Tuesday, June 28, 2011

El próximo domingo eterno


Termino de ver Menschen am Sonntag (Gente en domingo, de 1930), no en la edición de Criterion sino en la que viene, gratis, con la compra del número 79 The Believer (marzo-abril, 2011) y que tiene una duración de una hora y unos 15 o 14 minutos. El número incluye una introducción a cargo de Jessica Winter, quien no tarda en señalar el pedigrí del filme: Billy Wilder escribió el escueto guión (autor de Double Indemnity, Sunset Boulevard, Some Like it Hot, The Apartment...), fue dirigida tanto por Robert Siodmak (The Killers de 1946 y Criss Cross de 1949) como por Edgar G. Ulmer, de quien Winter destaca Detour, de 1945. El asistente de cinematografía, se nos indica, fue Fred Zinnemann, futuro director de High Noon (1952) y From Here to Eternity (1953).


El filme, de acuerdo a lo indicado al inicio del mismo, sigue a un grupo de actores no profesionales (se presenta como un "experimento" y no se tarda en señalar que los intérpretes, al final del filme, han regresado a sus trabajos normales, como lo hacen los 4 millones de berlineses del año de 1930 al término de cada domingo que esperan con ansia, y como lo seguimos haciendo nosotros, hombres modernos, tras dejar nuestros papeles domingueros). Los no-actores también se desempeñan como trabajadores que descansan de sus trabajos en la realidad del filme: Christl, una actriz que quiere ser extra en un filme; Wolfgang, o Wolf, un vividor (en los créditos de la edición de Criterion se dice que vende vinos, y que, como el resto del reparto, se interpreta a sí mismo); Briggite, dependienta de una tienda de discos y fonógrafos; Erwin, un taxista y Annie, una modelo, que se la pasa el domingo tirada en la cama, a diferencia del resto, que tienen una especie de cita doble en un lago cercano a la ciudad.
Los mejores momentos del filme se encuentran, a mi gusto, precisamente en las estampas de la ciudad real, alejados de la historia, a ratos chusca, a ratos definitivamente aburrida, que le da coherencia al grupo de imágenes: automóviles, trenes urbanos, niños riendo, señoras riendo, hombres riendo, hombres chapoteando en el agua, niños chapoteando en el agua, mujeres chapoteando en el agua, etcétera.
Winter recuerda que, por su momento histórico, de entreguerras, el filme evoca un vago anhelo, una especie de nostalgia anticipada: "...a Berlín se le está acabando la luz del día". Brigitte, hacia el final del filme, le pregunta a Wolf (quien ya ha acordado verse con su amigo Erwin para un partido de fútbol el próximo domingo) si se verán el próximo domingo, con, escribe Winter, unos "ojos hambrientos de una esperanzada anticipación y la despreocupada y joven creencia de que existe un futuro".
Esto que sigue es de "Domingo", una entrada en Las reglas del juego (1948-1955) de Leiris. Es un poco largo pero creo que vale la pena:

"Por mi parte, debo poner mucho cuidado en esto, porque tengo demasiada tendencia a instalarme en la desesperación, a decidir que ahí me quedo y luego no moverme ya; también demasiada inclinación -después de haber sido atraído, en primer lugar, por todo lo 'moderno' [...], todo eso me atraía porque me parecía situarse en el punto extremo de la época y que había para mí, tan rebelde ante la idea de que algún día ya no sería joven, una especie de necesidad de acercarme a las últimas creaciones de la época-, demasiada inclinación a huir románticamente hacia la edad de oro que representan algunas formas de vida pasadas, que pueden ser la infancia (la de antes de la edad llamada 'de razón') o el estado de inocencia que se atribuye (sin haberse metido demasiado en ello) a los primitivos aún no corrompidos por nuestra civilización, incluso a todos los que no participan en nuestro frenesí mecanicista. Si pudiera soportar el vacío y la inacción de un domingo perpetuo, quizás me conformaría con eso. Pero la inmovilidad (incluso la de la felicidad) ya no significa para mí más que monotonía, transcurrir de un tiempo uniforme sin accidentes que obstaculicen mi mirada [...] sin nada de pintorequismo, si no para cegarme al menos para atraer mi mirada e impedir que se dirija directamente a la muerte inevitable que me espera al final de la calle.
[...]
Hoy, finalizada la guerra en nuestro continente y terminada la ocupación, ya no hay nada frente a mí, ni muralla de fuego que atravesar ni puerta opaca que derribar, nada que se levante en mi camino y le impida ir directamente hacia el foso; de suerte que, quizás, jamás me he sentido tan desamparado".

