Tuesday, January 31, 2006

Nuevas noticias de mi cuerpo

En su mayor parte todo sigue igual, misma estatura, mismo peso, tal vez un poco más redondo en las zonas centrales. El pelo es más o menos el mismo, aunque por el centro de mi cráneo el espesor comienza a enflaquecer. La mayoría de las células muertas que me cubrían anoche desaparecieron en la regadera hoy por la mañana. Y, más significativamente, aparecieron unas como bolitas detrás de mi oreja izquierda --espero que no sea nada grave-- y el maldito moretón (gracias Adriana), ahora está amarillento-verdoso en su centro, con puntos rojizos salpicados por ahí y por allá, y morado en su contorno.

Monday, January 30, 2006

Roberto Bolaño y el Opus Dei

Exactamente por qué Roberto Bolaño tenía opiniones fuertes contra el Opus Dei, lo ignoro. Por otro lado, debo decir que disfruto mucho de su Dos cuentos católicos y en general de toda su obra (si me fueran a presionar, podría decir con toda franqueza el por qué de las opiniones de Bolaño; pero es un poco como patear al caído). También debo decir que algunas de sus opiniones las he encontrado en miembros del mismo Opus Dei, institución muy sana que ha sido guía espiritual de todas las instituciones educativas a las que he asistido, exceptuando la academia militar en la que me jodieron la mente por un lapso de, digamos, cinco años. Y también debo decir que no entiendo si una descripción pueda llegar necesariamente a ser una crítica, o más importante, si una opinión pueda llegar a constituir un ataque. Supongo que quiero decir algo con esto, pero por alguna razón, mis orejas están calientes y esto me distrae enormemente.
Recuerdo que Bolaño habla del Opus Dei en Los detectives salvajes. Nada más. Y en Dos cuentos católicos. Y nada más. ¿En Putas asesinas? Oh, no lo recuerdo.
El otro día estaba leyendo unos puntos de Camino y de Forja. En su mayoría me parecieron muy sensatos. Algo así como es mejor esforzarse a dejarse vencer. Sí, yo creo en eso. Creo que de todo esto lo que más me impresiona es la manera en que las opiniones cambian según el contexto; es mejor, en general, no tener demasiadas opiniones, guardar silencio, ver cómo las nubes cruzan el cielo.

Oh no, por favor no.

Sunday, January 29, 2006

Algunas cosas que hice este fin de semana

1. Enfermé del estómago, ligeramente.
2. Terminé La posibilidad de una isla y me deprimí, y lloré horrores y comencé a sospechar que la muerte imperará sobre el amor.
3. Vi a Mario Bellatin en un auto paralelo al mío y le saqué la lengua.
4. Me encontré a un tipo en una fiesta, un tipo que se llama Óscar, un tipo al que no había visto en mucho tiempo, o más bien que no pensaba ver en mucho tiempo, y me sorprendí de verlo y de alegrarme de verlo.
5. Le tiré una cerveza a David Miklós en los zapatos.
6. Corrí a un Samborns para verificar que no me mentían, para descubrir que en efecto, el texto había sido publicado en la revista, mi texto, y encontré la revista, no me aguanté las ganas, la compré y se la presumí a mis amigos, a mi mamá y a mi tía. Me sentí ególatra y feliz y estúpido y feliz y ególatra y después me deprimí y pensé en los valores de la Grecia clásica.
7. Extrañé.
8. Comí un bistec encebollado.
9. Manejé unas tres horas, cansado, y al llegar a casa, a pesar del trayecto que no fue tan largo, sentí las nalgas entumidas.
10. Golpeé a Refu, mi perra, porque me mordió.

Falsas: 10, 3.
Verdad: 7, 9, 5.
A caballo entre verdad y mentira: las demás.

Thursday, January 26, 2006

Sabes que eres escritor si...

Escribes.

Lista

Personas favoritas (26 de enero 2006, 1:48 p.m.):

1. Mariana.
2. ¡Jesucristo!
3. Zárate//Degetau.
4. Dave Eggers.
5. Ardavín.
6. Zagal.
7. Refu.
8. ¡Yo!

Personas favoritas (2 de abril, 1982):
1. ¡Yo!
2. Mi mamá.

