Wednesday, September 30, 2009

¡La Tempestad 68: el fantasma de la libertad!


Amigos, lectores desconocidos, colegas: miren lo que ya hay, un nuevo número de La Tempestad. Miren, bajita la mano, yo creo (o sea, yo, que trabajo en ella, aunque, debo decir, haciendo menos que más) que esta revista se ha vuelto la mejor revista de artes en México. Atiendan, por favor, que digo en México. Y de artes. Es más: de arte contemporáneo. Nadie discutirá que, en espectáculos/soft porn, la mejor es TvyNovelas. O que en cetrería la mejor es Rapaz (¿vieron su número dedicado al Herpethoteres cachinnans? Estuvo buenísimo, mis respetos). Y no lo digo por mí, de verdad. Lo digo por el trabajal que le meten mis colegas (¡saludos muchachos, muchachas!) y, especialmente, las continuas y agradables sorpresas que nos deparan nuestros colaboradores. Es así que hoy, miércoles 30 de septiembre de 2009, se me ocurre decirles que esta es una gran revista, llena de esfuerzos, alegría, seriedad, pasión; la sal de la vida. Pero ya estuvo bueno, les voy a transcribir a continuación algunas probaditas de lo que pueden encontrar en el número 68, yendo por artes:

En Literatura: Como parte de "El fantasma de la libertad", nuestro tema de portada, Sergio González Rodríguez ofrece una mirada panorámica de la narrativa escrita después de la caída del Muro de Berlín. En "Actualidad del arte", José Luis Bobadilla revisa la traducción más reciente del poema Paterson, de William Carlos Williams; Gabriel Bernal Granados reseña Tríptico del desierto de Javier Sicilia. (También hay reseñas de David Miklos y Nicolás Cabral).

En Cine: El dossier "Visiones de lo real" es un acercamiento a cineastas que han construido nuevas formas de realismo, desde distintos puntos del planeta. Horacio Bernades, por su parte, examina las tensiones del cine contemporáneo a partir de la página 112. En actualidad, la visita de Peter Greenaway a Guanajuato. (Así como reseñas de César Albarrán Torres [Bastardos sin gloria], Abel Cervantes [Lejos de la tierra quemada] y Lorena Villa Parkman [Entre los muertos]).

En Música tenemos a Jeremy Glazier escuchando la música que definió los tiempos de existencia del Muro y sus repercusiones en las sonoridades que se han desarrollado luego de su derrumbe. Además, reseñas de producciones recientes de Dirty Projectors, Beat Furrer, Julian Plenti (¡por el Benassini!) y Freddie Hubbard.

En Arquitectura: Dentro de "El fantasma de la libertad", Daniel Garza Usabiaga expone la sintomatología de la arquitectura posmoderna, consolidada en el capitalismo tardío. "Formas útiles" alberga (pág. 64) la lista con los diez mejores edificios inaugurados en los últimos 12 meses.

En Artes Visuales tenemos una conversación entre Néstor García Canclini y Nico Cabral. Canclini reflexiona sobre conceptos como libertad, globalizacion, consenso y disenso en el panorama del arte contemporáneo, en sintonía, como se entiende, con nuestro tema principal. Además se revisan las exposiciones de Cildo Meireles, Gilbert & George, Katya Gardea Browne y Franz West, en "Actualidad del arte".

Finalmente, en Artes Escénicas Enrique Olmos de Ita investiga las direcciones tomadas por las artes escénicas luego del desplome del Muro de Berlín. El "Cuaderno para invenciones" (CPI) incluye un homenaje a los recientemente fallecidos Pina Bausch y Merce Cunningham. Además, un repaso a lo más destacado del Festival de Aviñón en la página 48.

