Tuesday, September 30, 2008
El proceso
Parte del proceso incluye entrar a la oficina donde se está coordinando el trámite que estás llevando a cabo y esperar a que la persona que se ocupa del trámite, quien es mujer y viste jeans y un suéter nada favorecedor, termine su llamada personal. Su llamada personal está siendo sostenida con alguien a quien llama Manita y que probablemente, por la confianza con la que intercambian opiniones, sea su hermana. Su hermana menor. Su Manita a quien le informa que ya le informó a la persona que Vende los Perfúmenes vendrá hasta el lunes pues le dijo que a ella, su Manita, no le depositan sino hasta la quincena, así que quien Vende los Perfúmenes podría venir de nuevo el lunes, como vendré yo, de nuevo, según me informan, para recoger las copias de los docuemntos que llevé para que revisaran y sellaran con el sello especial necesario para registrar el otro documento que llevé en la otra oficina donde debo registrarlo y me está diciendo algo, complejo y sin sentido, a lo que asiento, a lo que dijo Sí, ok, entiendo, aunque no entiendo, pero sólo quiero irme de ahí, correr demonios, llegar a un lugar limpio y bien iluminado donde me preguntaré por qué carajos me someto a estos pequeños infiernos.
Saturday, September 27, 2008
Permítanme entretenerlos
Hay un momento en que, como saben, la madre de familia retratada en Funny Games pregunta por qué no los matan y ya, por qué se andan con tanto rodeo. Y el psicópata, uno de los psicópatas, responde que uno no debería olvidar la importancia del entretenimiento. Y yo también me he colocado en esa situación de tener que contestar que tal producto cultural o tal cosa ante la cual me detuve más de un minuto para dejarme someter me resultaba "entretenida", puerta de salida para cualquier ironía. No, no ironía: escape para cualquier obligación a defender mi postura. No me parecía, quiero decir, gran cosa. No me resultaba, asumo, una gran obra de belleza o de reflejo de la condición humana. También para mí lo entretenido es un pase de salida, una carta comodín. Un concepto tan maleable como etéreo. El rap de Memo Ríos sobre la muerte de Pedro Infante me resulta gracioso, entretenido.
Pero, ¿detesto el entretenimiento? No me considero lo suficientemente serio como para que sea así. De hecho a menudo pido a gritos entretenerme, cosa que no pueden hacer algunas grandes obras de la literatura. A veces abro a Virginia Woolf y me da hueva. Veo que pasan el Padrino y deseo adelantarle a las partes que me gustan, pero es la televisión y no puedo. Prendo y apago la radio, embotado. Lo cual seguramente habla algo en concreto sobre mis gustos: que tengo varios y son inconstantes. Pero, ¿es terrible lo que dice esto? Lo que detesto es poder decir que, digamos, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal me parece "una película entretenida" y con ello significar a la vez que me pareció genial y a la vez que es una opinión que no defendería a muerte. En parte porque sé que eso de andar defendiendo opiniones es como andar defendiendo colores y en parte porque el significante "entretenimiento" ya da para cualquier lado. Todo esto a raíz de la defensa del entretenimiento de Chabon, en la introducción de su Maps and Legends. Donde se hace ver que lo entretenido se reduce, en suma, a lo placentero. De ahí que en realidad cualquier cosa pueda resultarnos tan entretenida como algo que finalmente ha estragado nuestro gusto. Ah, esa pequeñeces que nos gustaría que fueran infinitas.
Le recuerdo que escribí esto para hacer tiempo. Pero ya luego escribo más, no se apuren.
Le recuerdo que escribí esto para hacer tiempo. Pero ya luego escribo más, no se apuren.
Thursday, September 25, 2008
Entretenimiento
En Awake de Tobias Wolff leo:
"They were just having fun, that was how he’d seen it, the two of them having some fun before going their separate ways, as people did, people their age with their whole lives still ahead of them. You didn’t want to get tied down now, when you didn’t know who you might still meet and what might open up, what chances and adventures".
