Tuesday, July 31, 2007

Contra Hemingway, una obviedad

Soy fanático de Inside the Actors Studio, especialmente cuando tienen a un grande en la silla de entrevistados. A veces, por supuesto, tienen a gente como Tom Cruise. Gente que se sienta y opina que no hay "magia" en la actuación. Cosa con la que yo estoy de acuerdo, pero no por las razones que daba, recuerdo, Cruise, quien se jactaba de acostumbrar llegar a escena con la tarea hecha. Así, no recurría al Método para actuar, ni esperaba "entrar en carácter", sólo se dejaba ir pues ya sabía todo lo que necesitaba saber para hacer lo que se le pedía en una escena determinada. "Yo ya hice mi parte", parecía decir.
Hemingway, quien operaba bajo el principio del ice-berg, decía algo parecido sobre escribir. Que si uno escribía omitiendo cosas que no sabía no porque no ayudaban a la historia sino porque no las sabía, se notaba --a diferencia de las cosas que uno omite aunque se traspasan a la historia (como escribir, no sé, un cuento de terror que ocurre de noche, sin decir que es de noche). Así, Hemingway se obsesionaba con los estudios previos necesarios para escribir una novela, esa obsesión, en fin, por el dato duro.
Hoy en el Actors Studio pasaron una entrevista con Dustin Hoffman que me hizo llorar. Él también decía que no había magia. Y reconocía que el método ayuda pero sobretodo es un ejercicio. También decía algo sobre, bueno, otra manera de trabajar muy distinta a la del tipo que se sienta a estudiar todo lo "necesario" para dar con su personaje. Pero lo que me agradó (que no fue lo que me hizo llorar) fue que reconociera que no había un método único. El método no es finito ni se puede, realmente, decir.
Es necesario, cuando se publica una entrevista, de cualquier artista, de cualquier disciplina, ponerla en un compilado de entrevistas y de experiencias, pues cada quien hace como puede y cuando puede y cuanto puede; la creencia de que leyendo y conociendo otras experiencias nos ayudarán a encontrar nuestro propio camino creo que es válida, pero nunca suficiente. Y total, niños, que sin nosotros mismos, no somos nada. Por un momento, creo, dejé de hablar de literatura y comencé a hablar de la vida en general. Veo a mis lados, a esas otras bitácoras, y me siento tanto nada como todo, sobretodo todo, últimamente. No sé qué harían sin mí.

Un tipo de convergencia (al aventón)



La "convergencia" (Dios, qué mamón suena eso, cada vez más) está, obviamente, en que la gente se pone máscaras por la noche. Es un asunto de los roles que adoptamos cuando estamos actuando a que nos divertimos. Sí se pesca, ¿no? ¿O es muy sofisticado? Iba a meter un asunto de Pessoa y pessoa y heterónimos y las caras que nos ponemos a nosotros mismos en la red, pero dejaré sus cerebritos en paz.

Monday, July 30, 2007

Disciplina

Leía aquí, en la página de la Paris Review, el fragmento de una entrevista que le hacían a Mailer. Recuerdo haber visto el número en Miami y haber lamentado no tener dinero suficiente para comprarla --ya llevaba demasiados libros. El fragmento vale la pena, sin embargo. Comienza con Mailer recordando el suicidio de Hemingway, que después le haría pensar en las maneras en las que la escritura puede quitarle pedazos de hombre a un hombre. El tipo de observaciones que a uno lo dejan pensando.
Lo que sí pude comprar fue el primer volumen de entrevistas que sacó la misma Paris Review (en 2006). Trae, como seguro saben, entrevistas con Parker, Capote, Eliot, Bellow, Borges, Vonnegut y M. Cain. Además de, por supuesto, la entrevista que le hicieran a Hemingway en 1958. En la introducción de ésta, George Plimpton hace una especie de retrato de la "cocina" literaria de Hemingway y suelta datos que son más o menos conocidos, como el hábito que tenía Hemingway por escribir de pie y en papel cebolla. Añade algo que yo desconocía, el de medir cuántas palabras escribía el autor de For whom the bell tolls al día. Esto lo hacía en una gráfica que tenía junto a su escritorio. Describe Plimpton:
The numbers on the chart showing the daily output of words differ from four hundred and fifty, five hundred and seventy-five, four hundred and sixty two, twelve hundred and fifty, back to five hundred and twelve, the higher figures on days Hemingway puts in extra work so he won't feel guilty spending the following day fishing on the Gulf Stream.
Este truco para "no engañarse a uno mismo", suena un poco a demencia. Disciplinaria demencia. Me concibo capaz de sentir culpa por no haber escrito durante un día. Pero no me veo haciendo algo al respecto. Y quizá deba aprender uno que otro truco de Hemingway para no "engañarme a mí mismo". Y ponerme realmente a escribir. Pero también me recuerdo: este es el hombre que se suicidó. Aunque me digo: esa es una falsa entrecrucijada, "buena vida", "demencia de escritor". Así que me digo, conciliador: ahora lo que debes hacer, Guillermo, es leer. Leer mucho. Después, no tendrás el tiempo.
O quizá, en general, deba dejar de engañarme a mí mismo.

