Cuando el futuro nos alcance. Ecolocos. Motonetos. Smokers. Caníbales. Sensibilidad apocalíptica a la mano. Grabado por Peter Sutherland.
Friday, April 30, 2010
La ambigüedad del zombie como tropo (de nuevo)
Cito del texto que me pasaron en el correo que menciono abajo, a propósito de libros como el de Max Brooks o los pastiches que se hicieron a novelas como Pride and Prejudice:
"It is one thing to track the decorous decay of religious authority in the rise of the realist novel, as James Wood deftly did fifteen years ago in The Broken Estate, quite another to track the decline of the human being into a violently delusional animal. The former concerned the difficulty of leaving the lap of God to roam what Wood calls the novel’s “special realm of freedom.” It was about the inflation of human authority in the breakdown of religion and the taste for representational verisimilitude that comes in its train. The latter is more intimately troubling, a crisis in the mind, and is associated with a derangement of good taste. The zombie renaissance registers the rapid corrosion even of our secular myths about the self, not least the myth of its rational autonomy. It leads not to realism but to the weirdness of allegory".
Tengo miedo
¿¡Qué está pasando!? Un correo de un amigo, mandado en la madrugada, donde leo: "Te persiguen, amigo". Le acompaña esto.
Thursday, April 29, 2010
Zombies en mi vida
Apenas ayer hablaba sobre cómo, sin que quiera la cosa, los zombis vuelven, su representación, su lugar en el cultura popular, pero, sobre todo, descubro, vuelven a mi vida. Estoy en la oficina y Gonzalo Soltero tuvo a bien pasar y, sin decir agua va, me entregó este libro de Max Brooks. Francamente no sé cómo responder a esto. Por un lado es esa bondad gratuita que se agradece y por otro es esa caja de Pandora que son los zombies. Gonzalo Soltero es autor, entre otros, de Invasión y Sus ojos son fuego, una novela, en apariencia, sobre un ataque de ratas a la ciudad de México.
Wednesday, April 28, 2010
Zombies en los medios, de nuevo, siempre
No he terminado de leerlo, porque hoy en día, ¿quién termina de leer de una sentada lo que se encuentra en la red?, pero encuentro que "Zombies of Immaterial Labor: the Modern Monster and the Death of the Death" de Lars Bang Larsen parte de una tesis similar -y menos apurada- a la que propuse en mi texto sobre el zombie en el dossier "Héroes de nuestro tiempo" de La Tempestad 69. Escribe Bang Larsen: "...if the zombie is defined by ambiguity, it cannot be reduced to a negative presence. In fact, it could be a friend. So why does it lend itself so easily as a metaphor for alienation, rolling readily off our tongues? Resorting to the zombie as a sign for mindless persistence is unfair to this particular monster, to be sure, but also apathetic and facile in the perspective of the historical space we inhabit." En seguida: "My proposal, perverse or braindead as it may be, is that the zombie begs a materialist analysis with a view to contemporary culture".
Lo interesante en el texto de Bang Larsen es que esto sólo es el punto de partida -a saber, como si se tratara, esta lectura específica, de una herramienta para lo que hará a continuación, que, repito, no he leído.
Es curioso, esto: apenas ayer se me hacía raro que encontrara cada vez menos textos o menciones a zombies en la red -quizá, sencillamente, perdí interés y, por tanto, dejé de "buscar sin buscar"- y es curioso, también, que la principal característica del zombie, es decir, de la lectura que podemos hacer de él, es que se puede hacer, en realidad, cualquier lectura sin que esto altere su naturaleza.
Lo interesante en el texto de Bang Larsen es que esto sólo es el punto de partida -a saber, como si se tratara, esta lectura específica, de una herramienta para lo que hará a continuación, que, repito, no he leído.
Es curioso, esto: apenas ayer se me hacía raro que encontrara cada vez menos textos o menciones a zombies en la red -quizá, sencillamente, perdí interés y, por tanto, dejé de "buscar sin buscar"- y es curioso, también, que la principal característica del zombie, es decir, de la lectura que podemos hacer de él, es que se puede hacer, en realidad, cualquier lectura sin que esto altere su naturaleza.
