Estoy leyendo esto. Estaba pensando en transcribirle este siguiente fragmento, de Houellebecq, a un amigo a propósito de unas entradas pasadas y algo que habíamos platicado, sobre todo por la coincidencia:
"En nuestro último encuentro me sorprendió que usted siga haciendo búsquedas en Google sobre su nombre, hasta el punto de utilizar la función de alerta, que te comunica cada nueva aparición. Por mi parte yo he desactivado esta función y después he renunciado a las búsquedas".
Pero luego me distraje con esto de la vida pero seguí leyendo. Es muy extraña la resistencia con la que siempre me acerco a los textos de Houellebecq, pues terminan de convencerme, una vez más, de que se trata de uno de mis autores favoritos, quizá, sobre todo, porque me coloca en una disposición que me obliga, en suma, a pensar. Otro fragmento que me gusta, a propósito de los textos autorreferenciales -que, a fin de cuentas, no sé qué tanto a cuento venga en un intercambio epistolario, sigo creyendo que cuando uno escribe a alguien en específico son mayores las dificultades para representarse honestamente:
"No valoro especialmente la literatura de la confesión; el problema es que me gustan casi todas las literaturas. Me he regodeado con Montaigne y con Rousseau, pero sigo sintiendo un delicioso shock nervioso leyendo este juicio de Pascal sobre Montaigne, este fustazo en plena cara, de una insolencia extraordinaria: '¡Ese proyecto idiota que tiene de pintarse!'. Me gustó también muchísimo ese opuesto radical de la literatura de la confesión que es la literatura del imaginario; mis ditirambos sobre Lovecraft son quizás exagerados; da igual, los asumo".
De inmediato Houellebecq habla sobre la "vía media" que supone, para el novelista, canibalizar la propia vida para construir personajes. Hace unos meses me escribí con S.T. Joshi a propósito de un texto que tiene sobre Lovecraft y los rasgos autobiográficos en su obra ahora recopilado, según me aclaró, en la colección de ensayos Primal Sources (2003) -creo que es difícil entender que Houellebecq considere a Lovecraft como si fuera la antítesis de la literatura "de la confesión", especialmente, si recuerdo bien, a partir de su ensayo donde también echaba luz sobre esto- y creo, en fin, que está por sacar una biografía, I Am Providence, si no es que ya salió.
En una carta posterior, Houellebecq regresa al tema autorreferencial:
"Pues bien, esta tendencia a la confesión, que manifiesto de cuando en cuando, procede, creo, de dos fuentes muy distintas. La primera es, como ya he dicho, la certeza muy arraigada de que ninguna confesión cambia nada de la personalidad propia, no cura ni agrava sus posibles fallas, la certeza antipsicoanalítica, en suma, una de las únicas que no me han abandonado nunca, junto con la inexistencia de Dios. La segunda es una sobreestimación de mí mismo que me aqueja de tanto en tanto y que me induce a pensar que ninguna confesión podrá agotar la riqueza indefinida de mi personalidad, que se podría sondear sin fin en el océano, no de mis posibilidades, y que si alguien cree conocerme se debe simplemente a que carece de información".
Qué extraña es la primera afirmación. ¿No sería más bien una razón para no confesarse? Hay un tema aquí: decidir cambiar, transformarse en lo que realmente es uno (el mandato bíblico, según Steiner), o bien, negarse a cambiar y seguir siendo uno mismo, como quería Nietzsche. ¿Por qué ambos caminos pasan por la autobiografía o el testimonio? No lo entiendo.
Hoy volví a pensar en una nota que me pasaron anoche, esta, y en esta otra también, de finales de agosto (Twitter me avisa que Thays acaba de subir esto; es precisamente por este tipo de cosas por las que Thays vive y muere, recuerdo hace unos días que subió un texto titulado, con su peculiar entusiasmo por el cotilleo, "¿Franzen o Franzenfraude?"), en fin, las recordé por lo que sigue, escrito en mayo de 2008 a propósito del libro de la madre de Houellebecq que se publicó entonces:
"Peldaño a peldaño, mi relación con la casi totalidad de los medios de comunicación de este país ha llegado ciertamente al odio total, en el sentido en que se habla de 'guerra total' (curiosa guerra, por lo demás, en la que estoy desarmado; sería más exacto hablar de guerra de exterminio total dirigida contra mí). [...] ¿La separación entre dominio público y vida privada, entre el hombre y la obra? Todo eso se ha vuelto demasiado complicado, hoy día ya no se tienen en cuenta estos escrúpulos".
