Tuesday, December 13, 2011

Miércoles

Lo que soñé la noche del martes fue que un amigo me perseguía por las callejuelas de un pueblo. El amigo en cuestión fue decisivo en mis años de preparatoria para que yo me decidiera a cursar la carrera de filosofía. En el sueño, mientras me perseguía, mi amigo, o mejor dicho, la representación de mi amigo, sonreía todo el tiempo y adoptaba una actitud con la que parecía decirme que me estaba tomando las cosas demasiado en serio -si bien se refería exclusivamente a aquello de "ser perseguido" por él. Quizá sólo quería hablar conmigo, en el sueño. Ahora que lo recuerdo, no había una razón real por la cual me sentía perseguido, es decir, no me sentía en peligro en el sueño. El único momento en que me sentí así fue cuando, tras cruzar varias callejuelas y subir por tejados, estuve a punto de caer (un barandal sobre el cual me apoyaba, cedía). Mi amigo me ayudaba.

Tuesday, December 06, 2011

Plataforma México: diciembre 2011



En el número más reciente de Plataforma México, de diciembre, mi columna. ¿Por qué me dieron un espacio para comentar cosas? ¡No lo sé! Es muy curioso. Ya pueden encontrar el número donde normalmente lo encuentran.



Compras navideñas: un rifle

Imaginemos la posibilidad de que en algún lugar de esta ciudad una madre –que, digamos, se llame Guillermina- le haga ver a su hijo –que, digamos, se llame Guillermo- que “ya no le dedica tiempo”. Esto sucederá en uno de esos fines de semana en los que Guillermo va a visitar a Guillermina a su casa, quien le pedirá: “ven, acompáñame, pasemos tiempo juntos”. Ahora bien, ¿cuál es la idea que esta madre tiene de pasar tiempo juntos? Ir a un centro comercial a comprar zapatos. En un escenario así (¡hipotético, insisto!), uno tendría que temer la extraña alineación de esta noción de pasar tiempo en familia (consumiendo) con la que tiene Calderón, presidente del empleo, cuando impulsa iniciativas como el Buen Fin, del pasado noviembre, a la que caracterizó como “valiosísima” pues es una “gran idea para promover el bienestar de las familias” (que tienen dinero para gastar, se entiende). Sin pizca alguna de ironía, Calderón añadió: “Es puente y hay que aprovecharlo para pasearse y consumir”.

Pasearse y consumir.

No quiero sonar injusto, en realidad esta madre seguramente tiene otros modos de pasar tiempo con su hijo –las sobremesas, las conversaciones peripatéticas- y, no sólo eso, “pasar tiempo juntos” aquí significa “necesitas otros zapatos pues los que ahora usas te hacen ver como un vago, sé que a ti no te importa pero alguien debe decirte estas cosas, y para eso estoy yo aquí, pues soy tu madre y te quiero como una madre quiere a su hijo”. De tal forma que, aprovechando que hará unas “compras navideñas” (era noviembre aún), Guillermo se verá obligado (es un decir, acompañó con gusto a su madre) a ir a un centro comercial.

Detesto los centros comerciales. Los odio. El principal placer que uno puede experimentar en un centro comercial, comprar cosas, me está negado. No tengo mucho dinero. Podría pedir dinero prestado, supongo. Pero no me gustan los créditos ni las deudas. El único objeto que me gusta comprar, he descubierto, es el libro. A menudo compro libros que no necesito, que no leeré.

Algunos pueden pasar horas comprando ropa o electrodomésticos, yo puedo malgastarlas consumiendo o pensando en consumir libros. Pero son pocos los centros comerciales que tienen librerías en su oferta. Así que el único placer real que experimento en un centro comercial es ver cómo se comporta la gente en ellos.

La gente se ve relativamente feliz en los centros comerciales, pero sobre todo distraída. Hay mucho con qué distraerse. La música, las ofertas. Todo el tiempo suena música en los centros comerciales. Un buen centro comercial tiene buena iluminación y consigue que su acústica diluya las voces de las multitudes. Sin serlo, estos centros comerciales evocan plazas públicas. Estos, claro, no son los que abundan en México. Escribe Witold Rybczynsky en City Life que en un centro comercial puede encontrarse “un nivel razonable de orden público; el derecho a no padecer comportamientos extravagantes, no ser asaltados o intimidados por adolescentes groseros, borrachos escandalosos o mendigos agresivos”. Pero cuando voy a comprar un par de zapatos comportamientos extravagantes es lo único que encuentro, vendedores groseros, personas que no se ceden el único asiento disponible, personas cansadas, borrachas de hiperconsumo. Y esto, señores, no está nada bien. Fin.

Wednesday, November 30, 2011

La fe en los demás

He visto parte de su vida desarrollarse a través de las ventanas -la ventana que da a mi comedor (que en realidad no es un comedor sino una mesa en la que a veces como pero en la que, sobre todo, dejo documentos como cuentas sin pagar o revistas que no he leído) y las ventanas que dan a su estudio, sala, habitación, baño y partes de su comedor y cocina. Su departamento es grande, comparado con el mío. Lo vi antes con su novia. De hecho, antes eran dos, a quienes veía. La podía ver a ella, una joven guapa que me recordaba a alguien más, lavarse los dientes o cambiarse o a ambos platicando frente a la computadora encendida o a él defecar con la puerta abierta o, en una ocasión, masturbarse frente a la computadora (de pie). También vi cómo bajaban las persianas pero dejaban las luces encendidas. También la vi a ella, un día, con otro hombre y cómo no usaron la cama que usaban ellos dos sino un colchón en el estudio (que también es sala). Apagaron la luz. Después ya no la vi a ella y lo vi a él de nuevo frente a la computadora. Y luego con otra mujer, gorda y fea. Después no volví a ver a la mujer gorda y fea y sólo lo vi a él y dejó de interesarme su vida, aunque no sé por qué. Lo vi hace un momento, salí de mi habitación y fui al baño y pasé frente a la ventana y ahí estaba él, leyendo algo en el monitor de su computadora.

Tuesday, November 29, 2011

Cómo sería

Se levantaría temprano, saldría rumbo al trabajo sin desayunar, nada en el refrigerador. Unas horas más tarde saldría a comer y regresaría pronto al trabajo pues tendría aún bastantes tareas por resolver. Cansado, al salir de la oficina, tomaría su bicicleta y pedalearía hasta el cine Cinépolis Diana pues había leído que ahí se proyectaría una adaptación de un libro de un autor que él apreciaría (trabajaría en una editorial o en una revista o en algo relacionado medianamente con las artes o la cultura o la literatura o las humanidades; en suma, tendría intereses). O quizá un amigo le recomendaría que fuera a verla, un amigo leído, y eso haría, saliendo de trabajar. El amigo no podría acompañarlo pues esa noche cenaría con su esposa. Sería su cumpleaños. Pensaría: esto es mejor idea que ir a un restaurante a que te canten las mañanitas, solo. O quizá no sería una adaptación de un libro sino una comedia romántica, lo que vería. Dejaría su bicicleta amarrada afuera del cine. No. Metería su bicicleta al estacionamiento. No, pues cerrarían a las 10 y él estaría entrando al cine a las 8 o a las 9. Dejaría su bicicleta en paquetería y compraría unos nachos y pensaría: la estoy pasando bien. A una media hora de iniciada la película, comprendería que no la estaba pasando bien. O mejor: sentándose, con la sala oscureciéndose, le llegaría un mensaje a su celular de una mujer de la cual él tendría pensamientos agradables (entre eróticos y cariñosos) y quien le preguntaría si no estaba interesado en ir a tomar una cerveza. No por su cumpleaños (ella no sabría que ese día sería su cumpleaños) sino porque había sido un día difícil en la oficina. Sería miércoles: el cine a dos por uno. Le contestaría que estaba entrando al cine (sería cuidadoso con su dinero, pues ganaba poco) pero que saliendo le marcaría. Añadiría: o si prefieres, otro día. Ella le contestaría: mejor otro día, pásala bien. Guardaría su celular y pondría atención al resto de la película. O no pondría atención. Se distraería con las posibilidades. Quizá no disfrutaría la película, quizá el autor en cuya obra estaba basada la película no era tan bueno como imaginaba o como creía el amigo que le había recomendado la película o quizá sencillamente estaría pensando que sería buena idea dejar el cine de una vez por todas e ir a tomar una cerveza con la mujer que le acababa de mandar el mensaje así que saldría del cine -entre decepcionado por la película y apurado por la posibilidad de ir a beber algo con aquella mujer- y se apresuraría a recoger su bicicleta. Afuera, le marcaría a la mujer. Ya estaría en cama. Mejor otro día, le insistiría, ella. O quizá iría al cine con una amiga. Es decir, atención, no iría solo. No sería su cumpleaños. Su amiga elegiría la película y él decidiría apoyarla en la elección (por decir algo) pues había leído al autor en cuyo libro estaba basado la película y le diría algo por el estilo: "Es un autor muy bueno, vamos a verla". Esto sería una conversación intercambiada a través de programas de mensajería instantánea, instalados en sus respectivas computadoras, desde sus respectivas oficinas. Ambos trabajarían en publicaciones periódicas. Quizá serían periodistas. O quizá serían banqueros pero tendrían intereses. Es decir, intereses en las artes y las humanidades y el ser humano en general, no "intereses" en el sentido de cuestiones financieras -aunque también tendrían esos, acumulándose ya sea en sus créditos o en sus ahorros. Entonces. Acordarían verse en el cine. O quizá no serían periodistas sino otra cosa. Escritores. O editores. O algo. El punto es: ambos llegarían en bicicleta, por separado. No tendrían automóvil. Se encontrarían en taquilla y dejarían las bicicletas amarradas o en paquetería y mientras él o ella dejaban la bicicleta en paquetería o amarrada en el lugar menos inconveniente, ella o él iría a la dulcería a comprar las viandas que disfrutarían durante la función. No sería su cumpleaños, ni de él ni de ella. Su amistad se basaría en la enfermedad y la desidia. No. Su amistad se basaría en la honestidad y la confianza. Quizá. O tal vez en la posibilidad de que al otro le interesaba la vida del otro tanto como le interesaba a él o a ella. En cualquier caso, no sería algo en lo que pensarían demasiado pues, de facto, se llevarían bien (en la medida de lo posible). O quizá no serían amigos sino hermanos. No. Serían amigos. Nada más. Pero tampoco nada menos. O quizá la película la había recomendado él y por eso cuando, pasada la hora, descubriera que ella no estaba disfrutando la función ("No, por favor", susurraría ella cuando en la pantalla se proyectara el rótulo "Segunda parte", a modo de advertencia de que la pifia seguiría) él sugeriría salirse del cine, apenado. O quizá no estaría apenado y sólo lo sugeriría por procurar ser práctico. Esto es algo que ella apreciaría de él, que era un hombre práctico. Un hombre prudente. O tal vez no es algo que ella pensaría necesariamente de él pero al menos alcanzaría a apreciar que era una persona que intentaba ser práctico y prudente (si es que tales cosas son equivalentes). O tal vez ella no se fijaría en esas cosas. Tal vez se quedarían a ver el resto de la película. Tal vez, mientras veían la película, una mujer le mandaría un mensaje a él. O tal vez tendría la fantasía de que una mujer le mandara un mensaje a él de tal forma que cuando viera una oportunidad le sugeriría a ella salirse de la película ("Hacía años que no me salía de una película", diría saliendo) y se despedirían a la entrada del cine y él pedalearía con furia para alcanzar a la mujer en cuestión. O tal vez no se saldrían y tolerarían el bodrio hasta el final creyendo que la otra persona estaba interesada en terminar de verla (al final descubrirían que no era así). Quizá la otra mujer no le mandaría un mensaje. Quizá la otra mujer no existiría. Quizá existiría, le mandaría el mensaje pero él preferiría permanecer en la película para acompañar a su amiga pues él creería que es el tipo de cosas que nutren las amistades (la lealtad, la camaradería, los buenos modales). Al salir, de hecho, él la acompañaría a su casa, cada uno en su respectiva bicicleta, y agradecerían el paseo, tras una larga noche y un largo día. Bromearían durante el trayecto. Serían felices. O alegres. O felices. O al menos lo fingirían bien pues creerían que la expresión precede al sentimiento. Se despedirían en la puerta del departamento de ella y él emprendería el viaje a su no muy retirada casa. En el camino vería a hombres a solas hablando por celular, en la calle. Hombres que salieron de casa para poder marcar el número en el cual ahora hablaban acaloradamente. Hombres, ¿con familias? Hombres, ¿con amoríos? Vería a mujeres también, muchas mujeres solitarias, paseando a sus diminutos perros (es decir, no atendiendo a sus familias en casa; es decir, sin un bebé o un marido esperándolas). Querría hablarle a todas. Decirles: "Hola, buenas noches". Decirles: "Espero que estés pasando una buena noche". Y decirlo en serio. Eso querría. O quizá no querría nada de eso, el paseo, la duda constante, la noche, el cine, las amigas, los amigos leídos, los seres humanos, querría algo más sencillo, un trabajo alejado de las humanidades o que no exigiera tantas horas o que no le impusiera el cansancio como único modo de dignificación, quizá querría estar menos alerta a los demás y sus sentimientos y trabajar en algo sencillo pero bien remunerado, quizá tedioso y con una diminuta posibilidad de generar intereses ajenos a ellos. Querría no tener preocupaciones más severas que decidir a dónde vacacionaría (dado el caso) o a dónde saldría el fin de semana. Quizá, pensaría mientras pedalearía a casa, podría ser un político o un empresario o un banquero o algo igualmente sencillo, aunque tendría la sospecha de que eso sería definitivamente imposible para una persona como él en un país como este. Y esa certeza lo animaría. Y en lugar de hacer otras cosas, llegaría a casa y escribiría con el temor de reducir la realidad a unas cuantas líneas, faltando a la realidad, pues, y dudaría de nuevo, y así sería como sería.

