Thursday, January 31, 2008

Deber

Me siento obligado a agradecer a David Miklos la sugerencia del título Googlego para el texto que apareció acá. Debo decir que hubo un momento en que estuve a punto de echarme para atrás: ¿cómo se lee Googlego? Se ve bien, argumentaba, pero uno podría leerlo como Google-go o como Goog-Lego, cosa que no me gustaba. El texto trata sobre los bloques Lego, lamento no haber metido la referencia que más me gustaba --ese Lego gigante que aparece en Querida, encogí a los niños, de 1989, donde los niños se resguardan del ataque de un escorpión. Grandes momentos de la historia del cine, caray.

Wednesday, January 30, 2008

222

A menudo, cuando no sé qué subir aquí, recurro al azar. Por ejemplo: tengo los Diarios de Kafka, aquí, sobre el escritorio. Entonces le pido a David, vía MSN, que me diga un número al azar. Me dice 222. En la página 222, de mi edición de los diarios de Kafka, se lee el último párrafo de la entrada del 3. 1. 1912:
"En una autobiografía es inevitable poner 'a menudo' donde, de acuerdo con la verdad, debería ponerse 'una vez'. Pues uno es siempre consciente de que el recuerdo se alimenta de una oscuridad que la expresión 'una vez' hace añicos y que es respetada, cierto que no del todo, pero conservada, al menos en opinión del que escribe, por la expresión 'a menudo', la cual lo transporta a regiones que quizá no han existido en su vida, pero que le proporcionan un sucedáneo de aquellas otras que él, en su recuerdo, ya no alcanza ni siquiera con un leve vislumbre".
No recuerdo la última vez que estuve tan aburrido. Veré televisión.

Sunday, January 27, 2008

No le temas

A la calvicie.

(Lovecraft)

Uno tiene sus cosas. Ya lo he dicho: entre las mías, está esa creencia tonta de que uno tiene "sus" autores, a pesar de toda evidencia, a pesar de que hemos llegado a ellos a través de otros, a pesar de que hubo millones, mejores lectores que nosotros. Pero no me gusta, carajo, no me gusta que anden usando el nombre de Lovecraft en vano. Y mucho menos cuando parece que no es en vano, como leí hoy en una reseña de Cloverfield, en El Ángel o hace unos días en una reseña de El Orfanato en Letras Libres. Por supuesto que funciona decir Lovecraft, nombrar la autoridad para justificar nuestras opiniones. Pero ya, ¿no? Ya. Es mío y sólo mío.

¡Kafka!


El sueño inquietante recién termina, me levanto. Siete y cuarto de la mañana. Bajo a la cocina a rellenar un vaso de agua. Partes de otros sueños comienzan a regresar, ahora que inicio esto, pero sólo quiero contar el último. El sueño terminaba conmigo contando algo que acababa de ver. Se lo contaba a mi padre, en el auto -un Accord plateado que mi padre ya no tiene. Me recogía de la Arena México, del Pancracio, pero no era la Arena México que conozco, como suele suceder en los sueños. De hecho, era "el único lugar donde en México aún se le rinde culto a Mefistófeles".
Hace un par de días compré Fausto de Goethe, en una librería de viejo.
Llovía, mi padre y yo salíamos corriendo del lugar (yo era de los primeros en irse y había un estacionamiento afuera, lleno de autos; un cuida coches, que extrañamente iba vestido de traje, pero con gorra y tenis, nos acompañaba hasta nuestro auto, buscando una propina que, yo pensaba, mi padre le negaba; cuando le preguntaba si le había dado dinero mi padre me decía que sí). La historia que le contaba a mi padre estaba llena de huecos, pues acababa de ver los hechos sobre la cual la basaba, y él me ayudaba a armarla. Un hombre, a un extremo de la plaza (era precisamente en estos hechos en los que mi padre me ayudaba a reconstruir la historia, pues sabíamos que no bastaba decir "a un extremo"; él, siendo notario, me decía cómo solucionaba esos problemas técnicos en sus escrituras, llenas, a menudo, de detalles geográficos y de ubicación; usaba palabras como "colindaba", por ejemplo, quizá abusando de ellas; ahora me doy cuenta, ahora que estoy despierto y que trato de reconstruir el sueño, que hablo de mi padre también porque en los sueños no hay lugar, a pesar de que, durante el sueño, no me percataba de esto). Pero es fácil describirlo: una plaza alargada que se abría en cruz, como una iglesia o catedral, rodeada por una barra sobre la cual los asistentes bebían. Al centro, la cruz, estaba formada por tierra, un olor fuerte, imagino ahora, nos llenaba las narices. Yo, en el sueño, me encontraba hacia el extremo derecho de una de las alas y podía ver directamente al extremo izquierdo, que se encontraba frente a mí -por alguna razón ahora pienso en el Salón 21 y la noche que fui a ver a Bloc Party, creo que fue parte de alguno de mis otros sueños.
Desde el otro lado, un hombre en camisa amarilla, pelo negro y ojos saltones, le indicaba a un hombre que estaba a unos pasos de mí algo con la cabeza. "Asentían", me sugería mi padre. En efecto, se comunicaban con movimientos de la cabeza. Le parecía indicar: "ya es hora". Así que el hombre dejaba su cerveza -un tarro de cerveza oscura- sobre la barra y deslizaba su mano hacia un cuchillo que otra persona, un hombre de camisa negra, había dejado sobre la barra también. "Un cuchillo de maricón", creo recordar decirle a mi padre, pero en realidad no era de maricón sino el tipo de cuchillo que uno compra en tiendas de Victorinox. De mango negro, de plástico duro, estilizado, con una hoja que se dobla; aunque, en efecto, pequeño. En el sueño, recuerdo, recordaba un pasaje de Los detectives salvajes en el que se medía la longitud de un pene con la de un cuchillo. "¿Este es tu cuchillo?", le preguntaba el hombre que lo había tomado de la barra. Se lo preguntaba al hombre de camisa negra. Sabía lo que iba a pasar a continuación. Lo sabía desde que el intercambio de palabras sin palabras hubiera iniciado. De hecho, podía sentir cómo el hombre de camisa amarilla, desde el otro lado de la barra, veía todo, así que me parecía bastante inútil (aunque lo estaba haciendo) caminar desapercibido al baño, que se encontraba detrás de nosotros. "Sí", decía el hombre de camisa negra, "es mío". Quizá porque me parecía inútil no decidía entrar hasta que veía cómo le hacían un tajo rápido y limpio en la camisa, de arriba a bajo, en un movimiento que no se demoraba sobre el cuerpo, sólo lo seguía, sin más. El hombre de camisa negra, hasta donde pude ver, no decía nada, ni se movía. En el baño un negro -un boxeador que se parecía demasiado a Shaquille O'Neal- esperaba sentado en la taza del baño pero su cabeza sobresalía. Nos veíamos y no decíamos nada. Creo que todo esto ya no se lo llegué a contar a mi padre, en el sueño. Estábamos preocupados tratando dar con la calle en la que yo había dejado mi propio auto. Por qué mi padre me recogía y me llevaba a mi auto, no lo tengo claro. Pero sé que me parecía normal, esto de platicarle lo que acababa de ver, como si fuera material para una historia que iba a escribir más tarde. De hecho, recuerdo que en el auto abría un libro en el que se contaba una historia muy similar a la que recién he contado, pero estaba contada por Chejov. Excepto que no era Chejov sino Poe y a la vez no era Poe sino Dostoievski. Pero no la contaba, para terminar, Dostoievski sino un personaje ficticio de Dostoievski. Así, la historia que yo leía en el auto de mi padre, mientras buscábamos la calle en la que había dejado mi automóvil, y que era similar a la que le había comenzado a contarle y que ya les conté a ustedes, había sido contada por un personaje de Dostoievski. Y quizá ya no me creerán esto, pero se trataba, específicamente, de Raskolnikov. Lo cual me parece extraño, extrañísimo, pues yo nunca he leído Crimen y castigo. En fin, la historia que había leído trataba de un joven que escribía una historia para concursar en un certamen literario. El concurso llevaba el título de algo así como el Delfín y en mi sueño esto, claramente, era alusión a Kafka. Por qué carajos, no lo sé; pero se explicaba, en una nota al pie de página, que Kafka llevaba ese sobrenombre. Lo cual, pues, es bastante estúpido. Después de todo Kafka no nació hasta 1883, mientras que Dostoievski nació unos sesenta años antes. Realmente no sé qué pensar de todo esto.
Son ya cuarto para las ocho. Hace meses que no me levanto tan temprano. Anoche salí a beber con un par de amigos. Estando un poco bebido, recuerdo, decidí tontamente mandarle un mensaje a una persona por mi celular. Una persona que tiene un libro mío, que necesito para la tesis pero que no ha podido devolverme. Le escribí hace tiempo para decirle esto, de cómo necesito pronto los diarios de Kafka que le presté en junio, para poder escribir sobre ellos. Pero ya no se lo repetí en mi mensaje. Sólo escribí, muy misterioso yo, "¡Kafka!". Me arrepentí casi de inmediato. Hace un par de días fui a buscar el libro de nuevo a Gandhi y a unas librerías de viejo, pero no lo encontré. También: creo que ya no era parte de mi sueño sino de los instantes inmediatos a él, cuando desperté. Esos instantes en los que uno comienza a pensar en todo lo que ha soñado. En esos momentos, recordé que Mariana Martínez me decía el delfín, un sobrenombre que originalmente, creo, me había puesto Julián Zárate -por el dolphin de Francia. Quizá no fue Julián Zárate sino Rodrigo Díaz quien me puso el apodo, después de haber visto juntos Juana de Arco. O quizá sí fue Zárate, pues ama a Milla Jovovich, y la debió haber visto en Juana de Arco, donde Malkovich interpreta al delfín de Francia.
Vivo en la calle Francia. Otro sobrenombre con el cual Martínez se dirigía a mí era Toulouse Lautrec. Fuera de ser chaparro, de no necesitar dinero, y de tender un poco a la bohemia -a la más tonta bohemia- debo decir que nunca entendí ese sobrenombre. Si fuera a entregar, algún día, algún cuento a un certamen en el que Kafka fuera el santo patrono, creo que lo basaría en este texto, en este sueño, en la conversación que sostuve con mi padre en el auto.

