Monday, December 18, 2006

Cuando se terminan las relaciones pero nadie quiere reconocerlo


Hace unos días llegó a casa el número 20 del McSweeneys Quarterly Concern. Regresaba de hacer algo importante pero que he conseguido olvidar, pero sé que era importante porque cuando noté la caja de cartón que me esperaba en la cocina (algo que antes recibía con alegría), lo hice con una mezcla de alivio y resignación, como cuando te hacen un cumplido obvio como qué buena nalga tienes. ¿Está claro cómo? ¿No? Lo siento. Tomé el paquete, subí a mi cuarto, saqué la revista de su caja, dejé la revista sobre mi cama, tiré la caja en el cesto de basura que está junto a mi escritorio y me senté a escribir una cosa que necesitaba escribir en ese momento y que además exigía mi atención. Le di un vistazo a la revista que me esperaba aún, sobre la cama y recordé la primera vez que me llegó uno de los números, la emoción con la que despedacé el paquete y leí la editorial, la obscenidad con la que acaricié su lomo y leí y releí los títulos de los cuentos, ensayos y piezas periodísticas. El McSweeneys Quarterly Concern #20 me estaba viendo directamente a los ojos. Sabíamos lo que sucedería a continuación.
Aparentando indiferencia, se levantó de la cama y se dirigió al librero que está directamente frente a mi cama. Caminó despacio y observó con atención los libros. La mayoría estaban escritos en español pero noté --o creo haber notado-- que se detuvo en los que estaban escritos en inglés, quizá porque eran los únicos que comprendía. Tal vez los conocía (seguramente los de Stephen Elliot, obviamente los de Eggers, obviamente el de Plascencia, obviamente los otros números de McSweeneys y algunos Believers). ¿Escuché un suspiro? Mi memoria me juega malas pasadas de ese tipo. Malas pasadas que en realidad son señal, obviamente, de otra cosa: del deseo escondido que tengo de la McSweeneys Quarterly Concern #20 hubiera suspirado, mezclado con la evidencia de que no lo hizo. No podría importarle menos. Sabía lo que hacía en mi cuarto, haría eso y nada más. Esperaría el paso de los meses (no he podido terminar de leer el número 18, no he abierto siquiera el 19 ni las reimpresiones de los números 1, 2 y 3). Pero el #20 sabía. Después de ella no habría más, pues mi suscripción se ha terminado. Pacientemente, resignadamente, la revista regreso a mi cama, se tiró sobre ella con letargo --esas historias, esos autores, esas bellas reproducciones de arte, ese primer capítulo de la novela de Chris Adrian. Es la última McSweeneys que compraré en mucho tiempo. Ni siquiera es la más nueva (ya van por el número 22). Pero ahí está. A la espera. ¿Me detesta? ¿Hay palabras que decir entre nosotros?
No lo sé. No lo sé.

1 comment:

Anonymous said...

Ahh... si, me ha pasado... claro, mis revistas nunca se han levantado, creo que eso se debe al estado superior de conciencia en el que se encuentran ustedes los filosofos, perciben cosas diferentes, como los mediums... pero si... ha pasado... espero superes el trauma...
saludos