Sunday, July 29, 2007

Huir del bostezo universal

Estaba pensando en un amigo que tiene una buena revista y quien se está carteando con un escritor que me gusta mucho. Hace un momento pensaba en escribir el nombre de mi amigo, de su revista y del escritor que me gusta mucho y con el que sostiene contacto, desde unas fechas para acá --en realidad no sé desde hace cuánto-- con el objetivo de buscar una colaboración para su revista. Pero repentinamente, eso me sonó a algo así, no sé, medio tonto. Tipo: "estas son las personas que conozco". Y aunque ahora corro el riesgo de parecer el tipo que hace cosas para que los demás noten que procura ser humilde, reservado, elegante y recatado, en realidad me doy cuenta que hacer todo esto me da, sobretodo, de qué hablar. Y eso, cuando escribes cosas poco interesantes, sirve.
Pero toménme la palabra: se trata de una buena revista. Debería añadir, que es una buena revista para ser una revista tan joven. Especialmente, para ser una revista que, prácticamente, la hace una sola persona. El tipo de revista para la cual es significativo que un escritor reconocido pueda colaborar.
Mi amigo me cuenta, pues, que el escritor le pregunta si quiere un artículo o un cuento. Le recomiendo que le pida un cuento. Él, mi amigo, había pensado lo mismo. Después, el Escritor de Renombre le pregunta si quiere un cuento que sea inédito en México o inédito en el Mundo. Y mi amigo me dice: le faltó añadir "Inédito en el Universo", y cuando me dice esto, a través del MSN, me río, aquí, en voz alta y solo. Y todavía siento el fuerte dolor de cabeza y siento las ganas, con fuerza, que todos tenemos de ser ingeniosos y de ser notados, por un momento. Un momento que me parece casi interminable. Qué rápido se cansa uno de los demás y de sí mismo, de nuestras pequeñas aspiraciones, especialmente en domingo.

The Darjeeling Limited



¡Oh sí! ¡Griten de alegría! ¡Alaben eternamente a Wes Anderson! Y piensen en esto: La cara golpeada, ¿no les hace pensar en Will, de You shall know our velocity?