Saturday, January 26, 2008

Algunas personas no deberían beber

O cierta experiencia en Charles Lamb:

"Hace una docena de años que cumplí veintiséis años de edad. Desde la época en que dejé la escuela hasta aquel momento había vivido un periodo de mucha soledad. Mis compañías eran principalmente libros o, a lo sumo, uno o dos vivientes con los que compartía la estampa del amor por los libros y la sobriedad. Me levantaba temprano, me acostaba a buena hora y tenía razón para pensar que las facultades que Dios me ha dado no se habían enmohecido por falta de empleo.
Por aquel tiempo fui a caer con algunas compañías de un orden distinto. Eran hombres de espíritu bullicioso, dispuestos a desvelarse, borrachos, pendencieros; no obstante, algo noble parecía haber en ellos. Nuestra relación giraba en torno del ingenio -o lo que después de medianoche pasa por ingenio- de manera jovial. Ciertamente yo poseía una ración más grande que mis compañeros de lo que se llama fantasía. Estimulado por su aplauso, me convertí en un bromista declarado. ¡Yo que entre todos los hombres soy el menos dotado para tal ocupación ya que, aparte de la enorme dificultad que siempre experimento para hallar palabras que expresen mi sentir, padezco un problema nervioso relacionado con el habla!
Lector, si has sido dotado con nervios como los míos, aspira a cualquier papel excepto el del ingenioso. [...]
Ser objeto de compasión para los amigos o de escarnio para los enemigos; ser sospechosos para los extraños; ser examinado con la vista por los tontos; ser considerado tonto cuando no se consigue ser ingenioso; ser aplaudido por ingenioso cuando uno sabe que ha sido tonto [...]; brindar placer y ser pagado con malicia [...] esos son los frutos de la bufonería y de la muerte".
En Confesiones de un borracho.

"Pagar noches de locura--

con mañanas de miseria".


Sábado

Parece domingo.
Lo que digo es: me siento como vaquero en pueblo fantasma. Como McDonalds en Gaza. Como la única copia en el Blockbuster de la película en la que Tom Hanks hizo de policía cuyo compañero era un perro, y que ya nadie renta. Como un teléfono que no suena, como una línea de chistes a la que ya nadie marca --como una línea hot sin kleenex, dice David. Como gasolina Nova. Como casa deshabitada, como un dibujo rupestre no descubierto, como agente inmobiliario sentado frente a un edificio vacío, sin revista, sin teléfono y con el sol en la cara.

Friday, January 25, 2008

Convergencias


"There are no clean getaways", reza el tagline de No Country for Old Men. Basada, como sabemos, en la novela de McCarthy. Autor, como sabemos, de The Road, la novela pos-apocalíptica, de padres e hijos, sobre la humanidad, de tintes, por supuesto, bíblicos (¡la palabra apocalipsis, demonios!) que se está adaptando, también, al cine. Recordé la siguiente convergencia, Beirut/Warsaw, que hizo Weschler hace tiempo, a raíz de una portada del Time, durante los bombardeos israelíes a Beirut. El texto de Weschler vale la pena.

Sobre el carácter mesiánico de I Am Legend, David ya opinó. Mario Flores, por su parte, derrocha ingenio.

Thursday, January 24, 2008

Hablar sobre libros

We cannot read the same works for ever.
William Hazlitt, On The Pleasure of Hating.

