Thursday, February 01, 2007

Los viejos

Miran al horizonte pensativos, con sus carnes colgantes, preguntándose si aún pueden hacer un poco más. Amargados. Alegres. Abandonados. Expectantes. Conscientes. Se reúnen en espacios seguros, aclimatizados o que ya conocen --a la perfección, el nombre del cantinero, el tiempo que tarda el platillo en llegar, las salidas de emergencia y el mejor momento para retirarse. La experiencia les brinda el aire de sabios pero ellos lo saben bien, el frío terror que se encuentra bajo sus carnes y que ha crecido desde que tenían veintiseís. Dieciséis. Veinticuatro. Cuando cobraron conciencia de su finitud y su incapacidad de crecer. Se llaman Estéban. Mauricio. Guillermo. Mamá Jué. Les ponen atención pero saben que ya no funcionan. Les brindan ayuda, porque están ahí. Se mueven elegantemente, con lentitud y desgracia, con el tiempo contado, una y otra vez, en las largas horas del baño. Duermen menos y pasean por las calles. Se pierden, a veces. Se molestan con las películas. Con lo nuevo. Con el frío, el ruido y el calor. Entran y salen de quirófanos, alegres y sorprendidos (siguen aquí). Se reconocen en los pasillos y en las plazas. Se bolean los zapatos mientras leen el periódico. Sostienen en sus hombros a todas esas cabezas jóvenes, que parecen estar agradecidas pero sobretodo se encuentran desesperadas, atentas a lo que viene, a la decepción.
Observo los canosos cráneos de Bill Murray y David Letterman en el televisor. Parecen contentos consigo mismos, exitosos, suprimiendo esa perversa combinación de estoicismo e ironía. Deberían darles algún uso, pienso, o destruirlos, a estos sabios ancianos, que se ríen con esos limpios dientes. Pero no esto. No así. No sonriendo, haciendo bromas sobre el Super Bowl.

3 comments:

Smooth said...

Interesante... cierto... ahora soy menos optimista que antes...

Rockdrigo Perez said...
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Guillermo Núñez said...

Gallina. Prudente gallina.