Thursday, July 26, 2007

El sha shu ya no es un problema

No hace mucho vi un video en You Tube que después volví a ver pues se trata de uno de esos videos a los que Adriana, de Info Gratis, adoraba llamar "videos virales" pues cuando lo hacía estudiaba comunicaciones en una universidad donde, pues, supongo, es importante llamarle a estas cosas por su nombre (dejó de hacer esto, ya está bien). Es un video muy popular en ciertos círculos, donde se dramatiza el movimiento de una especie de roedor (una especie de ardilla) cuando éste parece ver intensa y directamente a la cámara. Hoy di de nuevo con el video, pero sin editar. Es parte de un show infantil japonés, o chino (no sé distinguirlos) donde se explican cosas sobre animales, tipo Discovery Kids (al menos esto es lo que creo, en realidad nunca he visto Discovery Kids pero asumo que es el tipo de programación que deben poner). Pueden ver el video completo aquí.
En fin, lo estaba viendo cuando algo que dice el host-explicador del programa (de creerle a la traducción) me pegó de golpe. Le preguntan si hace algún sonido y el hombre explica que sí, que chillan como cachorros de perros. Y añade: "Pero es un sonido de alerta". Cuando estos animales, los prairie dogs, ven a su enemigo natural, comienzan a hacer ruidos tipo perro. De ahí su nombre, considero.
El enemigo natural de estos animales son las águilas. Y lector, no. Por favor. No te adelantes. No estoy tratando de retacar esta bitácora electrónica con ingeniosas referencias a águilas, la más majestuosa de las aves. Pretendí hacerlo alguna vez, cuando consideraba necesario justificar el nombre de esta bitácora electrónica. Eso lo hacía cuando cursaba mi licenciatura en filosofía. Pero eso ha quedado atrás, he dejado de hacerlo, ya estoy bien.
No. Todo esto es importante porque nos trae, una vez más, ¡a McSweeneys! ¡Oh sí! ¡Especialmente al número 14, de 2004! ¡Específicamente a ese gran reportaje que hizo Joshuah Bearman titulado Rodent disaster in Xinjiang! El título completo de este reportaje, producto de una muy seria investigación, es: "An investigation into Xinjiang's growing swarm of Great Gerbils, which may or may not be locked in a Death-Struggle with the Golden Eagle with important parallels and/or implications regarding koala bears, cane toads, the pied piper, black death, spongmonkeys and text-messaging". Es un texto muy, muy interesante. Abarca las páginas 117-140 del número ya mencionado. Si usted es una persona cercana a mí y no quiere comprar la revista o no la tiene, puede pedírmela un rato para que le saque copias fotostáticas. Siempre y cuando prometa lavarse sus sucias manos.
Como se darán cuenta, este no es el "prairie dog" que estrella el video; es otro tipo de roedor, único en su especie (se tratan de los Great Gerbils, distintos de los gerbils, que no portan un virus que los otros, los que provocaron la peste en Xinjiang, sí llevan). Por cierto, de acuerdo con Hamsters, Golden Hamsters, Dwarf Hamsters, Gerbils: A Complete Pet Owner's Manual de Helga Fitzsche's, este es el único roedor que orina y evacúa en absoluto e intimidante silencio.
Xinjiang estaba en problemas. La sobrepoblación de estos animales, provocó que el suelo de la provincia de Xinjiang se debilitara (tienden a excavar, estos animales; la zona afectada alcanza ya cinco millones de hectáreas, una zona tan grande como, digamos, Costa Rica). El mundo no se enteraría de esto sino hasta muchos después de que ocurriera (el gobierno Chino no dijo nada durante mucho tiempo y cuando finalmente enfrentó el problema, ya parecía demasiado tarde). En palabras de Xiong Ling, el oficial del gobierno local, se trataba del "peor desastre de roedores desde 1993". Y bueno, supongo que todos sabemos cómo acabó eso.
En fin, el gobierno, a través de su Base de Operaciones Regional para el Control de Roedores lo que hizo fue recurrir a las fuerzas tradicionales: venenos, mallas ciclónicas (como se hizo en Australia, cuando tuvieron su problema con las liebres) e incluso ofrecían recompensas a los locales para que mataran cuantos gerbils pudieran. A los gerbils se les llama sha shu, allá en China. Literalmente signifca "roedor del desierto" (también proliferan en Afganistán y Turquía). Estos animales no beben mucha agua ni sudan. Y su enemigo natural, como el del prairie dog, es la águila. Así que cuando las armas tradicionales no pudieron contra la próspera descendencia del sha shu, ¿saben qué decidieron hacer los chinos? Lo que cualquier persona sensata haría: Traer águilas. Las águilas vinieron, se reprodujeron, se alimentaron y conquistaron.
Ahora la provincia de Xinjiang tiene un problema de sobrepoblación de águilas.

Nuevo Replicante

Con este, ya se hace una docena. Tratará, oh sí, sobre el cine. Así que seguramente lo disfrutarán, pues todo mundo lo disfruta, el cine, quiero decir --a menos que sean ustedes alguna de esas raras y enfermas almas que no disfrutan sentarse a ver imágenes. ¿A poco no se antoja?