Sigo leyendo.
"En nuestro último encuentro me sorprendió que usted siga haciendo búsquedas en Google sobre su nombre, hasta el punto de utilizar la función de alerta, que te comunica cada nueva aparición. Por mi parte yo he desactivado esta función y después he renunciado a las búsquedas".
Pero luego me distraje con esto de la vida pero seguí leyendo. Es muy extraña la resistencia con la que siempre me acerco a los textos de Houellebecq, pues terminan de convencerme, una vez más, de que se trata de uno de mis autores favoritos, quizá, sobre todo, porque me coloca en una disposición que me obliga, en suma, a pensar. Otro fragmento que me gusta, a propósito de los textos autorreferenciales -que, a fin de cuentas, no sé qué tanto a cuento venga en un intercambio epistolario, sigo creyendo que cuando uno escribe a alguien en específico son mayores las dificultades para representarse honestamente:
"No valoro especialmente la literatura de la confesión; el problema es que me gustan casi todas las literaturas. Me he regodeado con Montaigne y con Rousseau, pero sigo sintiendo un delicioso shock nervioso leyendo este juicio de Pascal sobre Montaigne, este fustazo en plena cara, de una insolencia extraordinaria: '¡Ese proyecto idiota que tiene de pintarse!'. Me gustó también muchísimo ese opuesto radical de la literatura de la confesión que es la literatura del imaginario; mis ditirambos sobre Lovecraft son quizás exagerados; da igual, los asumo".
De inmediato Houellebecq habla sobre la "vía media" que supone, para el novelista, canibalizar la propia vida para construir personajes. Hace unos meses me escribí con S.T. Joshi a propósito de un texto que tiene sobre Lovecraft y los rasgos autobiográficos en su obra ahora recopilado, según me aclaró, en la colección de ensayos Primal Sources (2003) -creo que es difícil entender que Houellebecq considere a Lovecraft como si fuera la antítesis de la literatura "de la confesión", especialmente, si recuerdo bien, a partir de su ensayo donde también echaba luz sobre esto- y creo, en fin, que está por sacar una biografía, I Am Providence, si no es que ya salió.
En una carta posterior, Houellebecq regresa al tema autorreferencial:
"Pues bien, esta tendencia a la confesión, que manifiesto de cuando en cuando, procede, creo, de dos fuentes muy distintas. La primera es, como ya he dicho, la certeza muy arraigada de que ninguna confesión cambia nada de la personalidad propia, no cura ni agrava sus posibles fallas, la certeza antipsicoanalítica, en suma, una de las únicas que no me han abandonado nunca, junto con la inexistencia de Dios. La segunda es una sobreestimación de mí mismo que me aqueja de tanto en tanto y que me induce a pensar que ninguna confesión podrá agotar la riqueza indefinida de mi personalidad, que se podría sondear sin fin en el océano, no de mis posibilidades, y que si alguien cree conocerme se debe simplemente a que carece de información".
Qué extraña es la primera afirmación. ¿No sería más bien una razón para no confesarse? Hay un tema aquí: decidir cambiar, transformarse en lo que realmente es uno (el mandato bíblico, según Steiner), o bien, negarse a cambiar y seguir siendo uno mismo, como quería Nietzsche. ¿Por qué ambos caminos pasan por la autobiografía o el testimonio? No lo entiendo.
Hoy volví a pensar en una nota que me pasaron anoche, esta, y en esta otra también, de finales de agosto (Twitter me avisa que Thays acaba de subir esto; es precisamente por este tipo de cosas por las que Thays vive y muere, recuerdo hace unos días que subió un texto titulado, con su peculiar entusiasmo por el cotilleo, "¿Franzen o Franzenfraude?"), en fin, las recordé por lo que sigue, escrito en mayo de 2008 a propósito del libro de la madre de Houellebecq que se publicó entonces:
"Peldaño a peldaño, mi relación con la casi totalidad de los medios de comunicación de este país ha llegado ciertamente al odio total, en el sentido en que se habla de 'guerra total' (curiosa guerra, por lo demás, en la que estoy desarmado; sería más exacto hablar de guerra de exterminio total dirigida contra mí). [...] ¿La separación entre dominio público y vida privada, entre el hombre y la obra? Todo eso se ha vuelto demasiado complicado, hoy día ya no se tienen en cuenta estos escrúpulos".
Sigo leyendo.
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Quiero.
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