Leiris, tengo algo que decirte: no te equivoques.

Monday, June 20, 2011

Gazapo

Al salir de la oficina fui rápidamente a casa, dejé mi bicicleta, unos libros, y pasé a la oficina de una amiga quien tenía junta editorial. Afuera de sus oficinas, mientras esperaba a que me abrieran, me encontré con un conocido quien, resultó, trabajaba en la misma publicación que mi amiga como corrector de estilo, un trabajo más o menos similar al que realizo en la revista donde trabajo. Entramos juntos al edificio. Nos habíamos conocido unos años antes pues coincidimos brevemente en la Escuela Dinámica de Escritores. Desde entonces nos hemos topado aquí y allá, accidentalmente. Cada que nos vemos nos recodarmos nuestros nombres. Como la junta se prolongó, estuvimos platicando un buen rato sobre erratas, sobre la diferencia entre publicaciones semanales y bimestrales, sobre algunas erratas famosas (en El Quijote) y casos que, consideró, son imperdonables, como las erratas en titulares o apoyos editoriales. El tema no daba para mucho así que después de un rato se despidió y retiró. Yo saqué El silencio de los libros de George Steiner (lo llevaba en el bolsillo) y empecé a leer. Ahora que pienso en todo esto, me viene a la cabeza la frase ingeniosa de un conocido, "He visto las mejores erratas de mi generación". También me acuerdo de ese otro título de Steiner, Errata: el examen de una vida, su autobiografía, y de esto.
Me gustaría ser más simpático.
Tener un mejor humor.

Monday, June 13, 2011

Hay razones por las cuales no converso

Me pregunta Óscar si me he fijado que los alienígenas de antes son buenos pero que ahora siempre llegan a destruirnos. ¿Cómo? Sí, me explica, en las películas, los aliens, cuando llegan en el pasado, siempre es para enseñarnos o darnos tecnología pero cuando aparecen en el presente siempre es para invadirnos. Más o menos en este punto (estábamos en el departamento, yo comía, él entraba recién e inició esta conversación) me di cuenta de que estaba hablando exclusivamente del modo en que se representa a los extraterrestres en ciertas películas de ciencia ficción, y no de los extraterrestres "en la vida real". Por alguna razón todo esto me llevó a decirle: "Pero no siempre". "Ay sí, a ver dime en qué película". "Pues, en Stargate (Roland Emmerich, 1994)...". "Ay, claro que no". "Pues sí porque allí las pirámides... ¿realmente quieres que te explique?" "No", me dijo. "Qué vergüenza", le dije, él reía, "cómo caigo en tus trampas".

Wednesday, June 08, 2011

Plataforma México, número de junio


Aquí la portada del número de junio de Plataforma México. Acciones para una ciudad mejor, una publicación mensual de Periscopio Media S.A. de C.V. (que hace, entre otras cosas, La Tempestad), editada por Lorena Villa Parkman (la versión de Monterrey la hace Karina Estrada). Ya comienza a circular, gratuitamente, en distintos puntos de la ciudad. En portada, miembros de la Galería del Comercio. Desde hace un par de números, en el espacio "La Convivencia" publico una columna de, digamos, interés urbano.

La más reciente se titula Fui al cine (trata sobre cómo fue que fui al cine, el otro día) y la pueden leer a continuación:

Fui al cine...