Personas favoritas (3 de abril, 1982):

1. ¡Yo!
2. Mamá.
3. Papá.
4. Mónica//María del Rayo

Muchas cosas para escribir

Puede llegar a ser desesperante cuando suceden muchas cosas que disparan pensamientos o posibilidades para decir algo al respecto. La sola idea de que muchas cosas suceden y que permiten hablar sobre cómo muchas cosas suceden y que detonan maneras de decirlas, es bastante. Así que la presente entrada, que tiene que ver tanto conmigo como el resto de las entradas tienen que ver conmigo, trata sobre esto. Algunas de las cosas que sucedieron entre ayer y hoy son: una despedida a Rogelio Villareal que se va Guadalajara, observar el consumo de algunas drogas, ser golpeado en el brazo, observar el surgimiento de moretón en el mismo lugar donde uno fue golpeado, recibir el nuevo McSweeneys, trabajar, recibir el primer número de Wolphin, emborracharse, proponer matrimonio, descubrir que uno se ha emborrachado y ha propuesto matrimonio, pensar en el futuro, tener terribles, angustiantes pesadillas, dar clases, pasear por el centro con adolescentes, leer a Kafka, respirar, amar, estar atrapado en el tráfico con una de las personas favoritas de uno, descubir que decir que uno tiene una serie de personas favoritas (especialmente después de ver una buena película de Miranda July) tal vez no sea tan bueno; descubir que en efecto no es que no sea bueno, es bueno tener personas favoritas --y ser el favorito de alguien-- pero no es bueno decirlo. Besar, oh sí, y pensar en el futuro. Y en lo pragmático. Y en el hombre. Y esas son más o menos algunas cosas que suceden y me hacen pensar en que podría escribir mucho al respecto (es extraño, cuando esto pasa, que uno sabe que se podría escribir algo, que se puede comentar o crear o acumular más información en el ya-de-por-sí-saturado-de-cosas-que-suceden mundo).

Monday, January 23, 2006

Satélite

La luna, el satélite más cercano a nuestro planeta, últimamente se ha visto rojiza, como un ojo entrecerrado, muy agradable cuando se ve desde el tráfico, en completo anonimato. Y es que uno pasa tiempo en el tráfico. En ocasiones voltea a los lados y ve a todas esas desesperadas personas. A veces, es verdad, les saca la lengua o hace caras fingidas de desesperación. Y algunos, no siempre, ríen. Así, uno, es decir, yo mero, siento haber logrado un bien, aunque pequeño, a una parte, aunque pequeña, de la humanidad.
Ciudad Satélite: ahí conocí el significado de una palabra que yo nunca había utilizado. "Botarga". La escuché por primera vez en voz de una agradable y buena persona, Alejandro Montes, porque, como sólo pasa en Satélite, habíamos visto un automóvil trepado en una jardinera del cual salieron tres lagartos con brillantina en los ojos. Diría que salieron reptando, pero más bien salieron completamente sorprendidos (eran tres niñas, creo que iban en camino hacia uno de esos concursos interescolares de baile; lo cual es sorprendente pues esos concursos exigen cantidades enormes de destreza y coordinación --y sin embargo, las chicas habían conseguido estamparse contra una jardinera).
Varias semanas después, camino a Ciudad Satélite, en un puente peatonal vi que anunciaban la renta de disfraces y utilizaban la muy exacta palabra de botarga. Y, al mismo tiempo, en la radio dos locutores discutían si el Dr. Simi, o más bien las personas que utlizaban el traje, pasarían calor dentro. Más o menos eso es todo lo que tengo que decir al respecto. Probablemente sería prudente hacer una metáfora sobre cómo uno es menos dentro de una botarga, sobre cómo uno simplemente no está ahí, como si fuera un personaje de Don Delillo o Easton Ellis, y que estas cosas más o menos definen a la persona --la idea de no estar ahí, de no poseer un núcleo que se acalora dentro de su propia botarga. Pero qué hueva, neta.

