Monday, June 30, 2008

Privacidad

Mancilla me persuadió de que instalara Site Meter en mi blog desde hace unas semanas y ahora soy poderoso y no quiero soltar este poder. El mismo probablemente lleve en su seno una serpiente, la semilla de mi destrucción, no lo sé, pero por ahora los monitoreo, cada que entran a este sitio. Sé desde dónde lo hacen y cuánto tiempo. Sé que visten cuando me leen y qué entrada en particular. Enfermo, sí, de conocimiento. Tengo un mapa detallado con latitud, longitud, ciudad y país para ubicar la computadora desde donde se asoman a este, mi pequeñito y diminuto espacio personal, donde con todas esas cosas finolis que anoto los engaño para que caigan, uno a uno, en mi trampa, tejida con tanto esmero como lo hace la araña con su red. A ti, lector de Costa Rica: te tengo bien medido. Igual que a ti, amigo de Singapur. Sé cada cuánto entras a este blog, limeño. Témanme, visitantes de Chicago. Témeme Sofía. Témeme Óscar. Témeme Eduardo. Sé qué están haciendo y sé qué hicieron el verano pasado. ¡Soy el panóptico! ¡Soy el Gran Hermano! ¡Soy el recabador de información de Facebook! ¡Soy un dios pequeño pero omnisciente! ¿Enrique, desde Berlín? Hola. Aquí te ubico, a través de mi ojo de buey, de mi ranura en la puerta. ¿No me temen? ¿No les da miedo? Es real. Y no me voy a detener.

Optimismo utópico



Leía sobre un video que encargó el Consejo para Planeación Urbana de Abu Dhabi al estudio de diseño londinense Squint Opera con el objetivo de recaudar fondos para el diseño urbano de la ciudad que planean tener completado en 2030. Se ve muy prometedor, esa cosa de mirar hacia adelante.

Sunday, June 29, 2008

Texto de domingo mientras espero el Sushi-Itto

El viernes, con esas ganas de aferrarnos a nuestra juventud, y con ocasión del cumpleaños de Julián, fuimos a ver a los Músicos de José en el Imperial, un lugar que ha conseguido revivir algunas de las experiencias tontas que han alimentado nuestras anécdotas a lo largo de no muchos años. Tontas y llenas de sangre caliente y todas esas importantes cosas que nos parecían, tal vez, más importantes hace unos pocos años. Sólo he ido un par de veces al Imperial, en ambas ocasiones tocaron grupos que me recuerdan con una precisión quirúrgica esos años no tan lejanos -pero me insisto en creer que no sucedieron hace mucho, esos años, pero aún así, no sé, parece que estoy forzando la máquina. Además de Los Músicos de José, hemos visto ahí a DaPuntoBeat y hemos bebido cerveza y otras cosas y observado con lujuria a la bartender (quizá sólo hablo por mí mismo: el viernes se cortó con un vidrio mientras maniobraba para darme el cambio de una cerveza, y vi cómo emanó su rojísima sangre; estuve a punto de agarrarle la mano y asegurarle que todo estaría bien, mientras se la chupaba, como vampiro).
Consideren eso la introducción.
Anécdota: estamos ahí, escuchando a la banda, cuando en una especie de trance mi atención se focaliza con dureza sobre uno de los saxofones de la agrupación (noten la foto de autista, arriba) y aunque Lisa Simpson vendrá segundos, ¡no, instantes!, más tarde a mi mente, lo único en lo que puedo pensar mientras observo el instrumento -aunque sea brevemente es la imagen que con más fuerza se instala en mi cabezota- es en una espina dorsal. Pero no en una espina dorsal cualquiera sino en una espina dorsal como la que le crece a The Abomination en Hulk o, mejor, como si hubiera salido de una fantasía combinada de Cronenberg y H.G. Giger: orgánica y a la vez ajena, inhumana. Y esto me perturba. No sólo la imagen sino que en ese momento de alegría, de acompañar a los amigos y de escuchar buena música que debería recordarme grandes buenos tiempos, estoy pensando en cosas tan ñoñas y extrañas y friquis. Dura un momento, sí, pero uno sabe que es en las cosas pequeñas donde se esconden las grandes catástrofes. En fin, se me pasó. Sólo avisando.
(Vuelvo a ver el saxofón y las, ¿cómo se llaman?, ¿teclas?, en fin, las cosas esas donde van los dedos me hacen pensar en los aliens bebés, en los que abrazan la cara para inocular aliens no bebés; me estremezco). Me gusta pero me asusta.

