Encuentro a Salvador Plascencia sobre Valencia, frente a las oficinas de la editorial McSweeneys, en The Mission, uno de los barrios de San Francisco donde conviven hipsters, librerías, inmigrantes y muchas, muchas taquerías.
McSweeneys, una de las más prestigiosas editoriales independientes de Norteamérica (debido principalmente al impulso y cuidado que le ha dado su fundador, el escritor Dave Eggers, y el humor que le han inyectado a la literatura “seria” de Estados Unidos).
Es en este marco que se publica la primera novela de Plascencia (Guadalajara, 1976), cuyo trabajo se compara a menudo por la crítica estadounidense con el de García Márquez y Borges. The People of paper es una historia de desamor, inmigrantes, travesías, luchas míticas y personajes que se revelan contra su creador, relatada en un inglés siempre cambiante y fluido, como los mismos límites del libro. Hasta el momento, tal vez sea uno de los libros más ambiciosos, en cuanto a forma y edición se refiere, que haya publicado McSweeneys.
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Cuéntame cómo fue que llegaste a McSweeneys.¿Cómo llegué ahí? La historia es medio simple. Le mandé una historia a Eli [Horowitz], que es el managing editor de la revista, donde apareció un fragmento; entonces me preguntó “¿Es esto parte de un trabajo mayor?”, y le dije que sí, “¿Y ya lo terminaste?”, y le digo sí, “¿Me lo mandas?”, y se lo mandé. Ahí se quedó como por ocho meses. Después me preguntó si quería hacerlo libro, y ya. Así pasó.
¿Qué es lo que te gusta en particular de McSweeneys?
Admiro su manera de hacer libros. Quieren tanto los libros que no les preocupa gastar más dinero por sacarlo de una manera en específico, por hacer esto, por ejemplo [Salvador me muestra una hoja en la que algunos nombres fueron eliminados de su novela; no fueron tachados, sino cortados completamente]. No conozco ninguna otra editorial que haga ese tipo de cosas.
¿Qué tan importante es para ti que el papel mismo forme parte de la historia?El material era muy importante, era fundamental para la historia. ¡Es la gente de papel! Ninguna otra casa editorial lo hubiera hecho. El libro, su material, es parte de la historia.
Eso me hizo pensar en Enrique Vila-Matas y su libro donde la protagonista mata al lector; sobretodo cuando uno de tus personajes sale del libro y va a tu departamento para quemar la novela que estás escribiendo.¡Ah sí! Es en el que la protagonista le mete un cuchillo por la espalda, ¿no? Bueno, por ejemplo, [la editorial] Dalkey Archives también juega con la forma y las imágenes, pero sólo en el contenido. No es lo mismo que en McSweeneys, donde lo estético sale hasta en la portada. Por eso me gusta McSweeneys. Estaba muy emocionado de publicar ahí. Aunque casi no paguen.
Pero te dan control total, ¿no?
Sí, pero no me puse los moños. No había razón para hacerlo. Yo no escogí la portada, por ejemplo, pero, por otro lado, no sabía lo que quería.
Y eso, pensando en el contenido de tu libro, ¿te ayudó? Es decir, ¿qué tanto trabajaste los juegos tipográficos con el editor?Pues todos esos juegos ya estaban ahí, de todas maneras; sólo fue la pregunta de cómo íbamos a hacer lo que hice en libro, cómo concretarlo. El fragmento que les había mandado era de una parte del libro que está escrita sólo en columnas. Sólo hicimos unos cambios menores, todos los juegos tipográficos ya estaban ahí.
Me pareció interesante que tu libro no se presenta con esa bandera étnica de lo que supuestamente es típicamente mexicano, la muerte, los tacos, Frida Kahlo, lo fronterizo… Bueno, pero aún así mi libro tiene elementos que se identifican a menudo con lo mexicano; puse imágenes de lotería, historias de cholos, de inmigrantes. Pero quería transformar estos elementos. Por ejemplo, los cholos luchan una batalla, digamos mítica, o épica. Y lo hacen contra un planeta. No lo hacen, no sé, por drogas, no son peleas de pandillas o territoriales.
A eso tal vez me refería. Lo étnico, por decirlo de alguna manera, pasa a segundo término, y se vuelve una historia con ciertos tintes autobiográficos. O tal vez no autobiográfico, pero al menos hay un personaje que es el escritor Salvador Plascencia.Es lo que quería hacer. Confundir lo que es verdad, lo que es mentira, lo que es historia, lo que es autobiográfico. Quería liberar mi libro de lo que se entiende por verdad. No me interesaba lo histórico, el plan era que todo estuviera confundido, si Rita Hayworth, otro de los personajes, fuese mexicana o no, no me importaba.
