Monday, January 31, 2011

Leyendo


"La lectura de la novela", leo en El último lector de Ricardo Piglia, "es un espejo de lo que la vida debe ser; es el síntoma de Madame Bovary [...] En esa lectura extrema está el paso al bovarismo: querer ser otro, querer ser lo que son los héroes de las novelas". Esto del bovarismo, "la ilusión de realidad de la ficción como marca de lo que falta en la vida", me recuerda el modo en que Elif Batuman expone en su The Possessed, en el capítulo que le dedica a Los demonios de Dostoievski, la idea de René Girard en torno a la mímesis -también a través de Madame Bovary, quien, amando a León, en realidad busca convertirse en las heroínas de las novelas que lee; a través de Anna Karenina, quien, como Bovary, no se libra de sus deseos (mal colocados) hasta que pasa por algo terrible (la muerte por arsénico o por una dósis de vías de tren).


Como Piglia, Batuman también menciona al Quijote como un signo más de bovarismo o de enfermedad pero atiende especialmente al Stavogrin de Los demonios "-cuyo nombre combina el griego stavros (cruz) y el ruso rog (cuerno), sugiriendo el Anticristo- como el caso del mediador definitivo: quien no tiene deseos".
Batuman pasa un buen rato hablando de su propio Stavogrin, un antiguo compañero de posgrado con quien estaba, ella y sus amigos, obsesionada. Un día, cuenta, después de acostarse con él para descubrir que ya no la trataba igual, lo confronta. Al hacerlo, cuenta Batuman, "él dijo que mi obsesión con él era un signo de enfermedad. No puedo curar tu carencia metafísica, me dijo molesto. No puedo hacer nada por ti. Lo único que puedo es hacerte sentir miserable [...] Crees que soy diferente a ti; crees que tengo algo que no posees. Pero no somos diferentes. Tú y yo somos muy parecidos -somos exactamente iguales".
Posteriormente, el compañero de posgrado se eleva sobre sus propios deseos y se convierte en monje. Un final feliz.
Un poco más adelante, Batuman concluye:
"A final de cuentas, esto es lo que resulta tan hiriente del girardianismo: hace del amor algo completamente inútil. La curiosidad y la empatía que provoca el amor, que yo encontraba tan valiosa, eran descritas como fallas de la naturaleza humana. La motivación que nos lleva a cometer errores generosos, que yo consideraba los únicos modos de escapar de la prisión del egoísmo y la inercia, se transformaban así en una forma de egotismo".
No he leído a Girard pero recuerdo que amigos, como Jesús Salazar, lo hacían en la universidad. Hablando con algunos de ellos tuve la impresión -pero esto se debe, quizá, sólo a que no entendí bien- de que se trataba, Girard, de un académico preocupado por obtener una conclusión cristiana: Girard buscaba, de algún modo, hacer ver que si de imitar algo se trata, en realidad convenía imitar exclusivamente a Cristo, pues el resto de los modelos, por bellos que fueran, siempre se representarían como una ilusión. A través de Girard, como con Nietzsche o Freud o Marx, puede terminar sospechándose de todo -aunque para Girard hay un truco, creo: poner en Cristo una garantía.
Aún así, debo decir que es interesante cómo Batuman consigue mostrar la exageración de esta postura. Hay cosas valiosas, creo, que deben ser imitadas de la literatura. Es algo que siempre me ha gustado de ella: es un modo de aprender sobre la vida, de tener experiencia. Concluye Batuman:
"La empresa girardiana comenzó a parecerme hipócrita. Si Girard tenía razón sobre la condición humana, en realidad lo único que podemos hacer, lo único apropiado, es detenernos, dejar lo que estamos haciendo, todos, ahora mismo. Si las novelas eran realmente lo que decía, entonces su producción debía detenerse. Lo único que necesitamos es una novela, y todos deberíamos leerla y percatarnos, como San Agustín, que las premisas básicas de la narración literaria -el amor y la ambición- sólo nos pueden ofrecer miseria. Deberíamos abandonar nuestra intención de convertirnos en académicos: ¿para qué los necesitaríamos en un mundo donde el conocimiento, el aprendizaje y el concepto de la diferencia resultan poco más que un espejismo?"
Vale la pena leer como vale la pena aprender de las experiencias de los demás, tener amigos, escuchar consejos, decir obviedades, percatarse de que no hay divisiones reales entre la ficción, lo que aprendemos de ella, y la realidad; realidad hay una sola. Me embrollo. Me confundo. ¿Pero no es ese el punto?
Leeré con mayor atención.