Martes

Hoy es martes.

Thursday, November 17, 2011

Viernes

Apreciarse como un despreciador de uno mismo, ad infinitum. Considerar las palabras de los demás pero tener la incapacidad real de comprender lo que ocurre fuera de uno. Dar pie a la importancia que tiene lo subjetivo, distinguirlo de lo relativo. Creer que es posible realizar juicios que sean acordes a la realidad. Defender la importancia, especialmente en una sociedad deficiente, de que la teoría ayuda a la vida práctica, la importancia de la ética, y esperar el día en que no deba justificarse la teoría por su "utilidad" o por ser capaz de brindar un servicio. El problema de la amistad: lo fácil y placentero que es hacer amigos, lo difícil que es mantenerlos o cultivarlos. El deseo de tener iguales, la paradoja del hombre prudente, autosuficiente, excelso, justo, que no tiene necesidad de amistad. "Grandeza". "Fracaso". La duda del valor de la sospecha. El egoísmo, su utilidad, tan breve. Problemas concretos, como el dolor de oído que tengo. Pero la vida se experimenta, no se resuelve. ¿Pero la vida se experimenta, no se resuelve? Poner buena cara, cuando se necesite poner buena cara. Poner mala cara, cuando se necesite. Hacer el bien. Poner atención. Pedir perdón. Dar perdón. Ser violentos con nosotros mismos, no ceder a ser lo que somos, sino ser lo que queremos ser. Propongo.

Tuesday, November 08, 2011

Oxxotexto


Ya circula un nuevo número de PLTMEX, en su edición de noviembre podrán encontrar en El diseño: Tzompantli Gráfico; en El Ocio: Espacio Escultórico de la UNAM; en La Ecología: Primeros taxis eléctricos; en La Infraestructura: Obras públicas sin concurso; en El Futuro: El Museo Tamayo se amplía; en La Sociedad: El DF ante el antiabortismo; en La Economía: Cooperativa Panamédica. En portada, de Las Artes, SOMA y algunos de sus integrantes.

Finalmente, en La Convivencia, además de la Etiqueta y la Antología de la infamia, mi columna, con un texto sobre los Oxxos que reproduzco a continuación.

Oxxotexto

En la esquina de mi casa, un oxxo. Qué alegría. Recuerdo que cuando me sugirieron rentar el departamento donde sobrevivo me dijeron que tenía la ventaja de tener un oxxo en la esquina. Pero, uy, no es una ventaja. Es una respuesta a un falso problema. Su variedad de productos, sus horarios atractivos, la intención de satisfacer deseos que en realidad nadie tiene no hacen nuestra vida más fácil. Ah, “la publicidad fracasa, la depresión se multiplica”.
Sé que me nutro mal en gran medida por culpa de esa “tienda de conveniencia”. A menudo, en lugar de armarme de disciplina para caminar hasta el mercado y comprar ingredientes baratos para cocinar algo, bajo y me compro unos Rancheritos. “Cuando tienes antojo y no sabes qué comprar, visita oxxo”, nos exigen en su sitio electrónico. oxxo, un favor, ya nomás dinos: ante incertidumbre existencial, compra.
Escribo esto y escucho “Lost in the Supermarket”, esa canción de The Clash que informa: “Estoy perdido en el supermercado y ya no puedo comprar felizmente, vine por la oferta especial de personalidad garantizada”. ¿Y saben qué estoy pensando? Que es una canción muy simpática e ingeniosa, con un aire de inconformidad social que bebe del ethos punk, el tipo de actitud que realmente no se puede asociar con alguien que sólo se está quejando de la existencia de un oxxo. Es decir, conmigo. Sospecho que no atinaré a decir algo medianamente divertido como, digamos, podría hacerlo un episodio de los Simpsons en el que aparezca Apu y su Kwik-E-Mart. A estas alturas, estas tiendas no provocarán una respuesta más ingeniosa o inteligente que la canción de Children Garden, “Yonits Asuntos Internos” (y que abusa de esa estrofa marcada por la aliteración: “Sexo en el oxxo en exceso ¿con un marcatexto?”).
Camino a la oficina me voy fijando así que pronto descubro tres oxxos en una caminata de diez minutos, sin contar el 7 Eleven o el Círculo K que me encuentro por ahí. Abran los ojos: están en todos lados. No me gusta esto. No me gusta que proliferen los oxxos. ¿Saben cómo se le conocen a los oxxos en la industria de los abarrotes? Se les conoce –supongo que por ser muchos y porque son molestos- como Gremlins. Pero si los Gremlins pueden ser destruídos con luz solar, el oxxo funciona durante todo el día y en las madrugadas sus luces permanecen encendidas, como faros para barcos ebrios.
De acuerdo con mis informantes de confianza (pues tengo informantes) y los datos que tienen a la mano, en el Distrito Federal hay cerca de 1,100 oxxos. Les sigue el 7 Eleven (“famoso por su café”, me dicen), con 310 establecimientos. Círculo K, 150. Extra, 94. Super City, 90. ¿Saben qué veo? Un futuro en el que en lugar de dueños de establecimientos que vendan abarrotes, tendremos cada vez más oxxos regentados no por sus dueños sino por empleados uniformados, a quienes se les obligará a preguntar si queremos redondear nuestra compra, establecimientos que se jactarán de extrañas políticas como el Programa de Inclusión Laboral (aunque su “inclusión” considere, especialmente, a madres solteras). Leo en oxxo.com: “oxxo es la empresa de femsa con el más agresivo nivel de crecimiento, de hecho el crecimiento es la base de nuestra estrategia de negocio”. Corolario: la agresividad es la base de nuestra empresa y te vamos a chingar, vendiendo cosas que nadie necesita, en frente de tu casa, a horas innobles, por siempre. Qué alegría.

Sunday, November 06, 2011

Dicho de un toro: Que no tiene resabios y acomete francamente y sin repararse

Estaba leyendo una cita en una bitácora electrónica que administra un amigo en la que se toma una pregunta de Wittgenstein que dice: "¿Qué ganamos con una definición si sólo nos lleva a otros términos aún sin definir?"
Me pregunto en qué contexto se hizo Wittgenstein esta pregunta.
Estaba buscando la definición de contexto y una de las acepciones en desuso del término es "Enredo, maraña o unión de cosas que se enlazan y entretejen" que, creo, da una idea un poco opuesta de la definición que todo mundo más o menos acepta (en la que lo que define aclara).
No sé por qué el diccionario incluye definiciones en desuso.
La primera acepción de definir, en el diccionario de la RAE, es: "
Fijar con claridad, exactitud y precisión la significación de una palabra o la naturaleza de una persona o cosa".
En su cuarta acepción, sin embargo, se coloca un mayor énfasis en el aspecto emocional de lo que significa definir algo:
"Adoptar con decisión una actitud" (la segunda acepción de "decisión" es "Firmeza de carácter").
Cada vez que intento precisar un término un compañero de la oficina me implora que deje de filosofar, lo dice así, con énfasis, casi con veneno, sin querer realmente decir "filosofar" o "deja de aclarar términos" sino lo contrario, "deja de enredar términos". Cada vez que me lo dice -pasa a menudo, pues esto se hace generalmente en un contexto distendido y no ha habido una razón real para pedirle que deje de hacerlo- reímos (aunque creo que mi risa está acompañada por una sensación de desesperanza).
En uno de los avances de la vigésima tercera edición del diccionario de la RAE ya se incluye una definición de "descontextualizar", es decir, "sacar algo de su contexto". Tengo una amiga que solía llamarme "descontextualizador profesional". Esto solía hacerlo también en un contexto distendido, lo cual me ayudó a evitar considerar que en realidad me estaba llamando un sofista. Recuerdo que cuando llegué a dar clases de ética hice un énfasis especial, quizá por el modo en que me educaron, en aclarar que a pesar del uso común del término "sofista" (quien hace uso de razonamientos incorrectos que aparentan ser correctos), no todos los sofistas de la Grecia del siglo V (estoy citando el diccionario de la RAE) hacían uso de los "sofismas", sino que enseñaban "el
arte de analizar los sentidos de las palabras como medio de educación y de influencia sobre los ciudadanos".
Creo que nunca me sentiré cómodo en la desagradable posición del que intenta explicar algo con claridad. A nadie le gustan las cosas claras. Pues las cosas no son claras. Creo que esto lo tengo claro.