Es temprano por la mañana y estoy formado en el estacionamiento del Centro Comercial Santa Fe bajo un sol de justicia que ilumina nuestras diminutas vidas y evapora líquidos insalubres. Lo apestoso no merma la alegría de las familias que esperan y que están a punto de desayunar hot dogs, palomitas y refrescos frente a una pantalla para ver la cuarta película en una serie que se ha distinguido por ofrecer lo mismo en cada entrega. Confieso: vine al estreno de Piratas del Caribe: En mareas misteriosas.
En unos minutos una mujer, ya dentro de una de las salas llenadas a tope, nos informará a través de un altavoz que México se adelanta un par de semanas al estreno mundial de esta nueva entrega en la franquicia. Creo que miente. Quizá sólo lo dice para provocar una oleada de gritos y aplausos. Pero antes de que eso suceda, de vuelta en el estacionamiento, una edecán guapa pero malacaruda me explica que todos tienen que usar el paliacate rojo que está repartiendo pues debemos tomarnos una fotografía con las personas que, unos metros más adelante, están disfrazadas como piratas. Tomo el paliacate pero no me lo pongo. La edecán me mira con odio y comprendo que la dimensión de mi rebeldía es ridícula. Esto no está bien: no puedo seguir así, si estoy preparando una reseña de la película (pues vine para verla y reseñarla), debería evitar los grandes prejuicios. Se supone que vine a pasar un buen rato. Pero cuando, más tarde, otro edecán, masculino y musculoso, me dice que aunque lo vea así, aunque esté enojado, insistirá en que debo usar el paliacate rojo sobre mi cabeza, decido que es imposible. La película que voy a ver va a ser un pedazo de mierda. ¿Por qué? Por culpa de los edecanes. Por culpa de todos. Por culpa del petróleo y el capitalismo y la violencia y la vida diminuta a la cual voluntariamente nos hemos sometido.
Cuando, ya en la sala, la mujer del altavoz se calla (¡no sin recordarnos que debemos decirle no a la piratería!) le cede el aparato a un hombre que lleva un paliacate azul quien, nos informa, representa a la marca Swarovksi (“vengo representando a Swarovksi”, dice). Celebrando el lanzamiento de la película, nos explica, se ha colocado, debajo de los asientos, un regalo –y entonces, con voracidad, el público comienza a buscarlo. Cunde el caos. La búsqueda no ha cesado cuando la mujer del altavoz y el hombre del paliacate huyen de la sala (“Quizá debí aclarar que sólo había un regalo”, le escucho decir al hombre). Se apagan las luces. Los niños que seguían buscando el regalo gritan. Ha iniciado la película. Pero algo sucede. Se ve mal. Y está doblada al español. La gente grita: “¡Cámbienle a inglés!”. La gente grita: “¡Se ve mal!” Grita mucho, esta gente. La sospecha recorre la sala: la película está en formato 3D. Nadie tiene los lentes necesarios para verla. Después de un rato se encienden las luces. La gente grita: “¡Trátenos como nos merecemos!” La sospecha de que nos tratan justo como nos merecemos cruza por mi mente. Entonces, un hombre entra a la sala. Es el gerente del cine. Nos explica que a él nadie le avisó pero que la película está en 3D y que nos repartirán lentes (gritos de la audiencia) y que esta dinámica tomará unos minutos más. Antes de retirarse, grita: “¡En breve continuará la magia del cine!”.
La magia del cine inicia unos quince minutos más tarde, el público entra en una especie de coma y entonces viene esta historia sobre un grupo de piratas en búsqueda de la fuente de la juventud… Y en fin, no vean esta película.

Sunday, June 05, 2011

...

Leo a Walter Benjamin. Esto de sus "Notas y textos hasta 1930", recopilado en Sueños:

El hombre no actúa "en vista" de aquello que viene, como si fuese algo que pudiera alcanzarlo, sino, antes bien, "con vista" a lo lejano, a lo cual se amolda. Y por eso consultar los astros -incluso entendido alegóricamente- tiene un fundamento más profundo que cavilar sobre lo inmediato. Pues lo lejano que determina la vida del hombre es la naturaleza como tal, y lo hace tanto más acabadamente cuando aquél es más puro. Podrá la naturaleza intimidar con su más leve seña al que es neurótico, guiar a los demoníacos con los astros, pero ella determina con sus armonías más profundas -y sólo con éstas- sólo a los piadosos.

***
Soñé que temblaba en la ciudad. Le marcaba por teléfono. El teléfono sonaba ocupado.