We know only four boring people. The rest of our friends we find very interesting. However, most of the friends we find interesting find us boring: the most interesting find us the most boring. The few who are somewhere in the middle, with whom there is reciprocal interest, we distrust: at any moment, we feel, they may become too interesting for us, or we too interesting for them.
Lydia Davis, "Boring Friends" de Samuel Johnson is Indignant

Leía el otro día esta entrevista que le hicieron a Guillermo Fadanelli. Me gustó que dijera lo siguiente: "-Para mí la literatura es una extensión de la amistad, y por suerte hay una larga lista de autores que considero mis amigos, aunque no todos los libros que han escrito me interesan: Philip Roth, Thomas Bernhard, Jorge Ibargüengoitia, Rubem Fonseca, Roberto Arlt, Fernando Vallejo, entre muchos otros". Me gustó por la sensatez con la que lo dijo. Especialmente porque esa analogía que se hace comúnmente entre los libros y los amigos, los autores que no están, se me dificulta. No había vuelta de hoja, pensaba; siempre pensé que preferiría un amigo a un buen libro. Por mucho tiempo se me hizo algo de viejo cascarrabias, esto: prefiero libros a platicar contigo. Algo que probablemente diría un hombre sesudo, auto suficiente. Alguien que, aunque me gustaría ser, decididamente no soy. Alguien como Salinger, digamos.


Recordé, a su vez, este artículo, de Brenda Lozano, que había leído hace tiempo. Especialmente por las siguientes líneas: "Ganas de tomar el teléfono, y no El guardián entre el centeno, a la mitad de la noche, para salir por un trago con Holden Caulfield. Ganas de que Elisabeth Costello toque a nuestra puerta y no en una de las novelas de Coetzee. Ganas de cometer alguna infracción con el auto para llamarle a Joseph K., quien amablemente podría acompañarnos al ministerio público, aligerando con sus anécdotas el camino. Ganas de ladrarle a un niño en el parque, a Carlitos de Las batallas en el desierto para desconcentrar sus pensamientos amorosos. Con hambruna, consultar a Toru Watanabe para pedir sushi y no salivar leyendo Tokio Blues. Hablar de desamor con Arturo Bandini, preguntarse, entre copas, si el último amor todavía nos quiere, y, conversando entre risas, olvidar que Bandini es de Fante. Llevar en la agenda estos teléfonos, llevar otros por si hacen falta. Mezclar por igual los números de los amigos y de uno que otro personaje ficticio".
Pero, a ver. Dos pasos atrás. Platico con Rodrigo el otro día y estamos recordando el examen profesional de Miguel Ángel Marcos, años atrás. Ni Rodrigo ni yo recordábamos haber visto al otro durante el examen. Yo llegué tarde. "Yo también", dijo Rodrigo. Probablemente íbamos juntos, pero ya no lo recordábamos. Lo que no olvido es que la tesis de Miguel giraba en torno a la amistad, específicamente sobre una paradoja que notaba en la virtud, tal y como la exponía Aristóteles: la mejor amistad se da entre iguales. Era de esperarse, además, que la mejor amistad se diera entre los mejores hombres. Pero los mejores hombres -creo que iba más o menos así- son los más virtuosos, los más autosuficientes. Los que menos necesitan amigos. A su vez, se hacía hincapié en el hecho de que el mejor momento para hacer amistades, amistades buenas, es en la madurez. Cuando, de nuevo, uno ya no necesita tanto de los demás. Hace años que no veo a Miguel. Sin duda, es uno de mis mejores amigos. Y también, una de las personas más virtuosas que conozco. Creo que no había solución a la paradoja, tal y como la planteaba Miguel. A su vez, me parecía una especie de pseudoproblema. Pensé en todo esto a partir de las siguientes líneas de Hazlitt:
There is a class of persons who have a particular satisfaction in falsifying your expectations of pleasure in their society, who make appointments for no other ostensible purpose than not to keep them; who think their ill-behaviour gives them an air of superiority over you, instead of placing them at your mercy; and who, in fact, in all their overtures of condescending kindness towards you, treat you exactly as if there was no such person in the world. Friendship is with them a monodrama, in which they play the principal and sole part [...] The egotism would in such instances be offensive and intolerable, if its very excess did not render it entertaining. (Hazlitt, en On the spirit of obligations).
Estos autómatas, capaces de llevar esta inconciencia de todo excepto ellos mismos, ¿son los mismos que los hombres virtuosos que son autosuficientes? No, por supuesto. Pero, ay, ¿dónde están los hombres virtuosos? Me temo que esos hombres a los que uno admira tanto realmente no existen. Existe gente como Salinger, eso sí. Y como Pynchon. Hombres realmente modernos, en sus, lo que se dice, torres de marfil.
Por lo mientras, en mi habitación, a donde entro todas las noches y últimamente todas las tardes y mañanas, están mis libros. Algunos de ellos son libros magníficos. Pero libros al fin. Y supongo que ahora lo que voy a hacer, amigos -pues esto lo he escrito para mis amigos, los que conservo y los que he tenido- es darles un pequeño consejo. Hoy encontré una cura. Digamos que ustedes se encuentran en la situación en la que se ven obligados a dejar de frecuentar o ser frecuentados por un amigo de verdad. El tiempo pasa, ya lo saben. Las cosas, a su vez, suceden. La analogía libro-amigo les vendrá a bien. Escribe, una vez más, Hazlitt:
The most amusing or instructive companion is at best like a favourite volume, that we wish after a time to lay upon the shelf; but as our friends are not willing to be laid there, this produces a misunderstanding and ill-blood between us.
Algún día releeré a Bolaño, que me pareció bueno, cuando lo leí. Pero no pronto. Teman, digo yo, al hombre de un solo libro.

