Monday, October 31, 2005

Guillermo Núñez

Me siento feliz de volver al trabajo. Tal vez porque trabajar para mí significa levantarme a las nueve, a veces más tarde, entrar a las diez, beber café y darme unas vueltas por la red. Es verdad que de vez en cuando hago algunas cosas útiles, pero no es algo que me gusta presumir; la gente que lo hace, que muestra afanosamente las cosas que han hecho, me recuerda a los niños que le gritan a sus padres, desde el baño, que ya han terminado.
Hace tiempo dormí con tres hombres en el cuarto de un hotel de Xalapa. Dos de ellos eran de mi edad. Uno de ellos olía muy mal y roncaba por las noches. Ninguno se cambió la ropa que había utilizado durante el día para dormir. Aquél día, al llegar a Xalapa, lo primero que hicimos después de llegar al hotel fue bajar al bar a jugar dominó y beber unas cervezas. Después, salimos a comer en una pequeña fonda. Recuerdo que uno de ellos se llamaba Daniel y el otro Alejandro, o probablemente Benjamín. No consigo acordarme del nombre del mayor de ellos, pero sé que su trabajo consistía en visitar escuelas rurales para hacer un reporte del sistema educativo y de su nivel. Era una buena persona. Benjamín (o Alejandro) alguna vez, recuerdo, hizo una escultura a partir de un molde de yeso de su dentadura. Los cuatro escribíamos.
Después de comer dimos una vuelta por Xalapa (estábamos matando el tiempo para que diera la hora en que visitaríamos a Sergio Pitol) y nos metimos a una librería de viejo. Ahí, entre otras tonterías, encontré un libro de un escritor que se llamaba Guillermo Núñez. A todos nos pareció gracioso, pero no tanto. Ya había visto alguno de sus libros, pero en un viaje en crucero que hice con mi familia a Costa Rica. Escribe pésimo. Creo que también es pintor.

Immanuel Kant

Hace unos años Adriana le pidió a Guillermo que le explicara unos pasajes de la Crítica de la razón práctica de Kant. Probablemente fue de la Crítica de la razón pura, no lo recuerdo, en todo caso fue de alguna de las dos. Lo que sí recuerdo es que para sorpresa de ambos, cuando se sentaron en las butacas del Vips para platicar el asunto, no había mucho que explicar en parte porque Adriana sabía muy bien lo que quería decir Kant, en parte porque Guillermo no sabía muy bien explicar lo que quería decir Kant, pero sobretodo porque Kant, además de ser impresionantemente árido y aburrido (o tal vez precisamente por eso), era muy claro.

En la misma hoja donde elaboraron unos diagramas para distinguir los juicios sintácticos y los juicios estéticos de los otros, de los que no me acuerdo, hicieron un dibujito de un vampiro sonriente.

Años más tarde Adriana y Guillermo se encuentran frente a frente, borrachos, o ligeramente borrachos, o actuando como si estuvieran borrachos, en todo caso ella menos borracha que él pues él no puede retener demasiado alcohol. Y están platicando. Y escuchando música. Y lo hacen en compañía de amigos que no son tan amigos como lo son ellos. En algún momento dado, platican sobre Kant, pero no en un sentido pedagógico ni especulativo, sino despectivo porque, vamos, Kant es de hueva.

Por alguna extraña razón, la gente cree que cuando un escritor se vuelve exitoso, entra al Olimpo literario y sale a pasear con sus amigos escritores, a pasarla bien, de una manera en la que nadie más podría hacerlo; la misma extraña razón que le hace creer a algunos que Julia Roberts es íntima de Nicole Kidman o de Cameron Díaz; que Mel Gibson le habla a cada rato a John Travolta, y que, de vez en cuando, se pican el ombligo. ¿Por qué Kant es tan prestigioso? ¿Por qué está ahí, en el imaginario colectivo? ¿Cuántos amigos tendría Kant? ¿Le pesaría su soledad? Me cuesta trabajo creer que estuviera por encima de ella.

Hace poco un alumno de la preparatoria me saludó, lo saludé y vi que llevaba una sudadera con el símbolo de Le Mans Academy, en la que cursé el segundo año de secundaria, hace unos nueve años. Emocionado, como si fuéramos parte de un mismo club, le dije: “¡Fuiste a Le Mans!”. Y él: “¡Sí!”. Y yo: “¡Yo también!”. Y él: “¡Qué bien!”. Y luego: “Pues qué bien”. Y también: “Sí, qué bien”. Y esto otro: “Con el Brother Shaun y todos ellos”. “Sí, sí.” “¿Quiénes fueron tus preceptores?”. “Pues había uno gordo, de barba…” “¡Claro! ¡Que tenía una serpiente en su cuarto! ¡Mr. Tharp!” Y él: “¡Sí, él! ¡Y Mr. Torrijas!”. Después nos callamos y nos observamos con detenimiento, pues sabíamos que no era la gran cosa. Aún más, sabíamos que era una cosa terrible. No deberían existir lugares en la tierra como Le Mans, pues nos joden un buen rato haciéndonos creer que la ética kantiana es una buena cosa.

Se trata de uno de mis mejores alumnos. Me da gusto ver, en clases, que tiene buenos amigos.