Walser observa una pareja donde uno de ellos fuma

Mientras hablaba, fumaba muy animado. Su frenética actividad por producir nubes de humo me reveló que luchaba con alguna timidez anímica o mental. Quien durante la charla que mantiene no cesa de poner en contacto el cigarrillo con la boca busca alguna suerte de ayuda, se apoya en algo ajeno a la conversación. La joven a todas luces le contestaba, correspondía sus palabras. Por lo visto le resultaba muy simpático. A mí, sin embargo, de repente me pareció que él no se lo estaba pasado bien con ella, sino que trataba de hacer una especie de conquista que poco a poco se le antojaba cargante, pesada.
En el micrograma En este momento no sé bien

Friday, June 27, 2008

Undeground America

Roberto, uno de los indocumentados, afirma, según leo en Internet: "Me digo a mí mismo, aquellos que no han caído no saben caminar. Supongo que he caído tantas veces que podría caminar eternamente".

Wednesday, June 25, 2008

Entre semana

Conforme los cierres se imponen la redacción se vuelve cada vez más silenciosa y nos comunicamos no por telepatía sino, pues, claro, el MSN y música. Hoy -o ayer, si nos atenemos al horario- fue Metal, Raeggaton (Calle 13), y Umbrella de Rihanna y una canción de Beyoncé antecedida por un rap rápido de Jay Z y esa canción -recurrente- que dice "Yo soy tu papi. Tremendo papi" y cuyo nombre no conozco. Creo que es obvio lo que queríamos decirnos con esto. Noten que: esta entrada sólo la pongo para anotar algo y mostrarles, como diría Gombrowicz, cómo soy en mi cotidianeidad. También: en el Metrobús vi a un hombre que llevaba un collar con un par de guantes de metal, pequeños, como los que salen en la portada de The Greatest. Me imaginé preguntándole si podía tomarle una foto con mi celular. Llevaba el pelo relamido y cara de amigos que hablan en la madrugada para pedir que los saque de apuros. También llevaba pantalones con el emblema de Carta Blanca bordados, negros. Mi cabeza me hizo pensar que trabajaba en un gimnasio o algo por el estilo. Era muy delgado. No le pedí permiso y cuando bajé del Metrobús un tipo se revisó su mochila creyendo que le había robado algo. Es que lo empujé, ¿ven?

Tuesday, June 24, 2008

Sunday, June 22, 2008

Otro domingo en esta ciudad

Que no tienen carne molida y que si en lugar de eso le ponen chorizo y que si no llega antes de treinta minutos es gratis.

Friday, June 20, 2008

Entrevista a David Miklos

No es con ocasión de la muy pero muy reciente publicación de su tercera novela La hermana falsa -con la que termina el ciclo que inició en La piel muerta (2005) seguida de La gente extraña (2006)- que realizamos esta entrevista. Sino porque desde hace días, David anda chingue y jode con que lo entreviste.

¿Por qué quieres que te entreviste?
Bueno, en primer lugar, porque me caes bien y porque me gustaron las entrevistas que le hiciste a Cabral y a Ortuño, muy ingeniosas como siempre. Luego porque, como buen escritor, soy exhibicionista oculto. O no tanto.

A mí también me caes bien David. Pero no te amo.
Nadie está implicando que me ames, Guillermo. No sé si esto es una entrevista o una declaración de amor.

Es una entrevista. Pasa esto: tanta guasa cotidiana contigo me impide hacer guasa acá. Te iba a preguntar de tu biblioteca musical desaparecida o de tu nueva novela, pero tampoco quiero caer demasiado en esa cosa de ahondamiento en la vida del escritor famosillo. ¿Sabes?
Bueno, pues, hablemos de otra cosa, porque si hablo de mi colección de discos desaparecida, me pondré mal. De mi nueva novela me gustaría hablar con gente que la ha leído... No sé, echa una pregunta al aire.

¿Lamentas que no haya leído tu novela?
No. O sea, hubiera sido bueno tenerte en mi pool de lectores previos a la publicación del libro. Pero quizá lo tuyo es la emoción de leer el libro ya editado, impreso, protegido por una bella portada. Espero que lo leas, eso sí, porque no puedo andar desperdiciando las 20 copias que me da la editorial para mis familiares, amigos y fans más cercanos.

¿Quieres ir a ver Hulk el fin de semana?
Es un fin de semana complicado para mí: MP y yo tenemos a los niños. Además, tú tienes que terminar tu tesis. Ya sabes lo que te espera cuando lo hagas. No te distraigas, Memo, o me pongo verde.

Ya. Bueno. Iré solo. Total.
No irás sólo a lado alguno: siéntate a acabar tu tesis mientras Refu te lame los dedos.

Que no. Que iré a ver Hulk. Historia curiosa: cuando sacaron la anterior, le dije a mi hermana, "adivina qué película fui a ver" y gruñí e hice gesto de Hulk. Y me dice: ¿Buscando a Nemo?


