Thursday, January 31, 2008
Deber
Wednesday, January 30, 2008
222
Sunday, January 27, 2008
(Lovecraft)
¡Kafka!

Saturday, January 26, 2008
Algunas personas no deberían beber
Sábado
Friday, January 25, 2008
Convergencias
Thursday, January 24, 2008
Hablar sobre libros

Wednesday, January 23, 2008
Más aventuras
Tuesday, January 22, 2008
Ejercicio espiritual
Monday, January 21, 2008
¡Ejercicio!
Sunday, January 20, 2008
Ejercicio
Guillermo insiste
Así como S.T. Joshi insiste, o al menos señala que ya había sido señalado por Donald R. Burleson en su Lovecraft: Disturbing the Universe, que es esta misma pintura la que H.P. Lovecraft tenía en mente al escribir el siguiente pasaje de su Pickman's Model:Thursday, January 17, 2008
Más aventuras
Wednesday, January 16, 2008
Cierta sabiduría en el casting de Atonement

Entrevista con Víctor González
Sí, es cierto.
Háblenos un poco de Thea.
Tuesday, January 15, 2008
Más sobre Arte Poética de Breton y Schuster

Monday, January 14, 2008
Cierta sabiduría en Ian McEwan
Sunday, January 13, 2008
Saturday, January 12, 2008
Ciertas mentiras en las red
Friday, January 11, 2008
México y Springfield
Así pues, tenemos al buen Antonio Ramos. Aquí, en esta entrada de su agradable blog, "Instinto Contagioso", nos recuerda a qué grado estamos inmersos en una vida superada ya por--¿cómo decirlo? No quisiera decir por Los Simpson; nuestro día a día ha sido retratado y duplicado, ha sido dicho ya, hecho ya, experimentado ya. Pero no es sólo Los Simpsons, supongo. Me gustaría ponerme erudito, nombrar a Baudrillard, al "retrasamiento" romántico, a la sensación propia del siglo XX de-- En South Park, recuerdo que me contaba mi amigo Julián Zárate, hubo un episodio en el que uno de los personajes intentaba hacerse el chistosito -a fuerza de ingenios e ironías- pero nomás no podía, no le salía: "Eso ya salió en Los Simpsons", le decían los demás para anular sus bromas.

La verdad es que sólo escribí esto para poner la foto. Amo a Selma.
Sobre el amor a los separadores
Thursday, January 10, 2008
Cartografía
Yay Lilly!
Aventuras
Wednesday, January 09, 2008
En el estudio
Contra el derrotismo
Tuesday, January 08, 2008
Bajo la pirámide
Leía el otro día el sugerente texto de Maria Hummel que apareció en The Believer de octubre del año pasado. Se titula "The Apache, The Führer, and the Philosopher" y pueden leer el inicio aquí. Es sobre Karl May, un escritor de ficción quien fue el autor favorito de Hitler, en su juventud. Karl May, nos explican, escribía sobre el oeste americano, que nunca conoció, a partir de ciertas categorías e imágenes: la ignorancia pero bondad de algunos apaches, el hombre blanco virtuoso que lo puede todo, la maldad maquiavélica de algunos apaches. Pensé, entonces, en algunas de mis lecturas de juventud, especialmente en las primeras dos historias de la serie de Tintín, Tintín en América y Tintín en el Congo que tienen algo muy parecido al esquema de May.
Creo que es innegable el callado racismo que se leen en, al menos, esas dos historias de Tintín. Por alguna razón fueron suavizándose con el tiempo. La siguiente en la serie, Los cigarros del faraón (cuya segunda parte es El loto azul) parece que seguirá un esquema similar (también en esta, como en las antecesoras, Tintín recibe favores por ser blanco y famoso -un sheik le perdona la vida porque ha leído sus aventuras, especialmente la del Congo- y hay varios estereotipos; pero hay una complejidad narrativa mayor y, supongo, también moral).
Más tarde, por supuesto, se da cuenta de que no son los malditos árabes quienes le traen ganas sino unos traficantes de opio (por ello es que la historia sigue en El Loto Azul).
Todo esto, en fin, creo que es un preparativo para hablarse sobre Under the Pyramids, un cuento que apareció en Weird Tales en 1924 y en 1939, con títulos distintos (de acuerdo con S.T. Joshi). En ambas ocasiones fue firmado por Harry Houdini, el pseudónimo del mago húngaro Ehrich Weiss, pero en realidad fue escrito, bajo encargo, por H.P. Lovecraft --como parte de un estratagema para llamar la atención a la revista en la que, además, Houdini tenía una columna. Según explica, de nuevo, S.T. Joshi. Es un buen cuento que me recordó a Under the Pyramid, de Dave Eggers. Por supuesto, así fue como lo recordé, pero en realidad el cuento del que hablo se titula Another y apareció en How We Are Hungry, el libro de cuentos. Me lo recordó así porque, según yo, había un momento en que el personaje de Another también se encontraba en peligro bajo una pirámide. Releí Another para escribir esto. Me di cuenta, además, que es un disparo perdido que sale, creo, de You shall know our velocity! Y sí, hay similitudes entre el cuento de Eggers y Lovecraft: ambos personajes deciden ir a Egipto y a las pirámides en busca de lo exótico, más allá de lo turístico, como vía de escape de su vida cotidiana, y ambos en algún momento se sienten en peligro --y ambos descienden por una cuerda hasta encontrarse en el estómago de las pirámides. Pero el cuento de Lovecraft sufre de la simpleza moral que las historias de Tintín (curiosamente, pero esto no tiene casi nada que ver, el personaje Harry Houdini y Tintín llegan a Egipto vía Port-Said).
Esto no signifca, por supuesto, que el cuento de Eggers no sufra de una simpleza moral. Pero hay simplezas que uno prefiere, pues hace mucho que uno tomó decisiones y estas, con el paso del tiempo, sólo se confirman y si se modifican siempre se hará en base a ellas. Aquí está el final de ese cuento, un intercambio tácito que se da bajo una pirámide, entre el norteamericano que visita un país de una región donde seguramente lo odian, y su guía. Perdonen el espaciado, pero esto ya se estaba haciendo demasiado largo:
The man and I stared at each other, breathing in the hard thick air, without any compassion for each other or anything. /What did you expect? his eyes asked me. / I wanted to know that I wouldn't die like a bug, I said. / Sorry, he said. These men died, were embalmed, and have been stolen. People sold them again and again. Their every effect, their bones, were traded for gold. You'll be no better off. / There's no reason to go inside these pyramids, I said. / No, not really, he said. / We learn nothing inside, I said. / Nothing, he said. / If these kings believed, why would they hide themselves in these plain boxes under these heavy stones? / Ah, but they didn't believe, he said. / That explains it, I said. / We left again and stood on the ground beneath the pyramid. It was dark as mounted our horses. I swung my hand around, to encompass all the air. "Good outside now", I said. / He smiled. / "There is another", the man said. / "I want to go", I said. / "Yes?" / I nodded and he struck my horse and flew.
Entrevista con Héctor Zagal en Milenio
Monday, January 07, 2008
Entrevista con Lydia Davis en The Believer

