Thursday, January 04, 2007

Cornejas


Los hombres examinan a las mujeres antes de tratarlas.
"Ensayo #3", de Modos de ver.
Tengo varios primos adolescentes, cuyas edades oscilan entre los dieciseis y dieciocho años, dos de ellos, hombres, están de visita en mi casa. Han venido para ayudar a pintar la casa de mi hermana, lo cual me recuerda mucho los veranos de Huckle Berry Finn. A no ser por su espíritu laborioso, debo decir que me recuerdan mucho a como era yo a esa edad, cosa que todavía no me parece tan lejana. Caminan lento y hablan poco, cuando lo hacen es en voz baja y procuran hacerlo con precisión. Usan mucho el sarcasmo y la ironía. Parecen cansados, ¿de qué? No lo sé, quizá de la voz que llevan a todos lados, en sus cabezas.
Hace unos días, uno de ellos me preguntaba si yo iba mucho a antros. Le dije que no, la verdad. Le dije, también, que a su edad el único lugar al que me gustaba ir era a uno al que uno podía entrar en tenis y sin hacer demasiada cola. Donde se escuchaba rock. Los cadeneros abundaban. En otro tipo de antros, le dije, no me la pasaba bien. "Sí", me dijo, "además uno nunca consigue nada". Yo no quería decirlo, así que lo dijo él. Sentí tristeza y pensé en Kafka, en cómo su nombre se asemeja a la palabra corneja, en checo; también pensé en su cara de murciélago. Todo esto lo había olvidado ya, hasta hace rato que estaba hojeando un libro en el que se reproducía la pintura de Van Gogh, Trigales con cornejas. El libro proponía un ejercicio para comprender cómo cambian los significados de las pinturas bajo ciertos contextos. Cómo de poseer una autoridad determinada terminan por ser meras imágenes ilustrativas. El ejercicio pedía que se viera la pintura. Después se pedía que se viera acompañada de la frase: "Este es el último cuadro que pintó Van Gogh antes de suicidarse".
Mi primo no usó la palabra antro sino la palabra disco. Esto no dejó de parecerme un poco... triste porque inmediatamente me remitió a la portada de Discothéque de Félix Romeo. Mismo libro que, como ya he dicho antes, compré más o menos a la edad de mi primo, sólo por su portada, que es ésta:
Lleva una fotografía de Cristina Garza Rodeo, Eros 2000. Afortunadamente, la novela resultó ser bastante buena. Divertida, digamos. Su personaje principal se llama Torosantos, que creo ya dice bastante. No la leería de nuevo pero el susto que me llevé al sospechar que había comprado un libro sólo porque me había, ejem, gustado su portada (era un adolescente, las niñas no me pelaban en los antros, pensaba constantemente en el suicidio y me hacía el atormentado) me hizo prometer que jamás haría algo así de nuevo. Pero la Literatura fue buena conmigo y me dio una buena novela a cambio. Hace unos días leí una reseña en Letras Libres. La había escrito Félix Romeo, de quien no había vuelto a escuchar desde entonces (casi seis años, quizá siete). No había querido comprar más novelas de él, ni leer, pero me dio gusto toparme con su nombre. Reseñaba Estambul, de Pamuk. Lo primero que decía la reseña era que a Pamuk, de niño, o joven, le llamaban "Corneja". Ahora es todo lo que recuerdo. Podría releerla de nuevo. Pero está en mi cuarto y no quiero subir.
Ay, los antros. La ropa. Las teens. El tercer ensayo de Modos de ver dice también: "la presencia de una mujer expresa su propia actitud hacia sí misma, y define lo que se le puede o no hacer. Su presencia se manifiesta en sus gestos, voz, opiniones, expresiones, ropas, alrededores elegidos, gusto; en realidad, todo lo que ella pueda hacer es una contribución a su presencia. En el caso de la mujer, la presencia es tan intrínseca a su persona que los hombres tienden a considerarla casi una emanación física, una especie de calor, de olor o de aureola".
Me gusta pensar que esto es falso. Por las amigas que tengo, me gusta pensar que es falso. Porque hay personas que se la pasan mal en los antros y las discos, me gusta pensar que es falso. Por las muertes de Juárez, por el "se lo buscaron", me gusta pensar. Pero sobretodo, porque me gusta pensar al hombre no como el equivalente al hombre blanco que se asoma en la literatura del hombre negro, en la vida de la mujer. Es decir, no como ese mal necesario, en la vida de la mujer. De hecho, me caga pensar las cosas como hombre-mujer, en dualidades fijas y permanentes. También me caga pensar que las imágenes sirven sólo como ilustraciones. Me agrada pensar que sirven como argumentos, también.
Lo que más me gusta del cuadro de Van Gogh es la parvada de cornejas. Algunos dicen que son cuervos.

2 comments:

Adriana Degetau said...

me encantan las parvadas, y me encantó tu post.
tq

Alucard said...

Un muy buen post. Estoy de acuerdo las pinturas no son sólo ilustraciones, son explicaciones. Por cierto no necesariamente la mujer de antrología es la mejor novia.
Saludos.