Dice Mario Levrero: "Vale la pena llegar al aburrimiento, tocar fondo en el aburrimiento, porque de ahí nacen los impulsos correctos".
Wednesday, March 31, 2010
Monday, March 29, 2010
Leo La novela luminosa: oficinista en su día libre
Hoy me pasó algo. Me levanté para ir al trabajo, realicé todos los ritos matutinos, con especial énfasis en aquellos que parecen decir a gritos que es inicio de semana, y me encaminé al trabajo al tanto de que el malestar estomacal con el que desperté no se iba. Daría más detalles al respecto pero mejor me adelanto para transcribir algo que leí de Levrero (en imagen), rumbo al trabajo (del cual tuve que regresar a casa, por la diarrea; trabajé acá, sin embargo; mi plan original era transcribir esto en la oficina, ya que saliera del trabajo, y supongo que, a mi modo, lo hice así, pues apenas termino de trabajar, aquí en el estudio de la casa). Es de su entrada de un martes 10, a las 1.03, de octubre de 2000:
"Estoy aburrido. Me apena tener que confesarlo, confesármelo, pero es la verdad. Nunca pude comprender a la gente que se aburre, y siempre hostigué a los aburridos señalándoles la etimología de la palabra. Hoy me tocó a mí. 'Siento horror de mí mismo'; 'me aborrezco'. Durante cinco años estuve armando esa trampa mortal, trasladando mis intereses, uno por uno, a la máquina prodigiosa. Hoy casi todo lo que es mi vida está ahí adentro, y ahora la máquina está apagada".
Más adelante:
"Decía que estoy aburrido, y me es dado analizar un poco este estado. El aburrimiento viene mezclado con algo más fuerte, algo así como unas ráfagas que me asaltan cada tanto, de un sentimiento parecido al pánico o a una extrema desolación; como si de un momento a otro todo fuera a perder significado".
Más adelante:
"Llegué, pues, a esta situación de aburrimiento, como cualquier oficinista en su día libre; mi otrora espléndido mundo interior parece vacío. Ni sombra del espíritu; ni sombra de imágenes; ni pensar en aflojarme en un relax, en encontrarme placenteramente como antaño conmigo mismo, sentir cómo 'el espíritu de la mente' se liga al 'espíritu del cuerpo y ya no pueden separarse' (Tao Te King). Aquel agradable calorcillo del self. Hace muchos años que perdí todas estas facultades; si ahora intento recuperarlas, me ataco de ansiedad o bien me quedo dormido".
Antes y después de estas reflexiones, las entradas del Diario de la Beca de Levrero se ocupan de las revistas Humor & Juegos y Cruzadas; esta última, también de juegos (crucigramas, acertijos...), estuvo a su cargo cuando vivió en Buenos Aires.
"Estoy aburrido. Me apena tener que confesarlo, confesármelo, pero es la verdad. Nunca pude comprender a la gente que se aburre, y siempre hostigué a los aburridos señalándoles la etimología de la palabra. Hoy me tocó a mí. 'Siento horror de mí mismo'; 'me aborrezco'. Durante cinco años estuve armando esa trampa mortal, trasladando mis intereses, uno por uno, a la máquina prodigiosa. Hoy casi todo lo que es mi vida está ahí adentro, y ahora la máquina está apagada".
Más adelante:
"Decía que estoy aburrido, y me es dado analizar un poco este estado. El aburrimiento viene mezclado con algo más fuerte, algo así como unas ráfagas que me asaltan cada tanto, de un sentimiento parecido al pánico o a una extrema desolación; como si de un momento a otro todo fuera a perder significado".
Más adelante:
"Llegué, pues, a esta situación de aburrimiento, como cualquier oficinista en su día libre; mi otrora espléndido mundo interior parece vacío. Ni sombra del espíritu; ni sombra de imágenes; ni pensar en aflojarme en un relax, en encontrarme placenteramente como antaño conmigo mismo, sentir cómo 'el espíritu de la mente' se liga al 'espíritu del cuerpo y ya no pueden separarse' (Tao Te King). Aquel agradable calorcillo del self. Hace muchos años que perdí todas estas facultades; si ahora intento recuperarlas, me ataco de ansiedad o bien me quedo dormido".
Antes y después de estas reflexiones, las entradas del Diario de la Beca de Levrero se ocupan de las revistas Humor & Juegos y Cruzadas; esta última, también de juegos (crucigramas, acertijos...), estuvo a su cargo cuando vivió en Buenos Aires.
Sunday, March 28, 2010
Cómo
Debe existir un modo, escribí. Uno de ellos debe ser este, añadí antes de que, accidentalmente, borrara ambas líneas. Reescribo y noto con cierto desapego esa curiosa forma de desdoblamiento que en ocasiones adopto: la de quien demora las cosas hablando de sí mismo. Me refería, al inicio, a una forma de escribir sobre algo de lo que en realidad uno no quiere escribir. (Pero una obligación, una necesidad, mejor dicho, lo lleva a uno a hacer este tipo de cosas, reflexiono ahora). Este modo es el único que conozco y quizá por la misma razón me parece insuficiente. Digo mejor: De los modos que conozco éste me parece el menos malo pero reconocerlo como una especie de último recurso -siendo el recurso último, sencillamente, no escribir o hablar sobre algo de lo que uno no quiere hablar- me lo arruina, de una forma. Digamos: es como ir al cine con alguien sólo porque uno se avergüenza de ir solo. (En una nota personal, diré que este no es mi caso: no tengo problema alguno con ir al cine solo, de hecho, si les interesa saber, me gusta ir al cine solo, casi tanto o más que ir con gente sólo por buscar compañía; sin embargo, los límites de la analogía no son tantos como para no anotarla). Esto es demasiado, escribir de esta forma. Mejor sería callar. Mejor para quién. Mejor para uno, digamos. Demasiado por un lado, muy poca cosa por otro.
Cambiemos de tema.
Un calor infernal, decirlo sería exagerar; pero es verdad que hace calor. Sudor en la zona T, por ejemplo. Y en las nalgas. Suspiros en una habitación solitaria. Libros que no he terminado y que descansan sobre la cama, a medias: Los demonios, La novela luminosa, Providence. En cambio: una computadora encendida. Quizá ya sea hora de dormir, no decir.
Cambiemos de tema.
Un calor infernal, decirlo sería exagerar; pero es verdad que hace calor. Sudor en la zona T, por ejemplo. Y en las nalgas. Suspiros en una habitación solitaria. Libros que no he terminado y que descansan sobre la cama, a medias: Los demonios, La novela luminosa, Providence. En cambio: una computadora encendida. Quizá ya sea hora de dormir, no decir.
Friday, March 26, 2010
Jueves de oficina
Salgo. Es de noche, pasan de las 20:00 horas. Al salir, momentáneamente -salgo al baño que está fuera del despacho- escucho al velador del edificio, quien le habla a otra persona. "¿Sabes que?", dice, "ya vámonos, que aquí espantan después de las ocho".
