Sunday, September 25, 2005

El afán de la novedad

a.
Esta actualización constará de tres partes, la primera es una explicación sobre las partes de las que consta esta actualización, la segunda es una especie de catálogo (una tontería, en realidad, pero que es algo novedoso) y la tercera es un relato o para ser más precisos la narración de una experiencia, que es lo que se acostumbra escribir en esta bitácora electrónica.
b.
Están los que escriben. Están los que escriben y aman la vida más de lo que aman el acto de escribir. Y los que escriben porque odian la vida o no saben disfrutara. Están los que escriben de pie, sentados, con lápiz sobre papel cebolla, sin ritual alguno, exclusivamente con las ventanas cerradas o asustando los moscos pues viven en un clima caluroso. Están los que escriben porque les gusta escribir y los que escriben porque quieren ser escritores. Están los que escriben enemistados, los que lo hacen enojados y quienes ni siquiera se dan cuenta de cómo han conseguido escribir tantas cosas sin sentir apego alguno. También están los que escriben cosas por encargo y los que escriben cosas porque están aburridos. Hay quien escribe poesía. Hay quien escribe en un teleprompter. Están los escritores de culto y los que escriben en un papelito que esconden entre el papel de baño del hotel que están visitando, o en la Biblia o la sección amarilla que seguramente encontrarán en un cajón. Hay quien escribe bien. Hay quien escribe mal. Hay quien escribe pero pinta mejor. Hay quien escribe de prisa y quien prefiere escribie a máquina y quien escribe a mano y no pasa el texto en limpio sino hasta mucho después, o simplemente no lo hace. Hay quien escribe porquerías morbosas. Hay quien escribe cosas peores. También hay carpinteros.
c.
Bailas o al menos intentas bailar, Guillermo, pero en realidad sólo estás actuando como si supieras bailar (sabes bailar, en el fondo sabes que sabes bailar, pero no es algo de lo que estés orgulloso e ignoras por qué; es una especie de fuerza que si liberas, sabes, en el fondo de tu oscura y retorcida mente que intentas comprender día a día, no serás esa persona que intentas ser). Así que la pisas. No es intencional, sólo es algo que haces pues estás acartonado. A ella no parece importarle. Tu mano podría ser cualquier mano. "No me agarres así", te dice, "es como de papá". Sonríes y te ríes como lo estuvieras haciendo con verdad. Lo haces con verdad, decides. La vuelves a pisar, con torpeza real. No sientes la música. La sigues. "Lo más importante", continúa, "es no bailar como papá". Esto es gracioso y divertido, decides. De la misma manera en que es gracioso y divertido actuar una canción, es gracioso y divertido bailar una canción. No harás el venado. No harás el gallinazo. Cuando en la canción hablen de la carcachita, no actuarás como si estuvieras manejando una carcachita. Es muy importante que no hagas esto. Y que no bailes como papá. Y que no la pises. Y que no le sostengas la mano así. Y que cuando le des la vuelta no confundas qué brazo va arriba, qué brazo va abajo, y qué paso es primero y qué paso es después. Cachatum. Ca-cha-tum.

Saturday, September 24, 2005

Nos esforzamos, caemos.

No tengo ganas de escribir. Más.

Friday, September 23, 2005

México mágico

Temprano por la mañana, camino a Gandhi, un hombre se paró frente a mi auto. Llevaba jeans, camisa blanca y escupió sobre mi cofre. Me vio con cara de ojete y cuando la luz pasó de rojo a verde avancé porque eso es lo que se hace. Debo confesar que me sentí más sorprendido que ofendido.
También debo decir que las personas que atienden en Gandhi están de peor humor por la mañana que por la tarde. Y que los clientes son pocos y en general ancianos que caminan con lentitud y usan accesorios de vestir poco usuales, como boinas.
Compré tres copias de un libro de mi jefe y una copia de un libro de Lezama Lima.
Más tarde, en la misma mañana, una silla cayó del auditorio de la Universidad sobre el automóvil de mi jefe. Estoy esperando al seguro.
Número de mentiras que escribí en esta actualización: Una.
Razón por la que hice esto: Mi vida no es tan interesante.
La mentira: El escupitajo del hombre no cayó en mi cofre sino en la calle.
Pero: Estoy seguro de que el gesto estaba dirigido a mí.

