Saturday, April 30, 2011

Los serenos fines de semana

Terminé de leer el libro de un amigo. Me tumbaré un rato a ver el punto de mi habitación donde el techo y el muro se unen. Pensaré en el futuro.

Tuesday, April 26, 2011

26. IV. 2011

Mi estómago manda, por segunda ocasión, señales claras de que es hora de levantarse, casi una hora antes de lo normal. En el baño leo en la nueva Vanity Fair que existe una aplicación, RunPee, que indica cuál es el mejor momento para correr al baño durante una película. "A esto hemos llegado", formula mi mente, aún despavilándose. Momentos más tarde, en la regadera, se me ocurre que es el estómago y no el cerebro nuestro auténtico corazón. En ese momento, recuerdo, la ocurrencia tiene sentido pero no más tarde, cuando salgo ya de la regadera y me preparo mentalmente para ir al trabajo. Prepararse mentalmente para el trabajo significa medir tiempos y enlistar pendientes urgentes pero me gustaría que significara también algo que tuviera que ver con una especie de meditación trascendental que me ayudara a concentrarme en el momento, en no luchar contra mis ocurrencias y dejar que, sencillamente, las cosas ocurran. Comienzo a recordar que la noche anterior, después de trabajar una reseña que me dejó insatisfecho, soñé con Jessica Alba y un complejo de alta seguridad que se encontraba en el corazón de una especie de selva tropical. Era de noche, llovía, en mi sueño. También, la noche anterior, Óscar me pasó el video del "éxito" más reciente de Galatzia, "Me enamoré de un Avatar", que, creo, lanzó durante semana santa. Galatzia se ha vuelto parte del ethos cotidiano de la revista donde trabajo, quizá por las demasiadas veces que hemos escuchado su "Tachas y perico". Otra parte del sueño que tuve involucraba a mi padre, un gran centro comercial y una librería que se encontraba allí. La primera vez que me levanté, hoy, aún estaba oscuro pero ya cantaban los pájaros. Pensé que sería buena idea salir a correr pero regresé a la cama. Óscar se acaba de levantar. Me voy al trabajo.

Sunday, April 17, 2011

Anécdota

Mi hermana marca un teléfono, hace años, pero es hasta ahora que me me cuenta, y el teléfono que quiere marcar es el del servicio de la cartelera de los cines sólo que lo marca mal y contesta una persona, es decir, una persona que no está relacionada con el servicio telefónico que ofrece el conglomerado de cines que buscaba mi hermana. La persona al otro lado del teléfono le dice que está equivocada y que es algo que pasa seguido, en lugar de marcarle al servicio de cartelera le marcan a él pero que no se preocupe y que qué película quiere ver pues tiene la cartelera a la mano -imagino que el periódico- y que él le puede decir dónde y a qué hora está la película que quiere ver. La anécdota no se detiene aquí, no para mí, pues me recuerda que lo mismo le sucedió a Kramer, cuyo nombre al revés deletrea remark, el personaje de Seinfeld, en un episodio que vi hace años. Kramer está tan encantado con que le llamen, aunque sea por equivocación, que atiende a las personas y les dice, cartelera en mano, dónde pueden ver la película que están buscando y en qué horario. Supongo que hay un grado de neurosis en esto, provocada por la ciudad, gente encerrada que agradece incluso cuando se les llama por equivocación, gente que recuerda haber visto o leído algo que ahora le relatan o que ve en lo que se llama "la vida real".

...

"Puedo asegurar que me ha costado mucho comportarme irreflexivamente". R.W.