Me lo tomo medio a broma cuando regreso, consternado y exagerando, a la oficina y entonces le digo a Óscar: "¿Sabes qué? Mejor ya hay que irnos. Según el velador aquí espantan después de las ocho".
Óscar me dice: "¿Qué velador? ¿El que se murió el año pasado?".
Me lo tomo medio a broma cuando regreso, consternado y exagerando, a la oficina y entonces le digo a Óscar: "¿Sabes qué? Mejor ya hay que irnos. Según el velador aquí espantan después de las ocho".
Óscar me dice: "¿Qué velador? ¿El que se murió el año pasado?".
Thursday, March 25, 2010
La Tempestad #71
Un nuevo número de La Tempestad. A continuación los contenidos:
CINE
La obra de Alfred Hitchcock es un aporte fundamental para el cine moderno; dentro del dossier central, “La mirada de Hitchcock”, Pablo Ferré explica la actualidad de sus propuestas. Además: las películas más recientes de Werner Herzog, Claudia Llosa y John Hillcoat, así como un libro de Jorge La Ferla, son reseñadas en “Actualidad del arte”.
MÚSICA
¿Cómo funciona la música en las películas de Hitchcock? María Elena Larregle disecciona el mecanismo como parte de nuestro tema de portada. Una entrevista con el pianista Brad Mehldau abre la sección de actualidad, donde además se echa una oída a las últimas producciones de Bill Dixon, Marco Stroppa y The xx.
ARQUITECTURA
A partir de la investigación que dio pie a su libro The Wrong House, Steven Jacobs revela la importancia de la arquitectura en el cine de Hitchcock. En “Formas útiles” el lector encontrará un análisis del edificio Momentary City, en Hefei, de la firma china Vector Architects.
ARTES VISUALES
Como pocos cineastas, Hitchcock ha influido a diversos artistas contemporáneos. Eduardo A. Russo analiza los vasos comunicantes entre el cineasta británico y las expresiones visuales de nuestro tiempo. A partir de la página 40: Exposiciones de Félix González-Torres, Gordon Matta-Clark y CoBrA son revisadas.
ARTES ESCÉNICAS
Shaday Larios Ruiz reflexiona sobre las ideas escénicas que alberga el cine de Hitchcock en el texto “Por un suspenso poético”. Por su parte, en nuestra sección de actualidad ofrecemos una mirada a la innovadora electro ópera Tomorrow, in a Year, de Hotel Pro Forma.
En nuestro dossier lateral:
En nuestro dossier lateral:
LITERATURA
"Escrituras independientes" propone un panorama de la literatura latinoamericana en lo que va del siglo XXI a partir de un puñado de títulos que representan una renovación. Así, La novela luminosa de Mario Levrero es analizada por Antonio Oviedo; Del absoluto amor, de Jorge Eduardo Eielson es analizado por José Luis Bobadilla; Sergio González Rodríguez escribe sobre El último lector de Ricardo Piglia; Nicolás Cabral escribe sobre El Gran Vidrio de Mario Bellatin y, finalmente, Los suicidas del fin del mundo de Leila Guerriero es analizado por Maximiliano Tomas. Además, ofrecemos un listado, sin afanes canónicos, de diez libros más por cada género. En la sección de actualidad (pp. 30-31) se revisan libros recientes de Haruki Murakami, José Luis Bobadilla, Valérie Mréjen y Rodrigo Rey Rosa. También: una selección de lo mejor que se publicó entre febrero de 2009 y enero de 2010.
Pueden revisar el número en línea acá, y comprarlo después, ya que estén en librerías y lugares donde venden revistas.
Tuesday, March 23, 2010
Leo Los demonios, de Heimito von Doderer
Según la crónica del jefe de sección Geyrenhoff, Schlaggenberg afirmó, a propósito de una conversación que alguna vez sostuvo con su ex mujer, Camy:
"Le expresé lo que para usted y para mí seguramente sea algo natural, que yo sentía mi propia alma o mi propio interior como un pozo de una profundidad insondable, un espacio que, en todo caso, había de ser pensado necesariamente como una dimensión no clausurada, abierta por alguna parte, una parte de la que todavía puede surgir lo desconocido, aquello de lo que jamás he tenido experiencia. Camy se quedó parada, era obvio que estaba sumamente sorprendida, miró al suelo, pensó un ratito y con esa forma de hablar que tenía, tan prudente y certera, me dijo que algo así le resultaba completamente inconcebible, pues ella sentía su propio ser como un espacio vacío cerrado por todas partes, que conocía a la perfección, del que era imposible que surgiera o le llegara algo impensado, es decir algo auténticamente nuevo".
Reflexionando al respecto, Geyrenhoff afirma a propósito de lo que dijo Camy: "...se trataba de la mejor, la más razonable y también, seguramente, la manera más fácil de vivir. Sin lugar a dudas: sólo había que esforzarse por alcanzar ese estado y así ya no habría razón para temer la desnudez del espacio donde confluyen pared y techo (allí donde uno generalmente no mira), sintiendo que se abate sobre nosotros una ola de frío y depresión; es posible que desterrásemos ese sentimiento tan fuerte de insatisfacción que nos hace imposible quedarnos en casa".
Ese sentimiento se llama tedio. Francamente, no sé si Geyrenhoff propone aquí que uno se conozca a sí mismo -y se cuide a sí mismo- o que no de cabida a ninguna novedad en la vida. Si es lo primero, ¿qué tiene eso de fácil? En fin, me recordó esto de Kryzanowski.
"Le expresé lo que para usted y para mí seguramente sea algo natural, que yo sentía mi propia alma o mi propio interior como un pozo de una profundidad insondable, un espacio que, en todo caso, había de ser pensado necesariamente como una dimensión no clausurada, abierta por alguna parte, una parte de la que todavía puede surgir lo desconocido, aquello de lo que jamás he tenido experiencia. Camy se quedó parada, era obvio que estaba sumamente sorprendida, miró al suelo, pensó un ratito y con esa forma de hablar que tenía, tan prudente y certera, me dijo que algo así le resultaba completamente inconcebible, pues ella sentía su propio ser como un espacio vacío cerrado por todas partes, que conocía a la perfección, del que era imposible que surgiera o le llegara algo impensado, es decir algo auténticamente nuevo".
Reflexionando al respecto, Geyrenhoff afirma a propósito de lo que dijo Camy: "...se trataba de la mejor, la más razonable y también, seguramente, la manera más fácil de vivir. Sin lugar a dudas: sólo había que esforzarse por alcanzar ese estado y así ya no habría razón para temer la desnudez del espacio donde confluyen pared y techo (allí donde uno generalmente no mira), sintiendo que se abate sobre nosotros una ola de frío y depresión; es posible que desterrásemos ese sentimiento tan fuerte de insatisfacción que nos hace imposible quedarnos en casa".
Ese sentimiento se llama tedio. Francamente, no sé si Geyrenhoff propone aquí que uno se conozca a sí mismo -y se cuide a sí mismo- o que no de cabida a ninguna novedad en la vida. Si es lo primero, ¿qué tiene eso de fácil? En fin, me recordó esto de Kryzanowski.
