En los barcos, en los trenes, en el séptimo círculo del infierno (y en los otros seis), en la dirección de la facultad, alrededor de una cubeta de tamales de higiene cuestionable, en el cine, en cantinas y en las aulas, en parques, con sus perros; en general, en lugares donde no se vean obligados a hablar de filosofía, porque eso lo hacen a solas, con libros de filósofos ya bastante muertos; así que si conviven, los filósofos prefieren hablar de fútbol, de las preocupaciones de la boda, del niño que va a nacer, de que lloraron viendo tal película y de la tesis que deben entregar. También hablan de sexo. Y de santos. Y de restaurantes. Algunas veces no hablan, fuman y beben café o té, si es que están delicados del estómago; y en general se dan cuenta de que, si no fuera por aquella otra cosa que hacen a solas y que añoran constantemente, son increíblemente ordinarios.
Thursday, February 02, 2006
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