Thursday, January 27, 2011

Fragmento de conversación

[Escuchan Marta tiene un marcapasos, de los Hombres G, en la oficina]
Guillermo: "...lleva un pasajero..."
Óscar: ...
Guillermo: El octavo pasajero.
Óscar: Chale.
Guillermo: Sí sabes, ¿no?, que si gritas en el espacio, nadie puede escucharte.
Óscar: Oye, pero, las explosiones en el espacio, si no hay oxígeno, ¿cómo le hacen?
Guillermo: ¿Tú dices como las de Star Wars?
Óscar: Simón.
Guillermo: No sé.
*Ríen*
Guillermo: Oye pero, ¿y el Sol?
Óscar: No pues... ese sí es otro pedo.
Guillermo: Sí sabes lo que va a pasar, ¿no?
Óscar: ¿Qué? ¿Que se va a apagar?
Guillermo: No. "Fragmento de conversación".
Óscar: No.
Guillermo: ...
Óscar: El maestro de la descontextualización.
*Guillermo abre el Blogger*.

Tuesday, January 25, 2011

Supermercado

Anoche que fui al Superdrama a comprar un cartón de leche y bolsas de basura la cajera le pedía a la supervisora subir a donde supongo se encuentran los baños para las cajeras:
-¿Puedo subir?
-¿No acabas de subir?
-Sí, pero mi organismo me lo pide.
-Toma menos agua.
Etcétera.