Monday, March 22, 2010
Despiertos y sobrios
De Filosofía del tedio de Lars Svendsen, un libro que, quiso la providencia, encontré por accidente este fin de semana, mientras paseaba por una librería:
"...pudiera ser que las mujeres expresen el tedio en menor medida que los hombres, aunque les afecte en el mismo grado. También cabe la posibilidad de que las mujeres tengan, en general, otras necesidades existenciales que los hombres y que se planteen otras cuestiones, y de ahí que se vean afectadas en menor medida por los diversos cambios culturales que originan el tedio. [...] También Nietzsche observa que los hombres se aburren más que las mujeres. Ahora bien, razona su afirmación arguyendo que las mujeres nunca aprendieron a trabajar de forma disciplinada, lo que parece una justificación cuando menos discutible".
Pasé el fin de semana leyendo y anotando del mentado libro. Pensaba ahondar en esto, pero debo decir que sentí una especie de alivio al descubrir que este renovado interés en el tedio que he venido demostrando a últimas fechas (que si me aburro, que si esto de aburrirse es en realidad una preocupación o una angustia, y de serlo, ¿de qué tipo es?...) se reduce a una vanidad, nada más. Svendsen analiza el estudio que Heidegger realizar en torno al tedio y en algún momento se pregunta:
"¿Por qué es tan importante para nuestro pensador demostrar sobradamente la grandiosidad del tedio? Sin duda se debe a su convicción de que los grandes hombres se ven afectados por grandes afecciones, mientras que los hombres insignificantes presentan afecciones o talantes de humor también insignificantes?"
Realizaciones personales aparte, debo anotar aquí que el ensayo de Svendsen se escribió en 1999, de allí que anote cosas como que nos aqueja la "ausencia de una urgencia fundamental" y llega a preguntarse si no le falta a este mundo un gran suceso histórico, una gran guerra o catástrofe; misma, creo, que habría de llegar a todos nosotros un par de años más tarde de haberse escrito el texto, a través de la televisión. Lo curioso, o terrible, es que ni siquiera las catástrofes o las guerras nos despiertan de esta espera (al menos, ay, no a mí). Me indignan, pueden llegar a hacerlo, pero puedo fácilmente olvidar esto. Sofía me preguntaba hace unos días si no creía que me aburría, sencillamente, porque veía la televisión. Es así. Hace unos momentos dejé de verla, a la televisión, veía Benny's Video, de Haneke, que no había visto. En entrevista, Haneke afirma -a modo de pista de qué dio pie a la película- lo siguiente: "When you learn life and reality only through the media, you have the sense that you're missing something. I'm missing the feeling of reality".
Lars Svendsen menciona sólo dos veces a la televisión en su ensayo, pero, curiosamente, hay un momento en el cual ejemplifica de un modo casi idéntico a como lo hace David Foster Wallace en su famoso ensayo sobre la televisión, E Unibus Pluram: Television and US Fiction, a través de la catástrofe (específicamente, la que ocurre en los automóviles; creo que Svenson lo hace durante su análisis de Crash, de Ballard, en tándem con el análisis que hace de American Psycho -una novela, de Brett Easton Ellis, que recordé varias veces viendo Benny's Video- y la novela romántica William Lovell):
"Cuando veo una carrera de Fórmula Uno", escribe Svenson, "lo hago con la esperanza de asistir a una colisión entre vehículos pues, de lo contrario, la Fórmula Uno carecería por completo de interés para mí. Y cuando paso ante el lugar de un accidente, aminoro la marcha con la esperanza de ver mejor tanto los restos del vehículo accidentado como a los posibles heridos, etcétera. En este sentido, no puedo decir que yo sea muy distinto de la mayoría de las personas". (p. 104).
En fin, con esto más o menos atrás, espero seguir con La novela luminosa y Los demonios.
"...pudiera ser que las mujeres expresen el tedio en menor medida que los hombres, aunque les afecte en el mismo grado. También cabe la posibilidad de que las mujeres tengan, en general, otras necesidades existenciales que los hombres y que se planteen otras cuestiones, y de ahí que se vean afectadas en menor medida por los diversos cambios culturales que originan el tedio. [...] También Nietzsche observa que los hombres se aburren más que las mujeres. Ahora bien, razona su afirmación arguyendo que las mujeres nunca aprendieron a trabajar de forma disciplinada, lo que parece una justificación cuando menos discutible".
Pasé el fin de semana leyendo y anotando del mentado libro. Pensaba ahondar en esto, pero debo decir que sentí una especie de alivio al descubrir que este renovado interés en el tedio que he venido demostrando a últimas fechas (que si me aburro, que si esto de aburrirse es en realidad una preocupación o una angustia, y de serlo, ¿de qué tipo es?...) se reduce a una vanidad, nada más. Svendsen analiza el estudio que Heidegger realizar en torno al tedio y en algún momento se pregunta:
"¿Por qué es tan importante para nuestro pensador demostrar sobradamente la grandiosidad del tedio? Sin duda se debe a su convicción de que los grandes hombres se ven afectados por grandes afecciones, mientras que los hombres insignificantes presentan afecciones o talantes de humor también insignificantes?"
Realizaciones personales aparte, debo anotar aquí que el ensayo de Svendsen se escribió en 1999, de allí que anote cosas como que nos aqueja la "ausencia de una urgencia fundamental" y llega a preguntarse si no le falta a este mundo un gran suceso histórico, una gran guerra o catástrofe; misma, creo, que habría de llegar a todos nosotros un par de años más tarde de haberse escrito el texto, a través de la televisión. Lo curioso, o terrible, es que ni siquiera las catástrofes o las guerras nos despiertan de esta espera (al menos, ay, no a mí). Me indignan, pueden llegar a hacerlo, pero puedo fácilmente olvidar esto. Sofía me preguntaba hace unos días si no creía que me aburría, sencillamente, porque veía la televisión. Es así. Hace unos momentos dejé de verla, a la televisión, veía Benny's Video, de Haneke, que no había visto. En entrevista, Haneke afirma -a modo de pista de qué dio pie a la película- lo siguiente: "When you learn life and reality only through the media, you have the sense that you're missing something. I'm missing the feeling of reality".
Lars Svendsen menciona sólo dos veces a la televisión en su ensayo, pero, curiosamente, hay un momento en el cual ejemplifica de un modo casi idéntico a como lo hace David Foster Wallace en su famoso ensayo sobre la televisión, E Unibus Pluram: Television and US Fiction, a través de la catástrofe (específicamente, la que ocurre en los automóviles; creo que Svenson lo hace durante su análisis de Crash, de Ballard, en tándem con el análisis que hace de American Psycho -una novela, de Brett Easton Ellis, que recordé varias veces viendo Benny's Video- y la novela romántica William Lovell):
"Cuando veo una carrera de Fórmula Uno", escribe Svenson, "lo hago con la esperanza de asistir a una colisión entre vehículos pues, de lo contrario, la Fórmula Uno carecería por completo de interés para mí. Y cuando paso ante el lugar de un accidente, aminoro la marcha con la esperanza de ver mejor tanto los restos del vehículo accidentado como a los posibles heridos, etcétera. En este sentido, no puedo decir que yo sea muy distinto de la mayoría de las personas". (p. 104).
