Monday, February 04, 2008

Rata miserable

Me tenían en ascuas, los jueces de Top Chef, el reality show. ¿Iría el título de "top chef" a Ilan Hall, o a Marcel Vigneron? ¿Al cocinero que se apasiona por la comida o al meticuloso ojete que hace uso de la más alta tecnología para realizar su pinchurrienta, pero sofisticada, comida molecular? Oh, cómo temí que se la dieran a Marcel, quizá una de las talking heads de la televisión que más personificaban las cosas que detesto de la humanidad: sus excusas para tratar mal a la gente ("vine a competir, no a hacer amigos"), su vanidad ("para este platillo me inspiré durante una caminata en la playa, lleva coco, gotas de azafrán..."), su imprudencia ("¿no han visto el salmón?, ¿dónde lo guardamos anoche?"), su defensa del estado actual del mundo ("así son las cosas, si no fueran así, no serían así"), su maldita cara de ratón.

Probablemente lo que más me asustaba de Marcel era que, ante los jueces, estas cosas podían pasar sin problema. Cuando, en las semifinales, un chef habló algo sobre el carácter moral de Marcel, los jueces, nada salomónicos, dijeron: "Nos interesa lo que cocina, no cómo se comporta en la cocina". ¡Dios! Debieron ver su cara de felicidad. Su cara de "¿Ven? En esta tierra puedo ser el maldito que quiero ser. Aunque, no lo entiendo, en realidad; generalmente la gente opina que soy muy divertido". ¿Saben a qué otro ratón cocinero me recordaba con su lloriqueo, con su vanidad?

Bueno, en realidad es un topo. Y en realidad no me recuerda a Marcel. Creo que sólo lo puse por las afinidades, er, "cromáticas" de las imágenes. Quería ser ingenioso. De hecho, dudo que a no ser por su vocecita, Topo Gigio tuviera algo que ver con Marcel. Era argentino, eso sí. Y los argentinos tienen esa mala fama, como tiene esa mala fama Marcel. Pero no. Si Marcel tuviera algo en común con alguna rata, sería con Remy. Ambos tienen ese nombre francés. Son ratas, los dos. Y son chefs. Y son, a su modo, innovadores. Pero, veamos. Marcel es una rata en un sentido metafórico. Y no hay ratas, animales, pues, que sean chefs -en lo que se llama la realidad. Y si en la historia de Ratatouille había "innovación" no la había porque algun mentecato se ocupara en deconstruir platillos y en añadirle químicos siguiendo las recetas de la cocina molecular --¡malditos franceses!-- sino porque se reinterpretaban recetas clásicas, se partían de bases sólidas, de tradiciones. Porque se salvaguardaba un tesoro y se presentaba, una vez más, a las futuras generaciones. Es la batalla hermenéutica de siempre: aquellos quienes apuestan por lo Otro, y que pierden, aquellos que apuestan por lo Idéntico, y que pierden también. Y quienes añoramos el agua tibia de siempre, la hermenéutica analógica. Seguiría, pero creo que en un rato pasan Iron Chef.

2 comments:

David Miklos said...

La cocina molecular es la neta. Anda al Pujol. A mí que el chef sea una rata o un gato me tiene sin cuidado: que cocine bien. Mejor hubieras puesto una foto del amigo de Topo Gigio, Raúl Astor, argentino también. Ay, Memo.

Guillermo Núñez said...

Ay David, el Pujol no es molecular. Molecular The Fat Duck (el mejor restaurante en el mundo, según la Michelin de 2001). Supongo que sí, que la lo más importante es que cocine bien --pero para eso, digo yo, no se puede ser un ojete desalmado.
¿No viste Ratatouille?