En el recuerdo de Marco Cassini sobre David Foster Wallace, leo:
"At one point, he confessed with obvious embarrasment that he and his girlfriend had recently gotten cable TV, wich he had for a long time resisted getting, and he told me how every time he found something good to watch, he immediately feared that there might be something better to watch on the next channel, and therefore he would never stop zapping, and never really watch anything at all, which usually resulted in an argument with his girlfriend".
Kierkeegard tiene un nombre para esto.
Pero, ay, no una una solución.
En el recuerdo de Marco Cassini sobre David Foster Wallace, leo:
"At one point, he confessed with obvious embarrasment that he and his girlfriend had recently gotten cable TV, wich he had for a long time resisted getting, and he told me how every time he found something good to watch, he immediately feared that there might be something better to watch on the next channel, and therefore he would never stop zapping, and never really watch anything at all, which usually resulted in an argument with his girlfriend".
Kierkeegard tiene un nombre para esto.
Pero, ay, no una una solución.
Wednesday, September 24, 2008
Monday, September 22, 2008
Ciudad de México
Hoy bajé del Metrobús y me encaminé a casa. Pasé por una calle oscura en la que una mujer esperaba con su hija a que pasaran clientes potenciales como su servidor para los esquites que vendía. El olor a agua caliente y enlimonada, con un fuerte toque de elote flotante llegó a mi nariz a unos metros del puesto. Regresé envuelto en un recuerdo de kermés y puestos de cartón donde niños de secundaria juegan a casarse con niñas de secundaria. "¿Lo quiere con todo?", me preguntó. "¿Qué es todo?", contesté preguntando. "Mayonesa, chile, limón, queso...". Lo pedí sólo con chile y limón y recordé aquella vez que saliendo de la universidad, donde ya no estudiaba sino trabajaba como asistente de un profesor, me encontré a una amiga, o un poco más que eso, pero habiendo dejado de ser un poco más que eso, al poco tiempo de que dejara de serlo, entrándole sabroso a una mazorca con su chile, su limón y su crema -pedazos en los bráquets- y ahora me arde la panza pero entonces, hace rato, estaba muy rico y no sólo eso, también me hizo sentir seguro; me imaginé que si un pillo, un amigo de lo ajeno, me sorprendiera en una esquina y me amenazara con un "Guárdame este fierrito", yo tendría tiempo de arrojarle agua caliente y enchilada a los ojos y salir corriendo. Por las mañanas experimento la misma sensación cuando llevo café caliente.
Friday, September 19, 2008
Guillermo regresa películas
El personaje moderno del cual me ocupo ahora y al que llamaré Guillermo, pues es un nombre con el que me siento cómodo y familiarizado, puede ser visto saliendo de la oficina hacia la noche de la ciudad de México, encaminándose a su automóvil donde le aguardan el par de películas que debe regresar al Blockbuster y que dejó allí desde la mañana, cuando llegó a la oficina, con la intención de regresarlas aquella noche. Casi lo había olvidado, por supuesto, y cuando las ve, esperándolo en el compartimento sin compuerta diseñado para guardar distintas cosas -acaso cajas de DVD- en la puerta de su automóvil, no sólo recuerda que aún tiene ese pendiente sino que se sorprende también de su curiosa capacidad previsora; no es sólo el saberse capaz de adivinar que si las hubiera dejado en casa le hubiera costado mucho más trabajo tomar el auto, al salir de la oficina, encaminarse a casa y llevarlas lo que le sorprende, sino que esa previsión también llevaba oculta un pequeño placer: estando en el Blockbuster podrá, por qué no, rentar una nueva película. Esto, decide Guillermo ya que se encamina hacia el Blockbuster y se desliza en el tráfico y se somete a sesiones ligeramente idiotas de locutores en la radio, podría ser el cuento de nunca acabar: rentar, regresar, volver a rentar y piensa, aunque -debe decirse- momentáneamente, como este sistema todavía tiene la ilusión de libertad (uno puede dejar de rentar cuando quiera) a diferencia de otros sistemas de renta -sólo se le ocurre, en realidad, otro- como los ofrecidos en línea, como Netflix, quienes mandan, constantemente, películas, sin parar, siempre algo esperando en el reproductor de DVD. Ah, la invasión de nuestras pequeñas libertades.