En fin, con esto más o menos atrás, espero seguir con La novela luminosa y Los demonios.
De mi diario personal, anotado el 9 de febrero pasado
"Algunos días se han perdido, porque he dejado de escribir. Esa pérdida, sin embargo, me permite observar: escribir no es simplemente recordar", Rodrigo Rey Rosa en Cárcel de árboles.
Encuentro dificultades para retomar hábitos. Deporte, este diario, la tesis. Qué aburridas, estas quejas. Un malestar generalizado. Qué poco interesante, la vida del veinteañero, la vida egoísta. No me preocupo por nadie. Incluso cuando siento cierto interés por el biennestar de alguien experimento la fugaz sospecha de que una agenda oculta se esconde en mis acciones. Esto causa una tensión: ¿realmente puedo interesarme por la vida de alguien cuando lo que aprecio es mi posición de interesado? Embrollos innecesarios, en realidad.
Un dolor de espalda y en las articulaciones se ha conseguido estabilizar en mi cuerpo. Las virtudes de la vida rutinaria (la seguridad o el sentido general de tener un propósito) apenas alcanzan a justificar el aburrimiento o el horror con el que uno advierte que esta vida desprovista de sorpresas poco a poco me destruye. Veía en la televisión hace unos momentos (todo el día frente al monitor, desde hace dos años) una entrevista con Angelina Jolie, por segunda ocasión. Entre los muchos tatuajes con los que carga uno de ellos evoca una especie de "filosofía" nietzscheana: lo que me destruye me nutre. Nunca entenderé del todo ese curioso afán por obviar el principio de no contradicción.
"Quizá no se trata de entender", gritan las cacatúas.
[...]
Breve recuento del día de hoy: despertar tarde, bañarme, sentir estrés, desayunar después de comer y caminar hacia el Metrobús. Leer en el camión Cárcel de árboles para el trabajo (pensamos reseñar una novela, la más reciente, de Rey Rosa; he notado que en varios de sus textos habla sobre cuadernos y dietistas, probablemente la razón por la que he retomado con brío el cuaderno). Llegar al trabajo, trabajar, comer (sushi), leer, tomar café, regresar al trabajo, ver pendientes, leer correos, tomar el Metrobús, cenar con mis padres en la Trattoria, ver televisión, leer un poco más después de escribir.
Los días se confunden entre sí.
Un dolor de espalda y en las articulaciones se ha conseguido estabilizar en mi cuerpo. Las virtudes de la vida rutinaria (la seguridad o el sentido general de tener un propósito) apenas alcanzan a justificar el aburrimiento o el horror con el que uno advierte que esta vida desprovista de sorpresas poco a poco me destruye. Veía en la televisión hace unos momentos (todo el día frente al monitor, desde hace dos años) una entrevista con Angelina Jolie, por segunda ocasión. Entre los muchos tatuajes con los que carga uno de ellos evoca una especie de "filosofía" nietzscheana: lo que me destruye me nutre. Nunca entenderé del todo ese curioso afán por obviar el principio de no contradicción.
"Quizá no se trata de entender", gritan las cacatúas.
[...]
Breve recuento del día de hoy: despertar tarde, bañarme, sentir estrés, desayunar después de comer y caminar hacia el Metrobús. Leer en el camión Cárcel de árboles para el trabajo (pensamos reseñar una novela, la más reciente, de Rey Rosa; he notado que en varios de sus textos habla sobre cuadernos y dietistas, probablemente la razón por la que he retomado con brío el cuaderno). Llegar al trabajo, trabajar, comer (sushi), leer, tomar café, regresar al trabajo, ver pendientes, leer correos, tomar el Metrobús, cenar con mis padres en la Trattoria, ver televisión, leer un poco más después de escribir.
Los días se confunden entre sí.
Friday, March 19, 2010
Cosmos
Ayer en el Xel-Ha un hombre con saco de pana entró rápidamente para saludar y entregarle a un mesero un libro de Carl Sagan y uno de editorial Anagrama, no alcancé a leer los títulos; se dieron un abrazo y se despidieron, una mujer esperaba afuera al hombre de saco. Entonces el mesero se dirigió a la barra donde se puso los lentes y examinó por encima los libros, al parecer los estaba esperando.
Hoy en el taxi rumbo al trabajo una mujer vestida con gorra, lentes oscuros y un uniforme que consistía en un pants pegado le entregó al taxista una muestra de shampoo. Me ofreció una también pero le dije que no, gracias. El taxista me dijo, ¡acéptelo joven, es shampoo! No supe qué decirle, en parte paralizado porque en realidad el taxista me gritó y porque de inmediato -no sé por qué- pensé en aquél título de un cuento que Dave Eggers escribió bajo el pseudónimo de Lucy Thomas, People should not laugh at savings. Estuve a punto de decirle que a) tenía razón, que debí haber aceptado la muestra, y de b) explicarle que no necesitaba shampoo, que tenía en casa; pero no me decidía. Entretanto, el taxista reveló que la razón por la que debí aceptarlo es que uno no debe hacerle el feo a esas muchachas; murmuró algo más que no alcancé a escuchar porque -y aquí sólo especulo- bajó la voz avergonzado de lo que estaba diciendo.
Hace rato vino una jovencita a entrevistarse para una posición aquí, en la revista donde trabajo, como becaria. Traía un libro de Carl Sagan. No alcancé a leer el título.
Hoy en el taxi rumbo al trabajo una mujer vestida con gorra, lentes oscuros y un uniforme que consistía en un pants pegado le entregó al taxista una muestra de shampoo. Me ofreció una también pero le dije que no, gracias. El taxista me dijo, ¡acéptelo joven, es shampoo! No supe qué decirle, en parte paralizado porque en realidad el taxista me gritó y porque de inmediato -no sé por qué- pensé en aquél título de un cuento que Dave Eggers escribió bajo el pseudónimo de Lucy Thomas, People should not laugh at savings. Estuve a punto de decirle que a) tenía razón, que debí haber aceptado la muestra, y de b) explicarle que no necesitaba shampoo, que tenía en casa; pero no me decidía. Entretanto, el taxista reveló que la razón por la que debí aceptarlo es que uno no debe hacerle el feo a esas muchachas; murmuró algo más que no alcancé a escuchar porque -y aquí sólo especulo- bajó la voz avergonzado de lo que estaba diciendo.
Hace rato vino una jovencita a entrevistarse para una posición aquí, en la revista donde trabajo, como becaria. Traía un libro de Carl Sagan. No alcancé a leer el título.