Thursday, September 22, 2005

La ignorancia

Sé que esta actualización tiene título de novela de Kundera, pero no desesperen. No es tan grave. Sólo era advertirles que si algún día están cerca de mí y estoy hablando de algo o explicándoles algo, por favor, por el amor de todo lo sacro, en lugar de decir "no entiendo" no se rasquen la cabeza como orangutanes deliberadamente. Si es accidental lo olvidaré y perdonaré. Si no, tendré que golpearlos. Me caga ese gesto.
Ay, repentinamente advertí que soy un licenciado asalariado, bebiendo café de asalariado, vestido de traje de asalariado que se queja. Como asalariado.

Wednesday, September 21, 2005

La palabra

El otro día leí sobre uno de los pasatiempos favoritos de la juventud de Los Cabos. El aburrimiento y la estupidez ha llevado a los muchachos de pasearse en sus camionetas en el malecón, a los arrancones. Pero el dominio de la imbecilidad no se detiene ahí, ahora se ha expandido a los enfrenones. El autor del artículo relata que la única vez que presenció una de estas reuniones un chico enfrenó pero sus llantas derraparon y chocó con el otro auto, que lo embestía de frente. Cruzó el parabrisas y murió.
El otro día una amiga me escribió una carta y me regaló una libreta. Desde entonces he releído su carta varias veces, me hace sentir bien; es uno de esos textos que unen. Está escrito a mano y no supera una página.
Y ahora, en la libreta que me regaló y que fabricó no sé qué escribir. Supongo que lo que quiero decir es que la potencia de la palabra, que puede nombrar como "Operación Sol Naciente" a un bombardeo nuclear, me impresiona. Por otro lado, cuando pienso en la capacidad humana para crear y para destruir, para asesinar y para amar, me parece algo casi accidental y falto de interés.

Sunday, September 18, 2005

Demócrito

"Sólo hay átomos cayendo en el vacío".

Pero entonces, ¿todas estas madres qué?

Contra el mundo, contra la vida

La vida es dolorosa y decepcionante. En general sabemos qué lugar ocupamos en relación con el resto de la realidad y no nos preocupa saber más. La humanidad, tal y como es, nos inspira sólo una atenuada curiosidad. Todas aquellas prodigiosas y refinadas "anotaciones", "situaciones", anécdotas... Todo lo que hacen, una vez que las hemos escuchado o leído, es reenforzar la ligera repulsión que ya se ha nutrido adecuadamente por cualquiera de nuestros días cotidianos.
El universo no es sino el provicional orden de unas cuantas partículas elementales. Una figura en transición hacia el caos. Los cielos serán glaciales y vacíos, apenas iluminados por la débil luz de estrellas moribundas. Y esto también desaparecerá. Todo desaparecerá. Las acciones humanas están tan separadas como libres de significado como los erráticos movimientos de las partículas elementales. ¿El bien, la maldad, la moralidad, los sentimientos? Puras "ficciones victorianas". Todo lo que existe es el egoísmo. Frío, intacto y radiante.
Me encantaría ahora decir que esto es sólo lo que opina Houellebecq y lo que late en el fondo de las personas que no han sido correspondidas, las que no han gustado, las que han comprendido; y que es bueno tener a alguien así, un maravilloso contraste a partir del cual podemos medir nuestras maravillosas y brillantes vidas. "Hay que conocer lo dulce y lo amargo para apreciar verdaderamente el dulce". Me gustaría decir que en efecto, desde acá, donde pasamos fines de semana en compañía de nuestros amigos y nuestra familia, donde creemos que existe una vida después de la muerte, en lugares soleados donde se dan competencias de autos y el alcohol nos alegra o donde nuestras parejas nos hacen regalos y gestos de cariño, todo esto podría parecer verdad pero no algo que nos preocupe.
¿Quién lee? ¿Quién escribe? Aquellos que no aman la vida, concluye Houellebecq a partir de su lectura de Lovecraft.
Aquí hay humor. Aquí está la sal de la vida. Aquí, en mí. En estas líneas. Esto debe comprenderse. Veo las cosas con claridad y no me importan. Así como el diagnóstico jamás curará una enfermedad por sí solo, una enfermedad no permanecerá sólo porque sabemos de qué trata.
Ahora, una anécdota sobre la vida de Max Brod:
-¿Por qué llora Max?
-Acabo de enterarme de la muerte de Franz Kafka.
-Oh, lo siento. Sé cuánto apreciaba usted a ese joven.
-No lo entiende. Me mandó quemar sus manuscritos.
-Entonces, el honor lo obliga a hacerlo.
-No lo entiende. Franz era uno de los más grandes escritores de la lengua alemana.
Un momento de silencio.
-Max, tengo la solución. ¿Por qué no quema usted sus propios libros en lugar de los de él?

