Thursday, November 08, 2007

"Blogger"

Desgarrarse a la vista de los demás. Mirar cómo Mahoma se destripa, mostrándonos, en un close up pornográfico de labios abiertos, para escandalizar. Lo banal. Lo todo iluminado. En un círculo del infierno.

Hoy escuchaba que alguien leía Romance sonámbulo, el famoso poema de Lorca que inicia con aquello de Verde que te quiero verde... y pensé en sexto de primaria, cuando lo leímos en clase y el profesor nos pidió que hiciéramos nuestro propio poema. Después nos pidió que leyéramos algunos de nuestros versos. Un compañero me molestaba mucho entonces, era más fuerte y malicioso que yo y aquél día se levantó y leyó: Memo que te quiero grande. Entonces, cuando todo el salón reía, me pregunté cuántos años más tendrían que pasar para que dejaran de molestarme por ser chaparro. Hice un cálculo pero a la vez estaba pensando en su verso --siguió con su poema, pero ya no le estaba prestando atención, o eso creo recordar-- que era ligeramente homoerótico. ¿Por qué me prestaba tanta atención este chico? En fin, en estas cosas pensaba mientras escuchaba la lectura de Romance sonámbulo y cuando llegaron a ese verso que dice ¿No ves la herida que tengo desde el pecho a la garganta? por alguna razón pensé en Mahoma. Y pensé en esa tontería de contar cosas "nuestras", como si tuviéramos un interior, pero siempre interpretando un papel. "Este es mi recuerdo de alegría", contamos con alegría. "Esta es mi memoria de una humillación de infancia", contamos con cara de ser interesantes. Es agotador. De esto escribiré más tarde, me dije. Y pensé, inmediatamente, en una pintura de Jim Woodring que había visto unos meses antes, en su blog.

Hace poco subí más fotos a mi Facebook. Ahora tengo Facebook. Fotos mías y de amigos y amigas y de lugares en los que he estado. ¿Para qué? ¿Cuál es el gran ojo ante el cual bailamos con tanta desesperación? ¿A qué le hago tanto a la mamada? No son ustedes, ciertamente.

1 comment:

David Miklos said...

Qué curioso. Transcribo un párrafo de lo que ayer leía, tan colorido como ese asqueroso dibujo que acompaña a tu nota: "Por esos días se publicó un reportaje en el que me comparaban con un torero que se psicoanalizó para vencer su temor al ruedo. Describían la más terrible de sus cornadas: los intestinos se le cayeron a la arena de la Plaza México, los recogió y pudo correr hasta la enfermería. Esa tarde iba vestido en los colores obispo y oro. El psicoanálisis lo ayudó a regresar al ruedo con el mismo traje." [Juan Villoro, "Mariachi" en Los culpables, Oaxaca: Almadía, 2007]