Thursday, October 27, 2005

Ernest Hemingway

Le pregunté a Julio Hubard, hace un par de años, si podía leer una serie de cuentos que había escrito. Fue muy amable cuando me dijo que sí. Una o dos semanas más tarde me invitó un café para platicar al respecto. En el café, a unas cuadras de su casa, recuerdo, había una niñita de unos cuatro años que estaba jugando en el suelo. Hubard me dijo: "A ver, patéala". Había un cuento en el que el personaje, un tipo que se llamaba Guillermo, confesaba o pensaba en cómo, en ocasiones, cuando veía niñitos pequeños sentía ganas de patearlos. Después, cuando nos sentamos, extendió su mano y me dijo: "Mira cabrón, es: pulgar, índice, cordial, anular y meñique". Lo decía porque en otro cuento que escribí, el personaje, que también se llamaba Guillermo, y que era muy similar al personaje de la mayoría de los cuentos de aquella serie, se preguntaba cómo se llamaba "el dedo de en medio". A la fecha no sé si esas aclaraciones me las hacía o no en serio.
La nariz de Hubard tiene el tabique delgadísimo y la punta como una bola. Practicaba box, lo cual también explica la forma de sus orejas, que eran pequeñas. Las orejas de los boxeadores, como seguramente Hemingway sabía muy bien, se llenan de sangre y cartílago tantas veces que eventualmente se deforman y endurecen. En eso pensaba cuando platiqué aquella tarde con Hubard, y en que a mí también me gustaría ser un escritor de esos, de los machos, de los de bigotes, de los que salen y viven experiencias que merecen ser contadas, cosas que suceden en España o durante una guerra; escritores que escriben de seis de la mañana hasta el mediodía y que después levantan pesas o juegan futbol americano. Y que tienen esposas frágiles.
Mi padre salió temprano por la mañana y no ha vuelto en todo el día. Sospecho que no dormirá en casa. No sé por qué pienso esto. Hace unas semanas compró una copia de Por quién doblan las campanas, con un prólogo de Juan Villoro. Mi padre no pudo avanzar demasiado porque cuando se descuidó le robé el libro. Apenas voy en el segundo capítulo. El primero me encantó. Además de El viejo y el mar, que no disfruté, es lo único que he leído de Hemingway. Alguna vez leí algunas palabras suyas sobre un vino español. En la mañana escuché llorar a mi madre. No puedo dormir.

Monday, October 24, 2005

Kafka

Phillipe Ollé ve mi traje oscuro que sacudo para quitarme el agua de encima y mi paraguas recargado contra la pared, que gotea. "Heroico", me dice, "como Franz Kafka". Está exagerando, no es para tanto. Me he mojado. Eso es todo.
Kafka era un perro labrador muy similar a Refu, a tal grado que provocó confusiones entre personas conocidas. Ahora Refu usa uno de los juguetes que usaba Kafka, un hueso colorado.
Un amigo me acaba de mandar un link para una página en internet que me pone en contacto con la Cruz Roja mexicana. En caso de que necesiten voluntarios, de hacer el contacto, podrían llamarme a mí, para cualquier tipo de emergencia. En la misma página hay información también para las personas que quieran donar sangre. Entre la información para los donadores de sangre, hay un apartado de preguntas y respuestas. Si uno conduce o maneja maquinaria pesada, debe reposar 24 horas después de haber donado sangre, antes de volver al trabajo. Es preferible, he leído también, que las personas que hacen actividades de "alto riesgo" no donen a menudo. Entre las actividades de "alto riesgo" está tener relaciones sexuales con varias personas, sobretodo si eres hombre. No sé por qué me mandó esto mi amigo.
El huracá Wilma azotó una de las regiones del país donde vive uno de mis mejores amigos. Me gustaría salir a nadar.

Enrique Vila-Matas

Compré Doctor Pasavento, lo comencé a leer y escribí en mi diario, que recién empecé, que había comprado Doctor Pasavento y que además de mis lecturas de Walser y Musil y Rabelais, lo leería. Lo que llevo me ha parecido muy bueno. Después le escribí a una amiga, a quien, es verdad, cada vez siento que conozco menos, para contarle esto. Le pregunté también si podría reseñar la novela para la revista en la que trabaja, me dijo que tal vez no, tal vez sí, uno nunca sabe, ¿sabes?, además otro amigo, Victor Isolino, estaba pensando en reseñarla. O tal vez no, ¿o era así?, uno nunca sabe, el caso es que Isolino algo había comentado al respecto de la novela.
Victor Isolino, opinábamos mi amigo Julián y yo (uno de mis amigos que se llaman Julián), se parecía un poco a Enrique Vila-Matas. Se lo habíamos repetido tantas veces, que al final se la creyó (¿o fue al revés?, ¿fue Isolino quien nos dijo esto, que se parecía a Vila-Matas?). Así que en una ocasión que tuvo la oportunidad de conocer a Vila-Matas, le preguntó si podía tomarse una fotografía con él. Seguramente estoy contando esto mal, pero al final, quiero decir, le dijo que unos amigos opinaban que se parecían. Vila-Matas vio a Víctor como si estuviera viendo a un marciano, lo cual no es muy difícil de imaginar.
Ahora, cada vez que leo un nuevo libro de Vila-Matas, espero que en algún momento cuente algo así, cómo en una ocasión uno de sus fans más freaks (el tipo de fans que tenía Bolaño, el tipo de fans que tiene Fresán, tal vez) le dijo que se parecían. Por supuesto, esto nunca lo escribirá Vila-Matas, pues cada vez tiende más a desaparecer.
Hoy le regalé a Julián (mi otro amigo que se llama Julián) El bandido, de Robert Walser. Me aseguró que no lo había leído ya, pero no estoy tan seguro. Desde hace tiempo me ha pedido que le preste Jakob Von Gunten, uno de los libros que digo que son de mis favoritos (lo cual es falso), pero lo tengo prestado desde hace tiempo. Espero que pronto se lo pueda prestar. Es re bueno. Sin duda, uno de los libros que más me gustaría que más me gustaran.
Hay algo que extraño.