Thursday, September 15, 2005

Las cosas que no harás.

1. No te sentirás liberado por la literatura.
2. No usarás expresiones como "hermanos de leche".
3. No leerás más a Houellebecq.
4. No leerás la Intrusa de Borges, porque Borges te caga.
5. No escribirás con segundas intenciones.
6. No dejarás el humor.
7. No imaginarás.
8. No subirás este post.
9. No confiarás en lo que te dices a ti mismo.
10. No confiarás.
11. Confiarás.
12. No escribirás enojado.
13. No pedirás perdón.
14. No deliberarás demasiado.
15. No serás una mejor persona.
16. No dejarás de ser persona.
17. No comprenderás.
18. Comprenderás.

Wednesday, September 14, 2005

Tiempos venideros

Todo indica que pronto escribiré mejor.

Monday, September 12, 2005

Licenciado

Ahora soy licenciado.

Actuar raro

Esa insistencia por hacer cosas raras, por subir en un elevador que parece frigorífico con dos muchachos que procuran comportarse con las herramientas de Ulises: la prudencia, el silencio y el ingenio. Esa insistencia, decía, es algo que veo a menudo en mí, el esforzarse por hacer cosas como acompañar a una amiga a un departamento de personas que no conozco pero a as uqe trato con cordialidad pues reconozco algo en ellos, algo con lo que estoy familiarizado: la insistencia en el comportamiento errático, tipo acompañar a un amigo de la infancia al que se ve una vez al año, a lo mucho, y a su amiga, a quien no conoce; les acompaña al departamente de un amigo de ella, a quien, por supuesto, el amigo de la infancia tampoco conoce.
A veces, quiero decir, hago cosas extrañas. Por ejemplo, la otra noche, en el departamente de un amigo de mi amiga, creí que era una virtud identificar películas con sólo ver una de sus escenas. Esta virtud la he cultivado principalmente en las carreteras y de noche, cuando no voy manejando y se hacen embotellamientos que me permiten ver, desde mi coche, por las ventanas de los camiones turísticos, mismos que generalmente pasan películas que puedo identificar sólo por la escena que fugazmente consigo ver.
En la pared del departamente se proyectaba el rostro de Paul Newman y de Robert Redford. Por un momento creí que se trataba de El golpe. Después recordé que en ningún momento de El golpe salía el ejército mexicano, como en esta.
No me enteré de qué película veían las personas que estaban ahí, tendidos sobre camastros de playa cubiertos con cobijas, frente al muro. Imaginé, en ese momento, una sábana blanca estirada entre dos árboles de un bosque cerca de Amberes.
Mi amiga platicaba con su amigo en otra habietación mientras yo deliberaba frente a la película si debía permanecer o no dentro del departamento. Algo, presentía, no estaba bien. Después de un rato de esperar afuera, esperando el elevador con mi amigo de la infancia, una de las pesonas que veían la película slaió para preguntarnos si no queríamos pasar y ver la película. Entramos de nuevo. Ella seguía en la otra habitación. Podía escuchar su voz pero no lo que decía. Pensé en el nombre de Arturo Belano, y lo que le decía al Rey de los Putos mientras Ernesto, valiente, bajaba al muchacho enfermo ayudado por la protagonista de Amuleto. Después pensé en mi vida, en la muerte de Bolaño, en que no quería seguir ahí, viendo imágenes proyectadas en un muro de un departamento de la Condesa; quería estar en mi casa, leyendo, sin tener que escuchar la respiración de mi amigo de la infancia a mis espaldas, o voces en cuartos contiguos, o mexicanos acribillando gringos. No sé qué fue más extraño: si mi insistencia de pensar que algo estaba mal, si mi insistencia de permanecer ahí a la expectativa de algo funesto o mi insistencia de desear siempre estar en otra parte o la insistente redundancia de la literatura. Afuera, en las calles y en la noche y en el mundo, la vida discurría con normalidad.