¿Finalmente? Bueno, en realidad hay más, como el resto del CPI (poemas de Truong Tran, textos de Marcelo Cohen, poema de Luis Felipe Fabre, fotografías de Brian Ulrich, un ensayo de Fernando de León, texto rescatado de Clément Pansaers o imágenes de Per-Oskar Leu), columnas de Alessandra Poggianti (a propósito de la pieza de Margolles en la pasada Bienal de Venecia), de Abel Muñoz Hénonin (sobre los estudios cinematográficos en México), Pablo Codero sobre el ¡METAL!, Analía Melgar sobre tecnología y danza, una de su servidor, sobre el libro electrónico y Eduardo Cabral sobre el 50 aniversario del Guggenheim. También: ilustraciones y cartones de Jorge Pinto, Pelafustán, Alan Sánchez, Fraga, Manuel Meza. Y caracoles, hay más: tenemos su ciudad (Montreal, visitada por Fernando Espinosa Lanz), tenemos sus entrevistas (a Guy Ben-Ner), su cuestionario (a Charles Bernstein), la sección "Arte y Mercado"...

Y todo lo pueden ver gratuitamente, acá.

Tuesday, September 29, 2009

Opiniones de Abel Cervantes

Ayer, mientras comíamos, concluyó: "Entre menos contacto humano, mejor".

Monday, September 28, 2009

Una sola errata


Encontré una sola errata en la edición de Siruela de Fuera de la literatura de Joseph Conrad, una antología de textos de no ficción a cargo de Miguel Martínez. En las páginas 65-66, correspondientes a su texto "Visita a Polonia" de 1915, donde Conrad recuerda las experiencias de sus lecturas de infancia, debería leerse:

"¡Qué no habría leído entonces! A veces, la mayor de las dos monjas llegaba deslizándose y lanzaba una mirada de desconfianza sobre las páginas que tenía yo abiertas, y apoyaba la mano levemente en mi cabeza y me sugería en un susurro cargado de dudas: 'Tal vez no sea buena idea que leas tú esos libros'".

Pero en mi edición, en lugar de un susurro cargado de dudas, es uno cagado de dudas.

Gracias por su atención.

Sunday, September 27, 2009

Al tanto

Todo el tiempo quiero algo nuevo.

Saturday, September 26, 2009

El conocimiento en los confines del mundo


Desde hace una semana Abel me prestó Aguirre, der Zorn Gottes (1972), de Werner Herzog pero no fue hasta anoche que pude verla. Comentamos que hubiera sido interesante hablar más en extenso del lugar que ocupa la naturaleza en la obra de Herzog -pues el tema fue tocado, pero sólo a partir de su Grizzly Man (2005), en el número 65 de la revista donde ambos trabajamos, ¡La Tempestad!, en "El nuevo opio del pueblo" (páginas 98-101), de John W. White- y es curioso, apenas unos días antes había leído en The Guardian sobre Rogue Film School, dirigida por Herzog, que inicia cursos en enero del año entrante, abocada específicamente a la práctica de películas tipo guerrilla (viendo Aguirre... y leyendo el listado de trivia que ofrece imdb.com, sobre la misma uno comprende de dónde sacó experiencia Herzog para entenderse a sí mismo como una autoridad en filmaciones de este estilo, de dejar medio cuerpo en el campo). Además del documental Grizzly Man, sólo he visto Rescue Dawn, otra película -de ficción- donde la naturaleza también ocupa un lugar prominente, mostrando belleza destructora, de caos y aparente sinsentido (una obviedad se hace, una vez más, clara: las dimensiones de la naturaleza no son las del hombre). Hay una extraña continuidad temática entre sus películas de ficción (el hombre ilustrado que busca conquistar, doblegar la naturaleza a su gusto -como en Fitzcarraldo, filmada diez años después de Aguirre...) y un salto aparente hacia sus películas de no-ficción, donde la naturaleza, creo, es vista con ojos distintos, de asombro (quiero ver Encuentros en el fin del mundo), pero sin olvidar sus dimensiones o poder.
Y miren, yo veía los ojos locos de Klaus Kinski viajar sobre el río y pensaba tanto en el asesino Willard que viaja en el río como en el hombre que se ha convertido en la pequeña deidad, el coronoel Kurtz, esa fuerza de la naturaleza a la que Willard ha sido enviado para dominar. Pensaba en Conrad. Y ahora pienso en la calvicie de Kurtz y pienso en la calvicie del Juez de Blood Meridian, de McCarthy, ese iluminado que buscaba conocerlo todo para dominarlo todo: "Whatever exists, he said. Whatever in creation exists without my knowledge exists without my consent" (p. 198, en la edición de bolsillo de Vintage). Ahora se me ocurre lo significativo del viaje de Aguirre, ese gran traidor, hacia el sur de nuestro continente (inicialmente, en búsqueda del dorado, hacia el final, parece, en busca de todo).
Todavía más al sur, Bruce Chatwin cuenta en En la Patagonia, lo siguiente sobre Tierra del Fuego:

"La flota holandesa de Schouten y Le Maire contorneó, en 1619, el cabo, y lo llamó Horn (Hornos, en castellano, por razones fonéticas y no de significada), no porque tuviera forma de cuerno sino en homenaje al Hoorn del Zuiderzee o mar del Sur holandés, los catógrafos habían dibujado la Tierra del Fuego como el extremo norte del Antictono y la habían poblado con los monstruso correspondientes: gorgonas, sirenas y el roc, aquél condor gigantesco que levantaba elefantes.
Dante situó su Colina del Purgatorio en el centro del Antictono. En el canto 26 del Infierno, Ulises, arrebatado en su loca trayectoria hacia el sur, divisa la isla-montaña que surge del mar, en el mismo momento en que las olas cubren su barco destruido por su deseo apasionado de transgredir los límites impuestos al hombre".

***


Los límites naturales, se entiende. Todavía más al sur de Tierra del Fuego, ese fin del mundo, se encuentra la Antártida. Ahora, una revelación: Abel es muy paciente conmigo. Mientras él me pasa películas como las de Herzog, abriendo mis horizontes culturales, yo le propongo que vayamos a ver Terror en la Antártida (Whiteout, 2009, originalmente), que se estrenó este fin de semana en nuestras salitas de cine. Y, ¿saben qué hace Abel?, me acompaña. Igual y lo hace sólo por la promesa de esos primeros diez minutos donde nos ofrecen a Kate Beckinsale en todo su esplendor, pero el caso es que lo hace. Obviamente, la película es un churro, un asco. Y yo de algún modo sabía que eso sería lo que íbamos a ver -Abel reconoció que también lo sabía de antemano- pero aún así, me he prometido, a estas películas se les debe dar una oportunidad. Finalmente, tenía algunos de los elementos que harían de ésta una buena película -un pequeño drama que ocurre en un universo cerrado, helado, un misterio (cuya resolución es más que genérica) y tal. Antes de entrar, recuerdo, como de pasada le mencioné a Abel que me interesaba la película porque creía que de algún modo estaba en la línea de 30 Days of Night (2007) que a su vez de algún modo refería a, lo que ahora veo, es una de mis películas favoritas: The Thing, de John Carpenter (1982). Le recomendé a Abel que viera la película de Carpenter.
¡Y no me lo van a creer! Pero anoche, después de ver la de Herzog, prendí el cable y en TCM ¡pasaban The Thing! Tenía ya unos cuarenta minutos de empezada. No me importó. Ya me la sabía. Además de los comentarios al margen que se hacen sobre el racismo (en la mejor línea de Night of the Living Dead de Romero) o, con mayor obviedad, los riesgos que corre el hombre alienado, ahora se me ocurre que esta es, también, una historia que nos habla sobre el mal. Pienso ahora en el Gran Traidor, Satanás, quien ofreció el conocimiento al hombre, quien, de acuerdo a Dante, se encuentra atorado en noveno círculo del Infierno, el círculo congelado. Me encantaría hablarles más al respecto, y lo haría si "tuviera un estilo áspero y ronco, cual conviene para describir el sombrío pozo". Pero no lo tengo y no es empresa que deba tomarse a la ligera. Así pues, sólo esas sugerencias.

Friday, September 25, 2009

Solo en la oficina

Es hora del día en que me encuentro solo en la oficina, pensando en el Musil adolescente que, de acuerdo a sus diarios, veía por la ventana el modo en que el grosor del hielo cubría lo que alcanzaba a ver, pensando en aquél cuento de Roberto Bolaño donde un vendedor de calcetines entra a una oficina con lo que uno sospecha es una intención poco honorable, en esa voz que habla al otro lado del muro anunciando la presencia de una tercera persona en una habitación anónima de un hotel de paso, en una puerta clausurada y un mono en la pared, en eso pienso, ahora, que estoy solo en la oficina.

