi la fecha de caducidad. En una etiqueta que decía Aurrera (que ya no existe), decía: "Febrero de 1994". Tenía trece años cuando la compraron. Tres años después de su compra estaba llorando en un cuarto de Düsseldorf y leyendo a Tolkien por las noches, viendo pornografía por la madrugada, completamente enfermo de una depresión que es como la gripa. ¿Lo han notado? Se parecen mucho.

Joyas de la cinematografía mundial

Old School, gran gran película. Gracias a Julián Zárate por su recomendación. Cuando salió en el cine no quise verla pues pensé que sería una película estúpida. Es una película estúpida, pero una buena película estúpida. ¿Por qué no la había visto?
El santo contra los zoombies (sic., de 1962). No es una buena película de zombies. Desde la Biblia, las buenas historias de zombies tienen al menos un muerto que resucita y hace de las suyas después de la muerte. Aquí, tal vez con un giro demasiado arriesgado, los zombies no son muertos sino autómatas que no hacen de las suyas, sino de las de alguien más. Tal vez si se hubiera llamado El santo contra los tres autómatas (porque sólo son tres), no la hubiera visto con tan malos ojos.
¿Podría considerarse Casablanca una película de zombies? Y para esos casos, todas las películas en las que actúe una persona que ya esté muerta, ¿no debería ser una obra de muertos vivientes? ¿Como la literatura?

Hoy desperté temprano, desayuné y pensé y ya.

Islandia es el país con mayores escritores per capita. Aparentemente, se escribe mucho sobre la nieve. Yo entiendo que la nieve es blanca y fría. Que uno puede dibujar sobre ella con la orina y que si permanece demasiado tiempo acostado sobre ella, sobre la nieve, ésta tiende a mojarte el trasero.
En www.believermag.com leí la entrevista que le hacen a Steve Martin sobre su último libro y, entre otras cosas, sus opiniones sobre la mediatización. Comulgo con su idea de que se ha perdido la línea entre lo relevante y lo irrelevante. Asesinan a un hombre, ejemplifica, y el reportero le pregunta a un niño de seis años lo que siente.
Esto no significa, creo, que para el niño sus sentimientos no sean importantes. Significa que el reportero hace trampa. Que construye. Ya no existe una autoridad pues todos somos autoridad. Ya no existen los clásicos, sólo textos sobre textos. Pretextos.
Vi el otro día en la televisión el día infantil en el congreso. Una niña decía para las cámaras: "Sólo espero que los diputados no nos recuerden como un montón de niños que venimos para hablar y ya; espero que tomen conciencia sobre nuestras opiniones y peticiones y que hagan algo al respecto. Porque, si no son ellos, ¿quién lo hará?" Después le cambién a Fashion TV.
El otro día leí en el blog de un amigo que los blogs estaban hechos para poder decir algo, para ser críticos; no auto-críticos, no, sino que era una herramienta: ¡Se le había dado voz a las masas, o al menos, a las personas con algo que decir! ¡Oh!
En efecto, antes de la red, el papel no existía y a todo mundo se le obligaba a cerrar el pico. Y todas las personas que querían decir algo no podían hacerlo y debían hacer otras cosas con sus vidas, como trabajar en una carnicería. Gracias a la red, el hombre ha sido liberado de la tiranía. Las voces finalmente, las de todos y al mismo tiempo, podrán ser escuchadas con claridad. Todo mundo podrá opinar y supongo que esto debe celebrarse. Hay que celebrarlo leyéndonos entre nosotros, sí. Así todo mundo tendrá su lugar. Y su opinión sobre temas importantes. Los temas importantes ya están decididos. No hablemos sobre nosotros, hablemos de temas de relevancia. ¡Es nuestro compromiso! ¡Tomemos conciencia! ¡Una sola y polifónica conciencia!
Horror.Horror.Horror.Horror.Horror.Horror.Horror.Horror.Horror.Horror.Horror.Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror. Horror.Horror. Horror.