Thursday, January 19, 2006

Lo importante es el ritmo

Estoy masticando un chicle de menta cuyo sabor es muy fuerte y casi siento la lengua entumida pero sumamente fresca. A veces lo mastico como verdulera, como si no hubiera un mañana, casi con desesperación, luego lo mastico con parsinomia, porque no quiero que se acabe, pero luego esta moderación se vuelve simplemente una lentitud carente de sentido, como si fuera una cerveza en la playa, aunque a veces, también me doy cuenta de que lo mastico como si fuera una cita con el dentista que vengo postergando desde hace años. Y mientras hago esto pienso en la cantidad de entradas que tengo en mi bitácora eletrónica, muchas más que las que tengo en mi diario. Por ahora han de superar las doscientas, y pienso en que de estas entradas un veinte por ciento ha de ser bueno, tal vez menos. Y quizá alguna ha de ser excepcional. Pero no se me ocurra cuál. De todas las mordidas que le he dado a mi chicle, por otro lado, sé con certeza que le mejor fue la primera.

Soledad

En ocasiones cuando estoy en el auto y volteo a los lados y los veo a todos ustedes debo recordarme que es verdad, que siempre están ahí, aún cuando no los tengo presente, aunque debo reconocer que esto es mucho más a menudo que mi completo desapego de ustedes. Pues aún por la mañana, con el sueño en la cara, los veo. En la regadera, extrañamente, sin ninguna razón fuerte o en particular, al momento que me tallo la cabeza con el shampoo pienso en todos ustedes y en la lejanía que nos separa, pienso en Mariana Arce y en Julián Zárate, también pienso en Héctor Zagal y en Adriana Degetau, pienso en el Che Guevara, en Roberto Bolaño, en Juan Manuel Ardavín, en la familia Arenas, en Cuco y en Charp y en el Pollo, pienso en Refu, en Sandra, en mi familia y ninguna de estas personas viene a mi cabeza porque lo haya pedido, sólo están aquí, ahí, acá, ustedes, todo el tiempo, está Julián Etienne y su familia, está Mariana Martínez y sus compañeras de cuarto, está la gente que trabaja en Long Island pero también la que trabaja en la facultad de filosofía de la Universidad Panamericana, Vicente de Haro, Vicente Amador, Jesús Salazar, María Elena, Jaramillo, Héctor Velázquez, demasiadas, muchas otras personas (Ross, Oscar, ¡Piú!, Mares...) Lo extraño es que todas estas personas tienen el mismo peso ontológico que yo, tienen la misma importancia en el universo; no todas son íntimas mías, pero muchas sí. Ciertamente Tom Cruise ni Dakota Fanning están constantemente en el fondo de mi cabeza, pero sé que no debo esforzarme demasiado para que así sea. Federico González, María, María Fernanda, Gabriela, Napo, Miguel Ángel, Gino, Rodrigo, Adolfo, José, Silvia, la otra Silvia, las múltiples Silvias, mis tocayos, o Rogelio Villareal, pero también el otro Rogelio, a quien francamente no conozco pero está ahí, en algún lugar de la intrincada red en la que--Tomás, Angulo, Pedro, los chicos de la preparatoria, los profesores de la preparatoria, los muertos, los aviadores, mi primo que estuvo en Irak, Soledad Solaro, las personas cuyas vidas no son interesantes pero así lo creen, el argentino que conocí una vez y que sólo vino a México para conocer los basureros, las personas que atienden en las taquillas, en los Blockbusters, en Videodromo, los intelectuales, los escritores, Benjamín Morales, Mario Bellatin, Juan Villoro, Sergio Pitol, Dave Eggers, Eli Horowitz, yo, yo, yo, tú, Bill Gates, Bukowski, Arrache, Diego, Jorge, todos los meseros, todos los astrónomos, todos los electricistas; el otro Guillermo que es amigo de Julián Zárate, el otro Guillermo que es amigo de Julián Etienne pero a quien no conozco, la otra Mariana que estudió conmigo y se casó y que tiene un hijo que se parece demasiado a Patricio, Claudio, el esposo de Silvia, su hermana Tania que alguna vez fue novia de José, la hermana de José que es novia de Edgar quien a su vez es amigo de Pavel y que tiene una novia que se llama Mariana que conoce a una de mis mejores amigas. También está María José y su madre y el resto de su familia. También está Yuli y mis ahijados. Y mi tía y Raúl que ya murió y mi abuelo Pepe que tiene cataratas y mi abuelo Eduardo que no tiene cataratas ni vida, y mi Padre, y mi Madre y mis hermanas y luego el sol, y los átomos y la unidad de la carne; pero también la separación y el frío porque también pasa que muchas veces simplemente no están ahí.