Aquí reportando, el último hombre en la tierra.

Monday, September 21, 2009

Reconocer las virtudes menos luminosas

En más de una ocasión he escuchado el curioso tropo de "francotirador" cuando alguien se refiere a un crítico, específicamente al tipo de crítico mordaz que rara vez dice qué le gusta para, la mayor parte del tiempo, decir qué es lo que no le gusta, y destruirlo con sus tiros certeros. Hace unas horas leía en la compilación Fuera de la literatura de Joseph Conrad (edición de Miguel Martínez-Lage), lo siguiente:

"Poseer el don de la palabra no es nada del otro mundo. Un hombre provisto de un arma de largo alcance no se convierte en cazador o en guerrero por la mera posesión de un arma de fuego; son necesarias muchas otras cualidades y se precisa de un determinado temperamento para que llegue a ser una cosa o la otra. A quien posea un arsenal de frases en el que una de cada cien mil tal vez acierte a dar en la lejana y huidiza diana del arte le pediría yo que en sus tratos con la humanidad fuese capaz de reconocer como debe sus virtudes menos luminosas. No le querría yo impaciente con las flaquezas y defectillos del ser humano, ni desdeñoso de sus errores. Tampoco querría que esperase demasiadas muestras de gratitud de ese mismo género humano cuyo destino, como ilustran los casos individuales, en su mano está representar como algo rídículo o como algo terrible. Quisera que contemplase con generosidad y capacidad de perdón las ideas y los prejuicios de los hombres, que de ninguna manera son resultado de la mala intención, sino que dependen de su educación, de su condición social, incluso de la profesión de cada uno".

Y acaso en ese último momento uno se percate de que Conrad cae en el mismo error de Sócrates, a saber, la creencia de que los hombres no actúan con intenciones malignas y que bastaría sacarles de su error para hacer de ellos algo mejor de lo que son. En cualquier caso, líneas antes, Conrad hace ver que señalar lo negativo en lugar de perdonarlo, sacarlo a la luz y mostrar que hay poco de valía, iluminar todo con la misma luz abrasadora, tiene poco sentido, poco más que erigirse como un gran juez capaz de juzgar, capaz de demoler, de tirar a distancia. ¿Qué propone el que destruye? Nada, sólo se alegra.

"Es como si el descubrimiento que han hecho muchos hombres en momentos muy distintos de la historia, es decir, que el mal abunda en el mundo, fuese una fuente de alegría orgullosa y malsana entre algunos de los escritores modernos. Esa manera de pensar no es la adecuada si se aspira a abordar con seriedad el arte de la ficción. Dota a su autor, a saber por qué, de una percepción cómoda y jubilosa de su propia superioridad".

Miren qué bonito


Publicado en 2006 por Duke University Press, Pretend We're Dead: Capitalist Monsters in American Pop Culture, la tesis doctoral de Annalee Newitz (a quien pueden leer en techsploitation.com) llega a mis manos gracias a la bondad aparentemente sin límites de L.A.

Por una oficina más productiva

El diseño de Jurjen van Hulzen acá.

Sunday, September 20, 2009

Mi mayor roce con la gloria

Recuerdo haber salido antes de que William T. Vollmann terminara de leer su texto (era la presentación de la versión en siete volúmenes publicada por McSweeney's de Rising Up and Rising Down) pero también de haberlo hecho en el momento en que parecía que estaba por terminar. Yo tenía 22 años y miedo de perder el último metro que me llevaría de vuelta a la altura de Lexington donde se encontraba mi hotel -estaba en The Village, creo recordar- así que salí apurado, con una mochila llena de libros (la mayor parte de mis compras las había hecho horas antes y agregar los libros de Vollmann me parecía ya un exceso; lo lamento desde entonces). Habían pasado un par de horas desde que había llegado y la noche se había cerrado, por decir. Al salir le pregunté a una jovencita -más por guapa que por duda- la hora. No me contestó y se limitó a indicarme sonriendo, sardónica, una torre sobre la que descansaba un reloj enorme. Corrí al ver la hora.
Me vino a la mente esto hace rato que leía De eso se trata (apenas lo terminé) donde Juan Villoro habla de Lowry en "'Mezcal' dijo el cónsul" así: "Su mayor roce con la gloria es que un día encontró a Einstein, el genio le pidió la hora y él señaló el reloj de un edificio en Cambridge." No tengo claro, ay, si Villoro habla ahí de Malcolm o de su hermano Hugh.