Friday, May 27, 2005

Almemania

Hoy encontré un comentario a una de mis últimas actualizaciones. Lo dejó Adriana, a quien acoso y persigo y espío desde el edificio de enfrente de su casa, el que está en ruinas. Me preguntó, a partir de las cosas que escribí, si me sentía como un parásito sin identidad. No, no me siento así, no precisamente ahora. También, como me había avisado ya, me dijo que se iría pronto del país. Se va a "Almemania". Nunca había escuchado de ese país y espero que la pase muy bien durante su estadía.
¿Y si Almemania me declarara la guerra personalmente? Perdería.
Almemania, país de las almejas. País de las lentejas, que resaltan mi belleza.
Mis hermanas, en los ochentas, usaban lentejuelas brillantes en sus camisas de mezclilla. Mi madre se las pegaba con un pegamento especial. En sus zapatos también, pero les ponía un producto que dejaba pequeñas gotas fosforecentes. Y así, neta, las dejaba salir a la calle.
Los dos discos que compré hoy antes de que fuera al corralón sólo para corromper a un elemento de seguridad de nuestra Capital, después de platicar largo y tendido sobre lo poco agradecido que es el trabajo de policía, y de su tiempo en la divisón de granaderos, en la caballería, en tránsito (donde está desde hace más de veinte años) y de su tiempo en la academia:
1. Antics, Interpol.
2. Out of exile, Audioslave.
Y ahora, los dos grupos de quienes no pude comprar discos porque ya no me alcanzaba el dinero, pues pagué la mordida que corrompió al elemento de seguridad de nuestro país, a pesar de que estaba dispuesto a sacar mi auto del corralón de las Águilas, o bien, la multa de cuatrocientos setenta pesos; la mordida que corrompió al hombre que no me quiso estrechar la mano pues las tenía sucias de grasa y quien asumió que yo era un abogado, a quienes, genéricamente, se refería como Licenciados,
1. Bright Eyes
2. The Fancy Free

Sobre el nuevo libro de Salvador Plascencia

El nuevo libro editado por la editorial McSweeneys me hace preguntarme qué pasaría si, en efecto, el planeta Saturno decidiera declararme, personalmente, la guerra.

Thursday, May 26, 2005

Las lentejas que resaltan mi belleza

I really enjoy María Daniela and her Lasser Sound. It's not something I should be embarrased about. Everybody should pay more attention to her and to the rest of the Nuevos Ricos label artists.
Why did Beckett decided to write in french? What makes a good writer stay away from his natal home, from the secure places he knows? Artists, I heard on the radio today, have no nation. Nations are made to provide identity, they said. Artists, it appears, are rare species of parasites. Nomad and not too dangerous parasites.
I'm writing in a slower pace today. Find it hard to keep up with my thoughts. Hate it.

Wednesday, May 25, 2005

Coughing, wishing

Coughing blood, I wish I were. Good advice: to read Saul Bellow when writing, avoid Eggers and remember that Foster Wallace still lives.
Nonsense.
Also, perhaps the blog that I like the most, of the few I ever read, is Batahola, by Lorena Mancilla. I suspect blogs are meant only to be written. Readers are pussies, writers, on the other hand...
Will 2666 ever be translated to english? I hope so. Why? I do not know.
My ear still hurts. As well as my back, my throat and my joints. And I'm wearing a suit, quite unconfortable.
Met Villarreal last night. Older than I expected, reminded me of my father, only funnier and less pragmatic. I feel I'm writing a telegram.
Yesterday I was told something I had forgotten. In the elementary school which I attended, owned by the Opus Dei, lived an old person who suffered a stroke a few years ago. He could no longer move or read and could only pronounce two words. One of them was "Pendejo". A male nurse attended him and strolled him into the courtyard so that he could hear mass or our pledges to the flag. I remember that. He used to wear a beret and whenever he got bored started screaming. I can't believe I didn't remember that. His name was Manuel and died last year.