Varios minutos y pensamientos más tarde, Guillermo se estaciona en el Blockbuster, se baja del automóvil, piensa en un posible secuestro -pues sabe, porque lo reconoció en la pantalla, que en ese mismo Blockbuster filmaron la escena del secuestro en Amores Perros- entra al establecimiento, deja las películas que iba a regresar y pasea en silencio y en solitario no por los anaqueles del centro del establecimiento -rara vez lo hace ya- y se dirige directamente a las secciones de estreno. Toma una película de Woody Allen que no había visto pues la quitaron muy rápido del cine y está a punto de gritarle a un par de idiotas -se descubre estresado- que gritan cuando hablan. Son gordas y hablan por teléfono, un solo teléfono, al mismo tiempo con alguien que está en altavoz. Y cuando gritan, cacareando entre ellas, una dice: "¡Todo el mundo me está escuchando, saludos a todo el Blockbuster!" Y Guillermo supone que, bueno, debería tomarse las cosas con más calma; ella con su autoconciencia y él con el estrés y sus recriminaciones excesivamente escrupulosas (de vez en cuando debería permitirse odiar a la gente sin verse en la necesidad de narrar algo para dejarlo pasar).
Wednesday, September 17, 2008
Entrada 920
El procesador de texto en el que trabajo durante el día en la oficina de la Mac cambia la palabra iTunes por atunes. Esto es algo que descubrí hoy, que cuando el procesador de texto de la Mac automáticamente me propone lo que con probabilidad es una mejor palabra y en lugar de, como decía, iTunes pone atunes en la pantalla en mi cabeza no leo atunes sino tunas y es raro que no sea hasta después de un tiempo -un instante- que me percato de que no es la fruta sino el pez, el pescado que se come, el atún, que viene en lata y no la tuna que espina al águila.
Tuesday, September 16, 2008
Forzarse a seguir leyendo, curarse con exceso
Hoy que inicié -sería tonto decir que reinicié- Infinite Jest pensé en aquella vez cuando, en la preparatoria, un amigo, a quien mantendré en el anonimato, decidió empinarse un costalito de azúcar porque estaba al tanto de que consumía demasiada y pensaba que la experiencia sería lo suficientemente traumática para dejar de comer que sus galletitas, sus pastelitos, sus Gansitos, sus golosinas diarias. Así que eso hizo y vomitó y más tarde descubrió que el ejercicio no había funcionado.
En "Year of the depend adult undergarment", casi al inicio de I.J.:
But he would force himself to do it anyway. He would smoke it all even if he didn't want it. Even if it started to make him dizzy and ill. He would use discipline and persistence and will and make the whole experience so unpleasent, so debased and debauched and unpleasent that his behavior would be henceforward modified, he'd never even want to do it again because the memory of the insane four days to come would be so firmly, terribly emblazoned in his memory. He'd cure himself by excess.
