Ahora que tiene una recién nacida sobrina, mi amigo, uno de mis amigos, ha descubierto una nueva manera de rechazo y crueldad. Cada vez que se acerca a ella, comienza a llorar. Sospecho que se debe a sus dimensiones y que su sobrina siente este gran volúmen como una especie de amenaza, como si Júpiter la atacara.
Por mi parte, nunca he experimentado ese tipo de rechazo. Lo cual, como sabrán los que han palpado mis dimensiones, es comprensible.
En fin, eso sirve como introducción (en realidad no) a los anuncios parroquiales que comienzan ahora: ¿Alguien está interesado en comprar La broma infinita de Robert Foster Wallace? La compré a cuatrecientos pesitos, estoy dispuesto a bajar el precio. Está en perfecto estado, no le faltan hojas, todas las letras están ahí, y fue editada por Mondadori. Lo cual puede considerarse una contradicción pues la serie de literatura de Mondadori normalmente es subnormal. En mi opinión, cuatrecientos pesitos por mil doscientas ochenta hojas es una ganga. Cualquier precio bajo eso, es un regalo.
Cuando digo que está en perfecto estado quiero decir que está en perfecto estado y que no la he leído. Conseguí otra versión, en inglés, y esta ahora me sobra. No me estorba, pero me sobra. Y estoy ahorrando para comprar las Memorias de ultratumba de Chateaubrand. Puedo considerar, incluso, hacer un intercambio.
Ahora, que si sólo me quieren dar el dinero para que compre Memorias, está bien también.
O que si simplemente me quieren regalar Memorias y conseguirme los números de McSweeneys que faltan, está bien también.
Y que si están dispuestos a hacer todo esto como si, además, fuera un favor que yo les estuviera haciendo a ustedes, incluso, si pudieran sentir un poco de culpa por todo ello, ¿pues qué más puedo pedir? El mundo, claro.
1 comment:
conténtate con una correa de perro
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