Sunday, October 23, 2005

Dave Eggers

Mientras espero en primera persona a que alguien salga del baño, me doy cuenta de que esto ya había sido sentido por alguien más, que el núcleo intacto de otra persona ya había observado con detenimiento sus propios sentimientos mientras hacía cola para entrar al baño, en una fiesta en la que la gente se movía como si estuviera realmente alegre, como si nadie tuviera la culpa de nada.
En tu situación, me dije, Dave Eggers hablaría con la chica que tiene enfrente. Le hablaría, muy probablemente, de algo que no tiene significado pero que establecería un vínculo, un nexo, una red de referencias entre los dos; hablaría de sus múltiples intervenciones de ortodoncia. La chica le mostraría sus muelas tapadas, Eggers le mostraría las suyas. Reirían. Y cuando él saliera del baño, ella aún estaría ahí, esperándolo. Esto lo has vivido antes, Guillermo, en otras fiestas, me dije.
Así que ahí estoy, caminando por el corredor oscuro que lleva al baño, iluminado todo muy hip y cool y chic con velitas, y hay una chica, esperando, sentada. Le pregunto: "¿Estás esperando?" Y lo hago por decir algo. Entonces ella se para, y sonríe. Y luego: "¿Te han dicho que te pareces un poco a Uma Thurman?". Esto es verdad. Realmente estás diciendo esto. Por un momento deseas ser Dave Eggers. "Sí, a veces. Digo, no todo mundo me lo dice, pero algunos amigos me lo han dicho", contesta. "Tal vez es la luz", le dices. Estás seguro de que platican de algo más, antes de que ella entre al baño, pero no consigues recordarlo. Cuando tú entras al baño te sientes observado, como si tu vida fuera una película o un libro muy bueno o como si no existieras realmente. Estando así las cosas, decido hacer algo. Tomas una de las velas que iluminan el baño para prender otra que se ha apagado, mientras orinas. Es difícil, te quemas, no puedes hacerlo con una sola mano. Terminas de hacer lo que estabas haciendo, y tomas papel de baño y lo acercas a la flama para prender la vela que está apagada. Pero el papel de baño se quema muy rápido. Sospechas que estás borracho, si estás haciendo esto, y sospechas que tal vez deberías dejar de hacerlo. Pero sigues. Y estás a punto de quemar la pared. Te ríes como un morlaco. Al salir, por supuesto, la chica no te está esperando.

Thursday, October 20, 2005

La relación que sostengo con mi labrador

Regresábamos de pasear, Refu y yo. Esto sucedió hace tiempo. Recién le había comprado su correa, una mucho más resistente que la que compré cuando Refu apenas había llegado a mi casa. La correa que ahora usamos es de cuero y tiene un seguro de cobre. Puede permanecer en la lluvia sin estropearse. Es alemana. La estrenamos con un paseo desde mi casa hasta la librería más cercana. O al videoclub más cercano. Pudo haber sido cualquiera de los dos, porque uno está a lado del otro. Seguramente fue la librería, pues cuando regresamos de la calle, recuerdo, mi perra bebió agua de las macetas del jardín y yo me senté a leer. Por alguna razón, a pesar de toda la felicidad que me daba tener a Refu en mi casa, algo vibraba en mi interior. Algo pesado, como un pozole. Le leí a Refu en voz alta. Cada vez que alzaba la voz, es decir, que subía de tono, Refu me veía con sus ojos color almendra, como si no entendiera. El sol se estaba poniendo sobre la Ciudad de México.
Después de un rato cerré el libro, o empecé a leerlo en silencio. Refu perdió interés. Se paraba, olisqueba algo en el jardín. Regresaba. Creo que era La montaña mágica. O Lejos de Veracruz, lo que leía.
-Pinche perra, le dije.
-...
-Si no me vas a hacer caso, ¿para qué te leo?
-...
-Como que te vale madres, ¿verdad?
Refu me volteó a ver. Estas cosas que le decía, se las decía con un tono meloso. Como cuando le hablamos a un niño que no entiende. "Ay, sí, mi Refu pendejita, qué bonita, ay sí, sí, sí, eres una perra idiotita, dame tu patita". Refu movía la cola.
-Eres super transparente, siempre puedo adivinar cuando estás contenta.
-...
-Basta con advertir que mueves la cola, ¿lo has notado?
-No te engañes, me dijo Refu, puedo aparentar estar moviendo la cola, puedo actuar como si estuviera contenta. Puedo actuar como si estuviera actuando. Así que ten más cuidado con la manera en que te diriges a mí, cabrón.
-...
Desde entonces, Refu y yo no tenemos problemas.

La carne

Acabo de leer en Internet, gran casa de las mentiras, que uno de los ingredientes necesarios para producir la espuma contra-incendios de los extinguidores es la sangre de vaca. Por alguna razón, esto me sigue sonando a verdad, a pesar de haberlo encontrado en Internet.
El otro día vi en la librería La literatura nazi en latinoamerica, en la nueva edición de Seix Barral. Estuve tentado a comprarla, porque nunca había visto la portada que esta nueva edición trae. Pero recordé que ya la había leído. También, en Internet, vi la caligrafía de Bolaño, y escuché su voz. Y vi unos dibujos que había hecho, en Paint, de Windows.
Mi carne está hecha de átomos y músculos. Por alguna razón, cuando pienso en ellos, los imagino como si fueran cosas separadas, cosas que vibran en la oscuridad. Esto no simboliza nada.