Claro, y esto, ¿siempre lo hiciste de manera conciente?
Nunca hubo un plan determinado. Hay escritores que siempre saben cómo va a ir su libro. Saben que va a comenzar en un punto determinado, que su personaje va a matar a cierta persona acá, luego más adelante se va a enamorar y luego, no sé, se acaba. Yo nomás seguía cada oración, escribía y veía qué párrafo seguía. No pensé en el plan, o en el arco de la historia, como se diga.
El que piensa pierde.Sí, nunca lo vi como algo terminado, sólo me preguntaba: ¿Qué sigue, qué sigue, qué sigue? Llegué a un punto en el simplemente supe cómo.
¿Tienes alguna disciplina?
No, no tengo disciplina. Hay fines de semana que sólo me dedico a escribir, pero puedo dejar de hacerlo por tres meses. Pero cuando me da esa fiebre no puedo dejar de escribir por días. Y de nuevo, dejo de hacerlo por meses.
¿No estás un poco harto de este libro, con todas las entrevistas y todo?
No, siento que apenas recién lo terminé. Este libro es lo único que he escrito que no me ha provocado—
¿Vergüenza?
Bueno, a veces me ha dado vergüenza cuando la gente cree que lo que escribo es autobiográfico o que es verdad; cuando la gente llega y me dice: “Oye, Chava… esta parte, ¿qué pasó?”. ¡Pues no soy yo! Aunque mi personaje se llame Salvador Plascencia. Y yo no estoy interesado en la verdad, o en el arco de la historia, sino en cómo se mueve y nutre. No en lo que se pueda o no confirmar.
¿Ya tienes una idea de lo que vas a hacer después?Un poco pero no te podría decir cuál es la historia o qué personajes hay; pero sé que voy a hacer algo.
Dentro del universo que creaste en The people of paper,
¿hubo reglas que no quisiste romper?
No concientemente. Nunca decidí “no voy a romper esto”. Y tampoco salí a romper con la tradición. He leído un poco de todo, pero no como para saber cuáles son las tradiciones; así que tampoco sabría qué romper.
Y mientras la escribiste, ¿no pensaste en que era un poco como tomar un riesgo?
¿Riesgo a qué? ¿A que no le gustara a la gente? Estoy en el cuarto solo cuando escribo y no tengo que responderle a nadie. Sólo pensé en un público cuando estuvo publicado. Imaginé la vergüenza que pasaría cuando la gente lo leyera. De hecho, tengo un poquito de susto de que lo traduzcan al español, porque entonces lo verían mis abuelos y mis primos, mi mamá, mi papá...
Y como bilingüe, ¿no estarías cerca al menos de la traducción en español?Pues no lo sé. Creo que es algo que pasa con los inmigrantes. Fui, digamos, entrenado en la academia norteamericana en mi MFA en Syracusse y mi español se quedó en un nivel casero, en el de las rancherías de Guadalajara. Hay palabras que simplemente no sé cómo traducir.
Los Ángeles es muy importante en tu novela, ¿no? Como escenario y culturalmente.
Sí, al menos la zona de El Monte es muy importante. Está al este de Los Ángeles, y ahí crecí, ahí fui a la escuela, y fue donde tuve la experiencia de ser inmigrante, mexicano y de Estados Unidos. Es un lugar al que llegan muchos inmigrantes y ahora es una zona donde se concentran muchas razas distintas, orientales, latinos, italianos… Y eso no pasa en el Middle West. Ayer un reportero me decía: “McSweeneys no tiene negros, ni asiáticos y tú ¡eres el primer mexicano en McSweeneys!” Y yo: ¿Y por qué? ¿Por qué no? Hay una editorial que se llama Rayo, ¿la conoces? Y muchos chicanos publican en Rayo. El reportero me preguntaba por qué no me había ido con esa editorial, que si no me conectaba con “la estética de mi raza”. Se me hizo absurdo. Ese tipo de preguntas me parece un poco como decir “¿Por qué no estás en el barrio o en el ghetto?”. ¡¿Y por qué voy a estar ahí?! Es como si me mandaran al corral. ¿Por qué debo sentir una proximidad especial con los chicanos? Cuando leo cosas de chicanos, no las leo porque sean chicanos sino porque son buenas. Este reportero veía la editorial de McSweeneys como un lugar de puros güeros.
¿Y este tipo, era mexicano?
No, era un tipo extraño. Se fijaba sólo en la raza y lo político. Y supongo que mi novela es un poco política, pero inconscientemente. Generalmente me hacen preguntas sobre la forma de mi novela. No estaba preparado para eso.