Me doy cuenta de que no te hice una pregunta.
Ay, Memo©. Mira que me estoy poniendo verde... ¿No se trataba de que habláramos de mí, aquí? A mí mi hermana siempre me decía David Banner, que así se llamaba Hulk en la tele. Seguro no conoces esa vieja serie, "El hombre increíble".

Sí, la conocí. Una combinación de El Fugitivo con The Green Giant.
Eso mismo. Era triste. Acababa con David Banner solo, caminando en alguna carretera de Estados Unidos. Una musiquita melancólica, como preludio de Chopin, de fondo.

¿Cómo está Joe?
Joe está bien. Se come mi begonia apenas me distraigo. Y duerme casi todo el día.

¿Tú crees que lo característico de los zombies sea comer carne humana o que todos se comportan de un modo inhumano? La gente olvida que los zombies vienen del vudú.
Creo que los zombies son humanos vacíos de humanidad, carentes de libre albedrío y voluntad, como plantas con forma humana. Eso de que sean antropófagos es una mera invención moderna, creo.

Yo creo lo mismo. Me gustó mucho The Happening.
A mí también. Pobre Shyamalan: hay una vendeta contra él. Muchos dicen que se justifica diciendo que es una película de serie b. Lo es. Llevada a sus últimas consecuencias. Es como Soy leyenda, versión nueva, con final muy feliz. A mí me gustan los diálogos cándidos. No sé por qué tengo esta obsesión con la candidez, ahora.

Quizá porque hoy había mucho sol. Sudo.
¿Hay una relación entre el mucho sol, el sudor y la candidez?

El sol, los pajaritos, la gente en el parque, sonriente.
Pero eso no es candidez, creo. Eso es simplemente bonito. ¿Había patos en el parque?

Sí, ahora sí. Es grande Salinger, ¿no crees?
Mucho. Sus cuentos, The Catcher in the Rye, su reclusión. El escritor ideal, en ese sentido.

Pero un gritón, dicen. Es mejor, creo, ser un buen hombre a ser un gran escritor.
No sé si sea mejor o no. Creo que es una cuestión no-ética. Es decir, no tiene nada que ver ser un buen hombre y/o ser un buen escritor. Hay pésimos hombres que escribían muy bien. Y viceversa. Y buenos hombres que escribían bien, como C. S. Lewis, también. En fin, que la dialéctica bondad/maldad y escritura no funciona, salvo que quieras hacer de ella el tema de tu doctorado. Qué obesión con la bondad la tuya.

Yo no dije que hay una relación entre la buena literatura y la moral. Afirmo que entre un buen escritor que es un mal hombre y un buen escritor que además es un buen hombre es preferible el segundo. Hay que ser buenos, David.
Hay que ser buenos, sí, pero yo dije ética, no moral. En fin, que ya sé de qué pie cojeas. Pero seamos buenos, sí. Como el protagonista de The Happening. Te identificas con él, ¿verdad? Sólo te faltan los músculos y la esposa guapa.

Y ser rapero.
Bueno, él ya no lo es. Pero allí tienes a Benassini, que es un rapero del arte.

Ahora está enredado en cuestiones editoriales. Hace sus remixes.
Y, lo mismo que tú ya no haces El inquilino, él ha abandonado Néctar.

La Tempestad arrasa con el acné literario. Tú ya no haces Salmón.
Pues mira, he pedido todos los textos para el número 9 de Cuaderno Salmón, aunque desconozco el formato en el que finalmente verán la luz. O la oscuridad. Pero este tema me pone igual de mal que el de la colección de discos desaparecida. ¿Quieres que me ponga triste? Hoy quiero celebrar.

Hace rato íbamos a celebrar y empezaste con que ay, me duele la cabeza, ay, ya estoy viejito, vayan ustedes, esto y lo otro.
Pasa, en ocasiones raras, muy aisladas, que me da migraña. No lo controlo yo, qué más quisiera. Tenía ganas de verlos por segunda vez en esta semana, pasarles ejemplares de La hermana falsa, etcétera. Ya será después, Memo. No seas tan duro conmigo.

Vamos a la pizza, ahora.
Ahora no puedo. A las ocho tengo una junta de condóminos para resolver asuntos de seguridad, han intentado entrar varias veces a distintos departamentos del edificio. Más tarde, celebraré con MP en el Fiesole. Una vez fuimos allí, pero no la recordemos, no aquí. Julius pizza, amigo mío, es pésima. La peor pizza de México.

Snob.
No soy snob: tengo un buen paladar. Esa pizza de Julius está hecha con puros ingredientes de lata, mal queso, etcétera. Solía ser buena. Pero no más. Lo siento, Memo. Así las cosas.

Editaré tu maldito "así las cosas".

Sabiduría en Vincent La Soudière

Solo puedes levantar el mundo. En pareja, siempre llega un momento en el que tienes que cargar al otro que pesa entonces más que el mundo.