Tuesday, October 18, 2005

Todo bien

Este fin de semana me invitaron a una fiesta. La fiesta es de un amigo. Mi amigo es novio de una amiga, quien ha sido, a su vez, la única persona que me ha correspondido sentimentalmente. Esto está bien, somos amigos. La fiesta será de máscaras y antifaces.

Estamos cenando, ¿no? Y parece ser que es la hora de contar historias crueles y perturbadoras. Mi hermana cuenta que en África, por ejemplo, están pensando sacar al mercado una especie de diafragma, o de condón, o de cinturón de castidad, realmente no lo sé, que prensa al pene cuando penetra la vagina. Es una medida contra el creciente número de violaciones, aparentemente. No supo bien a bien explicar el mecanismo.
-Ay hija, qué cosa tan fea, dice mi madre, ¿no se enteraron de los tres payasitos que atraparon hace poco?
-¿Payasitos?
-Unos niños de la calle que se disfrazan como payasos. Violaron a una niña de doce años. Luego la niña los denunció y –ay, Memo, ¡qué bonito suéter traes hoy!

Salgo del trabajo, por la noche. En la mañana le había comentado a un amigo que me sentía deprimido. Este amigo es mi jefe, me conoce desde hace tiempo. Me dijo: “Bueno, era de esperarse”. O algo parecido: “El licenciado Núñez insiste en guardarse las cosas”, me dijo. “Juega a la caja fuerte hecha de un material transparente”, dijo, o dijo algo que se le acerca mucho a esto. “Sí, bueno, supongo que sí”, creo recordar que le contesté. No hablamos más.

Pero salgo del trabajo, decía. Es de noche. Los niños de las escuelas vespertinas apenas están saliendo. Y un automóvil acelera frente a mí, sigue su camino, cruzando el semáforo se trepa a las jardineras que dividen el paseo de las Águilas, o como se llame, y se da una vuelta en el aire. No escucho el ruido pero veo las luces y pedazos de la carrocería brincar. No escucho el ruido porque traigo la música muy alta. Las personas que esperaban el camión cerca, corren al auto. Cuando me bajo del mío, también corro. Saco el celular. Estúpidamente marco al 040. Pido una ambulancia. “Aquí es información”, me dicen, “pero le doy el teléfono”. Una patrulla pasa de largo. “¡Sáquenlo!”, escucho. “¡Va a explotar!”, gritan otros. Hay un olor en el aire, como a quemado. Pero no va a explotar, por supuesto. Estas cosas no pasan en la vida real. Veo que los estudiantes, porque son estudiantes, sacan al hombre. Veo la bolsa de aire, desinflada, como un condón usado. El hombre camina y guarda silencio. Temo que de un momento a otro se vaya a desplomar por heridas internas, o algo, una hemorragia, un dolor terrible del que nadie se haya dado cuenta, algo de lo que no puede hablar y sobre lo que, si le preguntaran, mentiría porque prefiere pensar que se siente bien. Al final no pasa nada, regreso a mi auto. Subo la música y acelero rumbo a mi casa.

Saturday, October 15, 2005

Fun Farewell to a Friend

Everything you do, makes me want to die.
Oh, I just told the biggest lie.
Elliot Smith.
Imagina que esto es una especie de novela, que ha sido el plan desde el principio. Por supuesto, es difícil de creer. Pero finalmente el personaje ha pasado a través de algo que lo ha cambiado. El arco de la historia está en su punto cero. Porque, ¿recuerdas que todo comenzó con una especie de tristeza que pronto se transformó en alegría tipo zombie? Y la mayor parte del tiempo fue así, todo estaba en una bellísima y fría forma: en esa especie de felicidad que se asemeja más bien a la desesperación, a la falta absoluta de deseos y anhelos. No era precisamente el nirvana ni la eutrapelia (¿o es edaumonía?), ni la ataraxia. Era una ola cálida de indiferencia. Después dejó de ser eso, fue felicidad. Y después dejó de ser eso y volvió a lo del principio. Y ahora, pues, ha cambiado todo, se ha llegado a puerto y ahora puedes dejar de escribir tu pinche blog porque la verdad es que ahora te caga escribir, no puedes parar, así que pones música por la noche, la misma música que te hacía pensar en personas en específico y en sensaciones en la epidermis y en imágenes que aún te asaltan cuando estás viendo libros o buscando nuevas maneras de ser, y que entorpecen tu vida, es la verdad, y todas y cada una de estas madres se materializan aquí y carajo, has dejado de decidir, sólo estás yendo a donde ibas antes, todo se ha vuelto fácil y cuesta abajo; pero has decidido decidir, ahora, no seguirás más, no escribirás más, apagarás esto, y te cobijarás una vez más con tu coraza de autómata que sabe muy bien lo que está pasando. Dejarás de escuchar a Elliot Smith, porque cuando estás triste no es buena idea escuchar a un suicida; dejarás de leer a Séneca, prácticamente por las mismas razones, y ya. Matarás tu blog.

