Ya comienza a distribuirse el número de octubre de PLTMEX, échenle un ojo. En este número un breve texto que está a poco de preceder un nuevo texto que probablemente se titulará: "Compré un rifle". Lo copio a continuación.
Fui al banco, soy un neurótico, a nadie le importaHay varias cosas que me molestan de esta ciudad. Aún más: cualquier cosa en cualquier momento está sujeta a convertirse en una de ellas. Soy un neurótico. Ciertos malestares emocionales provocados por la vida en la ciudad han terminado por alterar mi “funcionamiento social”. Temo que esto, con el tiempo, se agrave.
Estoy en el banco y estoy esperando en fila para pagar impuestos. Veo un cartel que invita a sacar un crédito. El cartel afirma: “Sigues pensando en tus vacaciones y ya debes comprar los útiles escolares”. De tal modo, creo, se apunta a la (aparente) tensión provocada por nuestras obligaciones y nuestros deseos de pasar tiempo de ocio. El cartel es ilustrado con una imagen de útiles escolares enterrados en la arena. Es muy desagradable. Creo que las personas que diseñaron el cartel y la promoción (al sacar un crédito con este banco, se regalan un cuaderno, lápices, sacapuntas y otros útiles, hasta agotar existencias) han puesto su inteligencia al servicio de algo, esencialmente, perverso. Claramente, este tipo de cosas más bien contribuyen a que sean nuestras existencias las que se agoten. He adoptado un punto de vista negativo, o eso quiero creer. Pues pensar que uno es negativo (y no, como gustan decir algunos, “realista”) es básicamente una actitud positiva: lo que ocurre, es que, sencillamente, estamos en un error. Que hay otros modos de ver las cosas. Quizá la vida en la ciudad no es tan mala como nos la pintamos y sólo estoy molesto porque sigo en el banco y no he tenido tiempo para comer.
Detrás de mí, una pareja discute cómo le explicarán a sus hijos dónde fue que se conocieron. Están formados para pagar su servicio de cable. Se conocieron en Internet. “Podemos decirles que nos conocimos en un puerto español”, dice él, ingenioso (se conocieron en un portal de Internet para citas de origen español, descubro más tarde). Es horrible pero por un instante consiento el sincero deseo de que esta pareja nunca se reproduzca.
Sólo hay una persona atendiendo en caja.
Quizá el problema no es que viva en una ciudad, sino que se trata de una de las más grandes del mundo, parte de la “Corona regional de ciudades”, megalópolis conformada por el Distrito Federal, Puebla, Tlaxcala Xicohténcalt, Cuernavaca, Cuautla de Morelos, Toluca de Lerdo, Pachuca, Tula de Allende, Tulancingo y sus áreas metropolitanas (el término megalópolis designa a esta región desde 1996, tras una propuesta realizada por el Programa General de Desarrollo Urbano del Distrito Federal). ¿Cómo puede esperarse que una entidad con un sistema nervioso lo suficientemente sofisticado y sensible para edificar o imaginar estas comunidades, también las habite?
El otro día, en la estación del Metrobús, me percaté que uno de los botones de alarma que allí se encuentran está acompañado por dos instrucciones. Una dice: en caso de alarma, oprima el botón. La otra: en caso de alarma, jale el botón. Encontré el fenómeno enervante, tanto como que en algunos restaurantes de la ciudad existan animadoras infantiles que retiren a los niños de la mesas para que no molesten a los adultos. También encuentro perturbador descubrir faltas de ortografía en el sitio electrónico de Neuróticos Anónimos (neuroticos-anonimos.org.mx) y, aún más, que las “disturbios emocionales” sean tratados como una enfermedad, cuando, claramente, el problema ocurre sólo cuando la gente presta atención. Cuando le importa. Pero no, a nadie le importa.
Creo que necesito unas vacaciones. Quizá regresando saque un crédito.