Friday, November 04, 2011

Viernes

Mira mis dedos. Mira mis libros. Mira mis ropas. Mira las cosas. Las cosas se miran, los dedos se extienden, los libros descansan sin ser leídos, las ropas abrigan los cuerpos desnudos y dejan de estar desnudos los cuerpos que son de carne como está hecha de carne la mayoría de las cosas que nos importan. Preciado como la carne. Carnestolendas. "El bistec cada vez está más caro", dice. "El dinero cada vez está más caro", dice, el cantante, con su boca de carne.
Leo a Macrobio.
A nadie le importa.
Pienso en ella.
A mí me importa.
Leí un cuento sobre la carne. Me gustó ese cuento. Amor de carne. Comí carne. Soy un carnívoro. Comí otras cosas. Soy un carnívoro.

Tuesday, November 01, 2011

Martes

Despertar. Desayunar. Bicicleta. Trabajar. Bicicleta. Comer. Leer. Donald Barthelme. Siesta. Donald Barthelme. "The Genius" y "The Opening", que finaliza con la expresión "...los huesos rotos del corazón". Bicicleta. Una pareja, él mayor que ella, pelo cano, ambos en bicicleta, ¿rumbo al trabajo? Overoles fosforescentes, ambos. Casco, él. Bandas fosforescentes para mantener los pantalones caquis alejados de la cadena, él. Platicando en voz alta y dirigiendo el camino, ella. Trabajar. Algo parecido a la vida.

Friday, October 28, 2011

Los pelos contados

Una persona demasiado centrada en lo que piensa puede llegarse a plantear la disyuntiva problemática que podría presentarse entre elegir actuar como uno piensa o pensar como uno actúa. Al menos es lo que piensa él, una persona que sabe que piensa demasiado en el modo en que piensa pero que ignora si es posible, en realidad, elegir entre una u otra posibilidad. Las preguntas de orden moral, de vida práctica, le preocupan especialmente porque son precisamente sobre las que, cree, uno debería preguntarse menos. Una persona moral, es decir, de vida práctica, actuaría moralmente, no pasaría demasiado tiempo tratando de elegir el mejor modo de actuar. Pero, ¿cómo actuar moralmente sin preguntarse sobre lo que es moral? ¿Cómo evitar la parálisis? Siendo egoísta. Poniéndose a uno primero que a los demás. Siendo vanidoso. Partiendo de la idea: actúo correctamente. Pero el amor inmoderado por uno mismo es tan malo como el amor inmoderado por los demás. No puede ser este el camino. Quizá es demasiado duro consigo mismo, esta persona. Lo cual no deja de colocarlo en una posición elevada que lo llena de orgullo: el que es demasiado duro, a diferencia del otro, que es demasiado laxo. Le gusta saber que no se conoce bien. Que cabe aún la posibilidad de cambiar para ser una mejor persona, convertirse en quien realmente es. Pero, ah, ¿no es esto negar la responsabilidad que tiene sobre su propia vida a esta hora y en este momento? ¿A dónde se va todo ese tiempo perdido?
Se le ocurre posteriormente: quizá es demasiado duro en lo que no tiene que ser duro y demasiado laxo en lo que no tiene que ser laxo.
Pero también: quizá esto es otro tipo excesivo de dureza.

Monday, October 17, 2011

El medio es el masaje

Hace tiempo que no hablan, frente a frente, pero a menudo intercambian palabras a través de correos electrónicos o mensajería instantánea. Extraña hablar con ella. Es probable que hayan escrito muchas más palabras entre ellos de las que han intercambiado hablando. Esto le preocupa a él e ignora si le preocupa a ella. A él le preocupa pues le recuerda que las palabras, escritas, pueden interpretarse de muchas maneras -había una razón, recuerda, por la cual Kafka le temía a las cartas. Lo curioso es que no cree ser capaz de darse a entender mejor hablando que escribiendo. Se hace creer que es preciso con las palabras, al momento de escribir. Puede elegir mejor lo que quiere expresar, las palabras necesarias. Y se hace creer que no es una persona elocuente. Aunque, claro, estas creencias pasan por alto los beneficios del habla, las modulaciones de la voz, el lenguaje corporal, el modo en que los gestos asisten los silencios, que las pausas dicen bastante, en fin, el tipo de cosas que no pueden precisarse pues el lenguaje no alcanza. Dos cosas: 1) Los sueños no comprendidos son como cartas no abiertas y 2) tuvo que pasar al menos un año desde que se colocó hasta que alguien se percatara de la errata que se encontraba en la lápida de William Gaddis.

Thursday, October 13, 2011

Jueves

Despertar. Baño. Dientes. Ropa. Bicicleta. Oficina. Trabajar. Obligaciones fiscales. Casa. Comer. Trastes. Dientes. Obligaciones fiscales. Bicicleta. Oficina. Trabajar. Junta. Algo parecido a la vida. Lluvia. Bicicleta. Casa. Bioy Casares. Siesta. Cama. Computadora. Mensajería instantánea. Algo parecido a la vida. David. Foster. Fucking. Wall-E.

Wednesday, October 05, 2011

PLTMEX Octubre 2011


Ya comienza a distribuirse el número de octubre de PLTMEX, échenle un ojo. En este número un breve texto que está a poco de preceder un nuevo texto que probablemente se titulará: "Compré un rifle". Lo copio a continuación.

Fui al banco, soy un neurótico, a nadie le importa

Hay varias cosas que me molestan de esta ciudad. Aún más: cualquier cosa en cualquier momento está sujeta a convertirse en una de ellas. Soy un neurótico. Ciertos malestares emocionales provocados por la vida en la ciudad han terminado por alterar mi “funcionamiento social”. Temo que esto, con el tiempo, se agrave.
Estoy en el banco y estoy esperando en fila para pagar impuestos. Veo un cartel que invita a sacar un crédito. El cartel afirma: “Sigues pensando en tus vacaciones y ya debes comprar los útiles escolares”. De tal modo, creo, se apunta a la (aparente) tensión provocada por nuestras obligaciones y nuestros deseos de pasar tiempo de ocio. El cartel es ilustrado con una imagen de útiles escolares enterrados en la arena. Es muy desagradable. Creo que las personas que diseñaron el cartel y la promoción (al sacar un crédito con este banco, se regalan un cuaderno, lápices, sacapuntas y otros útiles, hasta agotar existencias) han puesto su inteligencia al servicio de algo, esencialmente, perverso. Claramente, este tipo de cosas más bien contribuyen a que sean nuestras existencias las que se agoten. He adoptado un punto de vista negativo, o eso quiero creer. Pues pensar que uno es negativo (y no, como gustan decir algunos, “realista”) es básicamente una actitud positiva: lo que ocurre, es que, sencillamente, estamos en un error. Que hay otros modos de ver las cosas. Quizá la vida en la ciudad no es tan mala como nos la pintamos y sólo estoy molesto porque sigo en el banco y no he tenido tiempo para comer.
Detrás de mí, una pareja discute cómo le explicarán a sus hijos dónde fue que se conocieron. Están formados para pagar su servicio de cable. Se conocieron en Internet. “Podemos decirles que nos conocimos en un puerto español”, dice él, ingenioso (se conocieron en un portal de Internet para citas de origen español, descubro más tarde). Es horrible pero por un instante consiento el sincero deseo de que esta pareja nunca se reproduzca.
Sólo hay una persona atendiendo en caja.
Quizá el problema no es que viva en una ciudad, sino que se trata de una de las más grandes del mundo, parte de la “Corona regional de ciudades”, megalópolis conformada por el Distrito Federal, Puebla, Tlaxcala Xicohténcalt, Cuernavaca, Cuautla de Morelos, Toluca de Lerdo, Pachuca, Tula de Allende, Tulancingo y sus áreas metropolitanas (el término megalópolis designa a esta región desde 1996, tras una propuesta realizada por el Programa General de Desarrollo Urbano del Distrito Federal). ¿Cómo puede esperarse que una entidad con un sistema nervioso lo suficientemente sofisticado y sensible para edificar o imaginar estas comunidades, también las habite?
El otro día, en la estación del Metrobús, me percaté que uno de los botones de alarma que allí se encuentran está acompañado por dos instrucciones. Una dice: en caso de alarma, oprima el botón. La otra: en caso de alarma, jale el botón. Encontré el fenómeno enervante, tanto como que en algunos restaurantes de la ciudad existan animadoras infantiles que retiren a los niños de la mesas para que no molesten a los adultos. También encuentro perturbador descubrir faltas de ortografía en el sitio electrónico de Neuróticos Anónimos (neuroticos-anonimos.org.mx) y, aún más, que las “disturbios emocionales” sean tratados como una enfermedad, cuando, claramente, el problema ocurre sólo cuando la gente presta atención. Cuando le importa. Pero no, a nadie le importa.
Creo que necesito unas vacaciones. Quizá regresando saque un crédito.

Saturday, October 01, 2011

Sábado

En la cama. Planes. Mensajería instantánea. Pereza.

Wednesday, September 28, 2011

Estoy inquieto

Debo escribir una reseña de Los poseídos de Elif Batuman, que ya leí, pero en inglés. Quizá deba leerlo en español. Pero qué flojera.
Debo leer un libro de John Berger, uno de Amis, uno de George von Rezzori, uno de Leonid Andréiev, uno de Chéjov y uno de Flaubert. Empecé el de Flaubert.
Terminé de leer Punto de fuga de Markson. Me gustó mucho. Quiero leer This Is Not a Novel y The Last Novel.
Estoy leyendo The English Novel de Eagleton. Estoy leyendo a Pavese. El libro de Pavese que estoy leyendo podría terminarlo hoy. Estoy leyendo a Pessoa. El libro de Pessoa que estoy leyendo podría terminarlo hoy. Estoy leyendo Klusterman. No me gusta. Estoy leyendo el último número de la Vanity Fair. Me gusta. Estoy leyendo Las noches de Gerard Reve, que fue un regalo. Quiero que me guste.
Creo que no estoy leyendo nada.
Quiero leer algo.