Wednesday, March 17, 2010
Ocio
Creo que anoto esto aquí porque el diario personal me queda lejos -estoy acostado y puedo ver desde aquí mi escritorio, sobre el que descansa junto a una pila de libros que, me amenazan, nunca leeré; lejos está, pues obtenerlo supone dejar las sábanas, acaso apagar esto (la computadora), levantarme... cosas para las cuales probablemente podría encontrar la voluntad de realizar, pero después de mucho esfuerzo; y especialmente, no quiero hacer eso de tomar la pluma y adoptar ese tonito que adopto cuando escribo sólo para mí, en mi cuaderno; un tono más descuidado y (opino) más peligroso- y porque, añadiré, escribo esto aquí porque tiene algo que ver con las reflexiones de Levrero que anoté recién. Entonces: el domingo pasado estoy en un concierto y hace calor y cobran las cervezas a 50 pesos y probablemente soy el único que espera el temblor, que espera el incendio y es allí que se decide (en mi interior) que yo insista en la conversación sobre el aburrimiento y ahí nos tienen hablando de eso cuando hay música y gente y muchas distracciones, pero aún así yo estoy hablando y ella también y de algún modo (muy vago) consigo incapacitarme para estar en el lugar, por así decirlo. Para ponerle sabor al asunto: digamos que el concierto es de un grupo que se llama The Whitest Boy Alive y que no fue hasta como la mitad de su interpretación que yo me percaté que The Whitest Boy Alive no es lo mismo que Badly Drawn Boy, a quien yo creía que veríamos -la única ocasión que yo había escuchado a Badly Drawn Boy, dicho sea de paso, fue en la banda sonora de la película About a Boy- y el saber esto me hizo sentir muy anciano pero sobre todo muy tonto, así que no me quedó de otra que hacer de eso un chiste (¿pero qué no son los de Fat Boy Slim?, etc). En fin: estamos ahí escuchando (ya terminada la conversación) pero después de un rato la verdad es que yo ya no estoy como para estar brincando entre la multitud, los sudores, así que me retiré un poco, a un rincón, a pensar un poco más en el asunto y a ver a la gente, desde un cómodo asiento. Al poco rato, a unos cuantos asientos de distancia, se sentó una chica gorda y pensé: eso es lo que yo soy, una chica gorda. No importa cuánto ejercicio haga o cuánto esto o lo otro, al final del día, seré un alma obesa.
Se me ocurre que ahora puedo contarles que ayer o anteayer -los días, las horas, las semanas- iba caminando de regreso a la oficina después de comer cuando un transformador comenzó a lanzar chispas y ruidos; las chispas eran verdes, los ruidos unos como fogonazos irregulares. Uno de los amigos con los que iba dijo: "Y que nos electrocutáramos y se nos intercambiara la personalidad". Todos reímos, fue gracioso. Gastamos la broma hasta especular cómo sería que Óscar habitara en mi cuerpo y aún más, hasta rastrear los orígenes de la ocurrencia (a saber, What Women Want, con Mel Gibson, aunque ahí lo que pasa no es que se intercambian las personalidades sino que el personaje de Gibson obtiene el curioso don de escuchar lo que las mujeres piensan -y no lo que quieren- y pensé: ¿no sería ese un buen don? Un buen don, quiero decir, que serviría para algo más que librar algunos cuantos cómicos enredos, algo que podría usarse, ¡por el bien de la humanidad!).
Leo Los demonios, de Von Doderer y encuentro esto:
"En cualquier relación entre ambos sexos, los hombres siempre son los primeros que pierden la desenvoltura, pues este tipo de relaciones no están en su primera naturaleza, sino en una segunda y, por lo tanto, se trata de asuntos en los que desgraciadamente se miden muy bien las distancias: demasiado lejos para ser uno con ella y, sin embargo, demasiado cerca como para no sentir un cosquilleo. En otras palabras: el doctor Williams fue el primero en llegar al fondo del asunto y, al hacerlo, se quedó solo, pues a la Dobril todavía le resultaba completamente indiferente.
Ella no entraría en efervescencia hasta más tarde".
Me hace eco con esto, que anoté hace unos días. No me gustan ese tipo de opiniones, tan definitivas.
Se me ocurre que ahora puedo contarles que ayer o anteayer -los días, las horas, las semanas- iba caminando de regreso a la oficina después de comer cuando un transformador comenzó a lanzar chispas y ruidos; las chispas eran verdes, los ruidos unos como fogonazos irregulares. Uno de los amigos con los que iba dijo: "Y que nos electrocutáramos y se nos intercambiara la personalidad". Todos reímos, fue gracioso. Gastamos la broma hasta especular cómo sería que Óscar habitara en mi cuerpo y aún más, hasta rastrear los orígenes de la ocurrencia (a saber, What Women Want, con Mel Gibson, aunque ahí lo que pasa no es que se intercambian las personalidades sino que el personaje de Gibson obtiene el curioso don de escuchar lo que las mujeres piensan -y no lo que quieren- y pensé: ¿no sería ese un buen don? Un buen don, quiero decir, que serviría para algo más que librar algunos cuantos cómicos enredos, algo que podría usarse, ¡por el bien de la humanidad!).
Leo Los demonios, de Von Doderer y encuentro esto:
"En cualquier relación entre ambos sexos, los hombres siempre son los primeros que pierden la desenvoltura, pues este tipo de relaciones no están en su primera naturaleza, sino en una segunda y, por lo tanto, se trata de asuntos en los que desgraciadamente se miden muy bien las distancias: demasiado lejos para ser uno con ella y, sin embargo, demasiado cerca como para no sentir un cosquilleo. En otras palabras: el doctor Williams fue el primero en llegar al fondo del asunto y, al hacerlo, se quedó solo, pues a la Dobril todavía le resultaba completamente indiferente.
Ella no entraría en efervescencia hasta más tarde".
Me hace eco con esto, que anoté hace unos días. No me gustan ese tipo de opiniones, tan definitivas.
Leo La novela luminosa
Y leo de la primera entrada del "Diario de la Beca" (Sábado 5, Agosto de 2000):
"El ocio sí que lleva tiempo. No se puede obtener así como así, de un momento a otro, por simple ausencia de quehacer. Por ahora tiendo a llenar todos los huecos, a ocupar todas las horas libres con alguna actividad estúpida e inconducente porque, casi sin darme cuenta, yo también, como esa gente que siempre he despreciado, me he ido creando un fuerte temor a mi mismidad, a estar a solas sin ocupación, a los fantasmas que desde el sótano empujan siempre la puertatrampa buscando asomarse y darme un susto".
Nuestras obsesiones
Hace unos días leía La idea fija de Valéry. Ahora empiezo, como para evadir a Los demonios, La novela luminosa, de Mario Levrero y encuentro esto al inicio del prólogo, que me recuerda aquello de la idea fija:
"No estoy seguro de cuál fue exactamente el origen, el impulso inicial que me llevó a intentar la novela luminosa, aunque el principio del primer capítulo dice expresamente que este impulso procede de una imagen obsesiva, y la imagen es suficientemente explícita como para que el lector pueda creer en esa declaración inicial. Yo mismo debería creerla sin ningún tipo de vacilaciones, pues recuerdo muy bien tanto la imagen como su condición de obsesiva, o al menos de recurrente durante un lapso lo bastante prolongado para que me hubiera sugerido la idea de obsesión".