Depresión

Escribes en tu bitácora electrónica porque es un lugar seguro. El mero hecho de que últimamente hayas estado particularmente prolífico debería significar, piensas ahora que estás platicando con tu amiga, que el mundo se ha vuelto un poco más violento y peligroso para ti. O al menos supones que algún significado debe tener, porque estando sentado aquí, en este café tan hip y cool y agradable, y con esa lágrima en tu cara, algo debe tener significado. La verdad es que no tienes con quién platicar, no porque no tengas amigos, no, sino porque cada vez que comienzas a hacerlo también comienzas a llorar y eso, pues, vamos, molesta a la gente. Eres como un pordiosero.
Pero te permites una lágrima. Total. Una lágrima no es ninguna. Debes dejar de beber. Cada que bebes, Guillermo, imbécil, pasa esto. Lo sabes. Así que deja de beber y deja de tocarte la nariz, te la vas a deformar. ¿No te dice eso tu madre? ¿No es tu madre una experta en la manera en que la fiosonomía puede deformarse si la tocas a veces, especialmente frente a ella, durante la comida? ¿No es este un buen lugar donde descargar tu enojo a través de la ironía? ¿No? ¿Si tu madre supiera lo que haces diario por las noches frente a la computadora te diría que te vas a deformar el pene? ¿Diario? ¿Realmente diario? ¿¡Hasta dos veces por día?! ¡¿No significa que estás... enfermo?! Que eres una especie de... ¡¿pervertido?! ¡¡¿Qué?!! ¡¡¿Al momento que escribes esto estás bajando una película porno en una ventana aparte?!! No. No puede ser. No. Estoy seguro de que bromeas. Sí, seguramente estás bromeando. Ja. Sí. Lee más San Agustín, es lo que debes hacer.
Y después de tomarte unas cervezas y mantener silencios muy íntimos con tu amiga, sal y camina y descubre que te han robado un espejo del auto y habla sobre aquella sex-shop a la que fueron, jaja, fue tan diverto, ¿no? Y sobre la pendeja esa en que insistía en que era muy normal que estuvieran ahí, ¿no? Cero tabús. Pasen. Vean. Toquen. Es re-normal, ¿no? Vamos a gritar que es normal. ¡Total! ¡Es normal! ¡Carajo! ¡Pon cara de que es normal! Y sí, puta madre, también llorar es normal. Llora puta madre. Equis que llores. ¿The Cure? ¿Boys Don't Cry? No mames. Berrea chillón de mierda. Y mantén tu erección. Y compra un nuevo espejo para tu auto, que te hace falta.

Friday, October 14, 2005

Madre

Mi madre acaba de regresar de viaje. Me trajo Oh the glory of it all de Sean Wilsey. En una de las solapas del guardapolvos viene una fotografía del autor. Cuando la vi, pensé: demonios, esta cara yo la he visto en otro lugar. Eso lo pensé en mi armario, donde mi madre había dejado el libro (como una especie de sorpresa, supongo); cuando llegué a mi escritorio (las personas que conozcan mi cuarto sabrán que son unos pocos pasos), recordé dónde había visto esa cara, en video que viene en el número 11 del McSweeneys Quarterly Concern. Tendrían que ver el video para ver qué tipo de tipo tan excéntrico es este tipo.
En fin, el segundo párrafo de esta memoria, que promete, dice así:
Mi madre era el centro. Mi madre era irresistible. Cualquier cosa que estuvirea diciendo o usando o la manera en que oliera era cautivadora --todos nuestros sentidos estaban sintonizados hacia ella. Desde que fui lo suficientemente grande como para caminar me probé sus zapatos y sus camisones y su perfume, le admiraba y quería ser como ella, tanto que me mandaron con un psicoanalista desde que tuve tres años. El psicoanalista dijo que debía pasar más tiempo con mi padre. ¿Pero cómo? Mi madre era irresistible.

Thursday, October 13, 2005

Mujeres

Las revoluciones, lo sabemos, las hacen los hombres. La humanidad ha avanzado rápidamente gracias al garrote. Pero, ¿a dónde? Probablemente sería mejor que dejáramos todo en manos de las mujeres, quienes son buenas y sencillas y a menudo tienden a la espontaneidad de la bondad. Todo sería un poco más lento, pero no habría sangre ni fuego. Habría perros pequeños y flores. El mar sería cálido y los atardeceres se disfrutarían más a menudo. Y toda violencia sería exclusiva de la naturaleza. Y Houellebecq se callaría de una vez por todas, junto con esta madre que ahora vuelve a crecer en mi interior.

Algunas metáforas y algunas de sus claves:

Garrote: pene.
Flores: vagina.
Perros pequeños: vaginas.
Atardeceres: atardeceres.
Houellebecq: Tristeza infinita que aqueja a la humanidad.
Hombres: animales.
Mujeres: Dios.

Misteriosa, injustamente.

Es un secreto que albergamos, el mismo que nos permite terminar una relación o dejar que el teléfono siga sonando, cuando sabemos quién llama. He tenido amigos y he dejado de verlos. ¿Por qué? Por la simple y llana razón que vive en nuestro oscuro y húmedo interior, una verdad que procuramos no nombrar pues hacerlo nos acercaría cada vez más a las máquinas y a los fríos metales, pero que permanece ahí a pesar de todo. Y sí, nos ayuda a sobrevivir. Aceptémoslo, nos caga la gente.

¿Toda? No, no toda. ¿Siempre? No, no siempre. ¿Ahora? Sí, hijo de tu puta madre.