Friday, April 15, 2011

Una preocupación repentina

Ha repetido en distintas ocasiones, quizá con la intención de reafirmarse un principio al comparar las reacciones, una reflexión en torno a la distracción, la atención y lo que significa estar aburrido. La reflexión postula que la idea popular "sólo los tontos se aburren" -a la cual, en el fondo, le brinda cierto grado de verdad- es incorrecta. Pues, ofrece a sus escuchas, generalmente en las escuelas son a los pupilos destacados, los listos, a quienes cambian de salón, a quienes avanzan en el grado de matemáticas -esa disciplina de reglas inevitables y armoniosas- para evitar, precisamente, que se aburran y se tornen inquietos.
"Al contrario", afirma, "son los tontos los que no se aburren", y en su cabeza imagina polillas cegadas por luces, perros distraídos por sutiles sonidos triviales, cabezas huecas en las que resuenan los tintineos. No se le escapa el componente romántico. No se le escapa el juego de palabras. No olvida que la soberbia es un vicio. Y especialmente no pierde algo de vista: está, sobre todo, tratando de convencerse a sí mismo, contándose historias, permitiendo que la voz en su cabeza continúe dictando modos irresponsables de abstraerse de la realidad -pero, a la vez, ¿no es esta idea parte de la realidad? De serlo, ¿qué significa que haya quienes lo nieguen?
Significa que aún existen los idealistas, las buenas personas.

Wednesday, April 13, 2011

Paseo en bicicleta

Salgo de la oficina, tomo la bicicleta, pedaleo hasta casa dando rodeos, así que primero paso a un vivero, veo plantas, no paso mucho tiempo en el vivero, veo a la gente correr, mujeres con iPods unidos a sus cabezas a través de audífonos, dejo atrás personas, dejo atrás perros, dejo atrás puestos de naranjas, me dirijo a casa, sudo. Tráfico. Departamento. Saludo a Óscar. Leo. Descanso. Me despido de Óscar. De nuevo, la bicicleta, menos gente corriendo, más automóviles en la calle, mayor dificultad para distinguir irregularidades en las banquetas -raíces que levantan asfalto, cunetas- ha oscurecido. Un largo camellón, el lento ceder del pedal, la rodilla mala pasando a saludar, amarrar la bicicleta, encontrar a los amigos, cenar, convivir en la medida de lo posible (soy humano). Regresar a casa, el estómago lleno, endorfinas, me tardaré en dormir.

Thursday, April 07, 2011

R&R

Después de comer y asearnos nos llevaban de vuelta al edificio de la escuela, a la biblioteca, donde nos sentábamos en mesas -unos cuatro en cada una, de distintos grados y rangos- para poder trabajar en nuestras tareas. Era una hora, más o menos, el tiempo que pasábamos ahí, justo antes de deportes, vestidores, cena y las regaderas. Lo llamaban "reading and research" aunque algunos de los prefectos que nos veían caminando en filas hacia la biblioteca, en más de una ocasión nos dijeron algo con tono jocoso como "About to do some rest and relaxation, huh?", y es verdad que a menudo, en lugar de hacer tareas (había más tiempo por la noche, ya que nos regresaban a los dormitorios, después de las regaderas, justo antes del lights out y TAPS) dibujábamos o platicábamos entre nosotros -recuerdo especialmente la descripción gráfica de la fantasía que un amigo me confesó y que involucraba a una de las maestras que daban clase en la escuela, la menos fea. A veces, cuando recuerdo la academia, considero que esas fueron las horas más felices que tuve durante aquel año. Constantemente me lo recuerdo.

Tuesday, April 05, 2011

El niño muerto

Hay una cafetería frente al edificio donde vivo, hoy la visité por segunda ocasión. La primera vez pedí un café, era temprano por la mañana e iba a la oficina. Hoy entré para cenar algo. Cuando me senté a la mesa, con mi libro de historias de terror, me dijeron que cerraban a las 9. Eran las 8:30. Estaba a punto de sacar mi reloj cuando la mesera me dijo: "son las 8:30". Acto seguido prendió la lámpara que estaba detrás de mi mesa para que me alumbrara y pudiera leer. Leí un rato sobre una historia donde se hablaba de un ratón y en la que se describían sus patas como espinas. Cuando me trajeron lo que pedí dejé de leer. Estoy dejando fuera de esto muchos detalles, por alguna razón. Lo cual es curioso pues en el momento me parecían importantes. "Si escribo más tarde sobre esto", pensé, "hablaré sobre tal y tal".
No dejaré esto fuera, sin embargo: cuando estaba por terminar, entró a la cafetería Óscar, la persona con la que vivo, para pedirme un favor. Sabía que estaría ahí pues yo había pasado rápidamente por el departamento. Se fue, con prisa.
Mi libro en realidad no es de historias de terror.
Hace poco leía, en otro libro, una tesis sobre el desarrollo de la carrera cinematográfica de Spielberg en la que se sugería que su niño interior finalmente se había muerto aunque, ocasionalmente, era probable que el niño aún le susurraba algunas cosas al oído. Cuando lo leí pensé en algo con lo que Óscar y yo bromeábamos cuando nos mudamos al departamento donde ahora pasamos gran parte de nuestro tiempo. Al principio nos percatamos de que se escuchaban pasos de niño, en la azotea. "El niño muerto", decíamos. Nos daba risa.
Los días de la primera semana que dormí aquí desperté puntualmente a las 5:30.

