Friday, April 22, 2005

Nueva palabra

Hoy aprendí una palabra. El proceso fue el siguiente.
Le pregunté a Mauricio, un amigo, si me querría acompañar al cine. Me contestó que se encontraba un poco indispuesto y me lo demostró con su mala actitud. Le pregunté si estaba enojado, un poco en broma, un poco en serio; la parte de la broma fue que en realidad no me importa, la parte en serio era que, tal vez, en realidad, en el fondo, muy en el fondo, pero no tanto como para que no se note, sí me importa.
Me contestó que sí, estaba enojado.
¿Qué lo hizo enojar?
¿Me actitud?
No.
¿El clima?
Tampoco.
"La estulticia de la humanidad".
Busqué estulticia en el diccionario y resulta que es algo así como necedad y tontería. Creo que Mauricio hizo un apropiado uso de la palabra. La próxima vez que tenga oportunidad, la utilizaré, así como uso, cuando puedo, pletórico y oleaginoso.

Monday, April 18, 2005

4:53 p.m. (Llegué a la oficina...)

Llegué a la oficina después de comer unas tortas enormes y de entregar una película y de sostener pláticas modorras y escribí esto: "Hacía calor, abrí la ventana". No hacía calor, no abrí la ventana.
En realidad sí hace calor, ¿a quién engaño? Y he abierto la ventana y ahora escucho los pajaritos de Mixcoac y bebo agua porque tengo sed y aún ronda el sabor de la torta, sus frijoles y su grasa, en mi boca. Hablé sobre Derridá durante la comida. No sé cómo no me dio indigestión, tal vez porque estaba con Mariana.
Es nefasto esto, esto de escribir cosas que pueden ser pero que en realidad no lo son. Pues a mí Derridá ni me da indigestión ni tengo una opinión concreta sobre él. Creo que sólo quería escribir aquella exageración para poder mencionar a M. y para que después las personas que leen mi blog puedan actuar con indiferencia y no me pregunten nada sobre M. aunque quieran hacerlo. La misma M. podría leer mi blog y después hacerme algún comentario o casualmente evitar hacerlo.
Soy alguien en el mundo y la manera en que ocupo espacio en él afecta a los demás. Igual que Derridá lo hace aún después de su muerte, o el resto de los muertos que vienen a visitarme seguido en mi cabeza, como Joyce y Cortázar, Jesús y Gandhi, Beckett y Paco Stanley, Churchill, Roosevelt, Newton, Einstein, Copérnico, Aristóteles, Santo Tomás, San Agustín, Juana de Arco, Marilyn Monroe, Mae West, Bolaño, pobre Bolaño, Roberto Bolaño, Stanley Kubrick, Kurt Cobain, John Lennon, Salinger, ah, no, Salinger sigue vivo, igual que Foster Wallace, pero parecen muertos, vivientes.
Quiero:
1. Leer el libro de entrevistas publicado por los libros de The Believer, de McSweeneys, para poder leer la conversación entre Robert Foster Wallace y Dave Eggers.
2. Rascarme, porque tengo comezón.
3. Beber más agua.
4. Ir a casa y terminar de escribir mi tesis.
5. Ir a casa y terminar de escribir mi novela.
6. Ser invisible.
7. Poder volar.
8. Hacer todas estas cosas, simultáneamente.
Me he rascado y ya no tengo comezón. Ahora iré por más agua. Reduciré mi lista de cosas que quiero hacer, día a día.
Mañana no trabajaré. Ahora que estoy aquí, en el trabajo, no trabajo. Mañana, quise decir, pues, no vendré a la oficina. Pues es mi día libre. Todos mis días son libres. Bonito corolario. Pseudo corolario. Bonita oportunidad para poder utilizar la palabra corolario.
Maldito calor.
Abriré mi ventana. Y ahora que está abierta, hablaré de Refu, mi perra, quien corrió en el Ajusco ayer por la mañana y se cansó y sudó, pues sigue muy viva a pesar de lo que haya afirmado hace unos cuantos blogs, y se tiró en un charco de lodo que olía pestes pero que aparentemente la refrescó bastante y a mí me incomodó un poco más pues debía bajar del Ajusco a la ciudad rápidamente y no podía esperar a que la perra se secara así que no lo hice y la subí igual de cerda a la camioneta, pues no usé mi coche sino la camioneta que utilizaba mi hermana antes de que se fuera a Alemania y perdón Mónica, hermana querida quien lee estas líneas desde bien requetelejos, pero tu Jeep sigue igual de asqueroso pues no me ha dado tiempo de lavarlo pero sobretodo me da flojera.