Saturday, September 24, 2011

Sábado

Desperté pensando en un episodio de E.R. en el que los paramédicos reciben una llamada de un par de amigos que estaban intentando realizar una trepanación en su departamento. Era un par de intelectuales, libros por todos lados. Uno de los paramédicos decía: "Para ser tan inteligentes y cultos...". No sé por qué desperté pensando en eso. No me gusta que mi memoria tenga tantos datos inútiles, que llegan, repentinamente. Anoche unos amigos hablaban sobre un episodio de Roma donde también se llevaba a cabo una trepanación.
Mi padre me envió un correo electrónico.

Thursday, September 22, 2011

Toque a sus hijos*

Ahí les va una anécdota: me encontraba atorado en el tráfico de una zona residencial al sur de la ciudad, a saber, el Pedregal. Avanzaba lentamente por el Boulevard de la Luz, flanqueado por camellones y jardineras. Mi paciencia, como quien dice, se agotaba. Quizá para apreciar aún más el sentido de esta anécdota deba aclarar que me considero una persona medianamente paciente y caritativa, es decir, creí que estábamos atrapados en el tráfico porque, más adelante, a algún automóvil le había ocurrido algún desperfecto. Pensé: es posible que una ambulancia esté ayudando a algún necesitado. Quizá, imaginé, una persona de la tercera edad está cruzando la calle.

Por supuesto, nada de esto ocurría. En realidad llegábamos tarde a nuestras citas, el resto de los automovilistas y yo, porque a una señora fodonga se le ocurrió sacar a pasear a su perro. ¿Cómo sacan a pasear a sus perros las señoras fodongas? El perro camina, a su moroso ritmo animal, sobre el camellón, mientras la señora sostiene la correa desde el interior del automóvil.

Cuando tuve la oportunidad, ¿le menté la madre a la gorda infecta aquella? No. Entre las prácticas sociales complejas que tenemos que desarrollar para poder hacer de este un lugar habitable, considero, se encuentra la de ocultar o disimular muchas de nuestras emociones. La misma habilidad que, por ejemplo, los niños pequeños apenas comienzan a dominar.

Apenas ayer, frente a mí, en un café, vi a uno de estos pequeños animales racionales dependientes. Gritaba, lloraba, exigía. Y debo decir, fue un espectáculo digno de verse. Un adorable pequeño tirano.

¿Por qué vienen a cuento estas anécdotas? No estoy muy seguro de poder aclararlo pero sé que pensaba en aquella señora cuando veía a este niño. Quizá esté siendo injusto con el infante, pues a menudo pienso en La Fodonga como uno de los ejemplos más claros de todo lo terrible que ocurre en esta ciudad. La desconsideración total a las necesidades ajenas, ciertos valores burgueses torcidos (antes arde en llamas la ciudad que mi perro se quede sin pasear), la soledad, ay, la soledad, y, sobre todo, la deshumanización que provoca la tecnología. Pues, verán, creo que ese perro necesitaba ser paseado porque se encontraba inquieto. E inquieto se encontraba porque nadie le prestaba atención. Y poca atención se le prestaba porque estaba encendido el televisor. ¿Exagero? Quizá, pero añádale a esto el uso del automóvil y el uso de la correa: artilugios absolutamente modernos, creados para distanciar y someter. ¿Sabe en qué pienso también cuando recuerdo a esta señora? En esas otras señoras, jóvenes aún pero corriendo sin demora al futuro representado por La Fodonga, que pasean por los centros comerciales (rara vez en los parques, claro) conectadas a sus hijos pequeños por, sí, correas. Quizá ya hayan escuchado esta queja antes, y quizá alguien ya ha puesto atención al fenómeno (son cada vez más raras las ocasiones en que veo a una de estas madres), pero no lo olvide: sucedió, en esta ciudad.

¿Qué ciudad es esta? Es un lugar donde las personas se obligan a realizar actividades constantemente, evitando toparse con el sueño, el aburrimiento o la desidia, al mismo tiempo que ejercen la cautela que normalmente lleva al sueño o la desidia. Un lugar ocupado, con sus bancos, cines y oficinas, saturado de distracciones. Es difícil acercarse a las personas así, entablar vínculos afectivos. Lo sé. Vivo aquí. Pero se lo pido, por favor: saque a pasear a su perro, viva un poco, toque a sus hijos.

*Este texto apareció originalmente en la edición de septiembre de PLTMEX. Busquen la publicación, es gratuita.

Sunday, September 18, 2011

Domingo

Desperté temprano para asistir a un compromiso familiar. Involucró una homilía durante la cual se habló del paso de un corazón de piedra a un corazón de carne. El tema me interesó bastante, la posibilidad del endurecimiento, la posibilidad de salir de él. Más tarde presté atención a conversaciones. La gente habla. Es un fenómeno interesante, la comunicación humana, la disposición general a interesarse por los demás, las sospechas que cruzan por debajo, las certezas que nos ayudan a descartar las sospechas. Más tarde vi televisión, comí, dormí, descansé, pensé en un texto que quiero escribir, solucioné algunos pendientes, mantuve otros lejos de mi mente. Reflexioné sobre mi vida afectiva, las lagunas insondables de mi persona que procuro no conocer, minita de oro e interés. Minita de oro e interés, dije, lagunas insondables, aventuré, vida afectiva, propuse. Más tarde leí un poco de Cesare Pavese, El diablo sobre las colinas. Me gusta cómo termina el cuarto capítulo: "Estas noches modernas -dijo Pieretto- son viejas como el mundo".

Tuesday, September 13, 2011

Martes

Desperté tarde. Vine a trabajar. Regresé a casa. Comí. Leí un poco más de The English Novel, una "introducción" de Eagleton, una curiosa mezcla de lectura atenta y política de distintos textos (el primer apartado muestra cómo la novela es no sólo un género preponderantemente moderno sino que es, dice, especialmente apreciado por las clases medias). Ya quiero llegar al texto que le dedica a Joyce (a quien incluye a pesar de no ser precisamente un autor inglés, aunque da argumentos para ello). Lavé trastes. Leí un poco más. Descansé los ojos. Luego, me lavé la cara. Regresé al trabajo.

Wednesday, September 07, 2011

Miércoles (por la mañana)

Óscar. dice: (10:17:55 a.m.)
se podría decir que tú creciste escuchando la música de cri-cri?
Guillermo Íñigo dice: (10:18:07 a.m.)
no sé si podría decir que yo crecí
Óscar. dice: (10:18:14 a.m.)
...

Tuesday, September 06, 2011

Martes

Me acosté temprano, en la cama leí algunas entradas del diario de Pessoa -varios paseos por la ciudad, describe; cuentas saldadas, asegura; conversaciones sostenidas, lecturas realizadas, informa- y me quedé dormido. No pasaban de las diez de la noche. Desperté a eso de las cuatro de la madrugada. Di vueltas en la cama hasta las seis, me puse a leer. Ensayos de Klusterman. Algunas páginas de Los demonios. Me levanté, salí a pasear al perro. Regresé, me bañé, desayuné, leí un poco más, vine a trabajar. Fin.

Tuesday, August 30, 2011

Martes

Ayer retiré 500 pesos del cajero. Le di a O., con quien comparto departamento, 250, 140 para el gas y 100 para la persona que nos ayuda a limpiar en casa y que va todos los martes; es decir, 50% del gasto total que nos corresponde. Más tarde, por la noche, otros 50 para comprar cosas que necesitamos -productos químicos para la limpieza de pisos, dentrífico, jabón. Por la mañana pensé que debí pedirle cambio, pues tuve ganas de comprar un café (22 pesos). Al final pensé que lo mejor era utilizar el billete de 200 pesos que me restan y que, espero, pueda estirar hasta el fin de semana (el fin de semana pasado no gasté prácticamente nada, tengo comida en casa y sólo salí el viernes por la noche, para ir al cine). En el camino a la oficina me percaté de que una de las llantas de la bicicleta, la trasera, estaba baja, lo cual supone un gasto moderado de unos cinco pesos, si es que en efecto sólo está baja y no está ponchada; de estar ponchada, y de necesitar una nueva cámara, supondrá un gasto de unos 40 pesos o más si es que no tengo tiempo de regresar a casa para comer, ahora que salga de la oficina para arreglar el problema, y me vea obligado a comprar tacos en la calle, lo cual serían unos 35 pesos más. Antes de venir a la oficina leí esto del diario de Pessoa: "Sigo inquieto por los 5.000 reales de Rosa, los 5.000 que tengo que pagarle a Mayer antes del 20 y por la imposibilidad de ir ahora mismo al Algarve". Y en una nota a pie: "Ángel Crespo (La vida plural de Fernando Pessoa, Barcelona, 1988) cita además varios testimonios que reflejan que su situación económica no era tan negativa como la angustia del autor puede hacernos creer, e incluso da ejemplos de ofertas de empleos muy bien remunerados a los que Pessoa renunció para no tener que someterse a horarios establecidos".
Bathos o mañana es quincena.

Thursday, August 25, 2011

Wednesday, August 17, 2011

Miércoles

Lloraba dentro del coche, yo pasaba camino al Oxxo, regresando de la oficina. Lloraba sin poder parar y revisaba el monitor de su teléfono. Marcaba las teclas, observando, llorando. Un mensaje, pensé, está mandando un mensaje o leyendo uno. Estaba sentada en el asiento del copiloto, el coche estaba encendido, esperaba a alguien, las placas eran de Tamaulipas y entré al Oxxo. Cuando salí, el coche se iba, dando una vuelta prohibida, ella todavía lloraba y todavía marcaba su teléfono.

Entrada 1549

Fui a casa, comí, me lavé los dientes, me dormí un rato, leí una entrada del diario de Pessoa donde afirma tener un alma muy parecida a la de Rousseau, me lavé los dientes, regresé a la oficina.