Tuesday, May 24, 2005

Dos nuevas noticias sobre mi cuerpo

Ahora me duele el oído izquierdo.

He comenzado a usar unos pantalones de mezclilla demasiado apretados. Al final del día me duele la entrepierna.

Monday, May 23, 2005

Sobre Paul Ricouer y lo feo que soy

Paul Ricouer está muerto. Coincidentemente, en el último número de la revista Tópicos Vicente de Haro hace una reseña de su libro La memoria, la Historia, el olvido. Hay una errata en el título. Dice: "Hstoria" en lugar de "Historia". He comenzado a leer la reseña. Y mientras lo hago, recuerdo no sólo que Vicente fue lo suficientemente amable como para prestarme Tiempo y narración, también recuerdo que no entendí nada de aquél libro y nada de esta reseña.
De Haro tiene otra reseña en este número de Tópicos, dedicado al tema de Dios. La otra reseña es sobre Deleuze. Deleuze tenía las uñas larguísimas. ¿Han visto alguna de sus fotografías? Vi una en el número de mayo de La Tempestad. Da asco. ¿Cuánto más le habrán crecido en su ataud? ¿Tuvo ataud o lo incineraron?
Entonces, Ricouer está muerto y yo estoy feo. Y De Haro tiene una mente privilegiada y le va al América. Una cosa no está relacionada con la otra. Hoy, al llegar al trabajo (me gusta esto de "llegar al trabajo", suena como si fuera una persona muy estable y muy normal), me lo encontré en los pasillos de la facultad. Lo saludé con alegría porque lo considero mi amigo y él, resplandeciente, me dijo: "¿Cómo viste a esa máquina imparable que es el América? Nadie nos puede detener". Estuve a punto de decirle que no me gustaba el fútbol pero me pareció inútil.
Su reseña sobre Deleuze es sobre el libro Diferencia y repetición, dos conceptos que no comprendo pero que me vendría útil comprender para la tesis que trabajo. He comenzado a leer esta reseña y entiendo más que sobre la de Ricouer. Pero no los aburriré con esto.
Soy feo, decía. Me prometí escribir sobre esto, a pesar de que en este momento no es algo que vea claro y distinto. Es decir, en este preciso momento no me considero del todo feo, ni nada, para esos efectos, pero recuerdo que hace un par de días me di cuenta, como si fuera una gran verdad en un claro que se hubiera revelado, que soy feo. No sólo que no soy atractivo, no, sino que puedo llegar a ser repulsivo. Y me pregunté qué era lo que me vieron el par de niñas que conozco y a las que les he gustado. Tal vez lo semejante llama a lo semejante. O tal vez adivinaron, sobretodo las que nunca me dijeron que me consideraban guapo pero a quienes les gustaba pasar tiempo conmigo, que era inseguro. Mi gran atractivo, podría ser, es mi personalidad. ¿Mi sentido del humor? ¿Mi franqueza? ¿La poca autoestima? Puedo imaginar perfectamente a una depredadora interesándose en una frágil criatura con poca autoestima.
¿Cómo se junta la gente fea? ¿Es una resignación? Debe serlo.
En realidad conozco pocas personas atractivas. De mis amigos sólo algunos tienen simetría en sus rostros. Yo tengo simetría, pero mi perfil es, digamos, torpe. Cuando voy en el auto y tengo a una amiga en el asiento del copiloto me pregunto cómo me verá de perfil, y me siento incómodo.
Estoy exagerando, estoy forzando esto, no me trago nada de lo que he escrito, a pesar de que sé que es verdad. Oh, qué sabia es la naturaleza.
Resumen: Ricouer está muerto, soy feo, mi amigo Vicente de Haro escribe reseñas en una revista de filosofía y Deleuze tenía las uñas tan largas que se le enroscaban.