Tuesday, April 27, 2010
El odioso
Termino de leer Las encías de la azafata, de José Israel Carranza. Una cita de la página 194:
"¿Qué quiere decir que lo dejen a uno en paz? La presencia de los demás y la ocurrencia del mundo y de la vida forman una continua sucesión de interrupciones, y el odioso lo único que anhela es un poco de silencio, un poco de calma para estar a solas consigo mismo. No se trata de un egoísta, pues fácilmente puede pensarse que, por definición, cualquier odioso lo es, o que todo egoísta es irremediablemente odioso. (Y habría que considerar la posibilidad de una historia sobre el egoísmo como virtud.) Este individuo, por lo contrario, en tanto está en la búsqueda de la tranquilidad más pura, se mueve por un afán de paz y armonía: ha decidido que la única vía para que lo dejen en paz es ejercer su talento de manera impecable, denodadamente, y en ello se cifra una lógica transparente y honesta con la que no quiere violentar a nadie. Sólo precisa del odio más grande para estar en paz. ¿Su fin es la soledad? No: su propósito último es no figurar en el aprecio de nadie, y más allá, enlistarse a la cabeza del censo de resentimientos y desdenes y horrores y aborrecimientos de cada una de las personas que lo rodean, para poder estar en paz".
Hace unos instantes me preguntaba si estas son o no patrañas. Me lo pregunto ahora porque quizá, es verdad, hay algo de odioso en la gente virtuosa y mucho de soledad en la gente virtuosa, autárquica. Pero, la verdad, ¿quién quiere amigos odiosos? ¿Es posible tenerle envidia a un amigo por sus bondades y aún admirarlo? Nada. No se me ocurre decir nada más.
Sunday, April 25, 2010
No se sabe si está de pie o sentado
No se sabe si está de pie o sentado es el enigmático título que Walser le dio a una de las estampas que componen La rosa (mi ejemplar es una reedición de 2003). El subtítulo de la misma estampa es El solitario. Allí leo hacia el final este divertido pasaje:
"Cómo me gustaría saberme simpático, cómo desearía estar incorporado a su círculo. Sin embargo, creo haber hecho lo que he podido para tratarme con miramientos. He permanecido disponible".
Tengo la sospecha de que La rosa es el segundo libro de Walser que compré. Si no es así, debe ser el tercero o cuarto. (Acabo de revisar en los archivos de este blog y descubro, con horror, que lo compré a inicios de marzo de 2005; ha pasado un lustro desde entonces: caracoles). En cualquier caso, fue de los primeros que aún compré con la fiebre que por un tiempo caracterizó mi afán por "leer a Walser". Esto fue, según recuerdo, cuando estaba por titularme de la universidad. Jakob von Gunten debió ser el primero que leí pues un amigo, Julián Zárate, me había dicho que era el libro favorito de Roberto Bolaño, de acuerdo a una entrevista que había leído. (Ambos estábamos, entonces, obsesionados con Bolaño). O quizá el primer libro que leí de Walser fue El bandido (la memoria irrumpe: leí El bandido en la playa, en Cancún, en los ratos de descanso que tomé durante la redacción de mi tesis de licenciatura, misma que, según recuerdo, escribí durante la Semana Santa de aquél año, encerrado en un cuarto de hotel; recuerdo que mi abuelo me pidió prestado La condición humana de Malraux: no terminó de leerlo, yo no lo he empezado). ¿Todo esto a cuento de qué? Pues resulta que hoy me encontré, inquieto, abriendo libros al azar, en mi habitación, y di con La rosa. También di con la pequeña conversación entre una camarera y un bribón que le da título al libro. La camarera le dice al bribón (Arthur, un hombre sincero): "No son los hombres atentos los que impresionan a las mujeres. Miramos con respeto a los desatentos. Nos gustan los ocupados, los absorbidos por algo". Lo extraño de La rosa es que no recuerdo haberla leído. Pero lo hice.
Qué maldito calor.
Tengo la sospecha de que La rosa es el segundo libro de Walser que compré. Si no es así, debe ser el tercero o cuarto. (Acabo de revisar en los archivos de este blog y descubro, con horror, que lo compré a inicios de marzo de 2005; ha pasado un lustro desde entonces: caracoles). En cualquier caso, fue de los primeros que aún compré con la fiebre que por un tiempo caracterizó mi afán por "leer a Walser". Esto fue, según recuerdo, cuando estaba por titularme de la universidad. Jakob von Gunten debió ser el primero que leí pues un amigo, Julián Zárate, me había dicho que era el libro favorito de Roberto Bolaño, de acuerdo a una entrevista que había leído. (Ambos estábamos, entonces, obsesionados con Bolaño). O quizá el primer libro que leí de Walser fue El bandido (la memoria irrumpe: leí El bandido en la playa, en Cancún, en los ratos de descanso que tomé durante la redacción de mi tesis de licenciatura, misma que, según recuerdo, escribí durante la Semana Santa de aquél año, encerrado en un cuarto de hotel; recuerdo que mi abuelo me pidió prestado La condición humana de Malraux: no terminó de leerlo, yo no lo he empezado). ¿Todo esto a cuento de qué? Pues resulta que hoy me encontré, inquieto, abriendo libros al azar, en mi habitación, y di con La rosa. También di con la pequeña conversación entre una camarera y un bribón que le da título al libro. La camarera le dice al bribón (Arthur, un hombre sincero): "No son los hombres atentos los que impresionan a las mujeres. Miramos con respeto a los desatentos. Nos gustan los ocupados, los absorbidos por algo". Lo extraño de La rosa es que no recuerdo haberla leído. Pero lo hice.