Tuesday, July 24, 2007

CS5

Aún es verano así que puedo escuchar a los niños afuera, gritando y jugando fútbol con su chofer quien, cuando no es verano, representa usualmente clases de inglés por la tarde --o de canto, o natación o karate-- y escuela por la mañana. Pero ahora juega fútbol con ellos y probablemente más tarde beberán limonada o Dr. Pepper. Todo eso mientras yo estoy aquí adentro, leyendo y escribiendo esto, que es sobre el nuevo Cuaderno Salmón, el de aniversario. Como podrán ver, es muy bello (y eso sólo por delante). Este número (el quinto) está ilustrado por la serie Defensa personal de Demián Flores. Y contiene:
En La imaginación: Poemas de Tedi López Mills, un cuento de Héctor Manjarrez, uno de Antonio Ortuño, poemas de Juan Carlos Bustriazo, cuento de Nicolás Cabral, poemas de Eduardo Milán y, finalmente, un cuento de Jesús Gardea.
En La voz, una entrevista con Susan Sontag hecha por Graciela Speranza y una entrevista con Jesús Gardea, realizada por Daniela Tarazona y Joan M. Puig.
En La reflexión: un texto de Claudio Magris, uno de Sheridan (sobre Novo), uno de Christopher Domíngez Michael (sobre Gardea) y uno de Hernán Bravo Varela (sobre Bustriazo).
Se reseña, en Libros, los siguientes libros, de los siguientes autores, por las siguientes personas: Los ejércitos, de Evelio Rosero, es reseñado por Ortuño y por Lanz. Luigi Amara reseña El Gran Vidrio de Bellatin. Nadia Villafuerte reseña la Pieza única de Milorad Pavić. Luis Jorge Boone reseña Cabaret Provenza de Luis Felipe Fabre y yo reseño Pasado anterior de Elizondo. Luego vienen algunas noticias editoriales escritas por La Redacción.
En La Rebaba hay: un texto de María Lebedev (donde defiende el capricho), uno de Alejandro Páez titulado El valle no tiene caso (que es sobre la violencia y creo que sobre las muertas de Juárez pero sobretodo es una buena narración), uno de Lorena Marrón sobre unas clases de danza tomadas por Doa Aly, uno de Gerard Villegas sobre una película hecha por Elizondo titulada Apocalypse 1900 y finalmente viene La salmonela, también escrita por La Redacción y un texto de Margo Glantz, muy al final, en esa sección que se llama La hueva del salmón. Gran número. Cómprenlo. Léanlo, que es verano. Y luego vayan y festejen con nosotros el día 8, del mes que viene, el octavo, (a las ocho), en la librería Conejo Blanco.

This american life, animado por Chris Ware

Friday, July 20, 2007

Quiero esto.

Se llama Bookinist y lo diseñó el alemán Nils Holger Moormann. Como pueden ver, es una silla que se puede mover de aquí para allá y tiene compartimentos para libros y una lamparita integrada, para la lectura y también tiene "compartimentos secretos" a la Lay-zee Boy (esos sillones que esconden en sus brazos compartimentos, que para el control remoto, que para la guía de TV, que para la cerveza fría, que para parecerte a Homero Simpson). Sólo que en estos compartimentos secretos pues puedes guardar que tu Moleskine, que tu separador de libros, que tu lupa -pues siempre se necesita una lupa, sin una lupa uno no puede ser feliz- que el saca puntas...


En fin, el sillón (que debo confesar no se ve tan cómodo; pero muchas veces muchas cosas que parecen cómodas en realidad no lo son -como mantener relaciones afectivas o amistosas con tu ex- aunque quizá valgan la pena; en realidad esto no lo sabré hasta que me sienta en este bonito sillón). Que es bonito, deben aceptarlo. Le viene bien el color. Lo quiero. Dénmelo. Esto y la vela que huele a libro. Para más información, pueden ir aquí.