La ceguera

Uno es ciego. Toda su vida lo ha sido. Al principio, cuando supo que otras personas no lo eran, hubiera deseado ver. Existía otra manera de ser. La constante pregunta acerca de las formas pero sobretodo del color crecía en el interior de uno. Sabía que existían, estas cosas; podía imaginarlas, de alguna manera. Errónea y retorcida manera. En algún momento dado, uno dejó de ser ciego, trabajó mucho para poder someterse a la cirugía. Fue dolorosa y costosa. Obtuvo la vista, no la recobró. Más bien, fue como si hubiera perdido la ceguera. Tuvo que olvidar poco a poco la manera en que percibía y se movía en el mundo. La realidad se movió dos centímetros a la derecha. El color y las formas lo saturaron al grado que, en momentos, para descansar, cerraba los ojos y recordaba cómo se movía sólo a través del olfato, el tacto y el oído. Momentos en que se sentía en una fría y congelada paz, muy semejante a la felicidad (pero que no era la felicidad, obviamente; la felicidad, en comparación y por mayoría, era la vista).
Luego alguien decidió arrancarle los ojos y volvió a aquella felicidad que ya había dominado, un pequeño y seguro y moldeable estado de ánimo.
---
Ejercicio de lectura.
¡Relaciona ambas columnas!
Metáforas:
a) Ceguera.
b) Color.
c) Formas.
d) Alguien.
e) Uno.
f) Ojos.
g) Tacto.
h) Olfato.
i) Oído.
Probables significados:
1. Guillermo Íñigo Núñez Jáuregui.
2. La humanidad.
3. Sexo.
4. Amor.
5. No tener dinero.
6. No tener pareja.
7. No tener dónde caer muerto.
8. Literatura.
9. Kant.
10. Zombies.
11. Amiga.

Muleta

Entonces, regresando de dar clases paso un rato a la oficina de un amigo, aquí en la universidad, y más tarde subo a la oficina de mi jefe, donde habría de estar esperándome. Al entrar, ¿qué encuentro? A un doctor en filosofía especialista en Aristóteles y algunos filósofos medievales, tumbado boca arriba (o espalda abajo), con las piernas levantadas sobre la silla. Se levanta, me ve como si no quisiera que lo viera, pero al final, supongo, recuerda que me tiene confianza y se acuesta una vez más. En ocasiones es agradable sentirse una especie de apoyo.
¿No es fabulosa la metáfora de la muleta tal y como la utiliza Chris Ware en Jimmy Corrigan the Smartest Kid on Earth?
Hace unos momentos salí de la oficina, me serví un café, platiqué con las secretarias y fuimos interrumpidos por una niña. Tenía algo en su cara y en su cuerpo que me provocó una ligera inestabilidad emocional, porque era muy guapa, pero no sólo eso, parecía una buena persona. Y le costaba trabajo subir las escaleras (traía una muleta; sólo una, así que apoyaba la mitad de su peso sobre ella, y, en fin, era como un caballito herido).
-[huf] ¿Aquí están las profesoras de matemáticas? [huf]
-No, aquí es filosofía, tal vez las encuentres en el piso de arriba.
(Subiendo las de por sí incómodas escaleras de caracol).
-[huf] Gracias. [uf, uf, uf, huf]
Y luego, la secretaria:
-Ay Memonu, ¿por qué no le ayudas?
La secretaria me dice Memonu.
-¿Cómo?
-Al menos la hubieras cargado.
Sí, podría haberla cargado. Era pequeña y seguramente ligera. Dios. ¿Por qué no le ayudé al menos con la mochila? Por un momento lo pensé, pero ya, demasiadas segundas intenciones. Me serví mi café y tomé de las galletas que sobraron del curso que dan para las señoras que vienen temprano por la mañana. Seguro es algún diplomado en la historia de, no sé, Egipto.

Wednesday, October 12, 2005

El mejor de los textos

Quiero escribir bien, un texto que nos ayude y nos haga mejores pero sin ironía, que convenza a las personas o al menos a una niña guapa de que es posible, que no es necesario ser ojete, que ser ojete es sólo un capricho pasajero que utilizamos para permanecer quietos en nuestro vibrante interior. Escribir un texto que utilice claves generacionales, algo donde la forma y el estilo estén supeditados a la bondad y el amor, pero no de manera irónica. ¿Se puede ser siempre irónico? ¿Se puede ser ligeramente irónico? ¿Se puede estar un poco muerto o apenas embarazado? Mi texto lo conseguiría. Sería el bien a secas y lo entenderías porque sería la misma voz que te hace sonreír cuando observas a un hombre desempleado esforzándose por hacer reír a su hijo, en la calle, en los semáforos, entre limosna y limosna. La misma voz que te hace sentir incómodo cuando haces chistes racistas pero que provocan la risa de todos tus amigos, la misma desesperada y anhelante carcajada. Realmente, ¿de qué nos reímos? ¿De la verdad que se revela tímida pero brutalmente? ¿Es una risa sincera? ¿O una que está por encima de esa pequeña maldad que en ocasiones nos permitimos? Mi texto no juzgaría a distancia, no necesitaría hacerlo: sabría diferenciar perfectamente entre el bien y el mal, lo necesario y lo superfluo, lo humano y lo cotidiano. Y se pegaría a ti, Dios mío, estaría en tu cabeza todo el tiempo. Mis palabras laterían en tu interior como un enorme sol naciente y sería tan bueno como un abrazo de personas que se aman sin segundas intenciones, tan bueno como una fría y helada cerveza. Por lo tanto, sería original. La gente intentaría copiarlo pero fallaría. Porque mi texto no usaría recursos trillados y no se vería en la necesidad de hacer pequeñas concesiones a sus predecesores, no sentiría pena, estaría seguro de sí mismo, no se arreglaría el cabello cada vez que se tope con un espejo. En mi texto se harían metáforas acerca del clima. Algunas de estas metáforas, que también serían sobre el heroísmo de la vida fáctica y aparentemente irrelevante, serían atinadas comparaciones (un par de limpios anteojos sería, simbólicamente, un alma impoluta; la clara voz de un estéreo sería la clara voz de tu conciencia; Dios sería una eterna carretera) pero otras serían aperturas y maneras de nombrar lo innombrable.