Tuesday, September 06, 2005

Literatura portátil

Opino que la prueba de fuego para saber si un libro es portátil o no, no es si lo puedes llevar de un lugar a otro sino si puedes sostenerlo con una sola mano mientras orinas. Con esto en mente, debo decir que la Enciclopedia de obras de filosofía, editado por Franco Volpi (tres volúmenes publicados por Herder en su versión española) no es portátil.

Sunday, September 04, 2005

Los hombres duros no bailan.

Había algo que quería citar de un libro que estoy leyendo, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, pero olvidé la línea. Ahora sospecho que simplemente no tenía nada que ver con mi físico, que es sobre lo que voy a escribir a continuación.
No soy un adefesio, los niños no lloran ni corren ni se esconden cuando me ven. Más bien se ríen. No soy guapo, soy chistoso. Una amiga alguna vez me dijo que tenía cara de azteca. Nadie me había dicho algo así antes. No supe si debí indignarme o considerar su comentario algo racista, o si el tildar su comentario de racista me haría a mí un racista cuando en realidad lo que ella dijo sólo era un diagnóstico sobre mis características; mi nariz de tabique grueso, mi tez morena, mis cabellos grifos. A menudo mi pelo es un tema de conversación con ella. A veces, según lo lleve, me llama niño de hospicio, en parte por la poca edad que aparento y creo porque alguna vez le dije que con la manera en que llevaba el pelo me sentía niño de la calle.
Hace mucho tiempo que no le doy limosna a los niños de la calle. Tengo dinero. Esto, en su justa medida, aminora el impacto de mi fealdad y me hace sentir culpable porque me obliga a ver las cosas de manera distinta, como en Luces artificiales, de Daniel Sada. La última vez que le di algo a un mendigo fue una caja de papas McDonalds. Antes de entregárselas, le dije: "Están limpias", e inmediatamente me arrepentí. Estoy casi seguro de que no le hubiera importado. Después pensé que no debería pensar esas cosas pues me hacían una mala persona. Claro que le hubiera importado. Al acelerar vi por el retrovisor cómo la señora le puso catsup a sus papas. Llevaba un reboso de colores y trenzas que medio le peinaban el pelo.
El otro día descubrí que los Jáuregui y los Núñez, la familia de la que vengo, son descendientes de españoles que se mezclaron con indios en Guanajuato. ¿Qué tipo de indios? No lo sé.
Creo que una de las razones por las que no me gusta comprar ropa y mandarme hacer trajes es que me recuerda que soy chaparro, que casi no hay ropa a mi medida y que casi siempre me veo en la situación de pararme frente a un espejo de tres caras para que el sastre tome mis medidas. Estos espejos te permiten ver el frente y los lados de tu cara simultáneamente. Puedo observar con frialdad clínica, mientras el sastre le dicta a su asistente las dimensiones de mi cuerpo, mi perfil indio, mi pelo grifo, ralo y picudo, y la grasa de mis cachetes.
"Me gustan tus nalgas", me dijo en otra ocasión la misma amiga que opina tengo cara de azteca. No es la primera persona en opinar sobre mis nalgas. Recuerdo que un día, después de clases, en la primaria, estaba esperando a una amiga de mi madre que me iba a recoger. Tardaba en pasar por mí. Un niño más grande que yo, de secundaria, empezó a hablar a mis espaldas. "Mira a ese chaparro nalgón", le escuché decir.