Juego

Lorena Mancilla, a cuya bitácora electrónica pueden entrar a través de los links que están a lado, me invitó a esto donde uno dice ocho cosas sobre sí mismo. También debe invitar a ochor personas más para que lo hagan. Así que invito a otras ocho personas para que lo hagan. Y las ocho personas a las que invito para que lo hagan (las instrucciones pedían que uno dijera quién lo había invitado a uno y a quién invitaba ya que entraba al juego) son las ocho primeras personas cuyos links están aquí a la derecha. Las ocho cosas sobre mí son:
1. No me gusta hablar mucho sobre mí al grado que cuando lo hago, es decir, cuando lo hago en público o ante personas que desconozco (pues con conocidos hablo sobre mí sin demasiados tapujos), comienzo afirmando que no me gusta hablar mucho sobre mí pero de manera que suene un poco a que no estoy hablando en serio.
2. Tengo prejuicios.
3. Comparto algunos de los puntos de la ética de Aristóteles, especialmente el asunto de las virtudes.
4. Comparto algunos de los puntos de la ética kantiana, pero no su concepción de felicidad.
5. Cuando me siento triste compro cosas. Libros, perros, boletos de cine.
6. Disfruto más la literatura norteamericana que la literatura mexicana.
7. A menudo juzgo en silencio a las personas que me rodean. Después, me siento culpable.
8. Este último punto fue el que más trabajo me costó escribir (me detuve un momento para reflexionar) pues pensaba decir algo sobre mi sexualidad, a tono de broma, supongo; pues quería demostrar que no me tomo en serio, pero a la vez advertí que realmente no quería hacer eso así que preferí decir algo en verdad, sin ironía. Sin emabargo, ahora que escribo esto, noto que cada vez que uno escribe tratando de decir algo en verdad, en serio y sin ironía, no puede dejar de sonar como una especie de sabelotodo-chistosito que disfruta enormemente de la ironía. Esto no me hace sentir bien y agradezco que ya se haya acabado el juego al que me invitó Lorena Mancilla a quien, por supuesto, no conozco.

Wednesday, July 18, 2007

Primer aniversario de Cuaderno Salmón

Denle click a la imagen. Vayan, se va a poner bien, bien bueno. Sobre quién va a estar presentando y esas cosas, pues todavía se mantendrá en secreto. Ya saben, el suspenso. En todo caso, prometo que yo iré. Y que sonreiré mucho. Y podrán, así, ver mi diente de leche. Obviamente, también irán David Miklos y Rafael Lemus. Que son los culpables.

Tuesday, July 17, 2007

Nueva Teoría del Infierno

Nadie puede negar que el infierno, como todas las cosas que somos capaces de concebir en términos de eternidad, ejerce una poderosa fascinación sobre la imaginación de los hombres.
Salvador Elizondo, Teoría del Infierno.
¿Nos esperan infiernos trascendentales específicos, por cosas que hemos hecho? ¿Lugares de tortura y privación, de carne y flamas? Oh, no lo sé. Generalmente procuro no pensar en estas cosas pues ya les he dedicado algo de tiempo. Sé sin embargo que el infierno es algo que puede ocurrir en la tierra. Sé que cuando uno está en una situación en la que la única diversión posible es la queja y el sarcasmo está cerca del tedio, de la sensación más cercana que tenemos a la eternidad molesta, al infinito aburrimiento.
Cambiando de tema, mañana regreso al Centro a un par de sesiones informativas más --es un taller que imparte la SEP para realizar libros de texto. No puedo esperar. Ya. Una. Salida.