Wednesday, January 23, 2008

Más aventuras

Nuestro héroe termina de corregir su novela, sale de casa para comprar tinta para la impresora, y papel, regresa e imprime su novela. Muy convencido de sí mismo, pero sin dejar de dirigir cierto ojo crítico e irónico hacia su tonta existencia, sale de casa y camina un par de cuadras hasta que entra en Office Max. Ahí, espera pacientemente hasta que pueden atenderlo. Con precisión pide lo que quiere y mientras lo atienden la luz decide irse una vez, para regresar, pero para amenazar con irse tres veces más. Hablando de amenazas: nuestro héroe observa la nube que se cierne sobre la ciudad, ominosamente. Paga, sale con sus engargolados y está pensando en lo que hará en un par de horas --el tiempo que le dedicará al ejercicio. Mientras camina se da cuenta de que no sólo ha oscurecido sino que la luz se ha ido en toda la manzana (al salir de Office Max escucha el motor de los dínamos y percibe el olor a gasolina). Entonces un ventarrón agita los árboles y trozos de corteza comienzan a caer sobre la calle. Se cubre la cabeza con un brazo y extrañamanete decide proteger con el otro brazo sus engargolados. Cierra los ojos, también hay polvo en el aire. Una persona, una figura negra, pasa a su lado silbando.
Llovizna, está cerca de casa, pero como nuestro héroe se las da de bondadoso, espera parado sobre el camellón: observa cómo una rama se ha desprendido de un árbol, obstruyendo la vialidad. Su plan es: esperar hasta que pase un poco de tránsito, que aminore la carga de automóviles, y entonces recoger la rama para que no estorbe más. Está en eso, en la espera, cuado escucha que algo cruje, metros arriba de su cráneo. Mismo que, al momento que voltea para ver la rama caer, considera extremadamente frágil.
La rama, considerablemente mayor que la que ya obstruía el paso, cae sobre un auto. Guillermo, pues este es nuestro héroe, deja caer sus engargolados y corre al auto, que está a un par de metros. El viento no cesa. Aún hay peligro, decide. El hombre del auto baja el cristal de la ventana. "¿Está bien?" "Sí, sí, no alcanzó a pegarme". En efecto, la rama cayó frente al cofre, sólo unas cuantas plantas y ramas más pequeñas han caído sobre el auto. "Quizá sea bueno que quitemos la rama del camino", sugiere Guillermo. Pero no podrán, por supuesto. Es demasiado grande. Nuestro héroe considera dejar de nombrarla rama y empezar a usar la palabra tronco. Pero, ¿estamos listos ya para exageraciones? Quizá la sensación de peligro lo ha emocionado un poco. Eso y ver sus engargolados tirados en el suelo, la mínima capacidad que tiene la literatura para cambiar las cosas. Siente que algo se mueve en su interior. Qué pendejada, su novela.
"Mejor llamamos a los bomberos."
Guillermo intenta llamar pero no lo consige. Su celular no pasa la llamada. Ni siquiera sabe si está marcando correctamente. Los pinos siguen moviéndose sobre su cabeza. Puede escuchar el viento. No tiene miedo, sólo un poco de incomodidad: está perdiendo el tiempo y comienza a llover más fuerte. Recoge sus engargolados, con una mano intenta mover la rama que pretendía mover inicialmente pero se da por vencido rápidamente. Aprovecha la oscuridad para retirarse sin decir una palabra más. En el camino pasa frente a una casa cuya entrada está obstruida por un árbol caído. Un hombre de bigote está ahí, parado junto a su auto aún encendido. Está hablando por teléfono. Finalmente, Guillermo llega a casa. Hay luz. Se va momentánemente. Regresa. Entonces nuestro héroe ve la televisión, hace deporte, cena, escribe el inicio de un cuento y se siente productivo, contento consigo mismo.
Ay, nuestro héroe es un vanidoso. Aún puede escuchar las ambulancias y los helicópteros afuera.

Escoge

A tus amigos.

Tuesday, January 22, 2008

Ejercicio espiritual

He is a tool, a part of a machine that never stands still, and is sick and giddy with the ceaseless motion. He has no satisfaction but in the reflection of his own image in the public gaze.
William Hazlitt, On living to one's self.
Guillermo se observa a sí mismo en el reflejo de los espejos con los que se recubren los muros del gimnasio donde ahora se ejercita. Se intenta convencer a sí mismo de que a pesar de haber escuchado un "Pero qué gordo andas ahora" o un "Gordito" cariñoso y crítico a la vez de varias personas, está haciendo ejercicio para sí mismo, no para los demás. Así que mientras observa el monitor de la máquina en la que corre -como si fuera a darle respuestas, como si fuera un oráculo o una salida de sí mismo- procura pensar en Foucault y el texto que leyó anoche de él, Las tecnologías del yo. Allí, Foucault, piensa Guillermo, habla de cómo el "Conócete a tí mismo" griego estaba precedido por un "Cuídate a tí mismo", una tradición compleja y ya solidificada anterior al conocimiento de uno mismo que procuraba Sócrates. Pero algo sucedió en el camino. Conforme pasaron los siglos, se separaron estas consignas. Nada más moderno que la obsesión por el conocimiento de uno mismo, de la apertura total, de la luz que lo ilumina todo hacia dentro, sin cambiar nada. Una radiografía de un tumor, un diagnóstico que, sin embargo, es olvidada en un rincón y no sirve para mejorar o curar. Vivimos en un mundo, se percata Guillermo, en el que mostrar nuestras fallas es la vez fruto de orgullo. Así soy yo, te guste o no.
Pero, y si fuera por los demás, ¿qué? Es decir, si fuera también por los demás. Quiere bajar de peso, sí. Quiere mejorar su condición física. Quiere sentirse sano. Se está cuidando. No está poniendo su felicidad en manos de los demás -está viviendo para sí mismo; pero, a la vez, no puede negar (no se permitiría negar) que los demás son parte de su felicidad.
Las tecnologías del yo hace hincapié en una paradoja. El conocimiento de uno mismo, la disciplina que esto implica, a menudo sacrifica precisamente lo que pretende conocer. Pues, se asume, uno se conoce a sí mismo para salvarse: uno se confiesa, da testimonio, en búsqueda de absolución. Pero a la vez, el conocimiento de uno mismo sacrifica a uno mismo. Piensa, entonces, en el ascetismo. En la confesión católica. En los modos en los que uno sospecha que uno mismo no se encuentra en esta tierra, sino en otra. O peor, que esa cosa que creemos ser, no somos nosotros. Foucault pone en tensión el abandónate a tí mismo cristiano y el transfórmate en lo que realmente eres nietzscheano.
Avanzan los minutos. El monitor marca ya veinte de movimiento continuo. Le parece una coincidencia en la que no quiere leer demasiado, pero al momento en el que decide detenerse el monitor también marca, en distancia, 666. No sabe qué son. ¿Metros? Le parece poco. ¿Millas? No entiende por qué no está indicado. Sólo aparece el número. Guillermo baja del aparato, bebe agua y observa a su perra, quien lo ha estado esperando todo este tiempo, paciente. Lamenta un poco ser incapaz de salir de su cabeza. A pesar de la música, del Ipod, del ejercicio. Una vez más, Guillermo ha avanzado hacia ninguna parte y piensa en dos fragmentos de On going a journey de Hazlitt, que leyó minutos antes de retirarse al gimnasio: "We go on a journey chiefly to be free of all impediments and of all inconveniences; to leave ourselves behind, much more to get rid of others".
Y también: "Those who wish to forget painful thoughts, do well to absent themselves for a while from the ties and objects that recall them; but we can be said only to fulfil our destiny in the place that gave us birth. I should on this account like well enough to spend the whole of my life in travelling abroad, if I could anywhere borrow another life to spend afterward at home!".
Y piensa Guillermo: bueno, tal vez he dado con la clave. He conseguido abstraerme de mí mismo y de los demás sin necesidad de viajar, desde la comodidad del gimnasio que está aquí. He olvidado pensamientos dolorosos y me he librado de incomidades e impedimentos. Soy un hombre moderno. Estoy en paz conmigo mismo. Me cuido. Me conozco.
O no sé. Tal vez sólo quiero que me chuleen de nuevo las nalgas.

Monday, January 21, 2008

¡Ejercicio!