Qué maldito calor.
Friday, April 23, 2010
Thursday, April 22, 2010
Cosa curiosa
Hasta hoy que terminé un cuento en el cual llevaba mucho tiempo trabajando me quité esa idea de que es tan fácil, digamos, escribir en un diario como escribir ficción. Escribo diario, en mi diario o aquí, pero, descubro, una vez más, que los resortes o los músculos necesarios para escribir ficción son tan diferentes de los necesarios para escribir en un diario que ahora me doy cuenta de lo mucho que me engañé al quitarle importancia a mi falta de hábitos de ficción. Es decir, me lavaba la cabeza diciéndome que no importaba que no escribiera ficción si, finalmente, escribía diario.
También descubro que tener imaginación es algo que no puede ejercitarse. Uno puede velar, por ejemplo, experiencias personales, intentar verlas desde un punto de vista con el cual no se les abordó en un principio y tratar de escribir desde allí; pero de eso a inventar cosas... caray. Caray.
También descubro que tener imaginación es algo que no puede ejercitarse. Uno puede velar, por ejemplo, experiencias personales, intentar verlas desde un punto de vista con el cual no se les abordó en un principio y tratar de escribir desde allí; pero de eso a inventar cosas... caray. Caray.
Friday, April 16, 2010
Entrada 1340
Bueno, francamente no sé qué está pasando pero parece que hoy es el día en que me regalan libros. Nicolás tuvo a bien regalarme El paseante solitario, de Sebald. Me lo acaba de entregar. Y hace rato Benjamín Morales me dio Contracanto, de Iván Cruz Osorio, así como números atrasados de Viento en Vela, esa inmortal publicación. Y ahora me acuerdo que la semana pasada o antepasada David me regaló The Moviegoer de Walker Percy que, como todo mundo sabe, fue revisada por Donald Barthelme.
En esta entrada dije dos mentiras. Tres, si nos ponemos exigentes.
En esta entrada dije dos mentiras. Tres, si nos ponemos exigentes.
Entrada 1339
Y que Lorena agarra y me regala un libro. Pueden seguir, creo, a Lorena acá: @lvparkman, vía Twitter. Fue ella quien me prestó Extremely Loud & Incredibly Close, una de las buenas lecturas que hice a principios de año. Recuerdo, por ejemplo, este momento. Y descripciones de parvadas -que se mueven cerca de una ventana, increíblemente cerca y extremadamente ruidosas. Para su información, digo todo esto.
Wednesday, April 14, 2010
Cierta sabiduría en Paul Valéry
Como ya no leo -mentira- sino que leo fragmentos de libros al azar -verdad- se me ocurre abrir Escritos sobre Leonardo da Vinci de Paul Valéry (lo compré en el FCE, debe haber más) para dar con la página 22 donde mi ojo, educado en el arte de encontrar algo interesante hasta en la sopa, se detiene sobre este párrafo:
"El secreto, tanto el de Leonardo como el de Bonaparte, o como el de todo aquel que posee una vez la más alta inteligencia, está y no puede estar sino en las relaciones que encontraron -y que se vieron obligados a encontrar- entre cosas cuya ley de continuidad se nos escapa".
¿No recuerda esto aquél extraño agradecimiento de Lovecraft sobre los límites de la inteligencia humana? A mí me lo recuerda. Encuentro humano el no querer saber ciertas cosas. Me pregunto si decir que sea humano es decir que sea bueno.
No hace mucho leí un texto donde se comparaba al hábito de leer en diagonal con el vuelo de un águila. Veamos. Sí, acabo de buscarlo en mi cuaderno de notas, acá. Copio, por el gusto de hacerlo, de ver cómo se reproducen los textos, el párrafo abajo:
"What we are engaged in -like birds of prey looking for their next meal- is a process of swooping around with an eye for certain kinds of information".