Friday, March 12, 2010
Cie.rre. E.di.to.rial.
"¿No les da gusto que nos veamos toda la semana y que encima nos vamos a ver, en puente, para ir al teatro? ¿Para ver la obra de un goey del que siempre estamos hablando en la revista?"
(Cierre editorial)
Guillermo Íñigo dice: (06:50:58 PM)
Desde aquí a tu derecha puedes ver los largos atardeceres de la Ciudad de México.
Benassini. dice: (06:51:28 PM)
Deja de tratarme como si fuera un pueblerino.
Benassini. dice: (06:51:32 PM)
Un indio yaqui.
Guillermo Íñigo dice: (06:51:39 PM)
Que corre.
Benassini. dice: (06:51:46 PM)
jajajajaja
Guillermo Íñigo dice: (06:51:50 PM)
Descalzo. :(
Desde aquí a tu derecha puedes ver los largos atardeceres de la Ciudad de México.
Benassini. dice: (06:51:28 PM)
Deja de tratarme como si fuera un pueblerino.
Benassini. dice: (06:51:32 PM)
Un indio yaqui.
Guillermo Íñigo dice: (06:51:39 PM)
Que corre.
Benassini. dice: (06:51:46 PM)
jajajajaja
Guillermo Íñigo dice: (06:51:50 PM)
Descalzo. :(
Wednesday, March 10, 2010
Correr: mis esfuerzos
Anoche empecé a leer el libro de Murakami donde relata sus memorias e impresiones sobre correr, What I Talk About When I Talk About Running. En el blog de Mauricio Salvador hay algunas entradas sobre lo mismo (correr): por ejemplo esta o esta recomendación. Hoy en el NYT hablan sobre la Sensecam, una cámara con accelerómetro en la cual pueden registrarse entradas a modo de bitácora visual, y de cuyas aplicaciones médicas pueden leer acá. Me gusta mucho el título del artículo: "A Little Black Box for Failing Memory" pues me recuerda el cuaderno de ejercicios en el que desde 2008 o 2007 he anotado las vagas impresiones y memorias que he tenido las veces que, desde entonces, he realizado algún tipo de ejercicio (físico), y que muy probablemente empecé -el registro, al menos (todas las veces que he iniciado un año corriendo se debe, en cambio, a una especie de culpa, a la idea de que sí, finalmente, haré de mi vida algo bueno, algo sujeto a un régimen)- empecé, digo, por haber leído El bosque y la ciudad, de Manjarrez. En mi cuaderno anoto cuántas vueltas le di al circuito de Viveros (hoy fue la primera vez que le di dos, pues soy, aún, un gordo) o, de haber usado la elíptica, cuánto tiempo estuve sobre ella, cuántas calorías de grasa quemé, cuántas calorías quemé (no conozco la diferencia entre estas y las otras calorías) y cuál fue la distancia recorrida (todos estos datos me los da la máquina, en una pequeña pantallita que tiene). También anoto otras cosas.
Un feliz accidente: hoy, después de ver eso de la Sensecam, veía un mapa interactivo, también en el NYT, con algunas cafeterías en Nueva York (y que por alguna razón ahora me recuerda el mapa interactivo en el que se registraban los paseos de Holden Caulfield durante su escapada a Gotham; creo que hay algo aquí, interesante, esa idea del paseo decimonónico y toda la literatura que produjo enfrentada al paseo ideático que viene siendo correr, hoy por hoy). Una de las cafeterías que se encuentran en el mapa es Joe. Y se me ocurrió darle click al vínculo que lleva a su página electrónica donde encontré esto, el blog del equipo atlético de la cafetería. Su entrada más reciente , "Speed Socializing" afirma en algún momento:
"Well, that's the joy of running with a team. I would NEVER get out there alone. In fact, I almost never run alone anymore. It's just too bleak and chilly. And after going alone for the first 10 years I was running, I just got bored with music and my own dull thoughts".
Estaba pensando, ahora, en esto. En cómo aún consigo sacarle jugo -poco- a las ocasiones en que corro solo (ya no uso el iPod y ahora, últimamente, me sorprendo a mí mismo contando los minutos, como si me hubiera transformado, yo mismo, en un cronómetro). Correr puede llegar a ser aburrido. Cuando andaba en bicicleta en el Ajusco no podía hacerlo a menos que fuera con mis Amigos de la Bici. Sospecho que no hubiera empezado a correr este año, por otro lado, si no fuera por Sofía, quien me invitó a acompañarla a sus mañanas de entrenamiento que la prepararon para el maratón que organizó Nike (sólo para mujeres: regalaron una cocina) el fin de semana pasado. Recuerdo que como a la segunda ocasión que corrimos juntos me preguntó, o me dijo, no sé qué fue, exactamente, "¡¿Sólo estás corriendo para escribirlo en tu blog?!". En tres semanas es la primera vez que lo hago. Me esfuerzo.
Un feliz accidente: hoy, después de ver eso de la Sensecam, veía un mapa interactivo, también en el NYT, con algunas cafeterías en Nueva York (y que por alguna razón ahora me recuerda el mapa interactivo en el que se registraban los paseos de Holden Caulfield durante su escapada a Gotham; creo que hay algo aquí, interesante, esa idea del paseo decimonónico y toda la literatura que produjo enfrentada al paseo ideático que viene siendo correr, hoy por hoy). Una de las cafeterías que se encuentran en el mapa es Joe. Y se me ocurrió darle click al vínculo que lleva a su página electrónica donde encontré esto, el blog del equipo atlético de la cafetería. Su entrada más reciente , "Speed Socializing" afirma en algún momento:
"Well, that's the joy of running with a team. I would NEVER get out there alone. In fact, I almost never run alone anymore. It's just too bleak and chilly. And after going alone for the first 10 years I was running, I just got bored with music and my own dull thoughts".
Estaba pensando, ahora, en esto. En cómo aún consigo sacarle jugo -poco- a las ocasiones en que corro solo (ya no uso el iPod y ahora, últimamente, me sorprendo a mí mismo contando los minutos, como si me hubiera transformado, yo mismo, en un cronómetro). Correr puede llegar a ser aburrido. Cuando andaba en bicicleta en el Ajusco no podía hacerlo a menos que fuera con mis Amigos de la Bici. Sospecho que no hubiera empezado a correr este año, por otro lado, si no fuera por Sofía, quien me invitó a acompañarla a sus mañanas de entrenamiento que la prepararon para el maratón que organizó Nike (sólo para mujeres: regalaron una cocina) el fin de semana pasado. Recuerdo que como a la segunda ocasión que corrimos juntos me preguntó, o me dijo, no sé qué fue, exactamente, "¡¿Sólo estás corriendo para escribirlo en tu blog?!". En tres semanas es la primera vez que lo hago. Me esfuerzo.