Monday, January 24, 2011

Una historia edificante

No recuerdo cómo se llamaba. Quizá Sotirios. Lamentablemente, no es importante para el objetivo de esta historia. Me percaté de la existencia del posible Sotirios durante una conferencia de prensa unos días antes de que nos volaran, a mí y a los reporteros (yo no soy, en realidad, un reportero) de Atenas hacia Messinia, el verano del año pasado. Estaba sentado junto a una persona que parecía importante y que estaba diciendo cosas que seguramente eran, también, muy importantes para comprender la naturaleza de la aerolínea griega que sería parte, en un par de días, de un conglomerado mayor de aerolíneas. Sotirios veía a la audiencia, en silencio y, creo, un poco aburrido.
Pero quizá sólo se encontraba en paz, trabajando. Finalmente, a pesar de estar rodeados de turismo, todos estábamos trabajando. Incluso cuando subimos al avión de hélices rumbo a Messinia nos costó trabajo deshacernos de la amabilidad y las normas sociales que, en definitiva, no acompañan a la mayoría de los turistas, pero sí a la mayoría de los oficinistas (las que vuelven a las personas un poco serviles). Mi asiento estaba hasta la cola del avión, junto a Sotirios. Como ya nos habíamos familiarizado y topado en varios eventos, nos vimos obligados a entablar una conversación. Quizá ahora sea el momento de revelar que descubrí, durante este viaje, un truco: si uno ofrece al escucha (o, para exagerar, al interlocutor) algo con lo que, supuestamente, uno cree que lo puede entender, superará la desconfianza general que uno provoca cuando parece estar poniendo atención. Caso en cuestión: descubrí que tanto los reporteros de viajes que iban en este viaje y los ejecutivos de aerolíneas viajaban mucho, quizá por eso a la mayoría -cuando me veía en la necesidad- los atendía inicialmente con la pregunta: "¿Y no has visto esa película con George Clooney que se llama Up in the Air?" Y en seguida, cuando la mayoría decía que no (es probable que no hayan tenido tiempo, de tanto viajar, no lo sé; o, como llegué a fantasear, sí la conocían pero preferían decir que no) aseguraba que me recordaba un poco lo que había visto hasta entonces -vidas minúsculas que se llevan en las maletas bien acomodadas de personas que parecen estar a gusto con sus decisiones. Por supuesto, era irrelevante si la habían visto o no, la cuestión era no estar obligado a decir algo así como: "Ah, y, tú, ¿para qué medio escribes?", etcétera, y poder agregar algo que sugiriera a la vez que, bueno, no sólo estaba interesado sino que era capaz de verlo todo un poco desde fuera, por encima de la esfera laboral y, por tanto, con un pequeño aire personal. Creo que tener aires personales es algo importante.
Quizá por la duración del vuelo y porque se sentía más relajado -para él, finalmente, el viaje a Messinia funcionaba como un descanso pagado por la compañía- Sotirios decidió continuar con el tema de las vidas minúsculas que se gastan en tránsito y me contó una anécdota. Unos cuantos años atrás, trabajando para otra aerolínea, vivía en Houston, Texas. Y en Houston, Texas, se aburría mucho. (Por alguna razón me acordé de lo que dice Canclini sobre los supuestos no lugares, como los aeropuertos; lo que dice es que, bueno, finalmente, no son no-lugares para las personas que trabajan allí diario; pero, ahora me pregunto, ¿no es también el estar en un lugar diario un modo de no estar? No, me contesto, no lo es, no necesariamente). Y como se aburría mucho, Sotirios, ¿o era Nicolaus?, en ocasiones con sus compañeros de casa -otras tres personas que también trabajaban para aerolíneas- tomaban un vuelo en la noche hacia otra ciudad para tomar un trago. En ocasiones, el trago lo tomaban en el aeropuerto al que llegaban. Así, voló a, creo recordar que dijo, varios aeropuertos de distintas ciudades (estoy seguro que mencionó Chicago pero no quisiera aventurarme a enumerar otras ciudades que "conoció" de este modo). Regresaban la misma noche. Supongo que en el momento -como era el objetivo- lo que más me sorprendió fue que, en ocasiones, Sotirios y sus colegas decidían no salir del aeropuerto. Aún me parece una buena anécdota sobre cómo somos capaces de buscar entretenimiento incluso cuando de antemano sabemos que nuestra elección no es la mejor que podríamos tomar -en múltiples ocasiones me he encontrado, en una escala menor, en la misma situación: paseando entre los anaqueles de librerías o videoclubes buscando algo que me llame la atención, o yendo a ver una película porque no se me ocurre otra cosa mejor que hacer (o, ay, peor: porque se me ocurre algo mejor pero de antemano sé que no es algo que esté dentro de mis posibilidades).
Pero, a la vez, creo que Sotirios -o como se llamara- estaba siendo sincero. Es decir: creo que realmente se sentía solo y había aprendido a tolerarlo a fuerza de buscar los placeres de las pasiones tristes -entre ellos, contar historias sobre lo solo que estaba pero a la vez sobre lo acostumbrado que estaba a sentirse solo.
En el hotel de lujo en el que nos hospedaron, creo que accidentalmente, nos dieron villas contiguas. Cuando entré a la alberca de mi habitación -helada, al aire libre, y a la que podía accederse desde la sala de televisión (el primer aparato que encendí cuando llegué)- pude ver que Sotirios estaba haciendo lo mismo. Nos separaba una barda. Lo saludé. Me contestó de regreso. Y no dijimos nada más.

***

Me acordé de esto por un fragmento de Confido, un cuento de Vonnegut que trata sobre un invento que junta, dice el inventor, lo mejor de dos mundos: la televisión y el psicoanálisis. Lo leía ayer en el Metrobús:

-¿Qué es lo que verdaderamente desea todo el mundo, casi más que la comida? -preguntó tímidamente Henry, enseñándole a Confido por primera vez [a su esposa]. Era un hombre alto y rústico, tan tímido en general como las criaturas del bosque; pero algo lo había cambiado y lo había vuelto apasionado y de voz fuerte-. ¿Qué es?
-¿La felicidad, Henry?
-¡La felicidad, desde luego! Pero, ¿cuál es la llave de la felicidad?
-¿La religión? ¿La seguridad, Henry? ¿La salud, cariño?
-¿Cuál es el anhelo que ves en la calle, en los ojos de los desconocidos, en los ojos de cualquier a quien mires?
-Dímelo tú, Henry. Me rindo -respondió Ellen, impotente.
-¡Alguien con quien hablar! ¡Alguien que verdaderamente los entienda! Eso es. -Henry agitó el Confido por encima de su cabeza-. ¡Y esto es eso!

