Tuesday, January 08, 2008

Bajo la pirámide


Leía el otro día el sugerente texto de Maria Hummel que apareció en The Believer de octubre del año pasado. Se titula "The Apache, The Führer, and the Philosopher" y pueden leer el inicio aquí. Es sobre Karl May, un escritor de ficción quien fue el autor favorito de Hitler, en su juventud. Karl May, nos explican, escribía sobre el oeste americano, que nunca conoció, a partir de ciertas categorías e imágenes: la ignorancia pero bondad de algunos apaches, el hombre blanco virtuoso que lo puede todo, la maldad maquiavélica de algunos apaches. Pensé, entonces, en algunas de mis lecturas de juventud, especialmente en las primeras dos historias de la serie de Tintín, Tintín en América y Tintín en el Congo que tienen algo muy parecido al esquema de May.Creo que es innegable el callado racismo que se leen en, al menos, esas dos historias de Tintín. Por alguna razón fueron suavizándose con el tiempo. La siguiente en la serie, Los cigarros del faraón (cuya segunda parte es El loto azul) parece que seguirá un esquema similar (también en esta, como en las antecesoras, Tintín recibe favores por ser blanco y famoso -un sheik le perdona la vida porque ha leído sus aventuras, especialmente la del Congo- y hay varios estereotipos; pero hay una complejidad narrativa mayor y, supongo, también moral).

Hace meses vi un documental en la televisión, Tintin et moi (Anders Ostergaard, 2003), en el que se explicaba mucho de este racismo inicial (Hergé fue apadrinado, nos explican, por un sacerdote católico de la escuela a la que asistió, el Saint Boniface, o quizá fue más tarde, durante su tiempo en los Boy Scouts; en cualquier caso, se hace hincapié en que este hombre, su "padrino", también tenía ligas con el naciente nacional-socialismo; debería ver el documental de nuevo para aclarar esto).

Bien pensado, no es neceariamente racismo lo que se retrata en esas primeras historias sino, como lo diría un amigo, "miradas cortas". No olvidemos que Hergé, durante el tiempo en que escribió esas historias, nunca salió de Bruselas (como no lo hizo May, de Alemania). El texto de Hummel me impresionó, supongo, porque lo persuade a uno de que estas miradas cortas devienen maldad. Puede ser. Pero también pueden ser sencillamente algunas chiquilladas. Sin embargo, como digo: el artículo persuade. Quizá no lo convence a uno del todo --especialmente porque uno recuerda a Tintín como algo inocente. Pero bueno, la inocencia...

Más tarde, leyendo Las Benévolas recordé todo esto por algo curioso: al personaje principal, en medio de todo lo que está viviendo, le agarran unas ganas locas de leer de nuevo a E.R. Burroughs, una de sus lecturas favoritas de juventud. Basta meter el nombre a Google para ver por qué esto me pareció significativo. Y también, a lo largo de la trama se da un evento sacado del género policíaco, en la que dos detectives tenaces, Clemens y Weser (quienes, por supuesto, recuerdan a Fernández y Hernández de Hergé) le dan caza al protagonista. Incidentalmente, es en Los cigarros del faraón de Tintín donde aparecen, por primera vez los famosos detectives --que quizá sea muestra de la todavía más desordenada narrativa de esta historia. Algunos de sus elementos, considero, se retoman en El Templo del Sol y Las Joyas de la Castafiore: el misterio de una expedición fallida en un país exótico, en el primero, y el misterio a la Agatha Christie o propio del padre Brown, en el segundo (en Los cigarros del faraón hay un momento en que Tintín se encuentra, ¡en la India!, en una casa donde se encuentra un pastor -Mr. Peacock-, una pareja aristócrata -Mr. y Mrs. Snowball-, un egiptólogo -el profesor Filemón Ciclón-, y un célebre escritor -Zlotzky-; casi sobra decir que la noche en la que todos se encuentran ocurre algo misterioso que se resuelve más tarde en la historia).

Acabo de leer Los cigarros del faraón. Aquí está la escena en la que Tintín se da cuenta de que no le traen buenas intenciones, esos malidtos árabes:

Más tarde, por supuesto, se da cuenta de que no son los malditos árabes quienes le traen ganas sino unos traficantes de opio (por ello es que la historia sigue en El Loto Azul).