You're gone anaerobic, you're burning muscle instead of fat, but your mind is crystal-clear.
Chuck Palahniuck, Survivor.
Every secret of the body was rendered up-bone risen through flesh, sacrilegious glimpses of an intestine or an optic nerve. From this new and intimate perspective, she learned a simple, obvious thing she had always known, and everyone knew: that a person is, among all else, a material thing, easily torn, not easily mended.
Ian McEwan, Atonement
Kafka, brazadas en una piscina. Hemingway, sparring. Chatwin, polo, caminata y esgrima. Estas son las cosas en las que piensa Guillermo mientras se ejercita en la elíptica. Trata de enumerar: el nombre del autor, el deporte correspondiente. Pronto se le termina la lista. David Miklos, caminata. Guillermo Fadanelli, trote. No tiene mucho más, a su disposición. Julio Hubard, box, alguna vez. ¿Fútbol americano? ¿Qué autor practicó alterofilia? ¿Platón? Seguramente hay muchos más autores que se dedicaron a la esgrima. Suena al tipo de cosas que --pero no es esto en lo que le gustaría pensar a Guillermo, mientras mueve sus piernas, sus brazos, sin avanzar a ningún lado. Lo que desearía Guillermo es que su mente estuviera en blanco, inactiva. Le gustaría moverse como una máquina. Goznes lubricados, extremidades flexibles, músculos funcionales. Un sistema perfecto. La música ayuda. Hoy: Interpol. The Heinrich Maneuver, en este momento. Gran canción. Ya no siente las piernas. Comienza a escurrirse el sudor. Esto está bien, piensa. La cabeza caliente, la respiración regular, los latidos estables.
Es tonto, impulsado por una combinación de vanidad y temor a la descomposición. La imagen de un hámster corriendo en una rueda le cruza la cabeza, como un relámpago. ¿Pero a dónde carajos se va toda esta energía? Piensa en Bataille. En la "quema" de las rebabas, los excedentes. ¿Pero cuál es el excedente que está ardiendo a cada pulsación? No hay manera de saberlo. Su vida, a ratos, no parece otra cosa que un excedente. Completamente intrascendente. Valora tu intrascendencia. Sí, le gustaría. Pero en ocasiones sólo consigue verse a sí mismo en tercera persona, corriendo con todas sus fuerzas hacia ninguna parte, con música desechable en sus oídos, en un gimnasio construido con esfuerzos que no fueron los suyos, a la espera de un día cuya llegada sólo retrasa. Pero hay placer en el deporte. No pide más. De hecho, todas las explicaciones que puede plantearse, los contras, apenas se rompe la barrera anaeróbica se deshacen. Y ahí está. Ya no tiene palabras. Sólo carne en movimiento.

Sunday, January 20, 2008

Ejercicio

Preocupado por los sueños inquietos que tuvo y por su enfermedad (ésta ha abandonado, finalmente, su pecho y su estómago pero se moviliza hacia las extremidades de su cuerpo) Guillermo se levanta con un rayo de luz en la cara. No es el sol, es una linterna. No quiere darle el placer a Rodrigo de despertarse de golpe, a pesar de que es así, de golpe, como experimenta el rayo en los ojos -tras los párpados que, obstinadamente, mantiene cerrados.
Se levanta, finalmente, cuando Rodrigo insiste en que el día anterior fue Guillermo el idiota quien sugirió hacer ejercicio. Habían entrado tarde al cuarto, ya que se habían apagado las luces de la casa de campo. Rodrigo durmió pronto pero Guillermo se había quedado despierto más tiempo, leyendo a la luz de la linterna. El cuarto olía a humedad. Hacía frío. Guillermo se levanta, no de un brinco porque se golpearía la cabeza con las vigas que están sobre su cama -la superior, en la litera-, se viste con ropa deportiva y sale a encarar el día. Por un momento odia a su amigo pero se da cuenta de que en realidad odia la tonta decisión de hacer ejercicio. Su decisión, por supuesto. Este ejercicio no cambiará nada. No mejorará su vida. Su cuerpo se quebrará, al final.
Correr en el bosque. Correr con música en los oídos. Correr acompañado de un amigo por caminos que años atrás habían recorrido en bicicleta pero por los que ahora trotan. Más tarde se preguntarán en qué momento la vida dio esta vuelta, obligándolos a ejercitarse no por diversión sino como un mal necesario. La palabra salud tiene tanto peso en su interior como la frase temor a la muerte. Pero ahora no están pensando en esto. Están pensando -pero en realidad, Guillermo sólo puede hablar por sí mismo- en su cuerpo, sus secretos, la enfermedad que oculta bajo la ropa, los torrentes sanguíneos, las dificultades de la biología, de la anatomía, de esa "máquina maravillosa" (como alguna vez escuchó en un documental de National Geographic). Y ahora piensa en algo que discutían ayer, sobre los cuatro sabores que somos capaces de distinguir con las papilas gustativas. Amargo. Dulce. Ácido. Salado. Combinaciones sencillas. Estructuradas. Aceleran el paso. Guillermo siente cómo se le acelera el corazón y cómo comienza a experimentar biennestar --tal y como lo ha experimentado en otras ocasiones, cuando se le ha acelerado el corazón. Ante un libro, sí. En un concierto. Y diría más, pero es un caballero. Corren cuesta arriba y en la cima, con el lago a la distancia -pues hay un lago- Guillermo decide apagar su Ipod e informarle a Rodrigo: "Creo que hay un sabor más".
"¿De qué hablas?"
"De los cuatro sabores, de lo que hablábamos ayer".
"¿Sí? ¿Qué otro?"
"El sabor de la victoria".
Una pausa.
Se cagan de risa. Son un par de tetos. Emprenden el camino de vuelta a la casa.

Guillermo insiste

En subir imágenes que ya ha subido para ilustrar una convergencia de Danny Erker.

Así como S.T. Joshi insiste, o al menos señala que ya había sido señalado por Donald R. Burleson en su Lovecraft: Disturbing the Universe, que es esta misma pintura la que H.P. Lovecraft tenía en mente al escribir el siguiente pasaje de su Pickman's Model:

It was a colossal and nameless blasphemy with glaring red eyes, and it held in bony claws a thing that had been a man, gnawing at the head as a child nibbles at a stick of candy. Its position was a kind of crouch, and as one looked one felt that at any moment it might drop its present prey and seek a juicier morsel.

Thursday, January 17, 2008

Más aventuras

Nuestro héroe se percata de que últimamente sólo sube --lo que se entiende por "subir"-- cosas a su blog que no están escritas por él o que hacen referencia a otras cosas, ninguna de las cuales, en realidad, son escritas, sino referidas. Se percata, en suma, de que últimamente no tiene mucho que decir. Así que decide cerrar, apagar e irse a hacer ejercicio y leer.

Óscar Benassini y Franco Félix en el Bar San Remo


Estos muchachos no nacieron para amar.

Wednesday, January 16, 2008

No habites

Una casa en llamas.

Cierta sabiduría en el casting de Atonement


¡Keira!
Además: She owned only one outfit that she genuinely liked, and that was the one she should wear. She let the pink dress fall on top of the black and, stepping contemptuously through the pile, reached for the gown, her green backless post-finals gown. As she pulled it on she approved of the firm caress of the bias cut through the silk of her petticoat, and she felt sleekly impregnable, slippery and secure; it was a mermaid who rose to meet her in her own full-lenght mirror.
También: How could he forget that green dress, how it clung to the curve of her hips and hampered her running and showed the beauty of her shoulders. Whither than the mist.

