Thursday, April 23, 2009

Leer, rascarse

Uno se sienta a leer y después de un rato de estar concentrado en la lectura el cuerpo cobra importancia. La comezón en la nariz, la comezón en la nuca, la pierna que comienza a dormirse o los dedos que flaquean ante el peso del libro, así que uno se rasca o cambia de posición para descubrir pronto que la comezón se ha mudado al cuero cabelludo o a los genitales y que, entretanto, el tiempo ha pasado, morosamente. Más comezón que letras leídas, poca concentración sumada. Así la importancia del cuerpo, uno recuerda esa anécdota reconsabida de John Cage y los dos sonidos que escuchó en la sala anecoica de la universidad de Harvard, el sistema nervioso operando, la sangre corriendo por las venas. Al escribir esto también recordé la respiración de los astronautas en 2001: A Space Odyssey. Me rasqué el brazo, el esternón y la ceja; es placentero sentirse atado al cuerpo, encerrado en un cuarto dando marometas.

2 comments:

dm said...

Ay, sí, me rasco los destos cuando leo...

Guillermo Núñez said...

Cuando me da comezón.