Una persona demasiado centrada en lo que piensa puede llegarse a plantear la disyuntiva problemática que podría presentarse entre elegir actuar como uno piensa o pensar como uno actúa. Al menos es lo que piensa él, una persona que sabe que piensa demasiado en el modo en que piensa pero que ignora si es posible, en realidad, elegir entre una u otra posibilidad. Las preguntas de orden moral, de vida práctica, le preocupan especialmente porque son precisamente sobre las que, cree, uno debería preguntarse menos. Una persona moral, es decir, de vida práctica, actuaría moralmente, no pasaría demasiado tiempo tratando de elegir el mejor modo de actuar. Pero, ¿cómo actuar moralmente sin preguntarse sobre lo que es moral? ¿Cómo evitar la parálisis? Siendo egoísta. Poniéndose a uno primero que a los demás. Siendo vanidoso. Partiendo de la idea: actúo correctamente. Pero el amor inmoderado por uno mismo es tan malo como el amor inmoderado por los demás. No puede ser este el camino. Quizá es demasiado duro consigo mismo, esta persona. Lo cual no deja de colocarlo en una posición elevada que lo llena de orgullo: el que es demasiado duro, a diferencia del otro, que es demasiado laxo. Le gusta saber que no se conoce bien. Que cabe aún la posibilidad de cambiar para ser una mejor persona, convertirse en quien realmente es. Pero, ah, ¿no es esto negar la responsabilidad que tiene sobre su propia vida a esta hora y en este momento? ¿A dónde se va todo ese tiempo perdido?
Se le ocurre posteriormente: quizá es demasiado duro en lo que no tiene que ser duro y demasiado laxo en lo que no tiene que ser laxo.
Pero también: quizá esto es otro tipo excesivo de dureza.
Se le ocurre posteriormente: quizá es demasiado duro en lo que no tiene que ser duro y demasiado laxo en lo que no tiene que ser laxo.
Pero también: quizá esto es otro tipo excesivo de dureza.
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