Monday, August 15, 2011

San Judas Tadeo

Encontré una nota en el parabrisas de mi automóvil. Bajo el título de "San Judas Tadeo", informa: "Cuando te encuentras en una situación difícil por enfermedad, problemas económicos o morales, debo decirte que San Judas Tadeo te acompañará por siempre en cualquier situación por difícil que sea.
Nada debe evitar que esta carta circule por el mundo de los devotos.
San Judas Tadeo te pide que envíes 60 copias de esta carta a 60 personas diferentes y verás que a los 13 días recibirás una sorpresa o gratitud por el solo hecho de enviar 10 centavos como los que están en la carta [la carta, una fotocopia de un original, trae, en efecto, 10 centavos pegados].
La persona que reciba esta moneda deberá llevarla a un templo católico y depositarla como limosna; deberá rezar un padre nuestro a San Judas Tadeo y otro a las ánimas del Purgatorio. Esta cadena la envía un padre de California y por ninguna razón deberás burlarte de ella. Sigue las instrucciones y antes de 13 días recibirás una sorpresa".
La carta está acompañado por unos antecedentes, casos sobre personas que se burlaron, o no, o sencillamente se apegaron a las instrucciones, y cómo les fue en cada caso (aparentemente el presidente de Brasil las envió y no le dio importancia y a los 13 días se sacó la lotería, mientras que Esquivel Contreras la tomó en broma y, consecuentemente, perdió su trabajo y estuvo en peligro de muerte).
He tomado los 10 centavos para dejarlos como limosna en una iglesia católica.
No tengo claro si a la difusión de esta carta debo añadir 10 centavos por cada una.
La última vez que revisé, hace un par de años, este blog era leído por unas 30,000 personas (diferentes). Creo que es difusión suficiente de la carta.
No me estoy burlando de la carta.
Entiendo que San Judas Tadeo, además de los casos difíciles, es patrono de los ladrones.
Dejaron la carta en el parabrisas del automóvil que dejé estacionado en la calle.
Estoy muy preocupado.
***
Otra cosas que dejan en mi parabrisas.

Thursday, August 11, 2011

PLTMEX agosto-2011


Ya se distribuye la nueva Plataforma. Abajo, mi columna para este mes.

No lea en el Metro

«Precaución, no rebase la línea de seguridad», leo. No se alarmen, por favor, con lo que diré a continuación. Pero he descendido al metro, y como muchos otros pasajeros, como en tantas otras ocasiones, estoy esperando. Mientras lo hago, se instala un paréntesis en mis preocupaciones cotidianas y pronto me encuentro en una especie de trance hipnótico que tiene aires de familia con el vértigo. Y no puedo apartar la mirada de la indicación, «…no rebase la línea de seguridad…», ni de los rieles, ni de la barra alimentadora de tensión y, por favor, por favor, no se alarmen, pero estoy pensando en el suicidio.

Estoy pensando, casi simultáneamente, si más tarde, ya en la oficina, podré encontrar el dato duro de la cantidad de personas que se arrojan a las vías del metro anualmente en la ciudad, y si es realmente algo que quiero saber. Y, también, ¿por qué lo hacen? ¿Preocupaciones económicas? ¿Perspectivas limitadas de vida?

Finalmente, el transporte llega y la veloz mole naranja de los vagones me arrebata del trance para detenerse frente a mí. En una de las ventanas, antes de subirme al vagón alcanzo a distinguir una calcomanía con el siguiente verso de Raúl Renán (Mérida, 1928): «Sólo a los ángeles les es dado pisar la línea, sin temor a caer». Recuerdo entonces la queja del cosmonauta Krikaliev, el hombre que ostenta el récord actual de permanecer más tiempo en órbita (contra su voluntad, a principios de la década de los noventa) y quien, en un comunicado desde la extinta estación espacial mir informó al Kremlin que le parecía «de pésimo gusto» encontrarse en la videoteca de la estación una copia de la película 48 horas, cuya trama gira alrededor de dos astronautas a quienes se les agotará el oxígeno en un máximo de 48 horas.

Es decir: me parece de pésimo gusto que utilicen ese verso de Renán precisamente en el metro.

La calcomanía forma parte de Poesía en Movimiento, una «iniciativa de la Secretaría de Educación del Distrito Federal para promover la lectura al interior del Sistema de Transporte Colectivo Metro», como se ha repetido en varios medios impresos y electrónicos. ¿Por qué querría la Secretaría de Educación del df que se lea en el metro? Porque, como aseguran los publicistas de la librería Gandhi (en otro proyecto publicitario –antes que lectores, no lo olvide, se buscan clientes- apoyado por este sistema de transporte), en su propia iniciativa, se trata del “lugar ideal para leer”. Pero no lo es. El lugar ideal para leer es un escritorio, con tiempo para hacerlo; quizá en una biblioteca, o en un estudio, en una cama, en un sillón, en casa.

El proyecto de la secretaría se desprende de Más Libros, Mejor Futuro, un programa que, de acuerdo con el secretario Mario Delgado, busca «sembrar la semilla de la inquietud a la lectura». A mí me parece muy bien preocuparse porque la gente lea. Se nos ha recordado hasta el cansancio (como se nos recuerda que no rebasemos la línea de seguridad): en México se leen 2.7 libros al año, en promedio, por persona. No me parece tan bien, en cambio, que se espera que leamos en el futuro. Cedamos la voz a García Ponce: «…nuestras instituciones culturales subrayan abiertamente su carácter didáctico, anunciando que su propósito es también preparar para el futuro; pero esa continua mirada hacia el futuro nos deja sin presente. Y, sin embargo, ese presente es el único que puede dar realidad a la cultura».

Amigo lector, ¿está obligado a leer en el metro porque no tiene tiempo, porque trabaja demasiado? Lo que necesitamos no son más campañas publicitarias sino un mejor presente.



Wednesday, August 10, 2011

Urgente examen de conciencia

Hora de la comida. Salgo de la oficina. Pedaleo rumbo a casa. Me subo a una banqueta, reduzco la velocidad pues hay personas en la banqueta. No le pido a nadie que se mueva. Tengo un buen equilibrio, al menos sobre la bicicleta, y es algo que me gusta ejercitar, el equilibrio sobre la bicicleta. Iba detrás de una mujer, ya entrada en años. Llevaba a un par de niñas de la mano, personas diminutas, el tipo de personas por las cuales uno se siente responsable pues aún son animales racionales medianamente dependientes, frágiles. Quizá por esa razón, cuando la señora se percató de que iba detrás de ellas, dijo, con cara sorprendida, y con evidente esfuerzo: "La banqueta es para los cristianos. Y la calle para la bicicletas". No dije nada aunque era evidente que, sin dirigirse precisamente a mí, me estaba hablando a mí, reclamándome con ocasión del posible peligro en el que estaba poniendo a las niñas de las cuales se ocupaba. No le contesté, sólo sonreí sin verla y aproveché el primer momento que tuve a mi disposición para rebasarlas en la banqueta, dejándolas atrás.
Ahora, ocurre algo muy curioso y quizá preocupante. En realidad no he podido dejarlas atrás. He estado pensando en eso desde que llegué a casa. Cociné. Comí. Lavé los trastes. Prendí la computadora. Y no he dejado de pensar en eso. Aún más: no he dejado de pensar en eso ni en el modo en que lo iba a escribir aquí, pues sabía desde el principio que el tema de esta entrada, la preocupación que la anima, no es la señora sino el modo en que respondo generalmente a las injusticias. Pues, sépase de una vez, opino, creo, que la señora fue injusta conmigo. No le pedí que se moviera. No la asusté. Sus niñas no corrían ningún peligro. Aunque, ay, tengo la sospecha de que está prohibido circular con la bicicleta sobre la banqueta, pero no precisamente por las razones que adujo la señora (y que, cara a las razones por las cuales iba sobre la banqueta en lugar de la calle -la alta velocidad de los automóviles y la falta de una ciclovía-, eran ridículas).
Ahora bien, la cuestión, lo preocupante, es que estuve un buen rato rumiando las palabras que utilizó para recriminarme. Si la banqueta es sólo para los cristianos, ¿qué ocurre con quienes no creen en Cristo? ¿Qué ocurre con quienes creen en Cristo pero de un modo distinto a los cristianos? ¿Y los animales, incapaces de tener creencias? ¿Pueden ellos circular sobre la banqueta? ¿Y si uno es cristiano y ciclista? Es en serio: estuve pensando en esto. Quizá porque cruzó por mi cabeza lanzarle alguna ironía hiriente cuando la escuché. También estuve pensando en esto, en mi decisión (no resuelta) de arrojarle una ironía cruel (ser sarcástico, pues) en lugar de mentarle la madre o en lugar de explicarle que si andaba sobre la calle yo iba a correr peligro. Es curioso, creo, que frecuentemente recurra a ese camino medio entre la grosería y la explicación reconciliadora. En un mundo ideal las personas deberían recurrir a los argumentos conciliatorios. Extrañamente, mi decisión es otra: me percato de que estoy a punto de soltar una ironía, opto por callar y luego vengo a casa y escribo al respecto.
Me pregunto si realmente me preocupa o si sólo quería escribir. Hacer esto, sentarme frente a una computadora y teclear algunas cosas, es de las actividades que mayor placer me provocan, hacer de mis obsesiones algo comunicable, la búsqueda de empatía a través de la palabra escrita. Pero cuando me acerco peligrosamente a una realidad, específicamente a preocupaciones morales y mi modo de ver las cosas, siempre temo que paso por una especie de loco sin control alguno sobre el modo en que enfrenta al mundo.
Hace unos días alguien me preguntó en un comentario a una entrada reciente si estaba loco. Y una amiga, a propósito de las últimas entradas, me dijo en broma que era como el diario del Unabomber. Eso por un lado. Por otro lado: hace unos días me mandaron algunas preguntas de parte de la gaceta de la universidad donde estudié la licenciatura en filosofía relacionadas con el trabajo en el cual me desempeño actualmente. Entre ellas se encontraba una por el modo en que la filosofía me ayuda a mis actividades laborales. Dije que para un editor (que es más o menos lo que soy en el día a día) era importante ser preciso con las palabras y los conceptos y que de algún modo la filosofía me había entrenado para eso.
También venía pensando que una de las razones por las que no le dije nada a esta señora (pues, creo, como Platón, que es mejor padecer una injusticia que cometerla -es decir, creo que hubiera sido injusto de mi parte entablar una conversación necia con una señora necia-) es que sólo podría haber recurrido a la ironía a través de un uso preciso de las palabras (la cuestión de los cristianos en las banquetas). No he estudiado a Wittgenstein pero sé que escribió que cuando se nos pregunte por la última casa de la aldea no deberíamos contestar que esa casa no existe, pues aún podrían construirse más. Esto podría ser preciso, pero no sería verdad. Aún más, no sería prudente. Y quizá lo que me preocupa es por qué me preocupa ser prudente. Creo que es importante no contestarle a las personas que están enojadas, no iniciar discusiones que nos podemos ahorrar, pero me asusta endemoniadamente que al evitarlas en realidad no las estoy evitando, sólo las estoy guardando para después.
Lo que estoy diciendo es que temo que un día de estos agarre a todos a escopetazos.