Friday, May 20, 2005

Thursday, May 19, 2005

Las ganas de escribir

Me duele la garganta y la cabeza menos porque tomé un par de aspirinas. Los momentos que más me gustan del día son las mañanas, mientras me baño, y las noches, en las que a veces escribo o leo o veo pornografía, porque la verdad es que el sexo, indiferentemente, me alegra. También el cine y los libros. Y mi escritorio, al que amo, y mi perra y mi laptop, pero estas cosas son frías, es la verdad. Excepto tal vez mi perra, que no es precisamente fría. Es muy agradable y cálida, mi perra. Pero en justo sentido no corresponde el cariño que le tengo, como no lo hacen mis cosas. Sudo ahora. Probablemente sólo tenga calor, probablemente tengo fiebre.
Hoy fui al cine, solo. Al salir me encontré a una amiga y a su novio. Platicamos. Me invitaron a sentarme en su mesa, para comer. Les di las gracias por la invitación y me despedí después de recomendarles la película de la que recíen salía, solo. Le hablé a una amiga, a mi mejor amiga, para ver qué hacía. Fui a su casa y comí pizza. Bebí coca cola. Observé mientras dormía, y vi un pedazo de una película que ya había visto y que siempre, aparentemente, le provoca el sueño a mi amiga. Consideré varias cosas, al observar cómo dormía, y después tomé un libro para leerlo. No lo leí. Despertó después de un rato.
Tengo sed. Aún me duele la garganta y un poco la cabeza. Ya no tengo ganas de escribir, no sé sobre qué escribir. Es raro, pero me siento feliz.

Monday, May 16, 2005

Alguien está aquí, a mi lado, y piensa.

Piensa que piensa que está pensando. Escribe "piensa que piensa que está pensando" y acaba de colgar el teléfono, que en realidad no cuelga sino que desliza hasta que se cierra. Es un bonito modelo, este, el de su teléfono, que en lugar de colgar (en realidad, no recuerda ningún teléfono que se "cuelgue", todos más bien se colocan, cierran o, en este caso, se deslizan) se cierra como una almeja o, más bien, como una baraja de cartas. Algo así.
Entonces: termina de hablar con su madre y se pregunta si no habrá cometido un error. Habló para preguntarle si querría comer con él pues hace mucho que no platica con su madre. Es decir, ve a su madre practicamente diario pero sólo es eso. Verla, saludarla, preguntarle cómo ha estado si, seamos honestos, estar realmente interesado porque lo que realmente le interesa en ese momento en que pregunta cómo ha estado es ir a su cuarto, encerrarse y dormir o leer o ver pornografía o masturbarse o bañarse o cagar o escribir o cambiarse de ropa o pensar en otras personas a quienes también quiere pero que no son su madre. Hoy decide que no hará eso así que habla con su madre y le pregunta si quiere comer con él, en un restaurante de carnes en el sur de la ciudad al que su madre ha estado queriendo ir desde hace unas semanas. Así que su madre le contesta y por un momento él tiene la impresión de estar invitando a salir a una niña y agradece enormemente cuando esa impresión se disipa en el cariño filial que siente por su madre. Su madre le dice que lo verá alrededor de las tres, cuelga, o coloca el teléfono en su lugar, y se despiden y es cuando se pregunta si no habrá cometido un error porque, ahora piensa, le da un poco de pereza salir a comer con su madre.