Monday, January 16, 2006

Dudas sobre mi hombría

Mi vecino tiene un boxer que se llama Tarzán. Es café, fuerte y un poco tonto. A diferencia de mi labrador, Tarzán sigue en entrenamiento. Así que hoy, al salir de mi casa después de comer me encontré con el entrenador de perros que entrena a los perros entrenables en mi privada. Esta amable persona se llama Alan Malo. Dejen les cuento algo curioso. Hoy, nos saludamos y nos despedimos después de preguntarnos algunas cosas sobre nuestras vidas. Instantes después, cuando arrancaba mi auto hice eso que a veces hago, despedirm extendiendo la mano como un piel roja y sivé, sólo que ahora traía el vidrio de mi auto abajo y seguramente Alan Malo sólo vio cómo levantaba mi mano como piel roja y hacía un gesto con la cara, sin escuchar mi silvido. Mi pregunta, desde entonces hasta ahora, es si no habrá pensado que le estaba mandando un beso.

A mis veintitrés

Me siento viejo. Me duermo en el cine. Ryan Phillipe, rebasando la barrera de los treinta, se ve más saludable que yo en la pantalla. Si me pagaran, me digo a mí mismo, conservaría mi cuerpo. Pero lo dudo. Es decir, dudo que alguien quisiera pagarme para hacerlo. Cuando no puedo evitar hacer esfuerzos físicos, el tipo de esfuerzo que me hace sudar y acelararme el corazón, me siento adolorido por varios días. Pero existe un cierto placer al observar el constante e inevitable crecimiento de mi barriga. Creo que seré un viejito muy feliz, cuando finalmente mi cuerpo comience a pudrirse por dentro. Sólo espero conservar la vista.

Thursday, January 12, 2006

Un peine menos de oro para Mr. Burns

Regresaba del trabajo ($7,500 al mes, a veces más si trabajo bien) en mi flamante auto ($100,000 en mercado libre, 32 kilómetros más o menos) a la casa de mis padres. Creo que había cenado con mi novia ($200 pesos por persona) o había ido al cine ($45 el boleto de cada uno, $40 el estacionamiento, $50 más o menos de refrescos y nachos). Era uno de esos días en que no sabía qué había hecho, uno de esos días que se confundían con los demás. Un día, pues, bastante normal y ordinario. Recuerdo, en fin, que llevaba mi corbata Hermes ($100, un estampado barato) y un traje que me había mandado hacer a un precio que no recuerdo. Lo cual, pues, significaba que en la mañana había ido a dar clase en la preparatoria ($1,700, menos, según los impuestos, al mes). No, tal vez no había ido a la escuela a dar clases. Ni había visto a Mariana. Estas cosas, cuando suceden, las recuerdo bastante bien. Y no era uno de esos días. Pues, además de que sabía con certeza que no había visto a mi novia, llevaba tenis. Y cuando voy a dar clases a la preparatoria, no uso tenis. Los tenis que llevaba eran marca sketchers y eran mis tenis favoritos y el jardín estaba oscuro así que no me di cuenta cuando pisé la mierda de mi perra ($10,000, la perra, no la mierda).
Mi madre llevaba mucho tiempo insistiendo en que me deshiciera de mis tenis (¿$400?, ¿$700?) pues se veían muy feos. Y ahora olían mal. Endemoniadamente mal. Como a Pro-Plan para Adulto con sabor a pollo procesado ($480 en la veterinaria más cercana). Así que, ¿saben qué hice en lugar de limpiarlos afanosamente? Abrí el bote de la basura, los tiré y subí descalzo a mi cuarto donde encontré un Ipod nano que me había regalado mi papá sólo porque sí.

