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El segundo viaje que hice con mi amigo Julián fue a Veracruz. Antes hubo otros, pero no eran lo mismo, no se sentían viajes. Trataré de explicarlo y después de un rato me daré por vencido porque es difícil, esto, pues en estricto sentido no hay diferencia entre los viajes viajes y los viajes no tan viajes. Nos desplazamos, fuera de la Ciudad, para empezar. Y sabemos que vamos a regresar. Quizá todo se deba a la extensión del viaje, lo cual es un poco tonto. Hemos ido a Valle de Bravo, un par de veces (donde vi por primera vez lo violento y paranoico que podía ser Julián) y a... ¿a dónde más? Creo que eso es todo. Hemos ido al centro de la ciudad, lo cual constituyó una especie de tour Bolaño. Pero eso es muy tonto y demasiado "chiste interno", así que no hablaré al respecto.
Quizá simplemente debería dejar de hablar sobre Julián y los viajes. Quizá debería hablar sobre Adriana, mi gran amiga. A Julián le platico sobre Adriana. A Adriana le platico sobre Julián. De vez en cuando les platico sobre otras personas, cuyo nombre no me atrevo a poner aquí, pues soy ese tipo de personas, las que tienen demasiada conciencia sobre las cosas que hacen.
Ah, qué más da. Todo sea por la idea, la idea original: Julián estaba en Mérida trabajando para un periódico de nota roja. Como en Mérida no pasa nada, Julián se veía forzado, de vez en cuando, a inventarse las historias que aparecían en la nota roja. Lo más interesante que le pasó, parece ser, fue una entrevista que sostuvo con la Señora de las Palomas, una indigente que alimentaba a las palomas en una plaza. Trabajo estimulante.
Así que decidió regresar a la ciudad de México para, primero, titularse y después, buscar trabajo. El viaje de Mérida a la ciudad, en camión, es largo y tedioso y necesita de paradas técnicas. Una de ellas fue en Veracruz, donde lo encontramos una amiga, un amigo y yo. Fuimos muy felices, todos, al vernos. Y hacía calor. Y fuimos a un hotel barato y dormimos en un cuarto y dormí con un amigo que hablaba por las noches. La primera vez que lo escuché temí. Creí que me iba a golpear, que era ese tipo de sonámbulos. La segunda noche, también.
Las playas de Veracruz son horribles y huelen a caño.
Enfermé del estómago, un día, y pasé mucho tiempo encerrado en el hotel, durmiendo, leyendo Bajo el volcán, y defecando. Podría hacer un recuento de mis viajes a través de mis malestares estomacales. Tuve un accidente, una tarde lluviosa, en el bosque que está entre Toluca y Valle de Bravo. Iba manejando, un amigo iba dormido, a mi lado, cuando comencé a sentirlo. Mis quejidos despertaron a mi amigo y cuando lo hizo me detuve a orillas de la carretera, en una curva. Bajé una vereda enlodada hasta adentrarme en el bosque, caminé un poco entre los árboles, me senté y dejé que todo saliera, mientras la lluvia creaba lodo y más lodo. Dejé ahí mis calzones.
Hice lo mismo en un hotel de Zurich, era temprano. Bajé del camión después de desayunar una pera y agua gaseosa, combinación mortal. Apenas puse un pie sobre las prístinas calles de Zurich, que lo sentí. Lo sentí fuera. Me acerqué a mi amigo (curiosamente, el mismo amigo de la carretera de Valle de Bravo/Toluca) y le dije: "Necesito ir a un hotel". Anduve el resto del día caminando por las calles de Zurich sin más barrera entre mi, er, "hombría" y el mundo, que unos jeans que terminaron por rozarme.
Existen cosas sobre las que tenemos control.
Y éstas.
Hace tiempo decidí que viajar es cada vez más difícil, si lo que se busca es un cambio de escenario. Michel Houellebecq decía que el mundo se parecía cada vez más a un aeropuerto. En fin, que la amistad es una gran cosa. Pero más la desesperanza. Y esto no es triste. La esperanza, en cambio, lo es, un movimiento positivo, y que fácilmente se frustra, el sentimiento que menos nos pertenece. La desesperanza es neutro y frío y estable, como el linóleo, como el cuarzo, como las rocas, como las muelas.
1 comment:
Bien Memo. sigues divirtiendome.
eso esta bien.
eres abusado. y chistoso. aprovecha.
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