Leyendo


Samuel Johnson is Indignant (2001) es el único libro de Lydia Davis que he leído a la fecha. También había leído algunos cuentos sueltos, como "Mr. Burdoff's Visit to Germany", creo que en una Granta, texto que, como los que componen Samuel Johnson... y otros volúmenes de cuentos (Break it Down de 1986, Almost No Memory de 1997 o Varieties of Disturbance de 2007) se incluyen en este libro. No así The Cows, que apareció este año (más sobre esto, acá, en el blog de Luis Panini, uno de los grandes entusiastas de Davis).
El libro me lo regaló, amablamente, Mauricio Salvador. Ahora que terminaba de comer leía "Break it Down", el cuento que le da título a Break it Down. Dos fragmentos:

There weren't any bad times with her, though maybe there was one bad time, when I told her I loved her. I couldn't help it, this was the first time this had happened with her, now I was half falling in love with her or maybe completely if she had let me but she couldn't or I couldn't completely because it was all going to be so short and other things too, and so I told her, and didn't know of any way to tell her first that she didn't have to feel this was a burden, the fact that I loved her, or that she didn't have to feel the same about me, or say the same back, that it was just that I had to tell her, that's all, because it was bursting inside me, and saying it would begin to take care of what I was feeling, really I couldn't say anything of what I was feeling because there was so much, words couldn't handle it, and making love only made it worse because then I wanted words badly but they were no good, no good at all, but I told her anyway, I was lying on top of her and her hands were up by her head and my hands were on hers and our fingers were locked and there was a little light on her face from the window but I couldn't really see her and I was afraid to say it but I had to say it because I wanted her to know, it was the last night, I had to tell her then or I'd never had another chance, I just said, Before you go to sleep, I have to tell you before you go to sleep that I love you, and immediately, right away after, she said, I love you too, and it sounded to me as if she didn't mean it, a little flat, but then it usually sounds a little flat when someone says, I love you too, because they're just saying it back even if they do mean it, and the problem is that I'll never know if she meant it, or maybe someday she'll tell me whether she meant it or not, but there's no way to know, and I'm sorry I did that, it was a trap I didn't mean to put her in, I can see it was a trap, because if she hadn't said anything at all I know that would have hurt too, as though she were taking something from me just accepting it and not giving anything back, so she really had to, even just to be kind to me, she had to say it, and I don't really know now if she meant it.

***

I guess you get to a point where you look at that pain as if it were there in front of you three feet away lying in a box, an open box, in a window somewhere. It's hard and cold, like a bar of metal. You just looke at it there and say, All right, I'll take it, I'll buy it. That's what it is. Because you know all about it before you even go into this thing. You know the pain is part of the whole thing. And it isn't that you can say afterwards the pleasure was greater than the pain and that's why you would do it again. That has nothing to do with it. You can't measure it, because the pain comes after and it lasts longer. So the question really is, Why doesn't the pain make you say, I won't do it again? When the pain is so bad that you have to say that, but you don't.

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Quizá también interese esto y supongo que esto.

También me regalaron la primera temporada de Bored to Death (M); Trenes rigurosamente vigilados de Bohumil Hrabal (B) y un libro sobre Steven Spielberg, en la serie Maestros del Cine de Cahiers du Cinema (A., que ya leí), pues cumplí 29 años.