Sunday, July 15, 2007

Código de conducta para bloggers

Leía en la Expansión del mes pasado que Tim O'Reilly (quien para algunos ha de ser una especie de celebridad --fue quien acuñó el término Web 2.0 y otras cosas que yo ignoraba-- pero para mí era, increíblemente, desconocido) ideó un código de conducta o al menos hizo un llamado para que se perfeccionara uno, desde su blog. Esto ya hace unos pocos meses (creo que el primer "llamado" lo hizo a finales de marzo de este año). Pueden ver sus actualizaciones al respecto y el seguimiento que le ha hecho a la propuesta aquí.
Como Expansión es de esas revistas que adora los datos duros porque considera que esto le da mayor consistencia y veracidad a sus textos, soltaba algunas cifras (como que hay 70 millones de bloggers actualmente o cuántos se espera que haya en el futuro) y también ofrecía algunas opiniones encontradas a la propuesta de O'Reilly. Quiero detenerme en esto un momento. Pues no eran, en realidad, "opiniones" en el sentido de muchas. Y también: no sé cómo le hacen siempre las revistas y los periódicos y los medios de comunicación para encontrar al único loco que considera negativo lo positivo. Pongan ustedes, si en, no sé, las Naciones Unidas alguien afirma que buscarán la paz mundial, seguramente los medios de comunicación podrán encontrar al único idiota en la tierra que afirmará que la paz es una cosa aburrida y que ojalá y no la consigan. A este único loco le llamarán "La oposición". Y le brindarán importancia. Alguien debería sentar a los reporteros y a las televisoras para hablar sobre esto. ¡No todo tiene dos versiones, Dios santo!
Total que en este caso, un Néstor Sánchez quien supongo es autoridad pues "hace páginas web", considera que un código de conducta es lo mismo que una limitación de la libertad de expresión. Y que O'Reilly pretende funcionar como un policía-cuida-valores-conservadores. Hoy en día, como bien se sabe, decir que uno es conservador es idéntico a confesar que uno está enfermo de sarna. Es raro. Uno puede decir que uno es conservador porque defiende el antiquísimo valor de, no sé, la conservación de la propia vida, pero la gente creo que en general sólo comprende por conservador tonterías como, no sé, casarse o llegar virgen al matrimonio u otras cosas casi exclusivamente relacionadas con la sexualidad. Es casi triste. Pero uno sabe que la gente habla por hablar. Y uno aprende a ignorar y a discernir. Y a darle el valor apropiado a las cosas.
Esto es, en términos generales, lo que propone O'Reilly como el Código de Conducta para Bloggers. La preocupación es: hay violencia, verbal, sí, pero violencia non the less entre la comunidad de bloggers. Amenazas de muerte, en los extremos, y mucho bullying-on-line. También, y creo que no es menos importante, O'Reilly propone citar fuentes de lo que uno habla. En fin, sensatez, considero. Disminuir chismes y aumentar responsabilidad. Y no sólo por nuestras palabras, sino por las palabras que estamos dispuestos a tolerar en nuestros propios espacios.
Tengo amigos con blogs. Muchos de ellos dejaron de tenerlos porque no les agradaba el ambiente. Y supongo que a mi nivel no hay verdadero problema --son, después de todo, pocas personas las que me leen constantemente, si es que las hay, y la mayoría me conoce a la cara. Aunque de vez en cuando, y esta la razón por la que decidí monitorear los comentarios que llegan a esta bitácora, hay gente que, pues, no sé, se pone ociosa y cree que al ser anónima puede no responsabilizarse por sus palabras. Como las masas de gente, que destruyen a su paso en anónima indiferencia, algunos individuos, usuarios de la red que firman anónimamente, se permiten demasiado. Hay una diferencia clara entre mantener el anonimato por seguridad y mantener el anonimato por cobardía. No sé porqué algunos creen que esta diferencia es ambigua y permisiva.

Thursday, July 12, 2007

Cierta sabiduría, en Chris Ware

"Miseria: Así es. Viene, algún día. No importa cuánto te esfuerces, no podrás evitarla. ¿Casado? ¿Has encontrado a esa "persona especial"? La enfermedad y la muerte están en camino. O quizá hayas escogido la vida ascética y contemplativa. Bueno, sólo espera a que tu cuerpo comience a descomponerse para que todos tus arrepentimientos reprimidos comiencen a emerger y se vuelvan un gran lamento, cuando nadie estará ahí para escucharlo. Toda evidencia apunta a esto. Más vale que ahora te pongas a trabajar".