Tal vez sería mejor ir a casa, comer en un lapso menor a una media hora, y luego trabajar en su tesis o hacer lecturas sobre su tesis o leer la página del McSweeneys de ese día o leer a César Aira o escribir más sobre su novela o hacer una nueva actualización en su bitácora o cagar, o masturbarse aunque no, eso no, casi nunca lo hace por las tardes, de hecho, es muy rara vez que lo hace durante el día, así que tal vez sólo se recostará en su cama y pensará en personas a las que quiere o por las que se interesa o por las que se preocupa y que no son su madre. O tal vez no suceda nada de esto y comience a pensar sobre sí mismo o tal vez no piense en nada y se aburra o sienta angustia porque está ¡ante el ser y ante sí mismo!, o tal vez tema por su muerte, como sospecha lo hace su padre, o tal vez se ponga a escribir sobre todas esas cosas que podría sentir y entonces decida que, para distraerse, verá la televisión.
Verá a su madre. Comerán. Hablarán de el resto de los familiares. Del día laboral. De lo que le falta para terminar su tesis. Evitará hablar sobre sus relaciones sentimentales. Evitará hablar sobre su sexualidad, porque, simplemente, no es algo que discutiría con su madre. Ni siquiera con su padre, tal vez en otro momento, si ambos estuvieran bebiendo, pero no lo haría principalmente porque no le gustaría que su padre sintiera la misma confianza con él y le comenzara a hablar sobre su propia sexualidad. Teme que le daría asco. Así que no hablarían de eso. Su madre y él, en cambio, tal vez hablarían de su padre, no de su sexualidad ciertamente sino de su modo de ser, o uno de sus modos de ser, sobretodo los que les irritan. ¿Con quién discutiría sobre su sexualidad? Con otras personas a las que quiere pero que no están relacionadas con él de manera sanguínea. A no ser que fuera uno de sus primos. Y de los más pequeños. Y de los más curiosos. A ellos les hablaría algo, pero no en un sentido cómplice sino explicativo. De hecho, ha hecho esto. No: hablaría al respecto con alguno de sus amigos, sobretodo para reafirmar su hombría o para exponerle algunas dudas. Hablaría con alguna de sus amigas, un poco con las mismas razones, pero sobretodo porque siempre es algo exótico.
Decide que esto es gracioso. Esto de hablar sobre las cosas que haría y hacerlo en tercera persona. Porque es un poco trágico y triste. No sabe por qué pero es un poco sí, pero escrito así, y es trágico y triste y además le está sucediendo a alguien más. Es trágico y triste porque a la persona a la que le están sucediendo estas csoas, son él mismo, pero parece que no lo son. Sabe, como todo mundo, que la comedia es algo terrible que le sucede a alguien más. También sabe, como todo mundo, que cuando dice "todo mundo" es una manera de diluirse en el anonimato. Esto también lo sabía Heidegger. No quiere hablar de Heidegger porque teme parece demasiado pomposo y presumido y mamón y estúpido, sobretodo estúpido. Su mejor amigo sabe que aparentar saber cosas es algo que está mal. Mal y retorcido y asqueroso. Ya no quiere hablar. Ya no quiere escribir. Se dentendrá.

