Sunday, January 25, 2009

Sobre la muerte de Idéfix

En la primera entrada que hice a esta bitácora electrónica, del domingo 19 de septiembre de hace cinco años, escribí que agradecía que mi perro Idéfix ya no viviera con nosotros pues en ese entonces a) mi perro se fue a vivir con mis abuelos y b) una familia de águilas se había instalado en un árbol de la privada donde vivo y temía que un día el águila descendiera y tomara en sus talones a mi perro -un Yorkshire miniatura, un buen manjar para aves de rapiña. Durante los cinco años que me separan de aquella entrada, en realidad vi pocas veces a Idéfix, cada que veía a mis abuelos, pues había dejado de ser mi perro para ser el de ellos. Envejeció, con el tiempo. Perdió la vista y renqueaba, siempre con la lengua de fuera, incapaz de mantenerla dentro porque había perdido ya la mayoría de los dientes. Me contaban hoy que no lo encontraban (entiendo que los perros se alejan de casa para morir). Pero no pudo haber sido así, me explicaron. Fuera de su vejez y ceguera, en realidad no estaba enfermo de nada. Todavía le faltaban algunos añitos, aunque se pensaba ya en "ponerlo a dormir". Como recientemente apestaba más de lo normal, dormía en el jardín trasero de la casa de mis abuelos. Hace unos días, al día siguiente de que mi abuela lo encerró en el jardín, ya no lo encontró (no pudo haberse salido). Y cosa curiosa, pues nunca le conté sobre mi temor de que se lo llevaran las águilas que entonces vivían acá, mi abuela teme que se lo haya llevado una lechuza.

5 comments:

In said...

:(

Gabriela/undies said...

O un pterodáctilo.

Roberto Rivadeneyra said...

Un abrazo.

Adriana Degetau said...

hayyy, tu perrecito.
y si fue un tlacuache?

Guillermo Núñez said...

Gabriela, Adriana: fue una lechuza.
Ingrid, Roberto: ni hablar, aún tengo a Refu.