Wednesday, June 18, 2008

Entrevista con Antonio Ortuño


A continuación una sesuda conversación con Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976), autor de las novelas El buscador de cabezas, que no he leído y Recursos humanos (con la cual recientemente estuvo a punto de ganar el Premio Novela Anagrama) que tampoco he leído y que, por tanto, no se tocarán en la siguiente entrevista. Afortunadamente también es autor del libro de cuentos El jardín japonés. Desafortunadamente, ¡tampoco he leído ese! Ortuño es colaborador de revistas como Letras Libres, La Tempestad y Cuaderno Salmón, dirigida por David Miklos a quien mando un atento saludo. Ejem. Actualmente Ortuño es Jefe de Redacción del diario Público-Milenio, allá en Guadalajara. Para realizar esta entrevista no viajé a Guadalajara, sólo me conecté al MSN, esa gran y bonita herramienta.
Advertencia: si usted está curado de la ironía y la bobería, ni lea.
Note: que si esta entrevista está acompañada de la imagen de un tapir y no del rostro de Ortuño es porque Ortuño así me lo pidió. Opina que el tapir es "un animal muy elegante".
Temas discutidos: Barbies, Simios, Ironía, Fútbol Americano, Humor autodenigrante.
¿Has notado que tiendes al autoritarismo? Recuerdo aquella vez que me exigiste te trajera una cerveza y ahora mismo que me pediste te entrevistara durante los precisos quince minutos que tienes de ocio.
De niño tuve un Mussolini de plástico. Tiranizaba al resto de los juguetes. Un día organizó un sacrificio ritual de las Barbies de mi hermana (previa violación masiva por parte de los muñecos del Planeta de los Simios de mi otro hermano). Nunca volvieron a verme igual en mi casa cuando descubrieron a las Barbies trenzadas con los simios encima de la mesa del comedor.

¿Descubrieron entonces que te gustaba jugar con Barbies?
No: me gustaba que los simios jugaran con las Barbies. Equipos mixtos de futbol, claro.
¿Jugaste algún deporte, alguna vez?
Jugué futbol americano. Es un deporte muy viril que consiste en ser apaleado por sujetos del triple de tu tamaño (siempre hay alguien en Colima o Silao –Guanajuato- que es del triple de tu tamaño). Pero eso fue después de que me fue vedado el acceso futuro a simios y Barbies. De haber conservado un suministro normal de changos y rubias no me habría interesado en nada más.

¿Crees que a la fecha los monos y las rubias están fuera de tu alcance?
Tuve una mala historia con una rubia que había tenido una mala historia con un simio. Desde entonces los tres nos tratamos con frialdad.
Asumo que sigues hablando de los del comedor.
No: el simio incluso ha firmado libros.

El box deforma orejas y nariz, la gimnasia te deja chaparrito (créeme) y creo que el americano te jode la espalda, ¿te pasó?
Las rodillas se joden primero que la espalda. La espalda se jode cuando las rodillas ya son pomada. Mi rodilla izquierda es pomada buena parte del verano. ¿Hacías gimnasia? Es decir que te gustan los hombres que dan cabriolas en leotardo…
Preferiría no contestar eso, sólo te pido fe. ¿Sientes la humedad en la rodilla? ¿Eres capaz de adivinar el clima? "Hoy lloverá Lencho", ¿ese tipo de cosas?
Sucede al revés. No me duele y, ergo, llueve. Llueve y luego me duele. Me preocupa que pienses en las rodillas húmedas de un jugador de americano.
Te diría que me preocupa que me imagines en leotardo, pero no es lo que dijiste. ¿Crees que está mal que te entrevista antes de que entreviste a David? No quiero hacerlo sentir mal.
Me han dicho que acudes en leotardo al trabajo.
Me lo exige Nicolás, eso.
También les exige que marchen el día del trabajo con una manta que reza: "Gracias, señor director". Pero es su derecho corporativo. Sólo tiene que darles tortas y refresco a cambio. Por lo demás… David sabe que tienes una perra llamada Refugio y sabe que puede secuestrarla y obligarte a entrevistarlo.

No bromees con eso Antonio. Ni con lo de Nicolás como Gran Dictador. Ni con lo de Refu. ¿Disfrutas tus días oficinescos?
No me gustan las oficinas pero en realidad no me gusta nada. Me gustaría ser un vago que pasara el día en un sillón. Trabajar envilece.
¿No pasas todo el día en un sillón? ¿Un sillón de oficina?
Una sillita con ruedas, en realidad. Pero revisar notas y bostezar mientras te relatan los embarazos interruptos en la oficina durante la última semana no es como vagar.