Monday, September 15, 2008
Avanza la ironía
Desperté por un mensaje en el celular. Ahora saco el aparato para leerlo: "Foster Wallace se ahorcó". No era temprano. Volví a la cama después de anotar un "no mames" en la pantalla y devolver el mensaje. No registré, en realidad, lo que esto me hacía sentir y me sumergí rápidamente en el sueño. Minutos, instantes más tarde, un nuevo mensaje de otra persona: "¡Se ahorcó Foster Wallace amigo!". Aquella mañana en la preparatoria, recordé entonces, cuando bajé a la cocina para encontrar a mi madre en bata, preparando el desayuno de mi padre. "Se murió ese director que te gusta", me dijo. Hablaba de Stanley Kubrick. Un sentimiento similar. Ya no habrá más producciones de Stanley Kubrick, pensé aquella mañana, sin haber visto aún Eyes Wide Shut ni imaginar Inteligencia Artificial, más tarde. Cuando murió Bolaño yo no imaginaba 2666 ni El secreto del mal ni La Universidad Desconocida. Sólo había leído Los detectives salvajes y algunos de sus libros de cuentos. Son pocos los autores que me gustan que mueren. ¿Pero me gusta Foster Wallace? El trance y reto de Brief interviews with hideous men era más un golpe de certeza de su influencia en otros escritores que me gustaban (había leído que Eggers era fan -aquí una conversación entre ellos*). Quizá no es que haya muerto lo que me sorprendió, al menos no tanto como que, precisamente como señalaron aquellos dos mensajes matutinos y telefónicos, se hubiera muerto por su propia mano. "Mr. Wallace was an apparent suicide", leo ahora en el New York Times. Y más abajo: "A versatile writer of seemingly bottomless energy". Parecen casi contradictorias, estas líneas. Y a la vez, no. Algo encierran, la sospecha de que Wallace sabía algo que nosotros no sabíamos. No sabemos. Esto es tonto. Escribir esto. David Foster Wallace falleció, yo llegué a leer algunas cosas suyas, me gustaron, otras no tanto, no he leído, sin embargo, la mayor parte de su obra (y hoy saqué, al llegar de la casa de campo, el pesado volumen de Infinite Jest del librero sólo para hojearla y devolverlo a su lugar, no sé cuándo vaya a leerlo) y en fin, comienzo a sentirme como una, sí, rémora junto al cadáver de un tiburón que sin embargo avanza. Esto es tonto.
*Allí escribe Foster Wallace (y es doloroso notar la sincronía de mis entradas) lo siguiente, sobre los argumentos entre políticos: "It’s all become like Zinn and Chomsky but without the immense bodies of hard data these older guys use to back up their screeds. There’s no more complex, messy, community-wide argument (or “dialogue”); political discourse is now a formulaic matter of preaching to one’s own choir and demonizing the opposition. Everything’s relentlessly black-and-whitened. Since the truth is way, way more gray and complicated than any one ideology can capture, the whole thing seems to me not just stupid but stupefying. [...] How can any of this possibly help me, the average citizen, deliberate about whom to choose to decide my country’s macroeconomic policy, or how even to conceive for myself what that policy’s outlines should be, or how to minimize the chances of North Korea nuking the DMZ and pulling us into a ghastly foreign war, or how to balance domestic security concerns with civil liberties? Questions like these are all massively complicated, and much of the complication is not sexy, and well over 90 percent of political commentary now simply abets the uncomplicatedly sexy delusion that one side is Right and Just and the other Wrong and Dangerous. Which is of course a pleasant delusion, in a way—as is the belief that every last person you’re in conflict with is an asshole—but it’s childish, and totally unconducive to hard thought, give and take, compromise, or the ability of grown-ups to function as any kind of community".
Thursday, September 11, 2008
Contra la ironía
En el Segundo Piso, casi despejado de otros autos a eso de las diez y tantos de la mañana, veo el casi despejado cielo de la ciudad de México, azul y con nubes, casi completamente libre de ironía y anuncios espectaculares, excepto por -cuento- unos siete, dos de productos de belleza y unos cinco del Gobierno de la ciudad de México. Los cinco del Gobierno de la ciudad de México son el mismo y en todos se anuncia que gracias a una campaña del mismo gobierno (se están dando sus propias palmaditas en la espalda, no se les escape) se despejó el segundo piso y el periférico de contaminación visual.
Muchas gracias.
Tuesday, September 09, 2008
Releo
Algunas entradas de esta bitácora electrónica, de hace unos tres años. Parecía menos preocupado aunque ahora mi vida parece más sencilla. Probablemente un mecanismo de defensa. Extraño esa juventud. La certeza idiota de que no sería feliz, pues aún albergaba una esperanza -de ahí su idiotez, quiero decir. Ahora que probé las cosas que entonces pensé me harían feliz, la paz y el orden, debo decir que podría atisbar cierta desesperación en el horizonte, si no fuera porque sencillamente no es así. Lo único que siento es una paz y un orden de un distinto, digamos, orden. Me gustaba experimentar pocas certezas.