Entrevista con Víctor González

Sr. González. - Nos enteramos que Thea Christensen es su novia, ¿es cierto?
Sí, es cierto.
Háblenos un poco de Thea.
Thea es una bella mujer danesa de 22 años, que conocí hace dos años. Ella tenía problemas emocionales y yo le he ayudado; juntos los hemos resuelto y eso nos ha unido mucho más. Nos queremos y nos ayudamos. Yo le decía en broma que era un Rolls Royce descompuesto, pero ahora me da gusto decirlo; es feliz y como digo en mi programa, ser feliz sí se puede.
¿Esto quiere decir que usted deja de ser polígamo? Pues sabíamos que tiene siete parejas.
Fíjese que no, porque Thea es una mujer joven, moderna e inteligente y me respeta como soy, por lo que sigo teniendo relaciones románticas con otras seis mujeres.
¿Y quiénes son ellas? ¿Son del medio artístico?
Eso sí no se lo puedo contestar, porque se dice el pecado, pero no el pecador. De Thea hablamos porque me autoriza a que todo el pueblo lo sepa, pero de las demás yo las respeto.
¿Y qué hay de boda, Dr. Simi?
A mi edad, sesenta años, están descartadas las bodas tradicionales. Esas están bien para los jóvenes. Yo tengo una idea más adecuada para lo que pienso, que es el simimatrimonio.
¿Y qué es el simimatrimonio?
En otra ocasión se lo explico, sólo le digo que está basado en la libertad, el amor y la armonía.
¿Qué planes de trabajo artístico tiene usted para Thea?
Considero que Thea es una de las mujeres más bellas del mundo. Actualmente es imagen de Farmacias Similares y a finales de este mes, la voy a llevar a Los Ángeles, California, para que estudie en una de las mejores escuelas de actuación, que me recomendó mi amiga Silvia Pinal, pues Thea quiere ser aparte de modelo, actriz y la pienso ayudar en todo. Tal vez estemos viendo a la Nicole Kidman del siglo XXI; si no, juzgue usted su belleza en las fotos que hay de mi gran amor Thea.
Fuente: "Entrevista con Víctor González", TVyNovelas, Año XXX, #2, páginas 58-59. Supongo que pude glosarlo, pero se me hizo demasiado. Además, es un publireportaje no firmado. Aquí, algunas imágenes de Thea, la novia del Dr. Simi, ex candidato a la presidencia.

Tuesday, January 15, 2008

Obsesiones



Moleskine de Dave Eggers en la Detour Exhibition

Más sobre Arte Poética de Breton y Schuster


Acá, en el blog de Los Libros de Homero, la nota que apareció en el Reforma sobre el libro traducido por Luis Xavier López y Sara García.

Monday, January 14, 2008

Cierta sabiduría en Ian McEwan

It wasn't only wickedness and scheming that made people unhappy, it was confusion and misunderstanding; above all, it was failure to grasp the simple truth that other people are as real as you. And only in a story could you enter these different minds and show how they had an equal value. That was the only moral a story need have.

Sunday, January 13, 2008

Saturday, January 12, 2008

Ciertas mentiras en las red

En su blog, Óscar Benassini subió un dibujito que me pidió. Además, explica el origen de dicho dibujito. Pero comete una imprecisión: en el sueño, mi madre no me obsequió el t-rex, lo compró para ella. Opina Óscar que no debería cambiar dicha imprecisión porque "su post es una obra literaria".
Es sábado.

Friday, January 11, 2008

México y Springfield

Comidilla de bloggers: la cercanía innegable entre Springfield y México. Opinemos, hasta la saciedad. Total, que la certeza, la opinión con certeza, se puede dar de un número de cosas que podemos contar con la mano derecha. Pero, precisemos. No es Springfield ni México, específicamente. Mejor, nombremos a esto que está entre el absurdo cotidiano y México. Que hay tela de dónde cortar, pues. Que no respetamos nuestras obsesiones, carambas; nos abocamos a lo que nos impresiona. Pero, ¿no son nuestras obsesiones lo que nos impresiona, somos todos tan parecidos que tenemos la misma impresión, la misma obstinada obsesión? Lo que tengo en común con ustedes, amigos mexicanos, es que me gustan Los Simpson.
Así pues, tenemos al buen Antonio Ramos. Aquí, en esta entrada de su agradable blog, "Instinto Contagioso", nos recuerda a qué grado estamos inmersos en una vida superada ya por--¿cómo decirlo? No quisiera decir por Los Simpson; nuestro día a día ha sido retratado y duplicado, ha sido dicho ya, hecho ya, experimentado ya. Pero no es sólo Los Simpsons, supongo. Me gustaría ponerme erudito, nombrar a Baudrillard, al "retrasamiento" romántico, a la sensación propia del siglo XX de-- En South Park, recuerdo que me contaba mi amigo Julián Zárate, hubo un episodio en el que uno de los personajes intentaba hacerse el chistosito -a fuerza de ingenios e ironías- pero nomás no podía, no le salía: "Eso ya salió en Los Simpsons", le decían los demás para anular sus bromas.
Acabo de revisar los comentarios a la entrada anterior y vi que una chica a quien no conozco, Cynthia Ramírez, escribió sobre la misma nota sobre la que escribió Antonio hace unos días (Gracias, Cynthia, por tu comentario). Algo que también hace Brenda Lozano acá, con, me gusta pensar, sensatez. Pero, ¿qué opinar sobre la opinión? Me quedo mudo.

La verdad es que sólo escribí esto para poner la foto. Amo a Selma.

Sobre el amor a los separadores

Guillermo está como de pisa y corre, de que abre un libro pero teme que debe cerrarlo casi de inmediato, esto desde ayer. Están ahí los Cuentos completos de Di Benedetto -¡perdón Julián!- y empieza uno pero no puede terminarlo. Ultimamente Guillermo tiene problemas para terminar las cosas. Especialmente los libros. Específicamente a qué se debe esto no lo sabe pero--
Comienza antologías. Le da la impresión de que sólo antologías, revistas y libros de cuentos es lo que puede tolerar. El Edgar Allan Poe de Baudelaire o su Crítica literaria que compró en la FIL están ahí, en el escritorio, donde deberían estar las cosas que Guillermo va a leer de inmediato pero quizá el problema no es ese sino que--
Así que pasea por la red. Escucha música de Andrew Bird, a quien acaba de descubrir (leyó un cómic donde hablan de él) y ha bajado al estudio con el propósito de corregir una novela, su novela, la única, pero nada. No sale nada. Sólo se distrae. Sólo puede escribir en el blog y en su diario, en lo fragmentario, en lo que se basa en impresiones. Pero nada dura, parece querer decir Guillermo. En su vida, últimamente. O si dura es porque está hecho de algo que--
Querría culpar a los libros enormes que realmente exigen tiempo. Guillermo quiere levantarse y abrir de una buena vez A la búsqueda del tiempo perdido pero no lo hace. Tiene iniciado, así, Los miserables y Memorias de ultratumba. Y Ulises. Y The infinite jest. Y Against the day. Y.