Friday, September 18, 2009

Memorias del internado

Ruinas en el bosque de una antigua escuela exclusiva para señoritas que doblaba también como un hospital para tuberculosos y que no podía verse desde la escuela militarizada, uno debía caminar hasta allí. Llegué a ver las ruinas en los meses en los que la nieve aún no cubría el bosque y el lago no estaba congelado, cuando el clima aún estaba lo suficientemente cálido como para dar paseos prolongados, durante el tiempo que lo permitían los prefectos. Las ruinas eran negras, sombreadas en los bordes por el verde del moho. Ahora que he estado tosiendo, como si cada una de mis arcadas fuera un dibujo fino y preciso de mis bronqueos, esas pequeñas plantas que llevamos dentro, me viene a la mente aquella estructura abandonada, por alguna razón.

***

Le acabo de escribir a Robert Walser, el especialista en Heavy Metal.

Thursday, September 17, 2009

Sobre Gamboa, estando enfermo

¿Ustedes sabían que Federico Gamboa fue el encargado de organizar las fiestas del centenario en 1910 y que el pobre no estaba al tanto que se le venía la revolución encima (aunque salió bien parado de la misma, a pesar de ser un porfirista irredento, un poeta del poder) y que a veces Porfirio Díaz lo quería bien y a veces lo quería mal y que hay una plaza en Chimalistac que lleva su nombre y las calles aledañas los de Santa e Hipólito (y esto Gamboa lo vio en vida) y que un grupo de mujeres creyeron que Santa, de Santa, la novela que dio pie a la primera película sonora mexicana (en una de cuyas versiones Agustín Lara interpreta a Hipólito) fue real y que estaba enterrada en Chimalistac y entonces viajaron al pequeño pueblo para conocer la tumba y que Gamboa mismo afirmó en sus Impresiones y recuerdos que deseaba ser enterrado en Chimalistac? (¿Está enterrado allí?) ¿Y sabían que Álvaro Uribe lo llama "el fantasma de Chimalistac" y que yo leí de estas cosas en los albores del grito después de presenciar a un grupo de escritores mexicanos y francesces dar su propio grito con espíritu crítico en la Casa Refugio Citlatépetl y que me mojé en la calle y conscuentemente me enfermé más y no pude terminar pronto la reseña que me pidieron de Recordatorio de Federico Gamboa y que en su juventud Gamboa conoció a Zolá (aunque ni lo peló) y a otros de sus modelos y que Uribe realiza un recorrido en paralelo por Naná y Santa y que ahora tengo un inhalador para respirar mejor? Hay muchas cosas que ustedes no saben. Muchas.

Tuesday, September 15, 2009

Yo ya no veo lagartijos, veo huevones

Leo en Gamboa:

"Cada nación los bautiza de distinta manera; en Londres se llama snob, en París lyon, en Madrid sietemesino, y en México lagartijo. Llámase así porque acostumbra estacionarse contra las paredes y vidrieras de nuestra avenida principal y estar allí unas dos horas en charla con los amigos, mirando las mujeres que pasan, fumando cigarrillos o pensando qué hará más tarde; en una quietud y en una ociosidad sólo comparables a la de las lagartijas cuando toman el sol en los derruidos muros de las casas de campo o en los troncos de los árboles. Y tenemos el lagartijo rico, el lagartijo aficionado y el lagartijo imitación".

Friday, September 11, 2009

Todo el día en casa, ocupado en diversos asuntos

¿Ustedes saben qué hice el fin de semana pasado? Pueden averiguarlo acá.

***

¿Saben qué haré este fin de semana? Con precisión, lo ignoro, pero es probable que pasaré mucho tiempo en cama, ese continente, leyendo a Lichtenberg, ocupándome de mi gripe.