A ese ojete que tiene mi copia de Rushmore:

Devuélveme mi película, quienquiera que seas. Dámela o algo terrible y funesto te sucederá y le sucederá a tu familia. Tienes veinte días. No es bueno esto de aprovecharse de las bondadosas personas que poseen una deficiente memoria. Tal vez debo llevar una base de datos, como me lo sugirió Adriana, o tal vez, simplemente, no debo andar prestando mis cosas. O tal vez, como eres un ojete, no te presté nada y entraste un día a mi cuarto y me robaste esa maravilla del mundo cinematográfico que es Rushmore, del siempre grande Wes Anderson quien, ¿sabían esto?, se siente incómodo al escribir en sus guiones cualquier cosa que esté relacionada con la sexualidad. ¿No es esto extraño? Un poco, sí, pero no es algo malo ni ojete ni que merezca la muerte como robarle un objeto preciado a una buena e inocente persona como yo.
Con cariño,
Guillermo.

Tuesday, May 10, 2005

El cerdo asqueroso escribe en tercera persona.

Y tienes unas insoportables ganas de cagar. Y no sabe qué hacer. Le parece importante aclarar que estos dos eventos no están relacionados. Sería un poco imbécil que no supiera qué hacer ante las insoportables ganas de cagar, de hecho, está exagerando porque no son insoportables. Con el no saber qué hacer se refiere al ahora, el momento en que escribe estas líneas, pues no tiene una idea clara sobre a dónde va con todo esto.
Así que se interrumpe un momento y se levanta de la silla en la que ha estado sentado y se dirige al baño que está en su propio cuarto. Abre y cierra la puerta después de entrar, levanta la tapadera del baño y no se quita los pantalones pues decide que aún puede regresar a escribir un poco más en su bitácora electrónica, así que sólo orina y esto lo hace sentir un poco más ligero, lo suficiente como para no sentirse demasiado apurado como para tener que cagar inmediatamente.
Está dispuesto a disfrutar de una buena cagada, en unos minutos. Después de terminar de escribir lo que escribe y de leer unas cosas que tiene "abiertas" en su computadora --una novella de un amigo suyo, y un cuento en el que está trabajando. También: quiere esperar a bajar la música que ha estado "bajando" de la red.
Ha descubierto algo. Después de un rato de "navegar" en la "red" pierde interés en los contenidos, tal vez porque sabe que las relaciones que hay entre "páginas" y "páginas" pueden ser o parecer infinitas. Así que pierde interés. Generalmente cuando esto sucede es cuando abre una "página" pornográfica. Esto es lo que descubrió. Así que en esta ocasión, después de haber perdido interés, decide no ver pornografía sino escribir un poco. Para su gran puta sorpresa, es mucho más productivo escribiendo pendejadas que viendo porquerías, en la "red"; al grado de que se impide a sí mismo ir al baño con tal de terminar unas cuantas líneas más o de leer algunos textos cuya lectura ha postergado. Ha descubierto otra cosa: cuando habla sobre sus hábitos, buenos o malos, procura hacerlo en tercera persona porque, considera, esto le da una libertad que la primera no le brinda. Le encanta la tercera persona. Le gustaría que pudiera vivir en tercera persona. Es decir, ser invisible y poder entrar a, no sé, digamos los baños del Sport City de Loreto o al cine sin tener que pagar o a la casa de personas que conoce y cuyas vidas privadas le interesan al grado de que desearía estar a su lado aún cuando estuvieran realizando actividades nimias, como cocinar, pensar, bañarse o escribir.
Se pregunta si su moralidad cambiaría si se supiera invisible y después se pregunta por qué en ocasiones se pregunta este tipo de cosas, o cosas como la vida en otros planetas o a qué edad morirá o si su mascota puede entender lo que le dice o si las cosas que escribe tendrán alguna importancia para alguien, o si las hormigas poseen una sola mente o si es posible que algún ser vivo sobreviva a un hoyo negro. Y no tiene respuesta para esta pregunta, que pronto, al menos normalmente, olvida.