Estoy sentado igual en sillita con ruedas, sobándome la panza. A veces, cuando Óscar está acá, jugamos a unas como guerritas de carruajes romanos, pero con las sillas. ¿Crees que debería mencionar a Abel? Porque esto lo pienso publicar en mi blog. Y ya hablé que de Óscar, que de Nicolás, que de David que ni está en la redacción. Sería poco solidario de mi parte, creo. Y me cae bien Abel, debo decir.
Lo mismo dijo Caín.

Ah, la ironía.
Hay dos tipos de oficinistas. Los sarcásticos y los de leotardo.
Son cuatro tipos, en realidad. Los sarcásticos, los de leotardo, los que creen que son de los sarcásticos pero en realidad son de leotardo y los que en realidad son sarcásticos cuando creen que son de leotardo. Yo creo que tú eres de los de leotardo que creen que son sarcásticos.
Eso ya es tipología sociológica. Los falsos leotardos suenan a pie de una tesis de la UNAM. ¿Cómo va tu tesis, por cierto?
Debería estar haciéndola.
Tú trajiste los leotardos a colación porque fuiste un niño gimnasta, detalle que desconocía. ¿Por qué dejaste la gimnasia?
Porque me iba a quedar chaparro.

Sunday, June 15, 2008

El día de la piedra

Temo que con esta entrada estoy traicionando el sentimiento de complicidad que experimenté durantes varias horas el sábado pasado. Pero igual me siento obligado a contar esto. Se trató de un sábado que inició de un modo bastante inocuo: como si fuera un día más de la semana, conmigo y el resto de los compañeros de la redacción sentados frente a nuestras computadoras, en la oficina, por la mañana. El sol brillaba, los pájaros cantaban y nosotros estabábamos encerrados en el trabajo. Pocas cosas, entre las que se cuentan esto o encaminarse al aeropuerto o levantarse en un hotel el día del check out, nos predisponen a imaginar el día como parte de una serie ininterrumpida de perezas cotidianas. Pensé: más tarde, al salir de aquí -de la oficina- después de adelantar pendientes del cierre de edición, comeré. Iré al cine. Leeré. Haré estas cosas que me son familiares, que no presentan sorpresas y que por tanto son tan inofensivas como destructoras.
El día, imaginé, sería parte de la sucesión de las semanas que lentamente nos matan. Cuando uno se enfrenta a un panorama así... no, cuando uno se deja llevar por un panorama así lo que debe hacer es procurar que otros, como uno, sean arrastrados por la imbecilidad del día a día. No será una caída en llamas, pero al menos caerán otros con nosotros. Así pues, le llamo a un amigo, Eduardo Charpenel, para que nos aburramos mutuamente, intentando entretenernos. Le digo: después de comer, ya que salga del trabajo, vamos al cine. Sí, me dice, pero entonces me dice que antes quiere enseñarme algo. No puede decirme qué es, pues no quiere arruinarme la sorpresa. Comienzo a sospechar que es una broma o un engaño. O peor, que lo que me enseñará será algo que sólo lo sorprendió a él pero que no conseguirá sorprenderme a mí. Aún así su entusiasmo me deja picado. Y no sé si hacerles más largo el cuento. Ahondar en sus descripciones vagas. Decirles lo que comí y el tiempo que pasó antes de que finalmente lo viera.
Cuando finalmente pasé por él, se limitó a decirme que ignoraba si debía o no decirme más de lo que él ya sabía. Verán: esta historia, la historia del día de la piedra, es más la historia del modo en que contamos nuestras historias, la forma en la que preparamos una narración para llevarla hasta el chiste. Es el tipo de cosas que le dan sal a la vida. La historia del día de la piedra es la historia de la duda que hemos puesto en nuestra capacidad de asombrarnos. Lo hemos visto todo y como lo hemos hecho Eduardo sabe que debe indicarme exclusivamente el camino que debo tomar -cuando paso por él, una media hora antes de ir al cine- pero no decirme qué es lo que vamos a ver ya que tomemos ese camino. Sólo me suelta un "es un pedazo de irracionalidad". Lo cual, francamente, viviendo en el DF es algo que tampoco habría de sorprenderme. El absurdo es el eterno vecino, aquí en el DF. Sin embargo, me impresiona su decisión en mantener la sorpresa. Debe ser (imagino) algo realmente inquietante. Mientras nos encaminamos, me asegura que este es el mismo método que aplicó su padre cuando, por la mañana, le enseñó lo que me iba a enseñar a mí. Comencé a percatarme de que era, a cada momento que pasaba, el elemento de una narración que comenzó antes de mí y que continuaría después de mí. Así, cruzando las calles del Pedregal, Eduardo finalmente comenzó a develar el misterio. "Según mi papá", dijo a un par de cuadras antes de llegar a la calle donde estaba lo que quería enseñarme, "fue un acto de celos".