Thursday, January 10, 2008

Cartografía



Yay Lilly!
Pero me preocupa, no sé por qué, la imagen que tendrá esta niña en el futuro del mundo. La representación.

Aventuras

Después de tres días de usar los mismos, nuestro héroe finalmente decide cambiar de pantalones.

Wednesday, January 09, 2008

Chick habit


Ay, lo violento.

En el estudio

Ansioso y molesto, descubro en el estudio de mi padre donde ahora escribo --y a donde me he desplazado, desde hace meses, como se desplaza un cangrejo-- que tengo frío en las manos y que pocas cosas me entretienen. Esta cosa que crece y que noto a las siete y media de la noche puede ser el Viejo Cabrón de siempre o tal vez una indigestión, o el Caos que uno pide a gritos cuando sabe que se avecina la enfermedad de la media noche.
Sus amigos, por otro lado, lo comprenden; al pobrecito escritor.

Contra el derrotismo

En Job de Roth:

"Mi corazón aún late. Mis ojos aún ven. Mis miembros aún se mueven. Mis pies aún caminan. Como y bebo, rezo y respiro. Pero mi sangre se paraliza. Mis manos están marchitas. Mi corazón, vacío".
Pero también, un consejo de Chris Ware:
-No te paralices.
-No te estanques.
-Lee de todo.
-Respeta tus obsesiones.
-No te dediques sólo a escribir.

Tuesday, January 08, 2008

Bajo la pirámide


Leía el otro día el sugerente texto de Maria Hummel que apareció en The Believer de octubre del año pasado. Se titula "The Apache, The Führer, and the Philosopher" y pueden leer el inicio aquí. Es sobre Karl May, un escritor de ficción quien fue el autor favorito de Hitler, en su juventud. Karl May, nos explican, escribía sobre el oeste americano, que nunca conoció, a partir de ciertas categorías e imágenes: la ignorancia pero bondad de algunos apaches, el hombre blanco virtuoso que lo puede todo, la maldad maquiavélica de algunos apaches. Pensé, entonces, en algunas de mis lecturas de juventud, especialmente en las primeras dos historias de la serie de Tintín, Tintín en América y Tintín en el Congo que tienen algo muy parecido al esquema de May.Creo que es innegable el callado racismo que se leen en, al menos, esas dos historias de Tintín. Por alguna razón fueron suavizándose con el tiempo. La siguiente en la serie, Los cigarros del faraón (cuya segunda parte es El loto azul) parece que seguirá un esquema similar (también en esta, como en las antecesoras, Tintín recibe favores por ser blanco y famoso -un sheik le perdona la vida porque ha leído sus aventuras, especialmente la del Congo- y hay varios estereotipos; pero hay una complejidad narrativa mayor y, supongo, también moral).

Hace meses vi un documental en la televisión, Tintin et moi (Anders Ostergaard, 2003), en el que se explicaba mucho de este racismo inicial (Hergé fue apadrinado, nos explican, por un sacerdote católico de la escuela a la que asistió, el Saint Boniface, o quizá fue más tarde, durante su tiempo en los Boy Scouts; en cualquier caso, se hace hincapié en que este hombre, su "padrino", también tenía ligas con el naciente nacional-socialismo; debería ver el documental de nuevo para aclarar esto).

Bien pensado, no es neceariamente racismo lo que se retrata en esas primeras historias sino, como lo diría un amigo, "miradas cortas". No olvidemos que Hergé, durante el tiempo en que escribió esas historias, nunca salió de Bruselas (como no lo hizo May, de Alemania). El texto de Hummel me impresionó, supongo, porque lo persuade a uno de que estas miradas cortas devienen maldad. Puede ser. Pero también pueden ser sencillamente algunas chiquilladas. Sin embargo, como digo: el artículo persuade. Quizá no lo convence a uno del todo --especialmente porque uno recuerda a Tintín como algo inocente. Pero bueno, la inocencia...

Más tarde, leyendo Las Benévolas recordé todo esto por algo curioso: al personaje principal, en medio de todo lo que está viviendo, le agarran unas ganas locas de leer de nuevo a E.R. Burroughs, una de sus lecturas favoritas de juventud. Basta meter el nombre a Google para ver por qué esto me pareció significativo. Y también, a lo largo de la trama se da un evento sacado del género policíaco, en la que dos detectives tenaces, Clemens y Weser (quienes, por supuesto, recuerdan a Fernández y Hernández de Hergé) le dan caza al protagonista. Incidentalmente, es en Los cigarros del faraón de Tintín donde aparecen, por primera vez los famosos detectives --que quizá sea muestra de la todavía más desordenada narrativa de esta historia. Algunos de sus elementos, considero, se retoman en El Templo del Sol y Las Joyas de la Castafiore: el misterio de una expedición fallida en un país exótico, en el primero, y el misterio a la Agatha Christie o propio del padre Brown, en el segundo (en Los cigarros del faraón hay un momento en que Tintín se encuentra, ¡en la India!, en una casa donde se encuentra un pastor -Mr. Peacock-, una pareja aristócrata -Mr. y Mrs. Snowball-, un egiptólogo -el profesor Filemón Ciclón-, y un célebre escritor -Zlotzky-; casi sobra decir que la noche en la que todos se encuentran ocurre algo misterioso que se resuelve más tarde en la historia).

Acabo de leer Los cigarros del faraón. Aquí está la escena en la que Tintín se da cuenta de que no le traen buenas intenciones, esos malidtos árabes:

Más tarde, por supuesto, se da cuenta de que no son los malditos árabes quienes le traen ganas sino unos traficantes de opio (por ello es que la historia sigue en El Loto Azul).

Todo esto, en fin, creo que es un preparativo para hablarse sobre Under the Pyramids, un cuento que apareció en Weird Tales en 1924 y en 1939, con títulos distintos (de acuerdo con S.T. Joshi). En ambas ocasiones fue firmado por Harry Houdini, el pseudónimo del mago húngaro Ehrich Weiss, pero en realidad fue escrito, bajo encargo, por H.P. Lovecraft --como parte de un estratagema para llamar la atención a la revista en la que, además, Houdini tenía una columna. Según explica, de nuevo, S.T. Joshi. Es un buen cuento que me recordó a Under the Pyramid, de Dave Eggers. Por supuesto, así fue como lo recordé, pero en realidad el cuento del que hablo se titula Another y apareció en How We Are Hungry, el libro de cuentos. Me lo recordó así porque, según yo, había un momento en que el personaje de Another también se encontraba en peligro bajo una pirámide. Releí Another para escribir esto. Me di cuenta, además, que es un disparo perdido que sale, creo, de You shall know our velocity! Y sí, hay similitudes entre el cuento de Eggers y Lovecraft: ambos personajes deciden ir a Egipto y a las pirámides en busca de lo exótico, más allá de lo turístico, como vía de escape de su vida cotidiana, y ambos en algún momento se sienten en peligro --y ambos descienden por una cuerda hasta encontrarse en el estómago de las pirámides. Pero el cuento de Lovecraft sufre de la simpleza moral que las historias de Tintín (curiosamente, pero esto no tiene casi nada que ver, el personaje Harry Houdini y Tintín llegan a Egipto vía Port-Said).