Tuesday, September 08, 2009

Monday, September 07, 2009

"I was inside, very warm, walking from door to door"


En Y.S.K.O.V. (2002), Eggers pone la escena del asalto en la unidad de almacenamiento en el momento en que Will comienza a recordar la muerte de su amigo Jack (cuyas cosas estaban almacenadas en la unidad):

"The smell in the storage cell was a cold smell, cold wood, cold aluminium. I was on the ground, before I went out for good, and I thought an explanation would come. I was there, on the cold wood planks, already bleeding from the mouth and with my ribs throbbing, wondering if they'd punctured my skin, and I was thinking of an explanation. I was so curious. I had to have the answer. Was it something among his things they wanted? I had to know. I wanted to kill them and soak in their blood but first I wanted to know why".

Por alguna razón recordaba aquello como algo más extenso, acaso porque el incidente se menciona en varias ocasiones y desde el primer párrafo (lo anterior sucede ya pasado más de medio libro), donde leemos, primero, "I was talking to Hand, one of my two best friends, the one still alive, and we were planning to leave", pues su otro mejor amigo, Jack, falleció en un accidente, como sabremos más adelante. También, poco más adelante, leemos: "I had my ass beaten two weeks ago by three shadows in a storage unit in Oconomowoc -it had nothing to do with Jack or anything else, really, or maybe it did, maybe it was distantly Jack's fault and immediatly Hand's- and we had to leave for a while".
Como ustedes saben, existe una versión posterior a la edición de 2002 en la que también se incorporan los recuerdos de Hand (un personaje que regresa en "The Only Meaning of the Oil-Wet Water", un cuento que apareció en la colección How we are hungry, de 2004) y en la que desmiente la supuesta paliza que le propinan a Will (Hand en algún momento habla sobre la obviedad de la metáfora de llevar un rostro roto). Aún más, donde desmiente la existencia de Jack. Es un libro curioso de leer, al tanto de estas posteriores "correcciones".

Entrada 1200

Leía "El diario como forma narrativa" de Villoro y encuentro esto: "En su ensayo Desempaco mi biblioteca, Benjamin aborda el tema del coleccionismo, actividad con resortes similares a la escritura de diarios 'Cada pasión colinda con el caos; la del coleccionismo colinda con la memoria'".

De tal modo que "el coleccionista renueva su mundo insertando lo fugitivo en el presente".

"The great American propensity toward accumulating stuff"


Leo este impresionante texto de Jon Mooallem, "The Self-Storage Self", aparecido ayer en la The New York Times Magazine, y que me hace pensar en esto, de hace unos, pocos días. Me recordó a su vez lo siguiente de Juan Villoro, que pueden encontrar en su "El Rey Duerme: una crónica hacia Hamlet", de su De eso se trata:

"Una mañana mi madre me habló para pedirme que fuera a su casa por papeles que le estorbaban. Ella asimila los saldos de la accidentada vida de sus hijos con resignación de bazar y sólo exige que nos llevemos algo cuando una contingencia obliga a abrir un hueco".

El texto de Mooallem revela que en Estados Unidos no es la familia sino los grandes espacios abiertos y desocupados los que asimilan dichos saldos (el gran desierto como un espacio de regeneración). Es curiosa, esta tendencia aparentemente distintiva de los americanos por la acumulación en espacios vacíos dedicados específicamente para ello (yo acumulo en casa de mis padres y después de un rato tiro o regalo o vendo; personalmente, no conozco a nadie que rente espacio para acumular; tengo unos vecinos, los únicos que conozco que lo hacen, que venden anualmente excesos de cosas en "ventas de garage"; el otro día, pasando frente a la casa de otros vecinos, vi que en su cochera acumulaban libros viejos y me puse a pensar qué tipo de libros serían los que uno pondría en su cochera).
Hay una parte en You Shall Know Our Velocity! de Dave Eggers que tiene lugar en uno de estos espacios. No tengo el libro a la mano, pero más tarde lo copiaré. Y es curioso pero no es hasta ahora que pienso que ese libro no tiene una sino dos metáforas más o menos obvias sobre la memoria (una: aquella gran biblioteca subterránea regida por humanoides autónomos; otra, las bodegas de almacenamiento en la que le parten la cara a Will).

***
Casi olvidaba que Sofía Ochoa hizo esto durante un par de días del pasado abril.

Friday, September 04, 2009

¡Día de libros!