***

Creo que esto es eso.

Tres

Tres cosas más o menos tristes que vi camino a la oficina:

1. Un oficinista sentado en su coche comiendo tacos. Se chupaba los dedos, llevaba corbata y camisa azul, se veía a punto de pasar la barrera de los cincuenta años y los tacos se los habían servido en un plato de unicel.

2. Un Audi color negro sobre cuya mugre alguien había trazado el siguiente mensaje: "Santi, te amo". La representación de un corazón atravesado por una flecha enmarcaba el recordatorio.

3. Una señora que se bajaba con dificulta de su automóvil. Asumí que se dirigía a La casa de los ángeles, a una cuadra, pues llevaba uno de sus folletos en la mano.

Estoy muy preocupado por todos ustedes.

Wednesday, January 19, 2011

"Soon enough you'll get bored"

John Baldessari en entrevista, sobre su rutina:

I've always structured my day in the same way wherever I can -get up around five, read for a couple hours, and then make breakfast. I get to my studio around ten a.m. and stay there until six or seven. Even if I don't do any work, I just like to be there. To me, it doesn't matter if you spend four out of five days cleaning the place -soon enough you'll get bored of doing that and actually create something.

John Baldessari en entrevista, sobre trabajar en su estudio:

I'm not here five days a week, I'm here seven. I'm separated and the children are gone, so it's not like I'm upsetting anyone by being away so much.

John Baldessari en entrevista, sobre qué hace por las tardes:

When I get home in the evening, I cook dinner, do the dishes, watch a couple of movies, and maybe read a little. Then I go to bed, wake up, and do the same thing. I'm a real bore, but I wouldn't have it any other way.

James "Jimmy" Joyce & Nora Barnacle

Historia del judío errante

Me informé sobre él. Se le suponía extranjero sin que nadie pudiese decir exactamente de dónde venía. Iba, así, con un parche en el ojo, despechugado, esquelético, ciñendo una especie de faja que le llegaba hasta los pies.
No hablaba con nadie y nadie podía jactarse de haberlo visto reír; dormía sobre la paja en un granero y comía como los animales. Sin embargo, parecía tener el monedero lleno, y muchos desdichados de la ciudad no podían más que alabar su prodigalidad. Era temido por doquier cual si de un brujo se tratase, y poco me falta para ver en él alguna encarnación del doctor Fausto, cumpliendo sobre la tierra un nuevo viaje de expiación; empero, el posadero me aseguró que se trataba del Gran Mogol en persona, que viajaba de incógnito.

Matthew G Lewis parafraseado por Antonin Artaud citado por Michel Blancsubé en la página 74 de "Los iniciados", La Tempestad 16: Edición semestral de Artes Visuales. Verano de 2008.

Sunday, January 16, 2011

Como si estuviera viendo la televisión

Empiezo a leer algo, aquí en la red, y abro otra pestaña para ver si encuentro algo más interesante en otro sitio. A veces, como ahora, en lugar de regresar a la ventana donde estaba leyendo tal cosa o donde estoy intercambiando mensajes de texto con alguien a través del Messenger, decido abrir la ventana de Blogger, borrar el spam que me ha llegado y escribir unas cuantas líneas.

Monday, January 10, 2011

Una nueva regla

Reconocer que uno tiene suficientes libros o al menos considerar que comprar más libros sería, en este momento de tu vida, impráctico debido a la cantidad de libros que uno ha iniciado y dejado a la mitad, no porque sean malos libros -es rara, muy rara, ¡rarísima!, la ocasión en que hoy en día te permites comprar malos libros- sino porque te has vuelto distraído e inquieto, te aburres fácil pero no es culpa, no, de los libros, es culpa de otra cosa, un poco vaga y difusa, un asunto que tiene que ver con el estado de tu alma y una concentración excesiva en cosas que, ciertamente, no merecen esa atención (el presente inmediato, la hora de la comida, la idea de una vida que no vale la pena, Facebook, Twitter, los blogs, el entretenimiento chatarra que destruye almas) y en fin, es suficiente, especialmente ahora que comienzan a apilarse en este escritorio, acumulando polvo, provocando tos, los libros.