Cuando dijo esto, pensé: Seguro me va a llevar a la casa de una vieja a la que le pintarrajearon el zaguán con frases tipo "pinche zorra, ¿por qué me dejaste?". Algo así, imaginé. No sería la primera vez que viera algo así (recuerda cuando en el edificio cerca de donde una amiga vivía alguien escribió, con aerosol, que ahí vivía alguien infectado de SIDA). Pero no, la historia era delirante: "Y el güey, a quien dejaron, le encargó a unos tipos que se dehicieran de su mujer de un modo en el que no pudiera haber modo de que rastrearan el trabajo a él. Y entonces, una noche lluviosa llegaron con una grúa--" Cuando Eduardo estaba diciendo esto, o algo parecido a esto, di la vuelta en la calle donde me indicó. Y entonces la piedra sobre el coche:
Supongo que Eduardo, desde el principio, sencillamente pudo haberme dicho "Te voy a llevar a ver una roca sobre un coche". Pero se tomó su tiempo, el chavo. Creo que empecé a cagarme de risa pues no recuerdo muy bien el final de la historia que me estaba contando -algo de que los tipos no se dieron cuenta de que la tipa ya no estaba en el coche porque estaba lloviendo mucho y en fin, algo absurdo, inverosímil. Pero igual, la piedra estaba ahí, encima del coche.
Bajamos para que yo viera más de cerca el coche y vi que, en efecto, dentro estaba una red metálica con la que colgaron (imagino) la piedra en la grúa antes de dejarla caer sobre el coche. Por favor, noten que alguien pintó una carita sobre la piedra, como pueden ver abajo (también noten a Eduardo, feliz de su descubrimiento).
(Por la mañana le enseñé estas fotos a mi familia; se veían sorprendidos pero no tan sorprendidos; quizá porque son fotos y no lo vieron de, pues, primera mano; ver la guerra en la tele, ya se sabe, no es lo mismo que estar entre los balazos)
Más tarde fuimos, sí, al cine. Vimos la de Shyamalan. Está buena. Al salir, en fin, yo no podía dejar de pensar en la piedra sobre el coche -de hecho, ninguno de los dos podía parar de hablar al respecto- y le hablamos a un cuate que, sabíamos, estaba pasando mucho tiempo dentro de su propia cabeza, con la intención de sacarlo de su departamento para que viera la piedra y se riera y se distrajera. No contestó el teléfono pero igual le marcamos a una amiga para llevarla a ver esto. Estaba ocupada, nos dijo. Pero se insistió en que era inaudito lo que queríamos enseñarle. Y supongo que la gente reconoce la verdad cuando uno se la dice pues, sin pensarlo mucho, nos pidió que pasáramos en unos minutos y pasamos y, en efecto, estaba muy ocupada discutiendo algo con un amigo suyo a quien, ¿sobra decir?, no conocíamos. Pero igual lo invitamos para que nos acompañara y lo viera también. Ya era de noche. Y ya comenzaba a sospechar que esto le iba a hacer daño a mi vida. Esta piedra, este pedazo de irracionalidad, comenzaba a hacer que yo viera las cosas de otro modo. Finalmente fuimos y el amigo de la amiga dijo que él ya había escuchado hablar de esto y entonces pensé: ¿y si alguien deliberdamente puso esa piedra ahí para provocar la creación de historias? ¿Qué tal que es parte de un proyecto artístico, digamos, en el que se procura inventar rumores?
Pensé en lo que nos contaban el otro día en la oficina, sobre aquél proyecto que se presentó en el museo Eco donde un artista hizo como que detonaba una bomba con la intención de provocar miedo a los vecinos -cosa que consiguió y, sin medir las consecuencias (hubo histeria y ventanas rotas) casi consigue que se clausurara el museo- y carajo, este post se me está saliendo de las manos, como se me sale de las manos la historia. No puedo dejar de escribir sobre esto. Me voy a volver loco. Y quizá sea preferible esto a que me aburra, no lo sé. Pero ahora quiero llevar a todos a que vean la piedra. Quiero que la historia de la piedra, como seguramente quiere Eduardo y como quiso su padre, esté en la calle, en boca de la gente, que se hagan playeras con La Piedra en el Coche estampadas, que se haga un Puesto de Tacos La Piedra sobre El Coche, que lleguen reporteros de TV Azteca a preguntarle a la tipa por qué dejó al tipo. Quiero que alguien se acuerde de Paco Stanley con asombro, del Clan Trevi con temor, que no se lleven pronto la piedra de ahí. Un asidero sólido, es lo que pido.

Saturday, June 14, 2008

Odradek


Gracias a Alejandro Vázquez descubro las gráficas y diagramas de Venn de Jessica Hagy. Según Alejandro, Hagy hace "una de las mejores tiras cómicas en la red", pero sospecho que así califica a cualquier dibujito que aparezca gratis y periódicamente en Internet. Un buen descubrimiento, sin embargo. Más de ella en el link que puso Alejandro en su propio blog.

