Tiene los ojos cafés, almendrados. El pelo es abundante y de un café clarísimo, como el chocolate. Es muy inquieta, ligeramente nerviosa. Tal vez por la edad. Cada vez que tiene oportunidad, se me brinca encima y tiene la terrible costumbre de caminar demasiado cerca de mí, a veces entre mis piernas. Es mi perra. Me encanta esto. Tener a la perra más veloz del mundo, porque deberían verla. Ayer, cuando estábamos en la terraza del jardín, la primera vez que estuvo ahí, brincaba del jardín a la terraza y corría formando un círculo perfecto alrededor mío; corría de la terraza al jardín y del jardín a la terraza y de nuevo, a toda velocidad, era increíble pero no se dio con ninguno de los pilares que sostienen el tejado. Corrió entre las macetas y brincó el desnivel, librándolo a penas, el pecho contra el suelo, la lengua de fuera y con los ojos atentos a mi espalda, en la terraza, y a mi cara, en el jardín.
Se ha apoderado de una pelota morada que antes de su llegada me mantenía cuerdo en noches de insmonio y falta de inspiración, noches en las que me obligaba a caminar en círculos en mi cuarto, de mi librero a la pared del baño, de la pared sobre la cama y al escritorio y de nuevo al librero, botando la pelota que ahora muerde y babea para mi eterno asco cuando se la arrebato del hocico. Un hocico rosado y con esos grumos o protuberancias que tienen todos los perros en las comisuras, un hocico que apesta, como ella, toda, a comida de perror. A croquetas. Ayer yo también apesté a perro y sé que con el tiempo esto me molestará, cada vez más, sobretodo cuando salude a otras personas y me tenga que disculpar por el olor, pero, ¿qué se le va a hacer? ¿Cierto? Es una perra y no tiene control sobre sí y no sólo eso sino que es la perra más veloz del mundo, y tal vez debí nombrarla después de haber notado esto, debí haberla llamado Centella o Relámpago o Rayo, pero no, porque así se llama mi hermana, así que tal vez algo menos complicado, más corto, Borrón, Dash, Veloz, Perra Veloz, La perra Más Veloz que Hayas Visto Jamás; aunque ahora que lo pienso no hay nombre apropiado para su velocidad, a no ser que me refiera a partículas elementales, como los Quark, o Electrón, o Positrón; aunque la verdad es que ninguno de ellos suena a algo veloz, tal vez Quark, pero en todo caso suenan más a planeta extraño de la serie Flash Gordon. Ahí está. Qué tonto. Flash.
Pero se llama Refu y debo acostumbrarme a llamarla Refu. Ven Refu, le digo y no me hace caso y ataca su pelota con toda la torpeza de sus dos meses. Que ya es bastante. Refu. Refu. Refu mi perra Refu no se está en paz. Y le tenía todo el cariño posible, ahí, tendida frente a mí en la terraza y en el jardín, junto a su nuevo plato para el agua que no le va a durar ni dos días porque lo muerde, aunque la regañe y le pegue, lo muerde como si no hubiera mañana. Entonces, estamos ahí, ella con su plato y yo con mi Coca Cola y empiezo a verme anciano, o un poco maduro, no demasiado, frente a una chimenea o un librero atiborrado de libros por leer y ella a mi lado, con su plato de agua y yo con mi tasa de café o mi pipa o mi Whiskey o una Coca Cola (porque me encanta la Coca Cola, a todo mundo le encanta la Coca Cola, de la misma manera en que todo mundo adora a los perros) y todo es paz. Así que ensayo y cuando ella está cerca, a mis pies, comienzo a leerle del libro de Vila Matas que estoy leyendo. Lo hago con una voz seria, ebria de posibilidades. Leo: "En el fondo, sólo los grandes tímidos son personas realmente atrevidas, capaces de cualquier cosa, créame". Refu se levanta, distraída y comienza a correr para inspeccionar detrás de un árbol que está en mi jardín. No le interesa. No se está en paz. Pinche perra.
Está bien. Con el tiempo se cansará y dejará de correr y se tirará a mi lado y entonces me podrá escuchar leer o teclear o escuchar música, también, en mi cuarto o en un estudio. Mientras podremos salir a la calle y a correr, a la montaña a andar en bicicleta, con mis amigos, al mar, sí, al mar, la perra más veloz del mundo con arena en las patas y mojada con agua salada, diablos sí, sería fabuloso, con freesbes y chicas en bikini preguntándome cómo se llama y contestarles, a punto de permitirles que la toquen, pero ella, celosa, correrá y ladrará y volverá al mar una y otra vez rápida como un quark.
Refu. Refu. Refu espantará los gatos, las ardillas y no le temerá a las águilas, que, por cierto, ya no se ha aparecido por mi casa.
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