Thursday, May 05, 2005

Beckett

Ahora estoy en la oficina de mi jefe. No sé cómo fue que llegué aquí. Debí haber recibido ayuda. Y ahora que estoy en la oficina de mi jefe pienso en la sonrisa de Samuel atrapada en una fotografía que pegué en mi armario, a donde camino desnudo después de bañarme para revisarme, así, como que no quiere la cosa, frente al espejo de cuerpo completo que tengo ahí. Y cuando advierto la sonrisa de Samuel, que se parece tanto a la de un amigo, que se llama Julián, siento que algo no está bien, que es incómodo e incorrecto y retorcido que esté pensando en la sonrisa de Beckett y en la sonrisa de mi amigo Julián cuando estoy desnudo en mi armario, después de bañarme, el mismo sentimiento que sufro cuando, en ocasiones, después del trabajo o las clases en la Casa del Refugio del Poeta, llego a casa cansado y entro al baño que está cerca de la cochera y orino con la puerta abierta por la que entra, invariablemente, mi perra y me ve con sus enormes ojos café orinar. Y pienso, mientras orino y me reviso frente al espejo: Esto no puede estar bien. No sólo no puede estar bien sino que no está bien que sienta que no está bien moralmente, no puedo sentir culpabilidad ahora, ahora que pienso en mi amigo Julián y su sonrisa y ahora que veo que mi perra presta mucha atención a la manera en que orino. Y diré que después esto dejo de sentirlo y que deja de preocuparme, pero sólo lo diré para darle cierta tranquilidad a las personas que me conocen y a Julián, a quien seguramente no le agradará saber que a veces pienso en él cuando estoy desnudo, si bien no lo hago, de esto estoy seguro, en un sentido sexual. Claro que esto ya lo hará comenzar a dudar (esto de tener que afirmar que no pienso en él en un sentido sexual cuando estoy desnudo) particularmente desde aquél otro día en que le di una nalgada con unos cables, en mi casa, y me advirtió: Guillermo, no vuelvas a hacer eso, es lo más maricón que has hecho jamás en tu vida, o algo por el estilo, menos exagerado y con mayor comprensión pues sabía que estaba borracho. Es una gran fotografía esa, la de Beckett. Es la misma que salió en los calendarios que regaló o vendió la librería Gandhi en el 2001. Pero lo que más me gusta de esa fotografía no es el saber que el humor de Beckett superaba el absurdo y era, digamos, bondadoso, sino la manera en que el pelo de Beckett está parado, como si fuera una flama, como si cabeza estuviera ardiendo. A mí me gustaría tener el pelo así. Tal vez, cuando me vuelva a crecer, pueda moldearlo con un poco de mousse. Hace tiempo que no uso ningún tipo de fijapelo. Y no parece que Beckett lo haya utilizado. Eso es lo que me agrada, que naturalmente su pelo flote o se eleve como una flama. Julián fue la primera persona que conozco que leyera a Beckett no porque fuera una lectura obligada, ni porque dijera que le divertía y en realidad no lo hiciera pero como todo mundo decía que era divertido leer a Beckett comenzó a leerlo (así comencé a leerlo yo, había escuchado que era divertido y a mí no me pareció precisamente divertido, no hasta después de la tercera lectura; antes de eso me pareció perfecto, construido milimétricamente, y casi líquido; pero no precisamente divertido, si bien a veces, leyéndolo, me reía). A Julián le gustaba Beckett, o le gusta, porque lo hizo reír tal vez desde su primera lectura. La verdad es que no lo sé. Pero ahora sé que me gusta más leer a Beckett de alguna rara manera influido por las lecturas que hizo Julián de él. Beckett, digamos, es su Bolaño. Pero no puede ser su Bolaño porque Bolaño le gusta a su manera. Tal vez es su Eggers. Pero no, tampoco (ambos sabemos que Beckett es superior a Bolaño y a Eggers, y a Foster Wallace, pero no sé cómo es que podemos saber esto y seguir leyendo a estos otros con el mismo entusiasmo. Tal vez esto sea falso). Ya no me está gustando esto. Estaba más divertido cuando estaba desnudo frente al espejo de mi cuarto, hoy por la mañana, y que hacía calor y había desayunado un par de huevos y me sentía gordo y pesado porque casi nunca desayuno. Acaba de salir la jefa de mi jefe de la oficina. Entró para buscar un libro de ética, de Aristóteles. No había ninguno. Le dije: No hay ética en esta oficina. Pareció divertirle. Cuando venga tu jefe, me dijo, dile eso. Que no hay ética en esta oficina. Y cerró la oficina y la escuché repetir: no hay ética aquí, no hay ética aquí, casi como un mantra.