Todo esto, en fin, creo que es un preparativo para hablarse sobre Under the Pyramids, un cuento que apareció en Weird Tales en 1924 y en 1939, con títulos distintos (de acuerdo con S.T. Joshi). En ambas ocasiones fue firmado por Harry Houdini, el pseudónimo del mago húngaro Ehrich Weiss, pero en realidad fue escrito, bajo encargo, por H.P. Lovecraft --como parte de un estratagema para llamar la atención a la revista en la que, además, Houdini tenía una columna. Según explica, de nuevo, S.T. Joshi. Es un buen cuento que me recordó a Under the Pyramid, de Dave Eggers. Por supuesto, así fue como lo recordé, pero en realidad el cuento del que hablo se titula Another y apareció en How We Are Hungry, el libro de cuentos. Me lo recordó así porque, según yo, había un momento en que el personaje de Another también se encontraba en peligro bajo una pirámide. Releí Another para escribir esto. Me di cuenta, además, que es un disparo perdido que sale, creo, de You shall know our velocity! Y sí, hay similitudes entre el cuento de Eggers y Lovecraft: ambos personajes deciden ir a Egipto y a las pirámides en busca de lo exótico, más allá de lo turístico, como vía de escape de su vida cotidiana, y ambos en algún momento se sienten en peligro --y ambos descienden por una cuerda hasta encontrarse en el estómago de las pirámides. Pero el cuento de Lovecraft sufre de la simpleza moral que las historias de Tintín (curiosamente, pero esto no tiene casi nada que ver, el personaje Harry Houdini y Tintín llegan a Egipto vía Port-Said).

Esto no signifca, por supuesto, que el cuento de Eggers no sufra de una simpleza moral. Pero hay simplezas que uno prefiere, pues hace mucho que uno tomó decisiones y estas, con el paso del tiempo, sólo se confirman y si se modifican siempre se hará en base a ellas. Aquí está el final de ese cuento, un intercambio tácito que se da bajo una pirámide, entre el norteamericano que visita un país de una región donde seguramente lo odian, y su guía. Perdonen el espaciado, pero esto ya se estaba haciendo demasiado largo:

The man and I stared at each other, breathing in the hard thick air, without any compassion for each other or anything. /What did you expect? his eyes asked me. / I wanted to know that I wouldn't die like a bug, I said. / Sorry, he said. These men died, were embalmed, and have been stolen. People sold them again and again. Their every effect, their bones, were traded for gold. You'll be no better off. / There's no reason to go inside these pyramids, I said. / No, not really, he said. / We learn nothing inside, I said. / Nothing, he said. / If these kings believed, why would they hide themselves in these plain boxes under these heavy stones? / Ah, but they didn't believe, he said. / That explains it, I said. / We left again and stood on the ground beneath the pyramid. It was dark as mounted our horses. I swung my hand around, to encompass all the air. "Good outside now", I said. / He smiled. / "There is another", the man said. / "I want to go", I said. / "Yes?" / I nodded and he struck my horse and flew.


4 comments:

Anonymous said...

primera vez por aquí. yo también soy fan de tintin y sí, uno cuando lo lee de niño no nota nada de eso, pero con el paso del tiempo va uno cayendo en cuenta que el del copetito es más políticamente incorrecto que south park. hace poco me topé con un dato curioso. en la primera edición de tintin en el congo, cuando nuestro personaje está enseñándole a los niños en la misión, señala un mapa de europa y dice: "miren, niños, éste de aquí es bélgica, su país". en subsiguientes ediciones, el episodio fue modificado por una inocente lección de aritmética.
también es de hacer notar el juego que hergé hizo después entre el bloque socialista, el bloque occidental y hasta el nazismo con los problemas con el pueblo bordurio y syldavo.
en fin, un saludo.

Guillermo Núñez said...

¡Vaya!
Gracias por el comentario Ernesto, es muy informativo.
¿Has visto el documental ese? ¡Es muy bueno!
Saludos.

Darío Zetune said...

con aquello de las "miradas cortas", me hiciste recordar el texto de Gabriel Zaid donde responde a Saramago.

"Miradas cortas" o el "factor simpleza": criadero de maldades.

Saludos.

Sergio.

Nota Bene: Yo no leí a Tintín, nomás a la Rata Matilda y a veces a Lorenzo y Pepita, ouch

Bernardo Gamboa Sánchez said...

Es curioso sin duda que de pequeño algunos detalles pasan desapercibidos, pero no todos. Me parece que estas historias están escritas un poco como se nos enseña la historia de "nuestros héroes", quiero decir: escritas para hacernos tomar partido. A veces nos inclinan hacia los apaches, otras veces hacia los piratas, hacia los parias, o hacia los buenos más buenos que el pan. Me gusta la sugerencia silenciosa sobre la inocencia. ¿Qué es la inocencia, sino la ignorancia? Y por ignorancia me refiero a falta de información, o de referencias, o de contenido. En el caso de Eggers, el Tintín son los americanos por el mundo (previa compra de todo tipo de equipamiento para ello: paliacates, pantalones con millones de bolsillos, repelentes antimosquitos, etcétera). Y al igual que Tintín está el modelo del Llanero Solitario y su amigo indio Toro, que en inglés se llama Tonto y que sin duda es el salvaje domesticado. Y uno se inclina por el Llanero, claro. ¿Quién quiere ser el tonto domesticado? ¿Para qué sirve sino para Sancho? Seguiré con tus sugerencias. Un abrazo.