Hace tiempo que no hablan, frente a frente, pero a menudo intercambian palabras a través de correos electrónicos o mensajería instantánea. Extraña hablar con ella. Es probable que hayan escrito muchas más palabras entre ellos de las que han intercambiado hablando. Esto le preocupa a él e ignora si le preocupa a ella. A él le preocupa pues le recuerda que las palabras, escritas, pueden interpretarse de muchas maneras -había una razón, recuerda, por la cual Kafka le temía a las cartas. Lo curioso es que no cree ser capaz de darse a entender mejor hablando que escribiendo. Se hace creer que es preciso con las palabras, al momento de escribir. Puede elegir mejor lo que quiere expresar, las palabras necesarias. Y se hace creer que no es una persona elocuente. Aunque, claro, estas creencias pasan por alto los beneficios del habla, las modulaciones de la voz, el lenguaje corporal, el modo en que los gestos asisten los silencios, que las pausas dicen bastante, en fin, el tipo de cosas que no pueden precisarse pues el lenguaje no alcanza. Dos cosas: 1) Los sueños no comprendidos son como cartas no abiertas y 2) tuvo que pasar al menos un año desde que se colocó hasta que alguien se percatara de la errata que se encontraba en la lápida de William Gaddis.
Monday, October 17, 2011
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