1. De eso se trata, de Juan Villoro.
2. Prisión perpetua, de Ricardo Piglia.
3. Las manos pequeñas, de Andrés Barba.

"Oh doctor do your best"

"Cut me open, remove this thirst."

Thursday, September 03, 2009

Entrada 1196


Las decisiones, los amigos, los esfuerzos, los fracasos.

Pintura conductora

Hoy en El País aparece esta imagen de la más reciente Ars Electrónica, una modelo con pintura electrónica, desarrollada por el Royal College of Art, de Londres. La pintura "permite encender una bombilla tan sólo sujetándola con las manos, transmitir datos de una persona a un ordenador o crear composiciones audiovisuales". La imagen me condujo a Richter y a Yves Klein.

También está esto.

Wednesday, September 02, 2009

Sobre El Demonio de la Perversidad


Sigo con Poe y Poe sigue con su análisis minucioso del sentimiento de culpa -en mi edición, en seguida de El Demonio de la Perversidad, aparece El entierro prematuro; es como si se hubiera dividido en dos cuentos los temas que recorren tanto a El gato negro y a El corazón delator (la voz de la conciencia y cómo, si apagada, explota). Es cosa curiosa que estos dos textos aparezcan después de que, de nuevo, en mi edición, se presentaran dos obras donde el crimen o la muerte aparezcan como fenónemos sin consecuencias aparentes (El tonel de amontillado o La muerte escarlata) o donde fenómenos naturales se presenten como signos de la maldad (El descenso al Maelström, un texto que, como seguramente veré más adelante, encuentra más su lugar en las obsesiones marítimas que habrían de ocupar a Poe -cosa curiosa, incidentalmente, ayer leía que Verne escribió una continuación a su Las aventuras de Arthur Gordon Pym). Por supuesto, todo esto es signo de una mala lectura que busca, sobre todo, buscar afinidades entre los textos; por alguna razón, paso por alto narraciones que no se encuentran claramente relacionadas con aquellas, como El retrato oval o Un cuento de las Montañas Escabrosas (cuyo título, y esto lo digo nada más para hacer ruido, me hace pensar en At the Mountains of Madness, de Lovecraft).

Total que anoche leía El Demonio de la Perversidad y me sorprendió porque de los pocos cuentos que he leído es el primero que, durante un rato, bien podría sostenerse como un pequeño ensayo, un análisis detallado sobre la holgazanería. Copio un fragmento que me hizo pensar en lo perverso que soy por no haber acabado con el proceso de titulación de maestría, aún:

"Tenemos ante nosotros una tarea que debe ser cumplida velozmente. Sabemos que la demora será ruinosa. La crisis más importante de nuestra vida exige, a grandes voces, energía y acción inmediatas. Ardemos, nos consumimos de ansiedad por comenzar la tarea, y en la anticipación de su mangífico resultado nuestra alma se enardece. Debe, tiene que ser emprendida hoy y, sin embargo, la dejamos para mañana; ¿por qué? No hay respuesta, salvo que sentimos esa actitud perversa, usando la palabra sin comprensión del principio. El día siguiente llega, y con él una ansiedad más impaciente por cumplir con nuestro deber, pero con este verdadero aumento de ansiedad llega también un indecible anhelo de postergación realmente espantosa por lo insondable*. Este anhelo cobra fuerzas a medida que pasa el tiempo. La última hora para la acción está al alcance de nuestras manos. Nos estremece la violencia del conflicto interior, de lo definido con lo indefinido, de la sustancia con la sombra. Pero si la contienda ha llegado tan lejos, la sombra es la que vence, luchamos en vano. Suena la hora y doblan a muerto por nuestra felicidad. Al mismo tiempo es el canto del gallo para el fantasma que nos había atemorizado. Vuela, desaparece, somos libres. La antigua energía retorna. Trabajaremos ahora. ¡Ay, es demasiado tarde!"

*Más adelante Poe escribe sobre el vértigo en términos que me hacen pensar si todo aquello que decía Bolaño sobre el abismo y cómo el escritor debe mirar dentro, no lo habrá sacado de esta visión romántica: "Estamos al borde de un precipicio. Miramos el abismo, sentimos malestar y vértigo. Nuestro primer impulso es retroceder ante el peligro. Inexplicablemente, nos quedamos".