Sunday, August 07, 2011

Domingo

El viernes, saliendo del trabajo, vi Super 8. Me gustó. A M. no le gustó. El viernes, saliendo del cine, caminé solo a casa y me encontré a unos amigos en un bar, a M. y a P., me tomé una cerveza con ellos (habíamos acordado vernos un par de horas antes, me los encontré por casualidad en la calle, cuando iba camino al cine) y me despedí. Caminé solo a casa, donde estuve despierto hasta tarde. El sábado me levanté más tarde de lo que me hubiera gustado. Hice un par de llamadas, atendí algunos pendientes domésticos, y el resto del día es una especie de bruma. Pero sí recuerdo que por la noche fui a una fiesta de despedida, de M., otra M., donde me encontré a varios amigos. Moví el bote. Dormí en casa de mis padres. Al día siguiente desperté tarde, de nuevo, leí, vi televisión -pasaban Jurassic Park II, Minority Report, Close Encounters of the Third Kind e Indiana Jones and the Raiders of the Lost Ark, en distintos canales; vi la de Indiana Jones. Comí con mi padre, mi madre y una de mis hermanas. Después, regresé al departamento, atendí algunos pendientes y compré boletos para Midnight in Paris. A E., a M. y a mí nos gustó. Me reí en varias partes. Caminé solo a casa. En diez minutos será lunes.

Wednesday, August 03, 2011

Musée des Beaux Arts, W.H. Auden

About suffering they were never wrong,
The Old Masters: how well they understood
Its human position; how it takes place
While someone else is eating or opening a window or just walking
dully along;
How, when the aged are reverently, passionately waiting
For the miraculous birth, there always must be
Children who did not specially want it to happen, skating
On a pond at the edge of the wood:
They never forgot
That even the dreadful martyrdom must run its course
Anyhow in a corner, some untidy spot
Where the dogs go on with their doggy life and the torturer's horse
Scratches its innocent behind on a tree.

(Primera estrofa).

Monday, August 01, 2011

Lunes

Al salir de la oficina pedalié hasta la peluquería. Esperé mi turno leyendo un poco de las notas de Chéjov (en la edición de La compañía, con traducción y posfacio de Leopoldo Brizuela). Me detuve en estas líneas, pensativo: "Los hipócritas ordinarios aparentan ser palomas; los hipócritas de la política y de la literatura, águilas. Que su aire aquilino no te intimide. No son águilas, sólo ratas o perros". Me pregunté qué tipo de persona soy cuando incurro en la hipocresía, si procuro un aire aquilino o uno palomero.
Me ofrecieron un refresco mientras esperaba, en la peluquería. Pasaban de las siete y media de la noche. Agradecí el ofrecimiento pero lo rechacé, no así el adolescente a quien le cortaban el pelo y por quien más tarde pasó su padre. Extrañé a mi padre, pero no marqué a casa. En la televisión de la peluquería, un noticiero. Entonces Ricardo Cayuela Gally apareció repentinamente, una cápsula de opinión para Milenio TV, afirmando que la izquierda populista no podía llegar al poder pues representaba un peligro para las instituciones. Se le veía molesto. La cápsula duró poco. Sólo escuché esa parte. Ya en casa, con el pelo corto, leí un poco más de Terry Eagleton, pensé en mis amistades, dormí una pequeña siesta, desperté hace rato y ahora estoy un poco como tigre enjaulado.
El cuñado, después de la cena, anota Chéjov: "Todo llega a su fin en este mundo. Recuérdenlo: quien se enamora, sufre, se equivoca, se arrepiente; y quien deja de amar, recuérdenlo también, comprende que ha llegado el fin de todo". La amante del cuñado encanecía. El cuñado aún era muy bello.
Le marcaré a mi padre.
No contesta.

Sunday, July 31, 2011

Domingo

Desperté tarde, en casa de mis padres, la casa estaba sola, vi televisión, leí las partes del periódico que me interesaban, me bañé, me vestí, terminé de leer El rastro, hice algunos apuntes, salí por comida, regresé, vi televisión mientras comía, retomé After Theory, me hice un café, tomé notas, salí a la calle, dejé algunas cosas en el departamento, regresé a guardar el coche en casa de mis padres, recibí una llamada de mi padre, regresaba a la ciudad, lo esperé en casa mientras pasaban Everyone Says I Love You, llegó, salimos a cenar, platicamos sobre Mommsen y Heimito von Doderer, en la televisión del café donde cenamos pasaban Con Air, nos despedimos en la estación del Metrobús, leí un poco más de Eagleton, regresé al departamento, revisé y contesté correos, abrí blogs de gente que conozco, no tengo sueño, no hice nada de nada.

Saturday, July 30, 2011

Sábado

Regreso de la calle. Pasé al Videodromo, no tenían Deliverance. "Está temporalmente desaparecida", me dijeron. Pasé al FCE, una factura. Un helado. Estuve a punto de comprarle unos lentes de broma al señor que vende bromas, en la calle. Esto es lo que hace uno cuando está solo: gasta dinero. "Son los mismos que usa Eugenio Derbez", dijo, "y también tengo este encendedor que echa agua, lo puede probar". O. no está en casa, cuando salí estaba. Me despertó en la mañana, ya casi alcanzando el mediodía. Estoy considerando comer algo pero aún no tengo tanta hambre. Perdí tiempo revisando Twitter y Facebook, quizá por temor a estar solo. Debería responder un correo electrónico. Debería ponerme a leer. Y a escribir. Creo que estoy en el momento más aburrido de mi día. Es breve. Escucho esto.

Tuesday, July 26, 2011

Martes

Comí solo en casa, de nuevo. Sopa, pollo, jugo de manzana. Lavé los trastes. Me sequé las manos. Me acosté en la cama. Leí unas páginas de El rastro de Margo Glantz. Comí viendo hacia fuera, por la ventana, el sol brillaba. Durante la comida me senté en una silla en la que casi no me siento y por lo tanto vi nuevas cosas por la ventana, o al menos durante un periodo de tiempo mayor al acostumbrado. Quizá me senté en esa silla aprovechando que O. no estaba en casa, es la que normalmente usa él. Después de leer un rato me dormí, una siesta breve, y tuve sueños. Los he olvidado. Quizá si me concentro pueda recordarlos. No sería muy interesante.

Wednesday, July 20, 2011

Miércoles

Después de comer me ocupé de asuntos relacionados con mis obligaciones fiscales. Cuando terminé estuve a punto de adelantar trabajo desde la computadora que tengo en casa. Me contuve, alarmado, al tanto de lo que estaba haciendo. En su lugar abrí de nuevo el diario del joven Pessoa y leí un poco más. Leí sobre sus actividades diarias, me impresionó especialmente la resolución que, un día, tuvo: leer dos libros diarios, uno sobre literatura o poesía, otro sobre ciencia o filosofía. Cada entrada que leo del diario de Pessoa es una especie de jaculatoria que me dedico antes de volver al trabajo.

Monday, July 18, 2011

Lunes

Breve siesta a la hora de la comida. Antes de regresar a la oficina leo algunas entradas en el diario de Pessoa. Ha faltado a clases pues hay un examen de geografía, tema del cual no tiene idea alguna. Detesta el trabajo impuesto. Lee constantemente en la biblioteca. Idea argumentos para su Metafísica. Lee Crítica de la razón pura. Lee partes de la Feria de las vanidades de Thackeray y libros de Julio Verne. Planea un poema en contra de la institución del matrimonio. Considera viajar a Londres, pero no antes de hacerse la circuncisión. Hacerlo sin ella, piensa Pessoa, no tendría sentido.

Tuesday, July 12, 2011

Martes

Anoche, camino a casa en bicicleta, después del trabajo, dos perros me persiguieron, uno en una cuadra, otro en otra. Ladraban y corrían. Cuando me detuve para ver qué le ocurría, en cada caso, el perro dejó de ladrar y correr. Leí, hoy por la mañana, antes de regresar a casa, algunas entradas en el diario de Pessoa. Dos de ellas, tras anotar lo que había hecho en el día, finalizaban con un "No hice nada de nada".

Friday, July 08, 2011

Viernes

Antes de salir al trabajo volví a leer un poco del diario de Pessoa. Anoche tuve sueños inquietantes. Anoche, antes de dormir, pensé en leer un poco pero me distraje con la computadora. Anoche, antes de llegar a casa después del trabajo, vi a los muchachos del taller de ensayo. Decir que vi a los muchachos del taller anoche podría dar la falsa impresión de que asisto al taller de ensayo con los muchachos desde hace tiempo, como si fuera una cosa usual. La realidad es que anoche fue nuestra primera sesión. Acordamos vernos en quince días para discutir un adelanto de algo que llevaré o, en su defecto, de algo que llevará alguien más. Por la mañana, después de leer a Pessoa, ya que me tomaba un yoghurt afuera del OXXO de la esquina, me pregunté si no sería feliz casándome con la muchachita que atiende en el OXXO, pero creo que no, que eso no me haría feliz.

Wednesday, July 06, 2011

Miércoles

Me despierto tarde pero con suficiente tiempo para llegar al trabajo a buena hora. En la regadera pienso en que soñé con ella pero en que no puedo recordar con exactitud lo que soñé y que no es lo suficientemente interesante como para escribir una historia a partir del sueño. También, me acaricio el pie, el tobillo, que sigue adolorido. Me visto -un pantalón de pana, el mismo que usé ayer, y una camisa limpia, morada, un suéter negro- y tiendo la cama. Por un momento considero usar los mismos tenis que ayer pero pienso que, por el tobillo, lo mejor sería usar algo con mayor soporte. Entre tanto, O. sale de su habitación y entra al baño: "O.", le digo, "estás aquí". "Aquí sigo, por ahora", me contesta. Antes de salir, alcanzo a leer una entrada del diario de Pessoa donde describe su día, su visita a una imprenta donde revisa las pruebas de un artículo que deben recortar para que pueda entrar en la publicación. A Pessoa, escribe, le parece bien. Salgo al trabajo, no sin abrir el refrigerador para descubrir que no hay comida apta para ser desayunada. Le recuerdo a O. que apague el boiler y bajo a la calle. Me encuentro con una vecina a quien no conocía, una señora que sale del más misterioso de los departamentos que se encuentran en el edificio donde vivo. Nos saludamos, se escurre dentro del departamento. En el OXXO compro un yoghurt para beber. Camino al trabajo, cerca de un centro deportivo, me compro un jugo de naranja que me tomo mientras espero a que se ponga el alto en la avenida. Más tarde, compro un café y lo coloco junto a la computadora, sobre el escritorio, frente al que ya me encuentro y donde continuaré hasta que dé la hora de la comida. Regresaré a casa, comeré, regresaré a la oficina y trabajaré hasta que den las siete, quizá un poco más tarde, dependiendo de los pendientes, como el que me ocupará apenas termine de escribir esto, revisar y editar el texto sobre la obra de Ignacio Uriarte que estaba trabajando anoche y que lidia, precisamente, con las pequeñas, rídiculas pero autónomas actividades del oficinista ineficiente.