Mi texto uniría en lugar de separar. Te provocaría revisar tu vida y moverte para hacer algo al respecto. Dejarías de masturbarte. Dejarías de utilizar a las personas. Dejarías de ser egoísta. Dejarías que la vida siguiera su curso y te abandonarías poco a poco en las bondadosas manos de mi voz, pues te identificarías con ella. Si llegara a escribirlo, terminarías de una vez por todas con ese odio dirigido a los que no tienen suerte. Y comenzarías a respetarte. Y no habría, al final, una frase que te permitiría sospechar que, en realidad, no hablaba tan en serio. Al final, pues, no anularía mi texto.

Tuesday, October 11, 2005

Espacios reducidos

Antes leía y escribía en silencio, es decir, a solas y en mi cuarto. O en mi mente, durante las solitarias sesiones de cine. Las conversaciones de literatura eran pasajeras y sólo con amigos íntimos. Un día una amiga me recomendó ir a la Escuela dinámica de escritores. Fui, me hicieron una entrevista en la que, a una de las preguntas, contesté que estaba interesado en conocer a otras personas que escribieran. Ahora me parece extraño. Este anhelo de acercarme a las personas, el mismo anhelo que obliga a las personas a identificarse con una parte de su vida y de crearse un núcleo a partir de un grupo pequeño de historias, es una cosa extraña. Es como si la gente no le temiera a la vida. Como si el sueño de todos los hombres no fuera protegerse y alejarse de la sociedad, encerrarse en un bunker a leer, o ver películas, o ser como Howard Hughes. Todos quieren ser parte de algo. De un club de espeleología. De una escuela. De un equipo de fútbol. De un gangbang. De algo que les supere. No es por las nuevas experiencias que este impulso me ha otorgado que deseo, en el fondo, retirarme a una cabaña en la montaña para escribir o correr en el campo con mi perra; es otra cosa, algo elusivo y que no puedo definir. Un ruido constante que se materializa en el fondo de mi cráneo. Una pequeña y estúpida fantasía. Acercarme a las personas, escribir en esta bitácora, mostrar mis cuentos o mi novela, tener amigos, invitar a alguien a salir, besar, tener y buscar nuevas amistades, cultivar las antiguas, todo esto me ha traído buenas y malas experiencias. Y temo que si sólo hubiera experimentado las malas, aun entonces, querría seguir en el constante esfuerzo por no estar solo.
Si alguien ha prestado atención, habrá notado que sólo sé escribir sobre personas que buscan no estar solas pero que se sienten incómodas cuando consiguen compañía. No sé escribir sobre otra cosa. Tal vez debería intentar escribir sobre, no sé, Napoleón. En todo caso, seguiré con esta madre. Esta vida.

Sunday, October 09, 2005

Eat Meat

Vi The Texas Chainsaw Massacre por la noche. Se me aceleró el corazón pero no tuve pesadillas. Cuando me fui a dormir, apagué las luces de la casa y escuché los sonidos que venían del bosque y el jardín. Soñé con una amiga numeraria. Recuerdo que en el sueño leíamos un texto y discutíamos por algo. Cuando desperté supe que no nos habíamos puesto de acuerdo. Más tarde en la misma mañana, regresé a la librería de Valle de Bravo, la única, y le pregunté a la chica que atendía por su madre. Como el día de ayer, no estaba. Sonrió al verme, un poco apenada. Antes de que abriéramos la boca, lo sabía; su madre no llegaría sino hasta después. Platicamos un poco:
-¿Qué pasó con tu tercer ojo?
-[Risas]
-Se te veía bien. ¿Significa algo?
-Pues hay varias interpretaciones.
-¿La tuya?
-[Rollo agradable sobre sensibilidad y el karma y puntos tántricos y mamadas así].
-Pues regreso como en una hora.
Vi las copias de El inquilino que había dejado el día anterior bien alineados junto a libros y revistas de maternidad. Me pregunté si harían eso por el bebé de la portada. Me pareció curioso, pero no dije nada. Cuando regresé aún no estaba su madre. Volvimos a platicar, nos preguntamos nuestros nombres y dijimos tonterías. Después llegó su madre, platiqué con ella. Me dijo que se habían vendido dos Inquilinos desde el día anterior. Me sorprendí de sorprenderme, pero esto no debería sorprender a nadie. Oh, estoy diciendo tonterías. Qué violenta es la película que vi anoche. Hace rato, de regreso en la ciudad, comencé a ver Átame. Hay una escena donde la protagonista comienza a ver Night of the living dead, la versión en blanco y negro. Hay otra escena precursora de aquél mini-film mudo y en blanco y negro que aparece en Hable con ella, sólo que aquí se utiliza un pequeño buzo en la bañera. Hace rato, en el baño, se me ocurrieron varias ideas para actualizaciones y no utilicé ninguna. Quería escribir sobre toda la carne que aparece en la película de terror que vi. Y sobre el canibalismo. Leí una cosa muy buena en La tempestad, en el último número, y que es el diario de un puma. Me gustó mucho. Me duele la espalda, ahora. Leí mucho a Walser, durante el fin de semana. Tiene un poema que se llama "El poeta y su novia" y es muy cagado: El poeta es un genio. Se lo dice a su novia. Su novia le pide que lo pruebe pues para ella en realidad sólo es un inútil. Entonces, escribe un poema. La novia desprecia su poema. El poeta se busca un trabajo. Viven felices.
Me siento cansado. Que el lector se ocupe de lo que quise decir.

