Si hubiera sabido de la alegría que me iba a dar Refu, mi perra, la hubiera buscado muchos años antes. Es verdad que en ocasiones mentas madres cuando te muerde o cuando hace un desmadre el jardín, pero sobretodo cuando debes levantar su mierda. Porque caga. Caga horrores negros que están en todos lados, después de que come, muy temprano en la mañana y por la noche. Caminas por el jardín y siempre hay uno ahí, un montículo de mierda dura y negra que te ve y te domina y parece decirte: Olvídalo, este terreno es mío, me apoderaré de él poco a poco, como un mal pensamiento que se oculta en el fondo de tu cabeza y que se materializará con el paso de los años. Pero hago lo que puedo, levanto, lavo y me lavo las manos, porque la perra es buena, me sigue, me reconoce y me muerde con cariño. En ocasiones me pregunto si esto está mal, si estoy transfiriendo todo el cariño que tengo por dar (!), como dice uno de mis amigos críticos, a mi perra. Y debe estar mal. Lo sé. Sobretodo cuando entro al baño del jardín, después de jugar con la pelota de la perra --una pelota naranja que tiene un cascabel dentro, una pelota que Refu sigue y muerde como si fuera algo vivo que quiere matar. Así que entro al baño, me lavo las manos de sus babas y orino. Y la perra entra también y es cuando comienzo a dudar. ¿Está esto mal? ¿Debe verme orinando? Sólo se sienta ahí y pone atención al ruido del agua y de vez en cuando me ve a los ojos. Esto no puede estar bien, me digo. Y le grito. No entiende nada de esto, por supuesto, pero le grito que se salga, carajo, pero no lo hace. Termino, me lavo las manos y salgo del baño y seguimos jugando y es como si no hubiera sucedido.
Debo buscarme una mujer.
Ahora que tengo a la perra me levanto temprano y no duermo tan tarde. Tampoco veo tanta pornografía como antes y como mejor. Desayuno. Anoche comencé a hacer abdominales. El otro día sentado en el retrete vi mi estómago y no era el mío, mi estómago estaba debajo de esa masa informe que estaba viendo, pero era extraño porque esta nueva masa también tenía un ombligo, un ombligo como el mío, y la misma pigmentación que el resto de mi cuerpo. Hoy desperté con un dolor en el abdomen. No debí esforzarme tanto y tan rápido. También comencé a levantar pesas. He vuelto y sé a quién debo agradecerle.
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