Thursday, April 14, 2005

Bolas

Anoche cené en casa de unos amigos unas especies de tapas. Mientras veía cómo las preparaban, además del hambre creciente, noté que algo se expandía en mi interior, la sensación de ser inútil y que si me tiraran en el bosque moriría de hambre. Exagero. Cuando me fui, con la excusa de que tenía que ir a casa para ver a mi familia, me dirigí al centro a escuchar a unos amigos tocar.
Rockearon.
Rockearon duro. Moví mi cabeza en la oscuridad y sentí la gente alrededor como seguramente los pájaros sienten el aire bajo sus alas o los peces el agua alrededor de ellos, o nosotros, defeños, el calor pegajoso, húmedo y oleaginoso de esta temporada. Fue agradable. Me emborraché un poco, no demasiado, regresé a casa en vivo en el auto de un amigo (debo regresar al Centro para encontrar el mío), y antes de bajarme me dijo: "Espera, debo darte algo". Y se bajó también. Escuché los primeros trinos de los pájaros en las copas de los árboles. El cielo parecía el párpado cerrado de un gigante, visto por dentro. Abrió la cajuela y sacó un costal. Comencé a sentirme nervioso. Algo se movía dentro. Lo abrió y empezó a sacar bolas de distintos tamaños. Eran muchísima. "¿Lo ves?", me preguntó mi amigo. Tenía la cara desenfocada. Bolas y bolas y bolas de mentiras.

Wednesday, April 13, 2005

10.43 a.m.

Después de todo el olor que percibí anoche no fue gas. Sigo vivo. No sé qué fue. Después de llegar aquí, a la oficina de mi jefe, alegrarme porque no estaba, servirme un café, chacotear con las secretarias y regresar a la oficina para ver mi correo electrónico, he descubierto que hay un nuevo olor. Hago caras. Salgo de la oficina para hablar con las secretarias: "¿Saben si fumigaron en la oficina?" Ambas hacen cara de conejo y preguntan: "No. ¿Por qué? ¿Huele?". Aparentemente, no huele. Yo lo huelo, pero sólo en la oficina. Regreso. Abro las ventanas. Prendo la computadora, escribo esto, bebo café, me pregunto qué cosas debo hacer aún. Comienza a dolerme la cabeza. Fumigaron.
No, no me duele la cabeza. Y el olor ya casi no está. Considero que todo esto es muy extraño.

Anoche dormí como tronco.

2.27 a.m.

A punto de cerrar, apagar, irme a dormir y noto que huele a gas. Ahora trabajo en convencerme que no huele a gas, que es otra cosa la que huele, tal vez soy yo. Pero huele. A gas. Y temo morir en mis sueños. Ahora veo que la pereza huele más que mi temor a la muerte. Cada día se aprende algo nuevo. No bajaré a la cocina ni revisaré los calentadores. Cerraré las ventanas, apagaré la computadore y me iré a dormir.
Fue un gusto.

Monday, April 11, 2005

Nueva Lista


Lista de libros tullidos que he comprado:

1. Lecciones para una liebre muerta, Mario Bellatin (faltan las páginas 32 a 64, ya lo cambié).
2. Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, segundo tomo (el que comienza con la letra h. y termina con la palabra zuzón. Está impreso de cabeza y seguramente le falta alguna palabra. No lo he cambiado y creo que no lo haré).
3. McSweeneys Quarterly Concern Issue #11 (¡el del DVD!), está mal impreso. La entrevista con los especialistas sobre calamares gigantes está repetida y se yuxtapone con el cuento de T.C. Boyle. He intentado cambiarlo, no he podido.
4. La broma infinita, de Foster Wallace, las páginas 61-64 están en blanco. No lo he cambiado.
5. You Shall Know our velocity, tiene hojas en blanco, igual que Tristram Shandy y Samuel Jhonson is Indignant. Pero esos deben ser así.

