Sunday, June 13, 2010

Anóteme otro fin de semana de soltero, por favor

No lo dije en la entrada anterior porque no los tenía a la mano y no quería anotar los nombres sin cierto grado de precisión, pero ocurre que en el trabajo, en el sistema ya mencionado, también se me retribuyó con algunos libros de Anagrama. Funciona así: a uno le pasan una lista, el catálogo, de tal o cual editorial, escoge y después de un tiempo, los libros llegan a manos de uno. Hay un número, claro. Un número de pesos o libros que no podemos superar. Así, escogí tres libros (hoy en día los libros son caros, usted sabe esto), a saber: Prisión perpetua y El último lector, de Piglia y Autobiografías ajenas, de Tabucchi. Cada vez hay menos libros del catálogo de Anagrama que me interesan. Mejor dicho: cada vez se me dificulta más escoger libros del catálogo de Anagrama. Ese último de Tabucchi, no estoy muy seguro pero temo haberlo leído ya. No sólo eso sino que temo haberlo reseñado para alguna revista, hace tiempo. Es probable que esté confundido. El volumen no se encuentra en mi biblioteca. Hay otros de Tabucchi. De ellos, es probable que lo esté confundiendo con Réquiem, que leí, creo, después de haber leído Sostiene Pereira. Aunque también existe la posibilidad de que leí el libro y lo presté y nunca fue devuelto. ¿Cómo saberlo? Leí algunos pasajes al azar y no recordaba nada.
No me gusta que me esté pasando esto: que comience a dudar qué libros he leído o no. Me daré el beneficio de la duda y me diré para tranquilizarme que ocurre con Tabucchi que sus libros se parecen. Y que es natural que uno se confunda. Y que bueno, a ver, voy a cambiar de tema.
O no. Quizá les interese saber -pero, francamente, si no es así, ¿qué puedo yo hacer?- que de los libros abajo enlistados (en la entrada del viernes, pues), sólo he tenido la oportunidad de leer uno: Los ojos de Davidson, de H.G. Wells, una antología de cuentos. De Wells sólo había leído La guerra de los mundos y estos cuentos fueron "una agradable sorpresa", como quien dice. Disfruté mucho de "El astro", "El huevo de cristal" (en estos dos los marcianos pasan a saludar) y "El País de los Ciegos", un cuento que tiene lugar en el Perú y cuyo protagonista se llama Núñez. (Hace poco escribí un cuento que tiene lugar en Puruchuco-Huaquerones; leer a Wells me invita a volver a él y revisarlo y reescribir algunas cosas; curiosamente, cuando escribí aquél cuento pensé mucho en una aventura de Tintín, El Templo del Sol; y leyendo "El astro" pensé en otra, La estrella misteriosa). La edición de Atalanta de Los ojos de Davidson presenta los dos finales que escribió Wells para "El País de los Ciegos".
También leí algunos de los extravíos mentales del Príncipe de Ligne (como este o este) y estuve ocupado intentando vender libros en librerías de viejo y arreglando una bicicleta. El viernes fui al cine con una amiga. El sábado con mi hermana. Corrí el sábado y hace rato, sudé, escribí un poco en mi "Cuaderno de ejercicios" y en general siento haber hecho poca cosa.

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