Tuesday, March 09, 2010
Vive y deja vivir
Es curioso que a esta hora de la tarde, aún dentro de la oficina, recuerde a aquél profesor de inglés de la preparatoria que sin decir agua va un día nos contó la anécdota del tortero que le preguntó a su esposa qué quería en su torta. Este profesor en particular ya tenía una edad avanzada y pasaba gran parte de su tiempo, sospecho, preguntándose cómo haría para enseñar inglés a un grupo de alumnos que no estaba realmente interesado en tomar clases de inglés. Imagino que es así como aquél día llegó a la clara conclusión de que debía contarnos una historia graciosa. La idea de una historia graciosa, para este hombre cano y arrugado, era contarnos que su esposa, un día, le respondió al tortero que ella prefería su torta sin nada. Acto seguido el tortero le puso todos los ingredientes a la torta. Cuando la señora probó la torta -no vio, imagino, cómo la preparaban- dijo que qué le pasaba, que traía chile, que ella no quería nada, que se lo había dicho a lo cual el tortero dijo, ¡Oiga, pero usted me dijo que sin nada!, o sea, ¡con todo!, y el tortero buscó la simpatía del esposo de la señora, nuestro profesor de inglés, quien, de inmediato, le contestó que, ¡en efecto!, ¡sin nada es con todo!
Yo no sé si esto le había ocurrido la noche anterior al profesor o si había sido algo que recordó de hace años, pero sí recuerdo que a nadie le causó gracia pero nadie le dijo que esta muestra de ingenio también era una muestra de, digamos, injusticia, pues para efectos prácticos sólo un ojete entenderá que cuando alguien no quiere nada en su torta dirá algo tan claro como que la quiere sin nada, y sólo un ojete -o un hombre muy cansado- preferirá ponerse del lado del tortero que de su esposa, a pesar de las posibles ambigüedades semánticas que la proposición de ésta al pedir sus alimentos podría presentar. Ahora se me ocurre que la razón por la que ninguno de los alumnos le dijo esto al profesor es porque es mejor vivir y dejar vivir. Que ande, que cuente sus chistes y nos de la lección. Pero, claro, nadie, tampoco, lo acompañó en su risa.
Yo no sé si esto le había ocurrido la noche anterior al profesor o si había sido algo que recordó de hace años, pero sí recuerdo que a nadie le causó gracia pero nadie le dijo que esta muestra de ingenio también era una muestra de, digamos, injusticia, pues para efectos prácticos sólo un ojete entenderá que cuando alguien no quiere nada en su torta dirá algo tan claro como que la quiere sin nada, y sólo un ojete -o un hombre muy cansado- preferirá ponerse del lado del tortero que de su esposa, a pesar de las posibles ambigüedades semánticas que la proposición de ésta al pedir sus alimentos podría presentar. Ahora se me ocurre que la razón por la que ninguno de los alumnos le dijo esto al profesor es porque es mejor vivir y dejar vivir. Que ande, que cuente sus chistes y nos de la lección. Pero, claro, nadie, tampoco, lo acompañó en su risa.
Sunday, March 07, 2010
Leo Los demonios
Me tomará tiempo. Aquí, unas líneas sobre el sosias:
"...es sabido que existen extrañas similitudes entre personas muy alejadas entre sí en la vida, más aún, ni siquiera es preciso que estas personas vivan a la vez... y, sin embargo, uno tiene la impresión de que sus rostros, ¿cómo lo diría?, se han formado según el mismo modelo o que el Creador los ha sacado de la misma caja, si se me permite la imagen; es como si en sus caras se hubiera plasmado exactamente la misma idea básica, una idea básica expresada en su fisonomía, por así decirlo".
Un poco más adelante, líneas sobre lo que Heimito von Doderer llama las "correspondencias":
"Pero de aquel pasado surgen vacilantes como entre la niebla las verdaderas correspondencias; muchas veces apenas nos damos cuenta, pero entonces una imagen familiar alarga la mano hacia su semejante y ambas tienden un puente a través del tiempo, por más que en la vida hayan estado totalmente separadas una de otra por una gran distancia, en años distintos, en lugares distintos, entre los que no puede darse una conexión auténtica, transitable".
Un poco más adelante, líneas sobre lo que Heimito von Doderer llama las "correspondencias":
"Pero de aquel pasado surgen vacilantes como entre la niebla las verdaderas correspondencias; muchas veces apenas nos damos cuenta, pero entonces una imagen familiar alarga la mano hacia su semejante y ambas tienden un puente a través del tiempo, por más que en la vida hayan estado totalmente separadas una de otra por una gran distancia, en años distintos, en lugares distintos, entre los que no puede darse una conexión auténtica, transitable".
Thursday, March 04, 2010
Tela de dónde cortar
La última vez que lo vi, mi amigo Julián Zárate me dio a leer un texto de Nicholson Baker que aparece en el McSweeney's más reciente, un periódico impreso. El texto no se encuentra en línea -aunque, curiosamente, Zárate lo consiguió a través de la app de McSweeney's- y en él se plantea la pregunta de si es realmente más ecológica el leer textos en línea en contraposición a la necesidad de hacer papel (actualmente, según Baker, según recuerdo, está regulada la cantidad de árboles que puede talarse para hacer papel y la cantidad que, en cambio, la industria se ve obligada, por ley, a reforestar -en Estados Unidos, al menos- mientras que lo mismo no se ha regulado para las granjas de servidores o las fuentes eléctricas). Hoy, sin embargo, paseando por Paper Cuts encontré un resumen que pueden leer acá. También dirigen a otro texto sobre el tema.
Aguijón
Leí hace unos días en El marcapáginas de Krzyzanowski esto:
"Ustedes dicen que no hay, pero mi cerebro está acribillado por los temas. Las palabras son como las avispas. Me pican en sueños, en la realidad, en cada ventana, en cada ojo, suceso, cosa. Y cada tema, incluso el más pequeño, tiene preparado su aguijón".
Hoy empecé La idea fija de Valèry en el camión, rumbo al trabajo, y recordé aquello, precisamente por lo del aguijón, cuando leí esto:
"¿Hay algo más inventivo que una idea encarnada y emponzoñada cuyo aguijón empuja la vida contra la vida fuera de la vida? Retoca y reanima sin cesar todas las inagotables escenas y fábulas de la esperanza y la desesperación, con precisión siempre creciente que supera sobradamente la precisión finita de toda realidad.".
El otro día le trataba de explicar a una amiga cómo es eso de aburrirse, pues me decía que a ella nunca le pasaba pues le gustaba pensar. Me fui por una rama kierkegaardiana, heideggeriana, de hueva sobre cómo el aburrimiento "conducía" a la angustia y a la conciencia de la muerte y la soledad y la enfermedad mortal. Dije esto para no decir que a veces, sencillamente, no me sentía entretenido. Prendía la televisión, cambiaba de canal; abría un libro, lo cerraba, abría otro. Aclaré, incluso, que no me refería a ese tipo de aburrimiento, donde falta el entretenimiento (pues, en el fondo, también quería decir que a mí también me gustaba pensar -de algún modo aún albergo la noción, tonta y simplista, de que cuando uno está entretenido no piensa- pero ahora me percato, claro, que a pesar de este gusto por el pensar -ese arduo trabajo que significa "no hacer nada", uno se aburre).