Lo dice Susan Jacoby en un libro titulado The Age of American Unreason, al cual llegué a través de un texto sobre la lectura en la red, que leí en la red, de Michiko Kakutani. Me preocupa que yo, Guillermito, esté muy al pendiente de textos en los cuales se reafirma la imagen de las lecturas complejas que resultan de la lectura de fragmentos. Es como si continuamente estuviera buscando personas que piensan, en algún momento, como yo, sólo con el objetivo de reafirmar mis principios. Debo. Leer. Más. Buscarme tiempo para hacerlo. Ahora, es decir en estos días, estoy leyendo Fin, de Monteagudo. Me gusta, está bueno. Pero debería hacerme más tiempo para leer (¿decirlo?, ¿no sonará mamón?) algo más sustancioso. Ahí tengo todavía En busca del tiempo... sin acabar. Tengo mis Ricoeurs leídos a medias. Tengo mi El mundo como voluntad y representación sin abrir... ¿Qué hacer? ¿Dejar el trabajo? ¿Usar el dinero que he ahorrado? Leer y escribir. ¿Y luego? ¿De qué vivir? Podría, supongo. De algún modo. No lo hago, sin embargo. Encerrado en casa frente a un monitor. Encerrado en el trabajo frente a un monitor. ¡Una historia curiosa! A continuación: ayer me escuchaba a mí mismo decir que imaginaba en la preparatoria el trabajar en una revista. Ahora hago eso. ¡Oh sorpresa! Descubro que aún tengo ganas de hacer otras cosas, por no decir que comienzo a aburrirme. Y bueno, me escuchaba decir eso, o una versión de eso, para notar cierto desapego y cierta tristeza. Así, me temo, es todo. Entonces: darle y darle. Ya quiero cumplir 30.
Monday, April 12, 2010
Joven cetrero
Benassini. dice: (12:24:44 PM)
un amigo tomó esta foto
Guillermo Íñigo dice: (12:26:31 PM)
la puedo poner en mi blog?
Benassini. dice: (12:27:03 PM)
claro amigo.
Benassini. dice: (12:27:22 PM)
www.tapacholos.blogspot.com
Benassini. dice: (12:27:24 PM)
es el sitio.
Benassini. dice: (12:27:30 PM)
El Simpson
Benassini. dice: (12:27:35 PM)
es el fotógrafo
Benassini. dice: (12:27:51 PM)
es de hillo y resulta que acá vive, eramos parta de la misma banda de amigos en la secu, prepa, pero nunca nos topamos.
Sunday, April 11, 2010
Nuestros ojos y nuestros picos
De El Rey del Bosque, de Pierre Michon:
¿Son halcones lo que están soltando, alevines míos? Qué bueno. Con eso también se caza, en efecto, cuando ya no se ve nada. No es miel lo que los halcones les clavan en el lomo a los conejos, y tampoco las abubillas, ¡ya paren la cantaleta! Son grandes y hermosas aves que cantan para copular y que también apestan, las pobres. Tú sí sabes de abubillas, ¿verdad, Hakem? No se comen, y tienen reservas para hablar de ellas. ¡Vamos, alevines! no ven nada, pero no se necesita ver para matar algo ahí adentro: los halcones ven por nosotros, son nuestros ojos y nuestros picos los que por alguna maravilla se echan a volar con ellos de un salto, cuando les quitamos la caperuza. Regresan llenos de sangre, con plumas recién arrancadas. ¿Codornices? ¿Otra cosa? Vamos, el duque se va a poner contento, esta noche tendrá gangas en su mesa. Y yo tendré a su mujer. Pondré a secar mis ropas, beberé lo doble, iré tranquilamente a sus habitaciones y me hunidré en ese tazón de leche. Qué sencillo y negro es todo alrededor de esa leche.