Thursday, June 12, 2008

Presencia fugaz de los olores

Acabo de borrar una entrada. Hay cosas que son para mí. Sin demasiado ingenio cambio el tema y les comparto: hoy el metrobús olía entero. Ayer olía también, pero en oleadas. Hoy olía a cuerpos, ayer a un pedo macabro. Debe ser la humedad que trae la lluvia pero algo permite que ahora las partículas sólidas que desprenden los cuerpos viajen de un lugar a otro hasta que se posan sobre la membrana de proteínas de mi nariz. ¿Es así como funciona? Se elevan, estos olores. De los charcos y, cuando bajo del metrobús y camino hasta el parque sobre la calle Sonora, de la tierra mojada y los árboles. De las chicas que pasan corriendo, temprano por la mañana. El olor del cigarro del grupo de aprendices de chef que esperan afuera de la academia de gastronomía, tabaco en la lengua, estragándose el gusto. No paso por alto el puesto de flores que está frente al negocio de Pilates que siempre alberga los cuerpos entusiastas de jóvenes, posados sobre esas camas, moviendo esas ligas, esos músculos. ¿A qué huele allí? No lo sé, las ventanas sólo permiten que asome los ojos, no la nariz. Volviendo al parque: huelen sus hojas, huelen sus perros. Los hocicos mordiendo pelotas de tenis. El estanque con patos que ahora, ¿se han ido? ¿Han emigrado? Ahora mismo aspiro y huelo mi carne y pienso en lo que acabo de borrar.

Indiana

Informo que acaban de poner la canción Indiana de los Hombres G, acá en la oficina. Ya la han puesto varias veces, desde hace semanas y hay un momento en el que uno de los integrantes de los Hombres G -harto de que su novia ponga una y otra vez la película de Indiana, según canta- dice "Indiana, Indiana, no sabes decir otra cosa, me tienes hasta la banana". Es una bonita mañana.

Tuesday, June 10, 2008

Monday, June 09, 2008

Leer a Lovecraft en la casa de campo

Anota Héctor Manjarrez en el apartado 58 de su El bosque en la ciudad:
"En la segunda mitad de los años ochenta, con relativa frecuencia me iba entre semana a la casita común que tenían los hermanos Bracho en A... Me llevaba libros, máquina de escribir (una Hermes mecánica color pistache, como la de muchísima gente) y buenas viandas, y pasaba de dos a cuatro días totalmente solo con los autores, mis ideas y la naturaleza. Recuerdo dos noches aterradoras: una vez el pavor me lo causaron los Cuentos de Cthulhu de Lovecraft; me despertaba aprisionado por los seres espantosos de la espantable imaginación de ese hombre cuyo apellido era la perfecta negación de su vida, pues carecía por completo del oficio de amar; dichos engendros se mezclaban, zoomórficamente, con el agudo miedo a los alacranes que rondaban en las noches por el piso de mi cuarto..."
Apenas es lunes y ya escuché el nombre de Lovecraft una vez, en la oficina. La semana pasada lo escuché invocado dentro del elevador.
Qué bueno es ese apartado 58: el descubrimiento de Manjarrez de que a veces grita en la noche, de que habla solo cuando pasea con los perros, de que no regresó a casa de los Bracho durante mucho tiempo porque -¡lo había olvidado!- algo le sucedió una noche, cerca de un árbol en el que colgaban a la gente, allá en A...
La semana santa pasada, recuerdo, experimenté ese delicioso placer de meterse debajo de una cobija, linterna en mano, a incómodamente leer a Lovecraft. ¿Por qué desperdiciar el tiempo cuando uno puede seguir leyéndolo? Me voy.