Esto no signifca, por supuesto, que el cuento de Eggers no sufra de una simpleza moral. Pero hay simplezas que uno prefiere, pues hace mucho que uno tomó decisiones y estas, con el paso del tiempo, sólo se confirman y si se modifican siempre se hará en base a ellas. Aquí está el final de ese cuento, un intercambio tácito que se da bajo una pirámide, entre el norteamericano que visita un país de una región donde seguramente lo odian, y su guía. Perdonen el espaciado, pero esto ya se estaba haciendo demasiado largo:

The man and I stared at each other, breathing in the hard thick air, without any compassion for each other or anything. /What did you expect? his eyes asked me. / I wanted to know that I wouldn't die like a bug, I said. / Sorry, he said. These men died, were embalmed, and have been stolen. People sold them again and again. Their every effect, their bones, were traded for gold. You'll be no better off. / There's no reason to go inside these pyramids, I said. / No, not really, he said. / We learn nothing inside, I said. / Nothing, he said. / If these kings believed, why would they hide themselves in these plain boxes under these heavy stones? / Ah, but they didn't believe, he said. / That explains it, I said. / We left again and stood on the ground beneath the pyramid. It was dark as mounted our horses. I swung my hand around, to encompass all the air. "Good outside now", I said. / He smiled. / "There is another", the man said. / "I want to go", I said. / "Yes?" / I nodded and he struck my horse and flew.


Entrevista con Héctor Zagal en Milenio

Anoche vi Ratatouille de nuevo. Es una gran película. Además, en el DVD viene un corto titulado "Your friend the rat" que está muy bueno. En fin, cambiando de tema: A través del blog de la editorial Los Libros de Homero, veo que entrevistaron a Héctor en Milenio. La entrevista, aquí. Un fragmento, acá:
Comer es evocar. Dicen que cuando uno es niño come con la vista, cuando joven con el estómago y cuando adulto con el cerebro. Pero decir que comemos con el cerebro no quiere decir que lo hacemos con restricciones sino con evocaciones. Por eso sucede que existe siempre un platillo que sólo estaba bien hecho en nuestra casa de la infancia. No porque fuera en términos estrictos el mejor sino porque era el que nos servían. Entonces se da un acercamiento a partir de la experiencia propia. El principal órgano gustativo es el cerebro. Con el cerebro comparamos, evocamos, inventamos.
Me gusta que haya aclarado eso de que comer con el cerebro no es comer con restricciones. Quizá sea optimismo de año nuevo.

Monday, January 07, 2008

Entrevista con Lydia Davis en The Believer


Una entrevista con la autora de Samuel Johnson is Indignant (de 2002) Lydia Davis, aquí. Cosas que no sabía: tradujo una parte de En busca del tiempo perdido, de Proust. Cosas que no sabía pero son comprensibles: adoraba a Beckett en su juventud. Cosas que me hubiera gustado saber antes de leer la entrevista: es una conversación muy puntual aunque sospecho que esto, el texto alrededor de la manufactura de una historia, debería interesarle a muchas personas.

Saturday, January 05, 2008

Democracia y la Theme-park-nation

Hay un relato del Dr. Seuss que habla sobre los Sneetches, unas curiosas criaturas que gustan de ir a la playa pero de las cuales hay dos especies: las que poseen estrella y las que no. Como se han de imaginar, las que no poseen estrella desean poseerla y las que la poseen no se juntan con las que no. En el afán por poseer estrella, algunos de los Sneetches -cuenta la historia- decidieron pagarle un dólar a un gato que vendía la posibilidad de obtener estrella si entraban a una máquina de su invención. Los Sneetches sin estrella decidieron pagar el dólar y consiguieron su estrella y le dijeron a los Sneetches-con-estrella-originales que ahora eran iguales. Pero esto, como han de imaginarse, no gustó. Así que estos Sneetches se quitaron la estrella pagando un dólar al mismo gato que tenía, a su vez, una máquina quita estrella. Volvían a ser distintas, ¿ven? Y las Sneetches que recién habían obtenido sus estrellas decidieron que, quizá, después de todo, era mejor no poseer estrella. Se sometieron al tratamiento de nuevo, pagando el dólar correspondiente. Esto continuó durante un rato hasta que ya nadie podía distinguir quién poseía originalmente la estrella y quién no. Así, con el gato un poco más rico (y cuyos hijos, han de saber, se llamaban todos igual), los Sneetches encontraron armonía, igualdad y felicidad.
Esto lo sé no porque en mi infancia haya leído libros del Dr. Seuss sino porque en un parque de diversiones en Florida que acabo de visitar hay una atracción que gira en torno a esta historia, en Adventure Island. Es una atracción sencilla, un trenecito que lleva por aquí y por allá al tiempo que cuenta una historia del Dr. Seuss --toda la arquitectura del lugar, caricaturesca, está hecha de manera que uno tenga la impresión de estar en una de sus historias. Mientras esperaba en la cola para subirme, con algunos de mis primos pequeños y sus padres, pude leer la introducción de la historia, que estaba enmarcada en la pared y que uno podía ir leyendo conforme avanzaba en la fila. Una fila conformada por mexicanos, argentinos, muchos brasileños, algunos cuantos minusválidos, negros, asiáticos y un grupo de mujeres que usaban burka.
A veces conseguía olvidar, estando en los parques de diversiones de Orlando Florida, que Estados Unidos estaba en guerra. Si existía un lugar diseñado para que, por unos dólares, uno pudiera olvidar estas cosas y viviera en la ilusión de ser igual al resto de los que visitaban los parques, era ahí. Pero cuando me percaté de esto me di cuenta, con un poco de horror, de que estaba siendo ingeniosito. Imaginé que algún listillo visitaba estos parques y lo veía todo a través de teorías campechanas que sacó más o menos de la escuela de Francfort; comparaciones chistositas entre los trenes que llevan -como en ganado, se podría decir- de los estacionamientos a las entradas de los parques, y los trenes que llevaban la "fuerza de trabajo" a los campos de concentración del tercer Reich.
Me gustó la historia de los Sneetches.
El juego, sin embargo, era bastante aburrido.
Me gustó pasar tiempo con mi familia.
Lamenté pasar tiempo con mi cabeza, enfermita.
El lugar donde no olvidé que estaba en un país en guerra, durante las vacaciones pasadas de diciembre y año nuevo, fue en los aeropuertos. "Home Land Security" puede ponerle los nervios de punta a cualquiera. Por otro lado, no me veo capaz de llamarle "el gabacho" a Estados Unidos ni de sospechar que un mal inasible y enigmático vive en las grietas de su aparente simulacro.

Desaparecer

Terminé, finalmente, Las Benévolas. Ahora la imagen de zoológicos que arden y elefantitos que escapan está grabada en mi cabeza.