Tuesday, September 01, 2009

Sobre Rebecca Solnit

Ya están en línea algunos textos de la nueva The Believer. Es allí donde leo esta entrevista con Rebecca Solnit. Nunca había escuchado hablar de ella y se lee como una persona muy inteligente y vivaz y tiene al menos dos libros que me interesan: Wanderlust y otro titulado A Field Guide to Getting Lost. Aquí, un fragmento de la entrevista:

BLVR: You wrote an essay in 2008 called “Men Explain Things to Me” (which appeared in truncated form in the L.A. Times). In it, you tell the story of a man at a party who told you about a book you really should know about that turned out to be the book you wrote, River of Shadows. The essay hit on issues of gender and authority, but it also seems to be tied to this matter of audience and how you are read and by whom.

RS: And you know what? He hadn’t even read the book. First, I don’t feel that I’ve been really handicapped by my gender as a writer, at least not directly—taking my own aspirations seriously and asking others to did involve overcoming my upbringing. After that it’s more the personal, face-to-face stuff when I get squelched, dismissed, insulted, and presumed ignorant by silly men in passing. And as I made clear in that piece, I’ve had really fantastic male editors through much of my writing life, so I have been very well respected and supported by men: “men” is not a tidy category here. I wrote that piece because my friend Marina said that young women needed to hear it, to know that these silencings are widespread and they are not alone. And of course there are people, men mostly, who get huffy that I take on subjects like the history of cinema and technology that aren’t supposed to be, apparently, my turf.

El texto al que refieren, "Men Explain Things to Me", está acá, en el LA Times.

Convergencias acumuladas

Anoche entregué una caja a una librería de viejo con libros que ya no quería (repetidos, en ediciones malas, en ediciones maltratadas, que había leído pero ya no pensaba guardar, que no había leído pero sabía que no leería aunque no tuviera otra cosa a la mano) y obtuve un poco, muy poco, de dinero a cambio, así como un poco de espacio para nuevos libros. Cuando entregué los volúmenes experimenté un extraño ardor en el estómago. Aún tengo dos cajas más que pienso vender. Más tarde llegué a casa y después de apilar más horas de televisión en mi conciencia, me senté a leer otro cuento de Poe, El tonel de amontillado, en el que, de nuevo, Poe saca a relucir su obsesión por el emparedamiento -si bien en este cuento el crimen no parece ser descubierto a causa de la culpa. Fue hasta hoy que recordé que antes de leer el texto de Poe, vi un capítulo de los Simpsons en el que Homero se queda atrapado en una especie de sarcófago de agua (y no se me olvida la maqueta que Liza hizo de El corazón delator). Tampoco se me olvida que hace unas horas leí una entrevista del domingo pasado que apareció en The Guardian en el que Saatchi, el coleccionista, afirmó que, finalmente, terminaba vendiendo muchas de sus piezas porque no le gustaba acapararlo todo. En seguida, leí una crítica de Michiko Kakutani de la nueva novela de E.L. Doctorow, Homer & Langley, que apareció el día de hoy en el New York Times. La novela trata sobre los hermanos Collyer, quienes se volvieron famosos en Nueva York por su acaparamiento y coleccionismo compulsivo (uno de ellos falleció debajo de un montón de basura, pilas de periódicos, sillas, juguetes, libros, infestada de ratas). Kakutani afirmó:

Like characters in a Poe story, Homer and Langley have entombed themselves within their once-elegant mansion — and become the center of “a circle of animosity rippling outward from our neighbors to creditors, to the press, to the municipality, and, finally to the future.”

También me acordé de Rusty Brown, el personaje de Chris Ware, y de cuando en una sesión con el psicoanalista a quien visitaba, me preguntó si yo coleccionaba algo. Le dije que libros y revistas. Entonces me enseñó un libro suyo en el cual Picasso había garabateado algo y ahora mismo me estoy acordando de nuevo de la entrevista con Saatchi, en la cual se afirma algo que ya todos sabemos bien, a saber, que el arte nos va a sobrevivir a todos.