Thursday, April 07, 2005

Mi segundo nombre debería ser Optimismo

Lo que hago ahora:

Finjo trabajar, escucho a los Flaming Lips y pienso en El Inquilino como la solución a un problema en particular que nos acosa sobretodo cuando estamos solos y encerrados, a oscuras.
Lo que debería estar haciendo:
Trabajar, hacer unas reseñas para una revista de cine y una revista de la farándula y revisar un texto de mi jefe.
Lo que quiero hacer:
Vivir en la playa, saber pescar y aprender a disfrutar el sabor del pescado. Y también: leer. Y esto otro: Contarles sobre el trío de adolescentes que vi ayer caminando en la calle, que caminaban al mismo ritmo, hombro a hombro, compartiendo, lo juro, un cartón de jugo Jumex, de mango. Se lo pasaban de mano en mano. Uno eructó y el otro hablaba sobre una persona a quien admiraba porque tenía un departamento en Acapulco y una lancha, güey. Sentí ternura, asco y una esperanza guardada en una caja de plomo. Bajo tierra.
Manden textos de reseñas a revistaelinquilino.gmail.com

Sunday, April 03, 2005

Cursi hijo de puta

Recomiendo La broma infinita de Robert Foster Wallace. Pero informo: ya no encontrarán copias en el Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo, o al menos no pronto, porque Isolino, Julián y yo compramos todas. Las apartamos desde la semana pasada. La mía no tiene las páginas sesenta y uno a sesenta y cuatro. Sí, compramos las ochenta y cuatro copias que tenían y decidimos que las vamos a vender al doble.
Conozco a una niña a quien le gusta la trova. A mí no me gusta la trova. El otro día bebí en un bar de trova. No noté la trova. Iba con ella. Esto fue después de que unos amigos me mantearan. Había olvidado que había sido manteado. La última vez que fui manteado fue durante un concierto de Joaquín Valverde que se dio a faldas del cerro del Cubilete, durante una perenigración. Los momentos más espirituales de mi vida. Tal vez desde entonces perdí la sensibilidad y el gusto por la trova. ¿Debo agradecerle a Dios por esto? La niña a quien conozco y a quien le gusta la trova sabe que escribí una especie de novela que no ha leído. No la ha leído porque no sólo me preocupa su opinión sino porque ya no enseño esa madre. Ella opina que los libros de los que uno está avergonzado son como hijos mongolitos a quienes encerramos en un cajón. ¿No es esto gracioso? Un poco.
Algo es verdad: de vez en cuando hay que sacar a los niños a la calle, sino la cara se les pone pálida de tanto no ver el sol. Escribí esto hace tiempo (de la página 143):
"Soy delgado y ligero, por eso tengo el privilegio de estar hasta arriba. No es una razón meritoria, pero es la única práctica. Aún así, caigo de espaldas sobre la tierra. Y está bien, había riesgo, lo sabía. Sigamos, sigamos, hay más. Sigamos. El dolor es una ilusión.
Mi cuerpo vuela. Veo el suelo, intento dirigir mi caída. Pienso en el clínamen estoico. Pienso en la gravedad. Y estoy de nuevo en la tierra, sobre una manta de brazos. Un codo se ha clavado en mi costilla, duele. Duele como la puta madre duele. Pero nadie se puede dar cuenta, mis gritos se confunden con los de la muchedumbre. Federico, Juan, Abel, Luis, El compa, Daniel, todos gritan: ¡Eh, eh, eh, eh! No comprendo muy bien. Sólo intento no caer sobre la cara de alguien. Me desplomo finalmente sobre Abel, después de que me hubieran lanzado metros arriba, más de cinco veces seguidas. La velocidad, el vértigo, esto despierta mejor que un café express doble. Esto sólo es el rito iniciativo, como a su manera lo es el concierto de Valverde —que no escucho porque mi grupo de jóvenes cristianos, Saulo, recién estrenado, decide que es mejor adelantarse en la caminata. Me parece prudente. Nunca me ha gustado la trova, mucho menos la cristiana. Estamos listos para el Cubilete."
Ahora escucho a Damien Rice. Es como si me estuviera esforzando por ser cursi.
Entonces: me han "manteado" tres veces en mi vida. O recuerdo tres. La última fue la de hace dos noches, la anterior fue durante la preparatoria (que no fue, en rigor, una manteada pues no usaron una manta, sino una especie de cama a base de brazos) y la primera que recuerdo fue en casa de mis abuelos, bajo la responsabilidad de dos primos que después decidieron irse al norte para trabajar. Me descalabraron y lloré mucho.
Ahora escucho "You can't hurry love", de The concretes. Es una gran, gran, gran canción. Después de eso, lo consulto en mi reproductor de mp3, escucharé a The libertines, Rebel Rebel (en su versión portuguesa), The Zombies, Iggy Pop, Anorexia y sus flaquitas, Tremendo Insecto y una canción que se llama Queen Bitch. Tengo mil madres por hacer, muchas lecturas. Cosas que necesito escribir. Perdí un documento importante. Unas llaves. Quiero ir a un concierto y no he comprado boleto. Y faltan las cosas importantes. Y hace calor. Y sudo y apesto.