Thursday, January 06, 2011

...

En su sueño se refugiaba en una casa. Barricadas. Puertas y ventanas tapiadas. Afuera una horda de seres que eran una combinación de hombres, perros y zombies. Había más gente dentro de la casa. Él, me contaba, era el único que sacaba las pistolas para defenderse. "Que se mueran los otros pendejos".

En mi sueño, otro día, el de ayer, me hablaba para pedirme ayuda pero la llamada entraba directo al buzón de mi celular. Se había ido en taxi y me había quedado con el pendiente de que llegara con bien a su destino. Voz acongojada, en el correo de voz. La angustia experimentada: marcar de vuelta y no encontrarla. Estructuras de hormigón y vidrio. Desperté con dolor de estómago.

Los vecinos tienen fiesta.

Todo el día.

Frente a la computadora.

Tuesday, January 04, 2011

"Qué hice en mis vacaciones"

Viajé con mi familia. Fui al mar. Me revolcó una ola. Subí unos 10,000 pies a un volcán y vi el primer amanecer del año. Luego descendí en bicicleta. Tengo una fotografía que lo prueba. Parezco la Hormiga Atómica, en ella. También: aproveché el tiempo -aunque también lo desaproveché, si se mira por otro lado- leyendo algunas, pocas, cosas; el desaprovechamiento está -descubrí a mi regreso- en que olvidé un par de libros con los cuales tenía una obligación laboral pero, en fin, estando fuera conseguí desconectarme de esta cosa que es la vida laboral, aunque no del todo, tampoco. En el vuelo que me llevó a mi destino terminé Dangling Man de Bellow, el único libro que he leído del autor (hace tiempo lo intenté con la recopilación de sus cuentos que sacó Penguin, pero no pude). Me entusiasmó lo suficiente (no sé por qué lo pongo así, con tan poco entusiasmo, cuando es un buen, buen libro) como para reafirmar la idea de seguir leyéndolo y comprar el volumen recien publicado de cartas. Creo que no estoy para hablar ahora de Bellow. Sólo anotar que empece también The Victim pero lo interrumpí para leer un libro que, sabía, debía regresar a su dueña a mi regreso, Contra el cambio, de Martín Caparrós.


Según me cuenta Abel, no es tan bueno como Una luna, que no he leído. Pero está bueno, eso sí. Y es chistoso. Y pone a pensar, sobre todo en cuestiones de fe y creencia. Quizá a uno pueda cansarle la constante sospecha y el escepticismo, especialmente en los pasajes donde la retórica (en un sentido de, digamos, florituras) le gana al argumento. En mi caso debo decir que me asusta encontrar textos, como este, donde reafirmo mis principios, especialmente respecto a aquella cantaleta que me traigo desde hace tiempo -desde preparatoria, a saber- que consiste en sospechar del ecologismo y de recordar la posibilidad de un "fascismo escológico" (algo que le escuché decir a uno de mis profesores de preparatoria, según recuerdo), especialmente cuando Caparrós habla de la carga que tiene el adjetivo "negacionista" (y de la imprecisión que supone el aplicarlo no a hechos históricos sino a hipótesis científicas) y también, aunque como de pasada, cuando señala que el mismo científico cuyas investigaciones dieron pie a centros dedicados a analizar el calentamiento global fue el que dio pie a la pseudociencia detrás del racismo nazi. Es demasiado tarde para copiar el pasaje de Caparrós donde leí esto, pues se lo he devuelto ya a la persona a quien debía devolvérselo.
Recuerdo otro pasaje interesante donde Caparrós ataca no la idea del ecosistema (hago esa precisión pues me acabo de dar cuenta) sino la idea de que el mejor argumento, el más persuasivo, para que los humanos defiendan este ecosistema ciertamente no es que vaya a desapecer un animalito en particular. Y es verdad: a mí me viene dando igual si se desaparecen los osos polares de la Tierra, tanto como a la Tierra le vino dando igual si desaparecían los dinosaurios. Me importa más que muera gente (y ya es decir mucho, esto). Es una cuestión de empatía muy sencilla, creo: nos (¿o me?) vale madres. Lo interesante era ver, en el modo en que lo expone Caparrós, que estos argumentos que se basan en la pasión nomás no jalan cuando se les pone a prueba. ¿Por qué preocuparnos porque desaparezca una especie si hay tantas otras?
Me quedé pensando en esto un rato y en cómo quizá a Caparrós le vendría bien tomar en cuenta, sin exigirle volverse un San Francisco de Asís, investigaciones sobre gestos de empatía entre animales. Aunque, por otro lado, quizá esto ayudaría sólo a subrayar su argumento: no todos los animales merecen nuestra consideración sino sólo aquellos que se parecen más a nosotros.
Me acordé, no sé muy bien por qué, de este asunto (una jerarquización imposible sobre la valía de los animales no humanos; quizá porque, creo recordar, Caparrós afirma algo así como que lamentaría más la desaparición de una cultura que la de un tipo de mosca) al leer esto de Néstor García Canclini, a propósito del proyecto del "Patrimonio Mundial Cultural y Natural" de la UNESCO:

"Las dificultades para elegir los sitios que merecerían reconocimiento, y rechazar otros, se manifiestan con todos los tipos de patrimonio, pero son menos inquietantes cuando se trata de bienes históricos con largo prestigio. Los criterios se tornan más inseguros al consagrar ciudades modernas, como Brasilia y la Ciudad Universitaria de Caracas o la de la UNAM, en México, ya integradas a la lista de Patrimonio Mundial.
Las incosistencias acumuladas llevaron al Comité que toma las decisiones a usar 'parámetros cambiantes', y finalmente, en 2005, a formar una comisión por filósofos, antropólogos, sociólogos y semiólogos para discutir los conceptos de patrimonio mundial y obras de valor universal excepcional. El propio documento de convocatoria reconoce que en las primeras décadas se privilegió 'la valorización estética' o 'la autenticidad', luego se criticó el eurocentrismo de las decisiones consagratorias y ahora se busca hacer visible 'la pluralidad de las culturas'. La trayectoria vacilante de la UNESCO hace pensar que, como vimos a propósito del arte, la pregunta más pertinente no sería qué es el patrimonio sino cuándo hay patrimonio. A partir de esta reformulación, ¿tiene sentido hablar de un patrimonio mundial? Quizá sería más fácil atribuir la condición de patrimonio de la humanidad a la UNESCO -o a otros organismos planetarios, como las Naciones Unidas o el Banco Mundial-, por su aspiración a ocuparse de lo que es común a todos. Pero, ¿por qué elegir la Casbash de Argel, la ciudad de Ouro Petro o la tumba tracia de Kazanlak, arraigadas cada una en culturas particulares? Cuesta aceptar que se las eleve a rango mundial".

Esto está tomado de La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia, que también me prestaron.


Lo empecé a leer en el avión -después de leer el de Caparrós- y sigo leyéndolo. Me gusta ese gesto que tiene hacia el final a la paradoja del catálogo de catálogos. Me gusta también el eco que esto tenía con el texto de Caparrós respecto a la idea ilustrada de catalogar todo -y pienso, una vez más, en el Juez de Blood Meridian y su obsesión, maligna, de comprenderlo todo para, así, dominarlo todo.
Y ahora, para terminar esto, un pequeñísimo catálogo de cosas extrañas que vi en uno de los aeropuertos por los que pasé, brevemente:
1. Una máquina parecida a un cajero automático donde podías pagar las emisiones de CO2 del avión en el que viajarías.
2. Un video de la aerolínea donde en lugar de pasajeros a los pasajeros se les llama "clientes".
3. Un video de la aerolínea donde en lugar de agradecer por elegir este medio de transporte, agradecían por haber elegido hacer negocios con ellos.

En el café

-Ah, mira, leo que los de Marvel van a matar a uno de los 4 Fantásticos.
-Ojalá sea a la Mole.
-Por feo.