Wednesday, January 11, 2006

Café del Lago

Hace tiempo me presenté al restaurante café del Lago. Llevaba mi corbata Hermés. Mi traje confeccionado a la medida. Mis zapatos sucios. En la recepción, un joven de mi edad, o tal vez más joven, que llevaba el pelo hechado hacia atrás y lustroso. Me preguntó a quién venía a ver. Se lo dije. Y entonces tomó una especie de radio, pero no un radio tipo guarura ni un radio enorme, era un radio pequeño y chic, por el que dijo: "Ya está aquí". Y me hicieron pasar. La persona a la que venía a ver aún no llegaba al restaurante, así que me pasaron y me tomaron la orden. Bebí una limonada. Tal vez una narajanda, mientras esperaba. No lo recuerdo muy bien. Por la ventana, que daba al lago de Chapultépec, vi patos y pensé en que si padre estuviera ahí conmigo hubiera hecho aquella broma que siempre hace cuando ve patos en estanques o lagos: "Mira, el agua no ha de estar tan honda, ve hasta a dónde le llega a los patos". No es una broma graciosa.
Al poco rato llegó la persona a la que esperaba, esposa del dueño del lugar, madre de un compañero de la preparatoria, a quien no veía en años y ante quien siempre debía volverme a presentar, pues no me recordaba a menos que la viera una semana sí, una semana no. No era una de esas veces. También le hablé de cómo mi hermana la conocía, pues en otro tiempo, esta señora, que iba muy guapa, rubia, con alajas innecesarias, había sido enfermera. Me hizo pensar en el texto de Bolaño, que transcribí abajo, y la escuché con pereza.
Hablamos sobre un proyecto y del pequeño trabajo que tendría en él. Tenía que redactar un texto para meter a un boletín que se presentaría a distintos empresarios, entre ellos a Slim, pues querían un poco de dinero para una construcción que se llevaría a cabo en Santa Fé. Varios millones de dólares. Así que eso fue. Bebí mi limonada, tal vez naranjada, y salimos del restaurante. Para entonces, ya otra persona nos acompañaba. Otra señora, muy parecida a ella y que me hizo pensar en una escritora que me dio un curso no hace mucho tiempo, que a pesar de tener cincuenta años, tal vez menos, se veía como de treinta. Era muy extraño.
Esperábamos al valet. Me dijeron: "Qué bueno que todavía hay jóvenes entusiastas", y les escuché sin entusiasmo. "Háblanos más de tu revista", les hablé un poco más de mi revista. "¿Y qué necesitas para tu revista?", me preguntaron. "Dinero", les dije, y reímos, pues sabíamos que nadie se iba a intercambiar dinero, ahí mismo. Me preguntaron también si quería un aventón, cuando llegó el BMW de una de ellas. Tal vez era un Audi. O un Mercedes. "No", les dije, "traigo mi auto". Y cuando finalmente llegó, me subí y arranqué y pensé en mi vida de Sultán.