Saturday, April 02, 2005

Dos de abril

Hoy cumplí un año nuevo. Se murió el Papa, también. Fui al cine, después de comer. Pensé que tembló, pero no fue así. Anoche bebí un poco más de la cuenta. Es un mal signo que cuando regresas a un bar para preguntar si no encontraron las llaves que, piensas, dejaste ahí anoche, en las afterhours, te reconozcan y llamen por tu nombre. "Ya no tomes tanto, Guillermo", te dices. Y sonríes. Porque es gracioso. O al menos te haces pensar que es gracioso. No hablan en serio.
Náuseas en el auto rumbo al centro para comer en el Cardenal con mis padres. No quieres ir al centro porque temes encontrarte con tu amiga, la amiga que también nació el dos de abril de 1982, y con quien hablaste unas horas antes para felicitarla y preguntarle qué iba a hacer, cómo celebraría. Temes que piense que has ido al centro de la ciudad sólo para buscarla. Que fuiste tú quien sugirió comer en el centro, con tu familia. Pero no fue así. Fueron ellos, tu padre y tu madre, quienes eligieron el lugar. Tú hubieras preferido quedarte en casa. Tampoco quieres decirles: "No, no hay que ir al centro. Una amiga va a estar ahí y temo encontrarla porque no quiero que piense que la estoy siguiendo". Así que no lo dices. Te subes al auto, abres Monsieur Pain lees un poco y sientes las náuseas y esperas que tus padres, de un momento a otro, te pregunten qué fue precisamente lo que sucedió anoche, porqué llegaste tan tarde, dónde dormiste, etc. Escuchas una campana de Iglesia y en la radio anuncian la muerte del Papa. No se te ha ocurrido que, simplemente, el centro es lo suficientemente grande como para que no te encuentres a tu amiga. En el fondo esperas encontrártela, decirle algo como "Te estoy siguiendo". Y luego, "No, no es cierto. Mis papás eligieron el lugar". No la encuentras. Te sorprendes con lágrimas en la cara porque hay un informe no confirmado de que el Papa pidió, con un hilo de voz, que no estuviéramos tristes, que estaba feliz y preparado. Consideras un momento volver a practicar el catolicismo.
Se te pasa pronto y la náusea vuelve y sabes que estás deshidratado. Un taxista, en el tráfico, escupe de su auto a la calle. Te sientes en todas partes. Te sientes triste. Sabes que se te pasará en unas horas. Y que cuando las cosas que suceden más tarde que te ponen feliz, suceden, finalmente, imaginas, también, las horas venideras en las que escribirás al respecto mientras escuchas The way I feel inside de The Zombies. También piensas en la fiesta de anoche y cuánto te caga dar fiestas y ser un buen anfitrión. Piensas en Ratzinger. En Habermas. En Wojtila. En tu educación sentimental. En tu escuela católica. En tus planes a largo y corto plazo. En el dolor que tienes en la espalda. En la palabra "lumbago". En cómo el cuerpo se descompone. En Nicole Kidman y la película en la que la viste hace poco. En que una vez que actualices tu bitácora la leerás y no te va a gustar y pensarás que tal vez debiste haberla revisado mejor.