Tuesday, May 03, 2005

Corte de pelo

Anoche permití que un peluquero me cortara el pelo y ahora parezco el mismo cadete que fui en el año de 1996, o pseudo cadete pues la academia no estaba reconocida, en realidad, por ningún sistema militar, así que era, digamos, semi-militar.
No soy el tipo de personas que hablan con personas que no conocen, a no ser que tenga un disposición especial. Anoche no la tuve. El peluquero repitió en dos ocasiones la siguiente frase, refiriéndose a mi corte: "Es mejor así, ¿no? Para el calor". Asentí en silencio y escuché las conversaciones de los otros peluqueros, que hablaban de viajes a Europa (el dueño de la peluquería) y sobre espeleología (el peluquero más joven quien usualmente me corta el cabello).
Debe ser aburrido cortar el pelo.
Una de las sensaciones más placenteras que he experimentado: sentir fragmentos de cabello caer con regularidad sobre mi nariz, como si fuera ceniza en una expulsión de los volcanes, o ceniza que cae de la frente en un Miércoles de Ceniza, y no poder quitártela porque tienes las manos debajo del delantalal y esperar hasta el último momento, cuando estás a punto de estornudar y haces cara de roedor, para pedirle al peluquero que quite algo del cabello que te ha caído en la cara con esa pequeña escobita que guarda en su chaleco de trabajo. Y lo hace y sientes la gloria y unos pelitos picándote en la nuca.
Anoche estuve revisando unos textos, después de regresar a casa, y vi cómo caía pelo sobre el papel y caía uniformemente pero sin patrón alguno. ¿O no parece que quiero decir algo con esto? ¿No parece una metáfora para una verdad que espera ser develada? Me pregunto si los más viejos odian mi juventud llena de posibilidades.
Me estoy quedando calvo. Se nota más cuando traigo el pelo corto.

Quejas

1. El mal existe.
2. El mal existe en la forma de calor.
3. Los nativos de Mérida, el Sahara y Bangladesh sufren de un calor peor del que sufro yo y esto no me da consuelo alguno.
4. Las personas que visitan Mérida, el Sahara o Bangladesh y que no son nativos y que no están acostumbrados a ese tipo de calor la pasan aún peor que yo y sólo puedo sentir una distante y desapegada lástima por ellos.
5. No conozco a Bárbara Mori.
6. No soy un buen escritor.
7. No soy una buena persona.
8. No corro tan veloz como me gustaría correr.
9. Tengo el sabor del café en mi boca y un ligero dolor de cabeza.
10. Me quejo por todo.
11. Las quejas no añaden nada a mi vida, ni siquiera un consuelo.
12. Me engaño a mí mismo y miento a menudo.
13. El sexo me hace sentir culpable.
14. Estoy aburrido.
15. Aún no termino mi tesis.
16. No tengo deseos de terminar mi tesis.
17. Mis planes a futuro son irreales.
18. La realidad existe.
19. La vida me sonríe y no lo aprecio.
20. Tengo comezón.

Sunday, May 01, 2005

Actualización hecha por inercia

No he escrito nada aquí desde hace unos días porque he estado preocupado. La primera preocupación, la más urgente pero sin duda una de las menos importantes, es que me había prometido no escribir nada hasta que pusiera una lista con los clasificados más curiosos de la sección de "Masajes" que aparece en el Reforma. La primera vez que vi esta sección fue recogiendo la mierda de mi perra. Masajes ejecutivos, decían algunas, sensuales, decían otras. Se prometían jovencitas iniciándose, trasvestis que te harían cosas muy específicas hasta que vieras chispas, también se prometía discreción y que se trabajaba incluso en domingo.
Pero me dio hueva transcribir los clasificados. Y no es algo tan extravagante, gracioso o interesante como creí que lo sería al principio.
La otra noche cometí un error. Dejé a M. en su departamento, platicamos un rato, fumó un cigarrillo, nos despedimos, regresé a mi casa, encendí el televisor y, sí, es verdad, vi Big Brother.
Leí un artículo, en alguna ocasión, en el que se conjeturaba que el Big Brother Orwelliano había llegado sin avisarnos, pero con un nueva cara, no con la predicción apocalíptica de 1984, sino con una peor y más seductora. Big Brother no nos sometería con el temor panóptico sino con un espectáculo estupidizante, Big Brother nos hipnotizaría con un baile. Era un artículo muy chistoso.
Hoy salí a pasear con mi perra y estuvieron a punto de violarla. No fue una bonita experiencia. Hace un maldito calor. Me ha noqueado estas últimas tardes. No duermo tranquilo. Y estoy aburrido como una ostra.

Aburrido

Estoy aburrido.