Despierto y escucho el mar. Esto es lo que hago en Cancún, instantes después de ser despertado: No me levanto, permanezco dentro de la sábana y escucho el ronroneo del aire acondicionado y como eterno fondo, la marea. Imagino, diario, que podría igualar el sonido si tuviera un televisor sin señal. Subiría y bajaría el volúmen de la estática hasta encontrar el ritmo de las olas. Pienso que esa noche, como todas las noches de estas vacaciones, escucharé el ronquido de mis abuelos mucho antes de conseguir conciliar el sueño.
Finalmente me levanto, descorro las cortinas y soy cegado por el sol. Cuando mis ojos se adaptan puedo ver el mar cristalino y casi transparente (puedo ver algunas rocas y cunetas de arena), asi como los cuerpos semidesnudos sobre los camastros y la arena. "Brinca", me digo al momento que le doy la espalda a la ventana.
Escucho las voces de mi familia en el desayunador y me dirijo ahí. Hacen planes sobre qué hacer ese día mientras yo bebo un jugo de naranja y tal vez un yoghurt. La noche anterior salí a bailar con un amigo y no tengo apetito para mucho más. Se sorprenden un poco cuando les digo que regresé a las cuatro pero pronto lo olvidan y se dispersan como moléculas. Me quedo solo y me sorprendo de no tener cruda. La verdad es que anoche no bebí tanto y me aburrí bastante. No pasó nada realmente emocionante. Ese tipo de vida nocturna no es para mí. Salgo al balcón y paso revista una vez más sobre el mar y la playa y las olas y pienso en la muerte.
Bajo a la playa con un libro y me encuentro con una de mis hermanas, la única que está en México. Me tiro en un camastro junto a ella y leo. Después dejo de leer. Cierro los ojos durante un rato. Después los abro. Siento el lento ascender del sol y el movimiento de la tierra y de mis intestinos y el de los cuerpos en bikinis y me preguntan si quiero meterme al agua. Me pregunta mi hermana. Entramos al agua. Un ola la revuelca. A mí no. Estoy tentado a abrir los ojos mientras estoy sumergido, pero sé que la sal me los irritará. Al final no me atrevo, salgo del agua, me seco al sol y después de un rato vuelvo a leer a Walser y a mirar el cielo y la carne que se mueve y los espacios que se acercan y separan entre sólidos.
Vuelvo al cuarto a cabo de poco rato con la excusa de avanzar en mi tesis. Antes de hacer eso, entro a la regadera y me enjabono y limpio del mar. Me visto. Salgo al balcón. El sol aún está arriba. Hace buen clima. Tenemos suerte. En ocasiones el cielo está nublado, pero no ahora, es uno de esos buenos días de vacaciones. Vuelvo a escuchar las olas y regreso dentro donde trabajo sobre esta laptop varias horas en mi tesis, hasta que oscurece. Después actualizo mi blog y me pregunto si mi vida podrá ser así, el resto del tiempo, sería genial o al menos tan placentero como un limbo con terminales nerviosas, pero sé que no será así porque ya llevo dos días de vuelta en la ciudad y tengo dolor de garganta.
También me duele la cabeza.
Y en lugar de trabajar en mi tesis, hago esto.
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