Notas para componer un espacio, de Roberto Bolaño

Las mujeres que llegan a la Casa del Lago
con sus automóviles y sus hijos
de un año o tres o cuatro
me observan soñolientas
Ellas son rubias y gustan pasearse por las galerías
donde se pudren cuadros hecho por muchachos decentes
Ellas me miran mientras sus hijos deciden
si se orinan en los pantalones o no
Ellas me transmiten con sus movimientos
la certeza de una pequeñoburguesía en ascenso:
piernas que han usado los tecnócratas
muslos que han usados los tecnócratas, pezones
que han usado los tecnócratas
En ellas veo a muchachas
que no hace más de uno a tres años
pensaron en la vida como algo diferente
a esta manzana de plástico fácilmente predecible
En ellas aún puedo ver a muchachas
en primer semestre de Filosofía
apareciendo intempestivamente en tu cuarto de entonces
y gritando te amo te amo
o cogiéndote del pene
en plena calle
ante el horror de las madres
de sus futuros maridos
y leyendo poemas de ellas mismas
donde decían no me voy a vender
mi amor no necesita paraguas
donde se mostraban al mundo de una
manera limpia
mi amor es la lluvia
Ellas levantan a sus bebés y pareciera que te los ofrecieran
Ellas se pintan los labios mirándote
en los espejos de sus coches
pero en verdad te ven a ti que te alejas
Que te alejas
más aburrido que asqueado
pensando en muchachas que no hace más uno o tres años
(¿o dos semanas?)
navegaron en una cama por 1a vez contigo
enterándose que un orgasmo es algo definitivamente Bello
y Explosivo
y siendo dañadas por esa explosión
y por esa belleza
Ellas meten sus cosas en el auto
bolsas, programas, afiches, niños, extrañeza
y se van a buscar al esposo a la oficina
Y aceleran, aceleran, aceleran
pero la Tierra se mueve mucho más rápido que ellas.

Tuesday, January 10, 2006

Drama

¿Es esto demasiado? ¿Que el gran drama en mi vida durante los pasados días haya sido decidir si estaba bien que mi padre cambiara mi Jetta, que compró él, por un Mini Cooper? Y que, por otro lado, mi pequeño gran drama que experimenté hace unos momentos mientras tomaba el sol fuera decidir si debía o no permanecer ahí, en una banca, donde el sol me picaba pero no me calentaba.

Lista "si fuera judío me sentiría culpable de ser judío".

1. Junior
2. Chiqueado
3. Aniñado
4. Fresa
5. Pop
6. Condechi
7. Burgués
8. Clase media alta
9. Hijo de papi
10. "Mi niño"
11. Inmaduro
12. Princesito
13. Dependiente

El Sultán

En ocasiones me pregunto si no fui una especie de tirano en otra vida. Puedo pasar juicios, sin preocuparmente demasiado al respecto, en silencio a siestra y siniestra. No me siento mal cuando juzgo a las personas, viéndoles a la cara, sin decir nada, maquinando. Por supuesto, después de un rato advierto esto y procuro cambiar.
Pero luego suceden otras cosas que me hacen pensar en vidas pasadas, en las que probablemente fui un Sultán. Como cuando Sandra, la chica que nos ayuda con el aseo de la casa, me pregunta qué quiero cenar. Le digo, sin realmente reparar en el asunto, que quiero un licuado de plátano. A veces, sospecho, podría pedir un caldito de camarón y me lo darían sin chistar. Más tarde, después de haber pedido mi licuado de plátano, Sandra sube a la sala de televisión. No se lo he pedido. Simplemente, decide subir a la sala de televisión, donde estoy viendo algo que no recuerdo, y me dice: "Aquí está Memo". Para Sandra no soy Guillermo, soy Memo. Y le doy las gracias. Y hago como que me río, tratando de transmitir la idea de que no era necesario, la idea de que estoy agradecido. Después pienso si estoy realmente agradecido. Supongo que lo estoy.