Tuesday, July 05, 2011

Con disculpas a L.D.

Se encuentra indeciso de lo que le gusta de ella, si es cuando lo hace reír, si es cuando lo conmueve, si es cuando le habla de cosas serias o si es cuando no se comporta como una mujer infecta. Cuando se comporta como una mujer infecta y él la juzga, se preocupa de que su juicio alcance a dañar la imagen que tiene de la mujer que lo hace reír, de la mujer que lo hace reflexionar sobre el mundo y lo que considera cosas serias, la mujer que lo conmueve y en fin, las mujeres que son ella y de las cuales él quisiera ocuparse, y no así de esa otra mujer que a ratos se comporta como si fuera su enemigo, azotando puertas, truncando conversaciones, arrojando frases dolorosas. Pero son todas la misma mujer, de eso no puede tener dudas, pues su cariño descansa sobre esa certidumbre, y se encuentra indeciso sobre lo que significa su indecisión. Pero se recuerda, por otro lado, que la pureza de corazón nunca se encontrará en las certidumbres sino, siempre, en la duda.

Tuesday, June 28, 2011

El próximo domingo eterno


Termino de ver Menschen am Sonntag (Gente en domingo, de 1930), no en la edición de Criterion sino en la que viene, gratis, con la compra del número 79 The Believer (marzo-abril, 2011) y que tiene una duración de una hora y unos 15 o 14 minutos. El número incluye una introducción a cargo de Jessica Winter, quien no tarda en señalar el pedigrí del filme: Billy Wilder escribió el escueto guión (autor de Double Indemnity, Sunset Boulevard, Some Like it Hot, The Apartment...), fue dirigida tanto por Robert Siodmak (The Killers de 1946 y Criss Cross de 1949) como por Edgar G. Ulmer, de quien Winter destaca Detour, de 1945. El asistente de cinematografía, se nos indica, fue Fred Zinnemann, futuro director de High Noon (1952) y From Here to Eternity (1953).


El filme, de acuerdo a lo indicado al inicio del mismo, sigue a un grupo de actores no profesionales (se presenta como un "experimento" y no se tarda en señalar que los intérpretes, al final del filme, han regresado a sus trabajos normales, como lo hacen los 4 millones de berlineses del año de 1930 al término de cada domingo que esperan con ansia, y como lo seguimos haciendo nosotros, hombres modernos, tras dejar nuestros papeles domingueros). Los no-actores también se desempeñan como trabajadores que descansan de sus trabajos en la realidad del filme: Christl, una actriz que quiere ser extra en un filme; Wolfgang, o Wolf, un vividor (en los créditos de la edición de Criterion se dice que vende vinos, y que, como el resto del reparto, se interpreta a sí mismo); Briggite, dependienta de una tienda de discos y fonógrafos; Erwin, un taxista y Annie, una modelo, que se la pasa el domingo tirada en la cama, a diferencia del resto, que tienen una especie de cita doble en un lago cercano a la ciudad.
Los mejores momentos del filme se encuentran, a mi gusto, precisamente en las estampas de la ciudad real, alejados de la historia, a ratos chusca, a ratos definitivamente aburrida, que le da coherencia al grupo de imágenes: automóviles, trenes urbanos, niños riendo, señoras riendo, hombres riendo, hombres chapoteando en el agua, niños chapoteando en el agua, mujeres chapoteando en el agua, etcétera.
Winter recuerda que, por su momento histórico, de entreguerras, el filme evoca un vago anhelo, una especie de nostalgia anticipada: "...a Berlín se le está acabando la luz del día". Brigitte, hacia el final del filme, le pregunta a Wolf (quien ya ha acordado verse con su amigo Erwin para un partido de fútbol el próximo domingo) si se verán el próximo domingo, con, escribe Winter, unos "ojos hambrientos de una esperanzada anticipación y la despreocupada y joven creencia de que existe un futuro".
Esto que sigue es de "Domingo", una entrada en Las reglas del juego (1948-1955) de Leiris. Es un poco largo pero creo que vale la pena:

"Por mi parte, debo poner mucho cuidado en esto, porque tengo demasiada tendencia a instalarme en la desesperación, a decidir que ahí me quedo y luego no moverme ya; también demasiada inclinación -después de haber sido atraído, en primer lugar, por todo lo 'moderno' [...], todo eso me atraía porque me parecía situarse en el punto extremo de la época y que había para mí, tan rebelde ante la idea de que algún día ya no sería joven, una especie de necesidad de acercarme a las últimas creaciones de la época-, demasiada inclinación a huir románticamente hacia la edad de oro que representan algunas formas de vida pasadas, que pueden ser la infancia (la de antes de la edad llamada 'de razón') o el estado de inocencia que se atribuye (sin haberse metido demasiado en ello) a los primitivos aún no corrompidos por nuestra civilización, incluso a todos los que no participan en nuestro frenesí mecanicista. Si pudiera soportar el vacío y la inacción de un domingo perpetuo, quizás me conformaría con eso. Pero la inmovilidad (incluso la de la felicidad) ya no significa para mí más que monotonía, transcurrir de un tiempo uniforme sin accidentes que obstaculicen mi mirada [...] sin nada de pintorequismo, si no para cegarme al menos para atraer mi mirada e impedir que se dirija directamente a la muerte inevitable que me espera al final de la calle.
[...]
Hoy, finalizada la guerra en nuestro continente y terminada la ocupación, ya no hay nada frente a mí, ni muralla de fuego que atravesar ni puerta opaca que derribar, nada que se levante en mi camino y le impida ir directamente hacia el foso; de suerte que, quizás, jamás me he sentido tan desamparado".

Leiris, tengo algo que decirte: no te equivoques.

Monday, June 20, 2011

Gazapo

Al salir de la oficina fui rápidamente a casa, dejé mi bicicleta, unos libros, y pasé a la oficina de una amiga quien tenía junta editorial. Afuera de sus oficinas, mientras esperaba a que me abrieran, me encontré con un conocido quien, resultó, trabajaba en la misma publicación que mi amiga como corrector de estilo, un trabajo más o menos similar al que realizo en la revista donde trabajo. Entramos juntos al edificio. Nos habíamos conocido unos años antes pues coincidimos brevemente en la Escuela Dinámica de Escritores. Desde entonces nos hemos topado aquí y allá, accidentalmente. Cada que nos vemos nos recodarmos nuestros nombres. Como la junta se prolongó, estuvimos platicando un buen rato sobre erratas, sobre la diferencia entre publicaciones semanales y bimestrales, sobre algunas erratas famosas (en El Quijote) y casos que, consideró, son imperdonables, como las erratas en titulares o apoyos editoriales. El tema no daba para mucho así que después de un rato se despidió y retiró. Yo saqué El silencio de los libros de George Steiner (lo llevaba en el bolsillo) y empecé a leer. Ahora que pienso en todo esto, me viene a la cabeza la frase ingeniosa de un conocido, "He visto las mejores erratas de mi generación". También me acuerdo de ese otro título de Steiner, Errata: el examen de una vida, su autobiografía, y de esto.
Me gustaría ser más simpático.
Tener un mejor humor.

Monday, June 13, 2011

Hay razones por las cuales no converso

Me pregunta Óscar si me he fijado que los alienígenas de antes son buenos pero que ahora siempre llegan a destruirnos. ¿Cómo? Sí, me explica, en las películas, los aliens, cuando llegan en el pasado, siempre es para enseñarnos o darnos tecnología pero cuando aparecen en el presente siempre es para invadirnos. Más o menos en este punto (estábamos en el departamento, yo comía, él entraba recién e inició esta conversación) me di cuenta de que estaba hablando exclusivamente del modo en que se representa a los extraterrestres en ciertas películas de ciencia ficción, y no de los extraterrestres "en la vida real". Por alguna razón todo esto me llevó a decirle: "Pero no siempre". "Ay sí, a ver dime en qué película". "Pues, en Stargate (Roland Emmerich, 1994)...". "Ay, claro que no". "Pues sí porque allí las pirámides... ¿realmente quieres que te explique?" "No", me dijo. "Qué vergüenza", le dije, él reía, "cómo caigo en tus trampas".

Wednesday, June 08, 2011

Plataforma México, número de junio


Aquí la portada del número de junio de Plataforma México. Acciones para una ciudad mejor, una publicación mensual de Periscopio Media S.A. de C.V. (que hace, entre otras cosas, La Tempestad), editada por Lorena Villa Parkman (la versión de Monterrey la hace Karina Estrada). Ya comienza a circular, gratuitamente, en distintos puntos de la ciudad. En portada, miembros de la Galería del Comercio. Desde hace un par de números, en el espacio "La Convivencia" publico una columna de, digamos, interés urbano.

La más reciente se titula Fui al cine (trata sobre cómo fue que fui al cine, el otro día) y la pueden leer a continuación:

Fui al cine...

