Estábamos en un elevador, el otro Guillermo y yo, de una versión futurista pero venida a menos de la Cineteca Nacional. En el elevador iba una muchacha a la que Guillermo, el otro, se acercó para oler con lo que podría describir como intenciones indecorosas. La muchacha se escandalizó y molestó y al salir del elevador comenzó a increparlo y regañarlo. Mientras esto ocurría yo me encontraba con Lilián López y Blanca, una amiga que estudia a Walter Benjamin, quienes habían ido a la Cineteca para ver La vida de Adèle. Se veían preocupadas por la forma en que subía de tono la discusión entre la chica del elevador y Guillermo. Entonces el sueño adquiría un ritmo de persecución: les preguntaba a Lilián y Blanca cómo salir y me dijeron que, creían, había un pasadizo secreto por los baños. Corrí, cruzando salas y corredores que me recordaban más bien a un Cinépolis, hasta llegar a los baños –había orina en el piso– donde encontraba un pasadizo que descendía hasta llevarme a un ducto de ventilación de dimensiones industriales. Había mallas en ambos extremos. A través de una un grupo de niños de aspecto peligroso me ofrecían sustancias ilegales a precios módicos. A través de la otra sólo se veía luz. Me dirigía a donde se encontraban los niños, quienes se dispersaban apenas me veían llegar. Entonces el sueño adquirió un tono disparatado: me lanzaba a un terreno baldío de lo que parecía una ciudad de Medio Oriente (había casas de lodo y terracota, sombras, textiles, artilugios extraños) y, temo decir, de pronto yo me convertía en una especie de Wolverine que peleaba contra un hombre monstruoso.
Estábamos en la casa de la persona con la que no me he reconciliado y, tras una discusión clara y justa, nos reconciliábamos. Dábamos paseos peripatéticos, visitábamos un supermercado y regresábamos a su casa donde nos esperaban varias personas, muchas de ellas desagradables. Una sombra deambulaba en un piso superior.
También soñé con cuestiones relacionadas con el trabajo (en un taxi, mi jefe me daba pruebas de impresión que debía regresar, íbamos del sur de la ciudad hacia el norte de la ciudad, por Insurgentes).
Estábamos en la casa de la persona con la que no me he reconciliado y, tras una discusión clara y justa, nos reconciliábamos. Dábamos paseos peripatéticos, visitábamos un supermercado y regresábamos a su casa donde nos esperaban varias personas, muchas de ellas desagradables. Una sombra deambulaba en un piso superior.
También soñé con cuestiones relacionadas con el trabajo (en un taxi, mi jefe me daba pruebas de impresión que debía regresar, íbamos del sur de la ciudad hacia el norte de la ciudad, por Insurgentes).
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