Wednesday, October 05, 2005

San Agustín

-Dios, ¿por qué me siguen pasando estas cosas?
-...
-Está bien, no es que me pasen a menudo, pero cuando suceden es como si constituyeran una especie de hoyo negro o centro gravitacional alrededor del cual gira mi vida. ¿Cambiará esto?
-...
-Dios, Dios, Dios, necesito ayuda carajo. Estoy harto.
-...
-Está bien, saldré adelante. Por mí mismo. Lo conseguiré. No necesito tu ayuda. O tal vez tu ayuda sea precisamente esta, ¿no? Tal vez, a través de tus caminos misteriosos, esté aprendiendo a valerme por mí mismo. Es eso, ¿no?
-...
-Pregunta tonta, lo sé.
-...
-Leeré, eso es lo que haré. Y escribiré. Sí. Y será una buena y mejor persona. Eso te agradaría, ¿no?
-...
-Ha sido un camino largo. Espero que llegue a algún lado.
-...
-Carajo, Dios.
-¿Qué?
-Oh. No. Nada.
-¿Seguro?
-Sí, seguro. Estaba tonteando nomás.
-Conste. Luego nos vemos. Bye-bye.

Tuesday, October 04, 2005

Miscelánea (actualización #136)

Sólo son dos cosas, ponerlas por escrito me hace sentir prolífico. La primera:

¿Han notado que todos los policías chiflan con sus silbatos de la misma manera? ¿Será algo que les enseñen en la academia? ¿O estarán los silbatos modificados de forma que sólo puedan sonar así?

La segunda:

Hay una canción que ahora pasan mucho en la radio, es muy popular. En algún momento, en realidad varias veces porque es el coro, se repite la frase "no se puede vivir bebiendo veneno". Lo cual me parece muy sensato.

El rock me hará mejor persona

Como una negra nube de felicidad, se acerca Pearl Jam y puedo ver sus relámpagos en el horizonte, como si fueran el resplandor de bombas en una ciudad citiada. ¿Han visto la engrapadora de Stanley Bostich modelo B440? En la base donde se apoya el dispensador de grapas (sobre el que deben ir las hojas a engrapar) hay una pequeña plaquita de metal con cuatro pequeños relieves que parecen, utilizando un poco la imaginación, una cara humana (un tanto robótica). Bueno, pues la expresión que tiene representa fielmente mi estado de ánimo. Oh, pero este estado de ánimo habrá de cambiar y cambiará gracias al rock. Cantaré State of love and trust. Gritaré Hail Hail. Y escucharé Black. Me moveré en la oscuridad y sudaré.
Anoche utilicé, como quien no quiere la cosa, la expresión "claro y distinto", que es de Descartes. Creo que lo hice un poco en broma. En el momento, me pareció adecuada. También, anoche, en lugar de ver pornografía leí algo de Las confesiones de San Agustín. Tal vez me estoy convirtiendo en una mejor persona. Por otro lado, las leí en el baño mientras cagaba.

Saturday, October 01, 2005

Los que lloran

Desconsoladamente, con cansancio, sin tregua, por coraje, por pura y llana tristeza. Hay quien lo hace exclusivamente bajo la lluvia o en la regadera, pues no quiere que nadie lo note, especialmente los compañeros del dormitorio que le han golpeado y que lo observan en todo momento. Se permiten, estas personas, pues, unas cuántas lágrimas mientras se enjabonan el cabello. Hay quien llora en las bodas y quien procura evitarlo durante los funerales. Hay quien llora cuando sus piernas no pueden más, cuesta arriba, o quien no ganó la lotería. Lloran en un rincón. Lloran en el autobús. Lloran en el avión regreso a casa. Lloran los niños, los jardineros, los tetos. Llora el señor que se sienta a lado, durante las partes más tristes de la película y no sabes precisamente qué hacer. Sientes pena por él. Y por el amigo que se tiró un clavado al mar cuando la marea se alejaba, y que ahora llora debajo de su playera, como los machos. También sientes pena por la madre que perdió a su hijo en el quirófano. Lloran de alegría, algunos. Después del sexo, otros. Antes de comenzar a pelearse, también. Pero no hay quien llore de tedio ni bajo el agua. A menos que sea en un submarino. Hay quien llora ante la imbecilidad, la impotencia sexual y el viento que pega en la cara. Otros, los menos, cuando comienzan ya no pueden parar.

Felicidad

Refu corre detrás de Bruno y lo alcanza, Bruno también corre pero sus patas son mucho más cortas y débiles, así ha sido desde su nacimiento. Ambos corren sobre un sembradío de maíz que no ha crecido demasiado, es la temporada. Parece pasto, la tierra está blanda y húmeda. El pelo amarillo de Bruno, un Cocker, se ha ennegrecido en la parte inferior de sus cuatro patas: parece que trae calcetines. El pelo de Refu, mi labrador chocolate, es corto y café: si se ha ensuciado en realidad no se nota. Bruno parece que flota sobre un mar verde de maíz, como los patos en los estanques. Refu no es tan pequeña.
A. arroja un palo y Bruno y Refu corren por él. Cuando Refu está distraida, A. arroja de nuevo otro palo y Bruno corre detrás de él. El palo cae, rebota y se pierde en la maleza. Bruno parece no darse por enterado y corre más, hasta que se detiene. Cuando Refu se interesa de nuevo, A. arroja de el palo una vez más (ha tenido que ir por él, pues el Cocker, que es suyo, no se lo ha llevado) y los perros corren. Refu brinca prácticamente sobre Bruno, lo lastima, Bruno ladra y gruñe, A. ve furiosamente a B., el dueño del labrador, mientras Refu toma el palo en su hocico. B. llama a Refu para que le traiga el palo, feliz. Refu lo ignora y corre una vez más detrás de Bruno quien ignora a su vez a Refu. Mientras tanto, Dios mantiene las cosas del universo en su justo lugar.