Saturday, January 05, 2008
Democracia y la Theme-park-nation
Hay un relato del Dr. Seuss que habla sobre los Sneetches, unas curiosas criaturas que gustan de ir a la playa pero de las cuales hay dos especies: las que poseen estrella y las que no. Como se han de imaginar, las que no poseen estrella desean poseerla y las que la poseen no se juntan con las que no. En el afán por poseer estrella, algunos de los Sneetches -cuenta la historia- decidieron pagarle un dólar a un gato que vendía la posibilidad de obtener estrella si entraban a una máquina de su invención. Los Sneetches sin estrella decidieron pagar el dólar y consiguieron su estrella y le dijeron a los Sneetches-con-estrella-originales que ahora eran iguales. Pero esto, como han de imaginarse, no gustó. Así que estos Sneetches se quitaron la estrella pagando un dólar al mismo gato que tenía, a su vez, una máquina quita estrella. Volvían a ser distintas, ¿ven? Y las Sneetches que recién habían obtenido sus estrellas decidieron que, quizá, después de todo, era mejor no poseer estrella. Se sometieron al tratamiento de nuevo, pagando el dólar correspondiente. Esto continuó durante un rato hasta que ya nadie podía distinguir quién poseía originalmente la estrella y quién no. Así, con el gato un poco más rico (y cuyos hijos, han de saber, se llamaban todos igual), los Sneetches encontraron armonía, igualdad y felicidad.Esto lo sé no porque en mi infancia haya leído libros del Dr. Seuss sino porque en un parque de diversiones en Florida que acabo de visitar hay una atracción que gira en torno a esta historia, en Adventure Island. Es una atracción sencilla, un trenecito que lleva por aquí y por allá al tiempo que cuenta una historia del Dr. Seuss --toda la arquitectura del lugar, caricaturesca, está hecha de manera que uno tenga la impresión de estar en una de sus historias. Mientras esperaba en la cola para subirme, con algunos de mis primos pequeños y sus padres, pude leer la introducción de la historia, que estaba enmarcada en la pared y que uno podía ir leyendo conforme avanzaba en la fila. Una fila conformada por mexicanos, argentinos, muchos brasileños, algunos cuantos minusválidos, negros, asiáticos y un grupo de mujeres que usaban burka.
A veces conseguía olvidar, estando en los parques de diversiones de Orlando Florida, que Estados Unidos estaba en guerra. Si existía un lugar diseñado para que, por unos dólares, uno pudiera olvidar estas cosas y viviera en la ilusión de ser igual al resto de los que visitaban los parques, era ahí. Pero cuando me percaté de esto me di cuenta, con un poco de horror, de que estaba siendo ingeniosito. Imaginé que algún listillo visitaba estos parques y lo veía todo a través de teorías campechanas que sacó más o menos de la escuela de Francfort; comparaciones chistositas entre los trenes que llevan -como en ganado, se podría decir- de los estacionamientos a las entradas de los parques, y los trenes que llevaban la "fuerza de trabajo" a los campos de concentración del tercer Reich.
Me gustó la historia de los Sneetches.
El juego, sin embargo, era bastante aburrido.
Me gustó pasar tiempo con mi familia.
Lamenté pasar tiempo con mi cabeza, enfermita.
El lugar donde no olvidé que estaba en un país en guerra, durante las vacaciones pasadas de diciembre y año nuevo, fue en los aeropuertos. "Home Land Security" puede ponerle los nervios de punta a cualquiera. Por otro lado, no me veo capaz de llamarle "el gabacho" a Estados Unidos ni de sospechar que un mal inasible y enigmático vive en las grietas de su aparente simulacro.



