Friday, June 16, 2006

Buena mañana. Aparentemente.

Café con mucha azucar. Más de seis segundos de azucar (boca del recipiente donde se guarda el azucar demasiado grande). 9.48 a.m., según mi reloj. Llegué a las nueve al trabajo, una hora antes de lo usual. Desperté temprano para llevar automóvil a que cambiaran llantas. Lo dejé ahí. Caminé hacia el trabajo. Llevaba la computadora en la espalda. Ahora me duele la espalda. Resellé un libro en la biblioteca. Tiré algunos papeles que debía tirar. Saqué un libro de la biblioteca. Ordené un poco la oficina. Vi que una niña pedía informes sobre exámenes extraordinarios en la oficina de la facultad de filosofía. Le informaron que esos informes se daban un piso arriba. Debía salir, le dijeron, y subir por las escaleras que estaban detrás de la oficina. Nada complicado. Un minuto después, la niña entra por la puerta trasera de la oficina de la facultad de filosofía, pidiendo informes. A la misma persona. Siento lástima por ella. Me río, hacia mis adentros. Creo que siento lástima por ella precisamente por esto. Camino a la universidad veo un grupo de niños salir de la primaria. Algunos van disfrazados. Un hombre le dice a su hija, que lleva en hombros: "¡Tu baile estuvo fabuloso!". Escucho esto y siento ganas de llorar. Luego siento ternura. Luego pienso en que este hombre está mintiendo y que es una buena mentira. Los niños se ven muy contentos. En telegráfico, parece que todo está bien.

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