Siempre me han gustado las niñas guapas. También me gustan las niñas que son más altas que yo. Cuando me hacen notar esto mis amigos les digo que no es que tenga mucha opción: casi todas las niñas son más altas que yo. Les da risa porque estas cosas, la verdad, son graciosas. También me gusta la pornografía, especialmente cuando las chicas que salen en las imágenes son rubias. En realidad no tengo preferencias. Vuelvo a la amiga que opinó sobre mi físico: Le molesta la pornografía. Le parece algo terrible. Tengo otra amiga a quien la pornografía no le parece terrible, incluso, sospecho, le gusta. Tengo otra amiga con la que no hablo sobre estos temas. Tengo varias amigas. Algunas de ellas no son guapas. Son a las que frecuento menos. No, en realidad no es así. A las que frecuento menos son a las más guapas. Los feos están condenados. Los feos que no son malas personas están aún más condenados. No sé porqué tienen que ser las cosas así, pero lo son. También está condenada la cultura de la queja. Y ahora no sé qué escribir.
Me pregunto si los feos que además son bondadosos de manera resignada se permiten escribir sobre su fealdad de manera desapegada. También me pregunto cómo sería esa literatura. Supongo que necesitaría como motor cierto orgullo y cierta autoestima. O poca autoestima y mucho orgullo, no lo sé. Hoy leí en Quién (una revista que ojeo porque me gusta ver a las niñas y mujeres guapas que generalmente salen en sus fotografías) que Jean Paul Sartre llevaba una relación con Simone de Bouviour (el primer comment que tendré sobre este post me corregirá cómo se escribe el apeyido, estoy casi seguro) un poco extraña: eran amantes, o amigos, desde hacía más de una década pero no vivían bajo el mismo techo y tenían varios compañeros. La única condición era que se contaran todo. No sé por qué se me pegó aquello. Pensé en Sartre y su ojo virulo y me costó trabajo creer que tuviera varias amantes. Se me hacía claro, en cambio, por qué Simone no habría querido vivir con él.
Es un poco triste pero creo que a los amigos a los que más les tengo confianza son a los que me parecen más feos que yo, pero con los que me gustaría pasar más tiempo es con los que son más atractivos que yo. Busco el justo medio. En una ocasión leí una especie de cuento escrito por Lidya Davies, compilado en su Samuel Johnson is indignant donde afirmaba que todos tenemos amigos más interesantes que nosotros, son los primeros que perdemos así como nosotros dejamos de frecuentar a los amigos que son menos interesantes que nosotros; todos desconfiamos de aquellos amigos que son tan interesantes como nosotros, pues en cualquier momento esto puede cambiar.
Vi el nuevo número de la revista Max, con Bárbara Mori en la portada y pensé en estas cosas.
Una vez, en Quién, vi una fotografía de Paulino Rubio leyendo El Aleph de Borges.
Borges no podía ver.
María Kodama tiene la nariz bien chiquita.
Un amigo conoció a María Kodama y le cayó muy bien, la conoció en un congreso sobre Borges.
Otro amigo, que es más guapo que aquél amigo, y más joven, también conoció a María Kodama en aquél congreso. A diferencia del primer amigo, quien se refería a ella como señora Kodama, se refería a ella como María.
Otro amigo, quien acompañó a ellos dos al mismo congreso con una ponencia, consideró que todo esto era muy gracioso y se casará en unas cuantas semanas con una niña muy buena onda a quien considero mi amiga. Es guapa y más alta que yo, pero no la encuentro atractiva, tal vez porque es novia de mi amigo, no lo sé, sólo espero que de asistir a la boda pueda pasármela bien, hace mucho que no lo hago (en una boda).
Me caga bailar.

La violencia

-Supongo que ahora me iré con unas mujerzuelas.
-¿Para pegarte el sida que yo te pegué?
-Sí, para eso.

Thursday, September 01, 2005