Saturday, April 10, 2010
Fin de semana de soltero
Sábado. Cierro la llave del agua caliente, en la regadera. Vapor. Recuerdo aquella mañana en el laboratorio de biología, cuando descubrí que yo no era una persona muy inteligente. Que era perezoso e inconstante: no estudiaba lo suficiente, no ejercitaba la memoria, no tenía interés alguno en la ciencia. El profesor se presentó decepcionado de nuestro desempeño en el examen más reciente, un cuestionario sobre las medidas de seguridad que debíamos cumplir dentro del laboratorio. De algún modo, aún antes de que leyera el que tenía en las manos, prueba del promedio general de tontería y pereza que se vivía en el salón, yo ya sabía que era mi examen. Sabía que el suspenso y la teatralidad sólo conducirían a que, momentos más tarde, el profesor preguntaría quién era Guillermo Núñez, el autor del examen que tenía en las manos, y que padecería algún tipo de humillación. No recuerdo bien sus palabras pero recuerdo que estaba entre divertido, enojado y sorprendido de la respuesta que algún alumno -yo- dio a la pregunta "¿Qué hacer en caso de que caiga ácido en nuestro rostro?" (había una regadera de emergencia en el laboratorio y uno debía darse un rápido regaderazo; todavía advierto que esto esconde una ligera contradicción con el principio "no darle de beber al ácido", algo que nos recordaban constantemente). Mi respuesta fue: "Tomar un baño María". Me sonaba correcto. Creo que unas clases antes nos habían enseñado un procedimiento -que he olvido- que involucraba el Baño María y del cual yo sólo recordaba el nombre del Baño María. Y bueno, claro, todos mis compañeros rieron. Otra cosa que recordé al salir del baño, hoy, que tenía que ver con el laboratorio de biología, es aquella clase en la que diseccionamos un pollo. Cuántos pollos habrán pasado por ese salón. Cuántas sorpresas ante la constatación de que el cerebro del pollo es liso. Recuerdo que, para aquella sesión, nos pidieron que lleváramos tijeras para cortar pollo, de cocina. No recuerdo qué aprendí aquella mañana. No decir ahora que a uno lo educaron para trabajar en una pollería -sé, ahora, que cortar pollo no es tan fácil que cortar papel pero tampoco tan difícil como cortar con alguien-, sería algo muy fácil, decir esto. ¿Qué decir, entonces? Nada, nada. Que hoy por la mañana, al salir de bañarme, me acordé de una cosa que me pasó en la escuela. Vine, lo escribí, fin.
Ayer, en el teatro, en Sencillamente complicado, escuché: "No salir de casa nos deshace".
Ayer, en el teatro, en Sencillamente complicado, escuché: "No salir de casa nos deshace".
Thursday, April 08, 2010
Cierto ingenio en Nicolás Cabral
Nicolás dice: (01:36:09 PM)
Gobernación debería clausurar la revista, ¡están buscando matar lectores de tedio!
Gobernación debería clausurar la revista, ¡están buscando matar lectores de tedio!
Tuesday, April 06, 2010
Ahora resulta
Ay sí, ¿no? Anoche termino El padre muerto de Donald Barthelme y llego a la oficina y encuentro a Óscar leyendo Muere mi madre de Saito Mokichi.
Sunday, April 04, 2010
Catástrofe
La noche anterior a mi cumpleaños número 28 soñé que David y yo íbamos en automóvil, me parece que él iba al volante. Lo que recuerdo bien es que íbamos sobre un puente o un segundo piso, un distribuidor, un camino elevado que repentinamente se sacudía y desaparecía bajo las llantas del automóvil, algo que en la realidad, obviamente, no pasaría si fuera sacudido por un temblor; los autos caerían con todo y camino y no levitarían momentáneamente, como en una caricatura, para descansar -aparatosamente, es cierto, pero irrealmente- sobre los escombros de mi sueño. Después del temblor (había tomas aéreas de la ciudad al momento mismo que era sacudida, en mi sueño; de algún modo yo simplemente sabía que una gran catástrofe arrasaba con todo) David y yo conseguíamos salir del automóvil y comenzábamos, cada quien por su parte, agitados y preocupados, a llamar a nuestros respectivos seres queridos. Todos se encontraban bien. Incluso me sorprendía marcándole a una persona con quien hace tiempo ya no hablo, pero en mi sueño existía aún la conciencia de que a esta persona yo le hablaba sólo porque se trataba de una emergencia; peor aún, le explicaba que le hablaba sólo por el terremoto, porque era una emergencia, algo que lo valía. Cuando terminamos de hablar, en mi sueño, ambos colgamos rápido para seguir haciendo llamadas. De algún modo al día siguiente sospechaba que todo mi sueño tenía que ver con esa llamada, las razones por las que la hacía y el orden bien jerarquizado en el cual realicé mis llamadas. Tuve la impresión de que el sueño duró mucho tiempo. También recuerdo que en algún momento los sobrevivientes, al menos los que se encontraban cerca de nosotros, nos resguardábamos en un supermercado de tejas rojas.
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