Hay tantos libros que me gustaría releer pero no sé si el número es superior o el sentimiento de mayor intensidad que el provocado por los libros que no he leído pero quiero leer.
Awake, un cuento de Tobias Wolff
Leo un cuento en una revista. No en una revista impresa sino en la versión electrónica. Lo leo sentado, aquí en la oficina. Es un cuento de Tobias Wolff. No lo he terminado. Me distraigo (con el trabajo). La revista es The New Yorker. Es una buena revista, nunca he comprado una, me la han prestado -una vez que Eggers sacó un texto sobre películas de verano, hace como uno o dos años- y en fin, el cuento de Wolff inicia con el personaje leyendo la Odisea, aburriéndose, esforzándose por leer el texto pero incapaz porque es uno de esos libros que aburren, aparentemente, y está leyéndolo en la cama -que, como sabemos es uno de los peores lugares para leer, así como es terrible leer en la oficina (por no decir imposible)- y en fin el libro, descubre el personaje, es un libro de biblioteca. "Era un libro de la biblioteca", escribe Wolff, "Estudió las fechas en que lo sacaron -pocas y distantes entre sí- luego lo cerró y lo regresó a su lugar".
No termino de leer el cuento, me voy a casa.
No termino de leer el cuento, me voy a casa.
Friday, September 05, 2008
Thursday, September 04, 2008
Desierto y aburrimiento
Originalmente éste iba a ser un correo electrónico dirigido a un amigo pero leer otros blogs me estimularon a escribir lo que yo puedo juzgar, sin demasiado distanciamiento, como una honestidad mediocre que me puede llegar a preocupar en los momentos en que sin estar escribiendo estoy narrando, pero no es esto de lo que quiero hablar. Va más por el lado de que voy en el camión leyendo Huesos en el desierto, que me prestó un compañero de la oficina, y leo y leo sobre los crímenes pero la verdad es que me pierdo en los datos, en la falta de historia y en palabras con un peso específico, en expresiones clínicas y desapegadas como "decúbito ventral" que por supuesto me refieren a catálogos ficticios, pero no sin menos peso, como el del extenso capítulo-novela que se encuentra en 2666, "Los crímenes". Me pierdo también en el camión, entre todas las personas. Pero no es camión, es el Metrobús, y alguien apuntaba en que ir en el Metrobús ciertamente no es como ir en el camión. Mucho menos como ir en el metro. Uno, en el Metrobús,no le dirigirá la palabra a otro pasajero a menos que se tope con el caso raro de una persona que está leyendo un libro que uno conoce (se sentirá abochornado por esto, no lo olvide) ni olerá las cajas de unicel que utilizaron los meseros que ahora descansan para transportar pescado del restaurante donde trabajan (como en el metro, para gran risa de ancianas y chicas morenas y rellenitas) sino que le mandará un mensaje irónico y chistoso al amigo que se quedó encerrado en la oficina, llamándolo "lacayo" -y pensando, todo el tiempo, no, resguardando en su interior la memoria enterrada del cuento Los crímenes, que sucede a altas horas en una oficina en El secreto del mal, también de Bolaño. Uno en el Metrobús, pues, sin nadie a quién hablarle, sentirá miedo. Hasta aquí, pues, mis azotes socioeconómicos.
Me pierdo, decía, entre la muchedumbre del Metrobús y observo entre página y página a una güerita que por azares del destino no pudo subirse en la parte de las mujeres sino en la parte de los hombres y mientras la veo atentamente preguntándome cómo es que no se ve incómoda y cómo es que no se le arriman -como en todas las historias que he escuchado- me sorprendo a mí mismo mirándola con atención y ella volteándose, sintiéndose incómoda por mi mirada.