Pensaba en algo que escribí acá a partir de la definición que da el diccionario del aburrimiento, sin saber muy bien qué quería decir, a saber: "Si no fuera por la sexta cláusula del verbo aburrir ("Sufrir un estado de ánimo producido por falta de estímulos...") hubiera añadido que es difícil imaginar que existe aburrimiento en la concentración."
Sigo pensando que es difícil imaginar esto. Pero también, ahora veo que a veces cuando digo que estoy aburrido quiero decir que estoy preocupado.
En otras noticias: ya van dos días seguidos que me levanto a las cuatro de la mañana sin razón alguna. Concilio el sueño de inmediato.
Hoy empecé La idea fija de Valèry en el camión, rumbo al trabajo, y recordé aquello, precisamente por lo del aguijón, cuando leí esto:
"¿Hay algo más inventivo que una idea encarnada y emponzoñada cuyo aguijón empuja la vida contra la vida fuera de la vida? Retoca y reanima sin cesar todas las inagotables escenas y fábulas de la esperanza y la desesperación, con precisión siempre creciente que supera sobradamente la precisión finita de toda realidad.".
El otro día le trataba de explicar a una amiga cómo es eso de aburrirse, pues me decía que a ella nunca le pasaba pues le gustaba pensar. Me fui por una rama kierkegaardiana, heideggeriana, de hueva sobre cómo el aburrimiento "conducía" a la angustia y a la conciencia de la muerte y la soledad y la enfermedad mortal. Dije esto para no decir que a veces, sencillamente, no me sentía entretenido. Prendía la televisión, cambiaba de canal; abría un libro, lo cerraba, abría otro. Aclaré, incluso, que no me refería a ese tipo de aburrimiento, donde falta el entretenimiento (pues, en el fondo, también quería decir que a mí también me gustaba pensar -de algún modo aún albergo la noción, tonta y simplista, de que cuando uno está entretenido no piensa- pero ahora me percato, claro, que a pesar de este gusto por el pensar -ese arduo trabajo que significa "no hacer nada", uno se aburre).
Pensaba en algo que escribí acá a partir de la definición que da el diccionario del aburrimiento, sin saber muy bien qué quería decir, a saber: "Si no fuera por la sexta cláusula del verbo aburrir ("Sufrir un estado de ánimo producido por falta de estímulos...") hubiera añadido que es difícil imaginar que existe aburrimiento en la concentración."
Sigo pensando que es difícil imaginar esto. Pero también, ahora veo que a veces cuando digo que estoy aburrido quiero decir que estoy preocupado.
En otras noticias: ya van dos días seguidos que me levanto a las cuatro de la mañana sin razón alguna. Concilio el sueño de inmediato.
Tuesday, March 02, 2010
Yo lo encuentro muy interesante
Leía algo en La palabra muda de Rancière hace unos días, sobre cómo Platón cuenta en la República que un hombre, tras un sismo, se adentra en una grieta en la tierra y allí descubre un anillo que al usarlo lo vuelve invisible. No, a ver, no es precisamente así. Cito mejor: "Muchos siglos después de la caída de Troya, bajo el reinado de Nerón, durante un terremoto ocurrido en Creta, la tumba de Dictis había sido destruida y su interior, descubierto. Unos pastores habían notado entonces la presencia de una caja pequeña...". No, estoy citando mal. Eso es de unos párrafos antes, y en realidad habla de otra cosa (lo cual en el texto viene a cuento pues se habla de la "genealogía" de las historias, en el sentido de que se transforman con el tiempo y que es así como realmente se reinterpretan; en el texto lo que estos pastores encuentran son tabillas, así como el esteta en Kierkegaard encuentra un texto perdido en un secreter); más bien, lo que quería citarles de La palabra muda es: "Esta historia de terremoto y pastores ávidos que aprovechan para despojar a los muertos retoma claramente los elementos de otra historia contada por Platón en el libro II de la República: la del pastor Giges, que había penetrado, gracias a un seísmo, en el vientre de la tiera donde había encontrado en la mano de un muerto un anillo que lo había vuelto invisible y le había permitido seducir a la reina de Lidia, matar al rey y tomar su lugar". (¿Es esto lo que hace uno cuando se casa? ¿Entregar un anillo que tiene el poder de volver invisible?) Rancière no ejemplifica mucho más sobre la genealogía de las historias, ni usa el uso que le da Tolkien, por ejemplo.
A propósito: a raíz de esta lectura retomé mi lectura de Herodoto, sólo para recordar por qué la había abandonado en primer lugar (porque exige). La última historia de Herodoto que leí -apenas voy en el primer libro- cuenta cómo un pastor (Adrasto) se presenta ante un rey, Creso, contrito, pues había cometido un crimen (creo que mató a su hermano); el rey lo purifica, lo perdona, y lo pone a trabajar. El rey tiene un hijo recién casado. El hijo, el príncipe, quiere ayudar a los pastores del reino pues una bestia -un jabalí- está causando estragos. El rey se niega, soñó que el hijo muere y quiere proteger al hijo. Pero el sueño no indica que el hijo muere a causa de un jabalí sino de una lanza. El rey, entonces, cede y manda, para saldar cuentas o algo por el estilo, al pastor a proteger a su hijo. "Accidentalmente" (Adrasto significa, según mi edición, "Inevitable") el pastor mata al hijo del rey (con una lanza). El rey perdona al pastor, fue un accidente, después de todo, pero aún así, comprensiblemente, la pasa mal. El pastor se suicida. Después de dos años de luto, el rey sigue con su vida.
¿Algo de esto les interesa?
A propósito: a raíz de esta lectura retomé mi lectura de Herodoto, sólo para recordar por qué la había abandonado en primer lugar (porque exige). La última historia de Herodoto que leí -apenas voy en el primer libro- cuenta cómo un pastor (Adrasto) se presenta ante un rey, Creso, contrito, pues había cometido un crimen (creo que mató a su hermano); el rey lo purifica, lo perdona, y lo pone a trabajar. El rey tiene un hijo recién casado. El hijo, el príncipe, quiere ayudar a los pastores del reino pues una bestia -un jabalí- está causando estragos. El rey se niega, soñó que el hijo muere y quiere proteger al hijo. Pero el sueño no indica que el hijo muere a causa de un jabalí sino de una lanza. El rey, entonces, cede y manda, para saldar cuentas o algo por el estilo, al pastor a proteger a su hijo. "Accidentalmente" (Adrasto significa, según mi edición, "Inevitable") el pastor mata al hijo del rey (con una lanza). El rey perdona al pastor, fue un accidente, después de todo, pero aún así, comprensiblemente, la pasa mal. El pastor se suicida. Después de dos años de luto, el rey sigue con su vida.
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