Sunday, January 08, 2006

El mejor escritor

Ser el mejor escritor del mundo es terrible y difícil. Exige mucho trabajo. Exige lecturas y lecturas. Lecturas mientras tomas la sopa y que incluyen a escritores no muy buenos pero que ya están muertos. Como Bukowski. Así que estás leyendo a Bukowski mientras te tomas una sopa de letras, en la bonita casa que a tu padre le costó tanto comprar y que se encuentra en una bonita zona de la ciudad. Lo estás leyendo y algo de la sopa cae sobre las palabras y no te importa, pues no es un libro que aprecies demasiado. Sólo es un libro que estás leyendo para pasar el rato, como lo haces a veces en el baño. Y como ahora estás comiendo solo, te pareció una buena idea. Ser el mejor escritor del mundo no te garantiza que siempre estarás acompañado. Mucho muy al contrario.
Lo que sí te garantiza ser el mejor escritor del mundo, dejen les digo, es la envidia. La terrible pero inconstante envidia de los demás. Hay ocasiones en que no eres el mejor escritor del mundo. A veces, sólo eres un tipo. Un tipito. Que viste bien y que no ha trabajo demasiado por las cosas que posee. Un tipo que camina por la calle con su perra. Que lee a personas que estás muertas o a otras personas que no están muertas pero actúan un poco como si lo estuvieran. A veces, te sorprendes a tí mismo, en lugar de estar escribiendo, estás corriendo en el bosque o estás andando en bicicleta o estás en una pelea o estás en un avión o estás esquiando o estás veleando o estás vomitando o acostado en una cuneta. Te encuentras borracho, enfermo, lascivo, odioso. Y te das cuenta que también estás escribiendo. Y entonces todo se va un poco a la mierda. Porque comienzas a crecer sobre tí mismo y sobre los demás y entras, sorprendentemente, rápidamente, a la eternidad. Dejas de ser ese tipo que se hurga la nariz cuando está atorado en el anonimato del tráfico, y te vuelves casi un dios. No un dios demasiado grande, algo pequeño, suficiente y eterno.
Exactamente qué es lo que sucede, no lo sabes. Pero cuando abres el libro de otro escritor, un escritor pequeño, y lo lees sabes que está mal. Porque sabes que sigue vivo y que está cómodo en su propia piel. En cambio, con los otros, los muertos, eres tú el que se vuelve insignificante. Ay, el tiempo. Ay, la comezón que me da en la nuca en este momento.

Wednesday, January 04, 2006

La manera en que se bebé café

De pie, sentado en un café, caminando en círculos en tu habitación, mientras piensas en tus graves, gravísimos, problemas económicos y de religión. Con dificultad, porque estás corriendo hacia el trabajo. Negro. Con leche. Con dos de azúcar. Llamándolo de otra manera, aunque es igual y es cortado. Como un carajillo. Con pan. Con donas que sumerges para gran molestia de tus familiares políticos. En el aeropuerto, a las cuatro de la mañana. En el Vips, después de una asquerosa noche de fluidez etílica. Por la boca. Negándote. Aceptándolo con gusto, de la misma forma en que aceptas la manera en que está organizada el universo. Con licor. Express. Capuchino. En grandes cantidades. En café muy fufurufu. En una pocilga. En un Starbucks, para tu eterna culpa. En vaso de unicel, en vaso de plástico, en un vaso porque ya no hay tazas. En taza, sentado frente a un mar tormentoso. Como en un anuncio de Nescafé, como en una película, como en una manera que te provoca sentimientos que ya han sido experimentados por alguien más. En la sala de urgencias, para contrarrestar la no muy grande cantidad de barbitúricos que tomaste. Sin leche. Sin dos de azúcar. Aguado, bajo la lluvia. Frío. Helado. Asqueroso. Con el deseo de desayunar algo más. Un té, tal vez.

Sunday, January 01, 2006

Esprit d'Escalier

Si hubiera pasado el año nuevo en París, seguramente hubiera visto los fuegos artificiales en la torre Eiffel, como tantos turistas sin saber que hacer. También aprendería una expresión francesa, esprit d'escalier, o el espíritu de la escalera, que se refiere, como todo mundo sabe, a esa sensación que uno experimenta cuando tiene la frase exacta, el argumento, el insulto o el pensamiento --pero momentos, muchos momentos, después de que se necesitara.
Ahora tengo eso.
Pasé la Navidad y el año nuevo en Saint Michel (San Miguel Octopan Guanajuato). Voy regresando de ahí. En el camino, a unos metros de la carretera, vi al menos cinco incendios que me hicieron pensar en, sí, lo siento, El Llano en Llamas.
Alguien se está haciendo pasar por Enrique Vila-Matas, en un gesto muy Vila-Matesco, aquí, en los comments de mi blog. Debo decir que es gracioso. Y que estaría con madre, como dice un amigo, que fuera el verdadero Vila-Matas. Por otro lado, si lo fuera, creo que me caería mal que hablara tanto sobre sus propios libros. O tal vez no. Tal vez me caería bien y lo comprendería, entendería que uno necesita inflarse el ego para seguir, convencerse de que es de los mejores.