Friday, February 08, 2008

Algunas veces por la noche

-¿Alguien me habla?
-...
-Julio, ¿me habló alguien?
-No.
Con los oídos tapados por la gripe me confundo seguido. Escucho cosas que no están ahí. Me tardo en descifrar las conversaciones que se sostienen en voz baja. Lo constato una vez más, momentos antes de bajar al estudio, cuando creo escuchar que me llama mi madre, desde su habitación. Julio, mi primo, decide quedarse un rato más viendo la televisión, algo que normalmente no hace pues se levanta temprano para trabajar. Pero es viernes. Así que se queda un rato más frente al televisor y yo bajo aquí, a escribir. O eso digo que bajo a hacer.
Hace unos momenos terminamos de ver Señales, de M. Night Shyamalan, que hemos visto varias veces ya. De hecho, la empezamos a ver ya bastante avanzada -precisamente en la parte en la que el personaje de Mel Gibson le corta los dedos al extraterrestre que encerraron en la alacena- y es casi hacia el final, cuando comienzan a entrar los extraterrestres a la casa, que le digo a Julio que la película, esa parte, me recuerda Casa tomada. No digo, por supuesto, "esto me recuerda a Casa tomada de Julio Cortázar", digo, "esto me recuerda un cuento". Julio guarda silencio, ve la tele. "Ahora te lo enseño", le digo. Julio asiente pero sobre todo cede. Está acostumbrado a que a veces me levante y le traiga algo, corriendo, como un perro, motivado por una sinapsis repentina. La mayoría de las veces, Dios lo tenga en su gloria, me escucha con paciencia, ya que regreso con libro en mano, buscando el pasaje.
Como estamos viendo Señales en TNT hay anuncios así que aprovecho la última pausa de la película para leerle el cuento. Me percato de que este cuento Julio ya lo conocía, pero decide no decírmelo. Me doy cuenta porque es de Bestiario, un libro que le regalé hace tiempo, cuando descubrí que a Julio le gustaba la literatura de horror. Yo no tengo el tomo suelto, sino los dos volúmenes que editó Alfaguara hace años, de cuentos completos. Julio, mi primo, tiene dieciocho años pero su interés por la literatura viene de tiempo atrás, según recuerdo. Aunque, de nuevo, exclusivamente novelas de horror. Stephen King, sobre todo. Le he regalado libros de Kafka, de Cortázar, y antologías de cuento de horror, pero ahora que estoy avanzando en la lectura, escuchando mi voz gangosa, distorsionada por la enfermedad, se me ocurre la posibilidad de que Julio jamás leyó Bestiario. Imagino el tomito, abandonado en un librero de su casa materna, acumulando polvo. Es por eso, quizá, que no me detiene con un "Ya conozco ese cuento". Al contrario, atiende lo que digo y parece estar interesado. O tal vez finge muy bien. En todo caso, termino de leer el cuento, se termina la pausa de TNT, terminamos de ver la película y me despido, para bajar aquí, al estudio, donde escribo cómo fue que le leí un cuento. Obligándolo a escucharme, mi audiencia cautiva.
Supongo que envidio un poco a Julio. Me hubiera gustado ser el adolescente, sensible como él, que sale de la casa materna para irse a vivir con unos parientes. Cercanos pero a la vez ajenos, con costumbres e idiosincracias particulares. En una ciudad extraña, además. Como soy orgulloso y vanidoso, le envidio la posibilidad de haber tenido un primo como yo. Pero quizá, le envidio más esta atmósfera en la que ha caído. La novela de vida que está llevando. Me di cuenta de esto mientras le leía el cuento de Cortázar, cuando me topé con las siguientes líneas de Casa tomada que dicen: "Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba enseguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta". Julio, mi primo, me ha dicho que a veces hablo por las noches. "Haces ruidos bien raros", me dice.
Hasta su llegada, unos meses atrás, siempre había dormido solo. Vivo en una casa grande. Mis hermanas siempre tuvieron su propio cuarto y nunca tuve que compartir el mío. Descubrir esto -pero esto no es la palabra, descubrir, porque de algún modo no me sorprende- me hace imaginar... no, me hace envidiar la posibilidad de imaginar, como tal vez lo hace Julio, mundos oscuros y ocultos en alguien más. Mismos que conozco. Pues, finalmente, soy yo y estoy al tanto de algunas partes bastante nefastas de mí mismo. Pero nunca había estado al tanto de esa voz que habla algunas veces, por la noche. Algunas mañanas, es verdad, recuerdo sueños inquietantes -como anoche, que soñé que un par de amigos se suicidaban- pero no soy el ojo pelón que no puede conciliar el sueño porque escucha la voz incoherente del compañero de cuarto en la oscuridad. Anhelo, casi con desesperación, ese asombro. Es curioso también cómo a pesar de que vivo en una casa grande, las cosas extrañas suceden precisamente en los lugares más conocidos. Las voces que creemos escuchar bajando las escaleras. La sensación de ser observados mientras vemos la televisión. La cama que se mueve, acaso, o que nos asfixia y nos arroja a la vigilia buscando con desesperación una bocanada de aire. Quisiera que fuera Julio quien escribiera y no yo.

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