Sunday, June 08, 2008

Bebo café

Me lo acabo de hacer. Me levantaré por la segunda taza en unos momentos y Refu, que está acostada aquí a lado, me acompañará y moverá su cola quizá con la esperanza de que esto signifique, finalmente, que la sacaré a pasear. Pero no estoy de ánimos para sacar a Refu quien, por lo demás, no parece tan entuasiasmada por salir. Sólo se alborota cuando me levanto o dejo de teclear y me mira y entonces pone esa cara del perro que quiere salir. Le doy un último trago a la taza y me preparo para levantarme.
Dicho y hecho. Regreso de servirme la segunda taza. Es de Punta del Cielo. Sabe rico. La preparo en una cafetera Krups casi idéntica a la que estaba en la zona comunitaria de la facultad de filosofía donde estudié y trabajé durante un lapso de tiempo como asistente de un amigo, de un profesor. Y ahora que digo eso pongo en suspenso el relato del modo en que me percaté de que necesito a Refu tanto como me necesita ella para contarles que el viernes fui a cenar con este amigo, Héctor, y me regaló una copia del, creo recordar, último libro en el que trabajamos juntos -uno en el que también le ayudó (con mayor incidencia, debo decir) Julián Zárate y Daniel Vázquez. Total que comienzo a hojear el libro -una compilación de ensayos de Héctor sobre ética, poética y argumentación, me parece- y me dice: "esta hoja te va a interesar". Pensé que hablaba sobre su texto sobre la metáfora, que ya había leído (como ya había leído todos los textos). Pero no, era una de las primeras hojas y en ella decía: Para Guillermo, escritor. Y que agarro y me sonrojo, en sentido figurado. Pues nunca alguien me había dedicado un libro, ¿no? Pero sobre todo me sonrojo porque, pues, vamos, Guillermos hay muchos y lo que se estaba sobre-entendiendo era que la dedicatoria era para mí y que yo debería entender eso como de inmediato, cuando también está Guillermo Hurtado -a quien Héctor conoce y estima- o ese otro cuate que tiene que se llama Luis Guillermo, o bien, el otro Guillermo que estudió filosofía y ahora estudia medicina, a quien ambos estimamos, supongo. Muchos Guillermos, pues. Así que se hace la broma de cómo con esa dedicatoria pues se saca de encima tener que dedicarle otro libro a otro de sus amigos Guillermos y la pura risa y ahora, de improviso, recuerdo a la familia Monroy, a quienes quiero, y de cómo ayer mi madre me entregó un libro de Susan Sontag que ellos me habían regalado por mi cumpleaños. Se trata de una compilación de ensayos sobre literatura y sobre el lugar del intelectual en la cultura y entre otros textos viene uno sobre Robert Walser, uno de mis héroes morales (diría Vila Matas), y uno sobre Gombrowicz, quien me obsesiona desde la marginalidad, y así varias cosas. E historia curiosa: hace poco compré otro libro de Sontag, sobre las metáforas de la enfermedad, pues tenía muchas ganas de leerlo desde hace tiempo (a la fecha, no lo he abierto). Muchos libros, pues. Dos buenos regalos en este fin de semana. Ahora iba a escribir largo y tendido sobre el cariño que le tengo a los Monroy pero sería un poco como estar presumiendo las virtudes que uno tiene y es el tipo de cosas, pues, que sólo ellos necesitan saber.
Total que: Refu se atrasa un poco de camino de la cocina al estudio donde ahora estoy porque se está rascando la oreja y yo, ¿qué hago? ¿Me sigo de largo? ¿O la espero sosteniendo la puerta a que termine de rascarse para que me acompañe hasta el estudio donde ahora está recostada, con los ojos cerrados, respirando con tranquilidad, de modo que me dé cuenta de que es en estos gestos donde se hace claro que yo necesito a Refu como ella me necesita a mí?

Wednesday, June 04, 2008

Invertebrados


La edición de junio de National Geographic (la que dice Secrets of Stonehenge en la portada) trae un texto sobre los nudibranchs -de la etimología, para seguir con estas cosas, "branquia desnuda". Estos organismos (¡pulmones marinos!) que viven muy a gusto y a todo dar ignorándonos en el fondo del mar, como nos ignoramos nosotros, enfundados en unos colores vibrantes y brillosos, llamaron hoy mi atención. Son tóxicos. Se alimentan del coral. Se desconocen muchas cosas de ellos (viven, les digo, en el fondo del mar) en gran parte porque viven alrededor de un año. Y sus cuerpos invertebrados dejan poco tras de ellos. Babosas marinas. Hay muchas especies, aparentemente. Como es costumbre, sólo se conocen algunas. ¿Somos nosotros los nudibranchs a ojos de otros? ¿Con ideas tóxicas, cuerpos fugaces?
Se ven casi apetitosos. Me encantó esa página que copié en el scanner. Me recuerda un menú de sushi.

Tuesday, June 03, 2008

Pequeño testigo

Que uno pudiera sentarse, tomar el teléfono y marcarle a la humanidad para preguntarle algo de orden íntimo pero que nos importara en cierta medida -preguntaríamos no con morbo sino con el interés que sólo propicia la amistad- y que ésta tomara un momento y cuando creyéramos que estaba haciendo una pausa para pensar bien su respuesta fuéramos un pequeño testigo de su alegre, inesperado y poderoso eructo. Hace unas horas conseguí el Diccionario filosófico de Voltaire. Hojeándolo leí una entrada en la que Voltaire explicaba cómo testículo significa, etimológicamente, "pequeño testigo". De la hombría, se entiende. Me duele el pecho.

Sunday, June 01, 2008

Tengamos...

...los borradores a la mano.