Por supuesto, mi padre se compró un automóvil. No sólo un automóvil sino uno que me hará sentir incómodo cada vez que él se queje sobre la inseguridad en la ciudad y en el país pero sobretodo cuando estoy utilizando la curiosa anécdota como eso, una curiosa anécdota que presento a los demás como algo digno de contarse, un signo de los tiempos en los que vivimos. Contrastes, ironías, todo agotador. Así que busco en otro lado y donde busco es en mi adolescencia, aquella vez que en el Bull Dog, a punto de estar borracho, me perdí de la conversación de los amigos de entonces para poner mi atención en el mural del bar y leer en algún lugar, allá arriba, la frase "desierto de aburrimiento" que ahora me suena (en el correo que iba a mandar a mi amigo iba a añadir algunos detalles sobre aquella noche que son, veo, demasiado bochornosos como para escribirlos acá).
Mucha gente, mucho espacio. El tedio nos orilla. Comienzo a anotar con palabras cortas, menos apuradas, cuando no tengo absolutamente nada sensato que decir sobre una situación. Cuarenta días en el desierto está bien, una ciudad entera toda una vida no tanto.
Wednesday, September 03, 2008
Almas bellas, sensibles
Leía sobre un condenado a muerte que cedió su cuerpo para que fuera parte de una obra de arte, en caso de que su última apelación no enmendara la condena. No recibió el perdón. Ahora abogados están revisando el testamento para ver si es válida la entrega de su cuerpo al artista. Los abogados no revisaron su confesión, en cambio, en la que se retractaba de acusar a un amigo como cómplice del asesinato que cometió -cosa que hizo con la esperanza de que no lo castigaran con la pena de muerte- pero como no entregó el documento en el que se retractaba dentro de un plazo determinado de días, las autoridades, ay, se vieron obligados a condenar también a su amigo, quien falleció por inyección letal. Una vez, de paso se les informa, arrestaron al artista a quien cedió su cuerpo por intentar pintar de rojo la cima de Mont Blanc, con aerosol -cosa que hizo con un iceberg. Ah, el arte. Hay gente que cede su cuerpo a la ciencia. Por otra parte, cuando se le preguntó al artista si le parecía ético el uso que le daría al cuerpo del condenado a muerte (piensa congelarlo y procesarlo para convertirlo en comida para peces; después, invitará a los asistentes de su exhibición a darle de comer eso a peces) contestó que ese no era el problema, el problema esencial es que seguía existiendo la pena de muerte.
En otras noticias relacionadas con el arte, Yoko Ono invitó a que se entreguen escalinatas de madera que ya no se usan para su exhibición que consiste en una especie de bosque de escalinatas. Yoko Ono es conocida porque desde la década de los sesenta involucra al público activamente en sus exhibiciones. Como cuando los invita a bailar una pieza con ella, según leo, o como cuando los invita a tijeretear su ropa.
En otras noticias relacionadas con el arte, Yoko Ono invitó a que se entreguen escalinatas de madera que ya no se usan para su exhibición que consiste en una especie de bosque de escalinatas. Yoko Ono es conocida porque desde la década de los sesenta involucra al público activamente en sus exhibiciones. Como cuando los invita a bailar una pieza con ella, según leo, o como cuando los invita a tijeretear su ropa.
Monday, September 01, 2008
Simio en la televisión
En la televisión The Ape, una película con James Franco de hace tres años. No la veo de corrido porque busco constantemente algo en otros canales que valga la pena. Pero tirado sobre el sofá, como un orangután agotado, el control en mano, entiendo que la película trata sobre un hombre que aspira a ser escritor, así que deja su trabajo, su mujer y a su hijo para mudarse a un departamento pequeño y escribir. Su más grande influencia, Dostoievski.
Por supuesto, en el mismo departamento vive un simio, su oscuro hermano gemelo y luego el simio le hace la vida imposible haciéndole creer que le ayudará a su vida literaria. La película termina en que ambos se destruyen.
También estaban pasando Entourage. No era capítulo de estreno pero estuvo bueno.
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