No hace sol ni es de día, llueve y es de noche. La dejas en su casa después de cenar y tomas Nuevo León y rumbo a Insurgentes y haces contacto visual con tres prostitutas paradas en la esquina y piensas en ti mismo, Guillermo, pues esto es algo que haces a veces, pensar en ti mismo, y ves la hora que marca el reloj de tu automóvil, pues tú no traes reloj, y aceleras rumbo a tu casa y ves las pastrullas y sus luces azules y rojas y los alcoholímetros y piensas que tu hermana ya está de vuelta en México y que en realidad nada ha cambiado, comenzando por ti, y aceleras más y después piensas que el sábado pasado chocaste por estos rumbos, precisamente a esta altura de Insurgentes, pasando el parque hundido donde también hay personas que venden su cuerpo, personas a las que no querrías conocer pues son mucho más extrañas que tú, personas que se asemejan al demiurgo que aparece al final de La otra parte de Kubin, un demiurgo hermafrodita, o personas que sin haber leído El banquete les gustaría ser, o son, mejor dicho, como algunas de las ensoñaciones de ese cadáver que ya no existe, Platón. Así que sigues y vas a tu casa y todo mujndo está dormido y ves la televisión y casi por azares del destino resulta que también en la televisión pasan un programa conducido por trannies y es terrible y casi asqueroso, pero en realidad te da risa porque a altas horas de la noche estas son las cosas que te dan risa. Apagas la televisión y no abres ningún libro antes de dormir.
Al día siguiente, te levantas tarde para el trabajo y entras y sales de la regadera, abres y cierras el lugar donde guardas la mayoría de tus artículos de higiene personal (excepto el cortauñas, que guardas en un cajón), de donde sacas y metes un desodorante. Un desodorante nuevo que arde porque tiene mucho alcohol. Y ahora trabajas. Y escribes esto, en la universidad, y piensas en qué título es más apropiado para el presente post: Si "Las putas", o si sería mejor poner "El desodorante nuevo". No te decides.
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