Es temprano por la mañana y estoy formado en el estacionamiento del Centro Comercial Santa Fe bajo un sol de justicia que ilumina nuestras diminutas vidas y evapora líquidos insalubres. Lo apestoso no merma la alegría de las familias que esperan y que están a punto de desayunar hot dogs, palomitas y refrescos frente a una pantalla para ver la cuarta película en una serie que se ha distinguido por ofrecer lo mismo en cada entrega. Confieso: vine al estreno de Piratas del Caribe: En mareas misteriosas.
En unos minutos una mujer, ya dentro de una de las salas llenadas a tope, nos informará a través de un altavoz que México se adelanta un par de semanas al estreno mundial de esta nueva entrega en la franquicia. Creo que miente. Quizá sólo lo dice para provocar una oleada de gritos y aplausos. Pero antes de que eso suceda, de vuelta en el estacionamiento, una edecán guapa pero malacaruda me explica que todos tienen que usar el paliacate rojo que está repartiendo pues debemos tomarnos una fotografía con las personas que, unos metros más adelante, están disfrazadas como piratas. Tomo el paliacate pero no me lo pongo. La edecán me mira con odio y comprendo que la dimensión de mi rebeldía es ridícula. Esto no está bien: no puedo seguir así, si estoy preparando una reseña de la película (pues vine para verla y reseñarla), debería evitar los grandes prejuicios. Se supone que vine a pasar un buen rato. Pero cuando, más tarde, otro edecán, masculino y musculoso, me dice que aunque lo vea así, aunque esté enojado, insistirá en que debo usar el paliacate rojo sobre mi cabeza, decido que es imposible. La película que voy a ver va a ser un pedazo de mierda. ¿Por qué? Por culpa de los edecanes. Por culpa de todos. Por culpa del petróleo y el capitalismo y la violencia y la vida diminuta a la cual voluntariamente nos hemos sometido.
Cuando, ya en la sala, la mujer del altavoz se calla (¡no sin recordarnos que debemos decirle no a la piratería!) le cede el aparato a un hombre que lleva un paliacate azul quien, nos informa, representa a la marca Swarovksi (“vengo representando a Swarovksi”, dice). Celebrando el lanzamiento de la película, nos explica, se ha colocado, debajo de los asientos, un regalo –y entonces, con voracidad, el público comienza a buscarlo. Cunde el caos. La búsqueda no ha cesado cuando la mujer del altavoz y el hombre del paliacate huyen de la sala (“Quizá debí aclarar que sólo había un regalo”, le escucho decir al hombre). Se apagan las luces. Los niños que seguían buscando el regalo gritan. Ha iniciado la película. Pero algo sucede. Se ve mal. Y está doblada al español. La gente grita: “¡Cámbienle a inglés!”. La gente grita: “¡Se ve mal!” Grita mucho, esta gente. La sospecha recorre la sala: la película está en formato 3D. Nadie tiene los lentes necesarios para verla. Después de un rato se encienden las luces. La gente grita: “¡Trátenos como nos merecemos!” La sospecha de que nos tratan justo como nos merecemos cruza por mi mente. Entonces, un hombre entra a la sala. Es el gerente del cine. Nos explica que a él nadie le avisó pero que la película está en 3D y que nos repartirán lentes (gritos de la audiencia) y que esta dinámica tomará unos minutos más. Antes de retirarse, grita: “¡En breve continuará la magia del cine!”.
La magia del cine inicia unos quince minutos más tarde, el público entra en una especie de coma y entonces viene esta historia sobre un grupo de piratas en búsqueda de la fuente de la juventud… Y en fin, no vean esta película.

Sunday, June 05, 2011

...

Leo a Walter Benjamin. Esto de sus "Notas y textos hasta 1930", recopilado en Sueños:

El hombre no actúa "en vista" de aquello que viene, como si fuese algo que pudiera alcanzarlo, sino, antes bien, "con vista" a lo lejano, a lo cual se amolda. Y por eso consultar los astros -incluso entendido alegóricamente- tiene un fundamento más profundo que cavilar sobre lo inmediato. Pues lo lejano que determina la vida del hombre es la naturaleza como tal, y lo hace tanto más acabadamente cuando aquél es más puro. Podrá la naturaleza intimidar con su más leve seña al que es neurótico, guiar a los demoníacos con los astros, pero ella determina con sus armonías más profundas -y sólo con éstas- sólo a los piadosos.

***
Soñé que temblaba en la ciudad. Le marcaba por teléfono. El teléfono sonaba ocupado.

Monday, May 30, 2011

La Tempestad 78: México, la mirada de los artistas

Ah, número de aniversario. Trece años. Vaya, vaya. Veamos. En Literatura: Como parte de nuestro tema de portada, Sergio González Rodríguez analiza el presente de la narrativa mexicana y su relación con las problemáticas actuales del país. Un cuento inédito en español de Donald Barthelme, "La Cama", puede leerse en la página 130, dentro del "Cuaderno para invenciones", además de poemas de Edgardo Dobry. En Cine: ¿De qué modo confrontan la realidad nuestros cineastas contemporáneos? Carlos Bonfil revisa cintas de directores jóvenes en el dossier "México". "Actualidad del arte" incluye una entrevista con Serguéi Loznitsa, así como reseñas críticas de películas de Cristi Puiu, Mohamed Al-Daradji y Pablo Larraín. Música: El siglo XXI es "El siglo de las compositoras", como hemos titulado otro de nuestros dossiers, donde se aborda la obra de Unsuk Chin, Olga Neuwirth, Kaija Saariaho, Rebecca Saunders y Helena Tulve. En "Estudio" visitamos el espacio de trabajo de Julio Estrada, con quien conversamos acerca de su proceso creativo. Arquitectura y diseño: El Museo Soumaya de Fernando Romero, recientemente inaugurado, es abordado por Nicolás Cabral en "Formas útiles". Por su parte, Alejandro Hernández Gálvez ofrece una reflexion sobre las relaciones entre la arquitectura mexicana reciente y las ciudades del país (p. 118). Artes visuales: Daniel Garza Usabiaga explora, como parte del dossier "México", obras visuales sobresalientes por el modo en que plantean los problemas más apremiantes del país. En "Cuaderno para invenciones", Javier Rivero entrevista a María Lind, influyente curadora que presentó en el Museo Tamayo la exposición Abstracción posible. Artes escénicas: "Violencia y representación", de Rodolfo Obregón, abre nuestro tema de portada con una perspectiva crítica sobre el teatro mexicano contemporáneo. "Actualidad del arte" presenta reseñas de obras de Dave St. Pierre, Heiner Goebbels, Noé Morales y Javier Daulte.

Sunday, May 29, 2011

Tonto National Monument

Qué tonto.
Qué tonto fui.
Si lo fui, ¿lo soy?
Qué tonto soy.
Aunque quizá no es una cuestión de tener o no tener razón.
Qué tonto soy al creer que la razón tiene algo que ver con esto.
Es decir: ¿tiene que ver mi capacidad intelectual en el ser tonto?
Define tonto.
¿Tiene sentido pedirle a un tonto que defina algo?
Define tonto.
Tiene sentido: se es tonto, ocasionalmente. Se puede ser tonto, frecuentemente. Pero no se puede ser tonto todo el tiempo y reconocerse tonto.
Pues es claro que fui tonto.
Pero define tonto.
Tonto es quien para definir tonto necesita un diccionario.
Tonto es quien necesita un diccionario pero no lo tiene a mano.
Tonto es quien quiere definir lo que significa ser tonto y espera a que cargue la página de la RAE antes de definirlo.
Tonto es quien no sabe qué hacer en el aquí y en el ahora.
Tonto es quien siente lástima por sí mismo.
Así pues: quizá no es que sea un tonto.
Quizá soy un pendejo.
Define pendejo.
Pendejo es quien al esperar a que abra la página de la RAE abre la página de la Wikipedia como quien abre una página de horóscopos.
Pendejo es quien en lugar de buscar la definición de pendejo, cuando es lo que necesita, pues lo necesita, pues todo pendejo necesita algo, lee un modo de explicarle a un pendejo lo que es un tonto: "Eres medio tonto con las mujeres" podría aplicarse a un hombre inteligente, pero que por timidez comete errores con las mujeres. Lee también, en la Wikipedia: Así mismo "eres un completo tonto" se usaría para señalar a quien toma siempre la opciones o decisiones incorrectas. Lee también: "Poco tonto" se usa para quien por medio de tonterías se sale con la suya.
Quizá soy un poco tonto.
Pero definitivamente soy un pendejo.
Y ante todo esto, ¿qué?
¿Qué de qué, pendejo?

Friday, May 27, 2011

Puentes colgantes

Dormí con la ventana abierta, soñé que emprendía una carrera de obstáculos. La pista, una serie de puentes colgantes y redes, estaba construida en el interior de una casa, en una gran sala. Había candelabros y alfombrados, como si fuera un salón de conferencias en un hotel que intentaba pasar por lujoso. Competía contra una persona disfrazada como un hombre de la realeza quien, al inicio de la competencia, caía en una de las trampas de la pista. Al caer sobre el alfombrado su cuerpo se rompía como si estuviera hecho de barro pero, de inmediato, los fragmentos se evaporaban, dejando atrás pequeñas nubecillas de polvo marrón. Los tablones de los puentes colgantes se abrían apenas uno los pisaba. Comprendí, entonces, que para hacer el recorrido debía avanzar agarrado de las cuerdas que los suspendían, como si fuera una changuera. Desperté mientras avanzaba.

Wednesday, May 25, 2011

En la librería

A punto de dar las 6.00 a.m. Soñé que, como había faltado a la boda de una amiga de infancia, sus padres me pedían que los acompañara a cenar. Una serie de complicaciones me lo impedían, complicaciones familiares. Todo esto sucedía de noche y tiene su espejo en la realidad, relativamente; el fin de semana pasado no pude asistir a la boda de una amiga de infancia por cuestiones laborales. También soñé que era el último en salir de una oficina que a la vez era una casa humilde que se encontraba en provincia. Tengo una idea vaga de lo que esto significa. No es importante. También soñé, para variar, con una librería, creo que basada en el Péndulo que se encuentra en la colonia Condesa. Me encontraba allí con mi hermana, no la mayor, la otra (la noche anterior había soñado con la mayor), me ayudaba a encontrar una edición del único volumen de las aventuras de Tintín que, en la realidad de mi sueño, yo no poseía. No lo encontrábamos. Al menos, no precisamente. Encontrábamos versiones en francés, lengua que yo no conozco. Luego encontrábamos engargolados con los diálogos traducidos del francés al inglés y al español pero los engargolados no traían imágenes, sólo eran fotocopias. "Quizá me convenga más comprar esto", le decía a mi hermana, mostrándole otro volumen que prometía reunir material inédito relacionado con Tintín, incluyendo imágenes de producción de distintas versiones fílmicas basadas en el cómic. Este volumen también mostraba la relación entre las aventuras de Indiana Jones (otro de mis héroes de infancia) y las de Tintín. En mi sueño, entre las explicaciones, se mostraba una serie de escenas que se llevaban a cabo en escenarios que ocurrían dentro de las aventuras de Tintín (desiertos, montañas nevadas, cañones; recuerdo especialmente la de un espejo enorme, curvo, que se encontraba incrustrado en la boca de una cueva, en el interior de un cañón; recuerdo también la representación de una serie de gorilas que esperaban, sus ojos rojos como la cereza de un cigarro, sentados a la orilla de un río de lava). No sé si lo que voy a decir a continuación también lo soñé o si, al contrario, lo pensé entre sueños, ya más del lado del mundo de la vigilia. Y es que se me hacía claro, pero no recuerdo dónde, insisto, que corría un río oscuro detrás de esta búsqueda, donde se hermanaba la producción de Hergé y la de Karl May, el autor, se dice, favorito de Hitler. Más sobre esto, acá.
En mi sueño tenía toda la intención de comprar el libro. "Pero está muy caro", me decía mi hermana. Eran, recuerdo, 300 pesos exactos. Recuerdo, también, que buscábamos el X'ed Out de Charles Burns y que no lo encontrábamos.
6:09 a.m. Me voy a correr.