Wednesday, July 11, 2007

Tiresome little vanities


Hoy aprendí algo. Uno corre el riesgo de hacerlo si se sienta a leer. Adquirí una costumbre, que reconozco como mala, de subrayar mis lecturas. No sé muy bien dónde me contagié, si de los libros que me prestaban amigos y que encontraba subrayados (a veces pensaba que lo que subrayaban o anotaba al margen me lo decían a mí) o del sensato consejo que sugiere tomar apuntes de lo que uno lee. Quizá de la biblioteca de la universidad donde estudié, que alberga una ingente cantidad de libros manoseados, subrayados, con múltiples opiniones anotadas al margen. Extrañamente, éstos, a pesar de la tristeza que me provocaban (por distintas razones) no fueron suficientes para desanimarme en subrayar mis lecturas. Quizá bajo la sospecha de que lo que yo subrayo o anoto en mis márgenes, inevitablemente, me parece más interesante que lo que los demás subrayan o anotan en sus márgenes. Esto no es, por supuesto, un asunto de "Dejen en paz a los libros". Los libros son cosas. Les viene dando igual. El autor no se entera, los libros no sienten. Es idiota pensar que esto va por ahí. El asunto es la vanidad con la que uno se permite estos gestos. Veo mi biblioteca, a menudo, con miras hacia el mañana, con la confianza de que me sobrevivirá. Imagino los ojos que se posarán sobre mis libros, quizá buscándome entre líneas.
Estas cosas me preocupan. Están a menudo en mi cabeza. Pero hoy me saltaron con más fuerza. Leía a Salinger (ya, ya) cuando salió una frase que me llamó la atención en la que su protagonista afirma que no hay confesión en la que no apeste un poco el orgullo que tiene el confeso por haber abandonado todo su orgullo. Al margen, intenté recordar una frase de Nietzsche, que aún no recuerdo y sólo puedo parafrasear. Decía, Nietzsche, que quien se odia a sí mismo olvida a menudo que al menos puede considerarse un buen odiador, o que quien se critica demasiado a sí mismo al menos puede considerarse un buen crítico; algo por el estilo. Me hacía eco.
Al dar la vuelta a la hoja, sin embargo, ocurrió eso que a menudo pasa con los buenos libros que uno cree que está leyendo pero que en realidad lo están leyendo a uno. Y comprendí, pero Dios, para esto tienen que leer a Salinger, que todas estas cosas, estas anotaciones al margen, estos esperanzadores gritos al vacío que esperamos serán contestados, no son sino pequeñas gemas sucias producidas por nuestra vanidad. A veces, al menos.

Casi una actualización al día, por inercia

Un tipo de parálisis me ataca. No es física, obviamente. Puedo verme a mí mismo mover mis manos, caminar de una habitación a otra, encender y apagar el televisor, desplazar los ojos sobre un libro que no se deja terminar de leer --maldito Salinger. Y a la vez, algo está de algún modo completamente inmóvil y congelado en mi interior. Algo que no es, tampoco, mi mente (a menudo me sorprendo teniendo pensamientos de todo tipo, ideas que podrían ser o no geniales pero que de todas formas, como ya es costumbre, se marchitan un poco porque o no las llevo a término o sencillamente las olvido). Francamente no sé qué sea. Pero es un tipo de incapacidad. No siento entusiasmo ni ganas. Esto, usualmente me parece una virtud, pero sólo cuando ya tengo el motor que me mueve a hacer ciertas cosas. Que sigo haciendo, extrañamente. Pero sin, ¿vida?
Así que mientras tomo prestado un poco del impulso que los demás tienen. Hace poco, por ejemplo, un amigo me mandó un video (o la dirección de You Tube) en el que John Cage participa en un show de televisión llamado "I've got a secret". Después de eso hablamos, por messenger (olvido la última vez que hablé por teléfono sobre algo así) sobre si era justo o no burlarnos de las personas que se reían de Cage en el show con su composición. Es decir, si uno estuviera ahí, presente, ¿se reiría también? Creo que tienen que ver el video para saber de lo que hablo. Pero la pregunta me recordó un problema que Adriana Degetau me había planteado, ¡cuando estudiábamos secundaria! De si uno podría reconocer hoy a Jesucristo o si nos comportaríamos como fariseos. O una variación de la pregunta: si uno podría reconocer la obra de un artista fuera de contextos artísticos o de instituciones que los avalen. En fin. Lugares comúnes. Ideas a cuyo tren de avance me apego, cuando me siento aquí, en mi casa, inmóvil.

Monday, July 09, 2007

Frankie, un acercamiento.


Como los emperadores niño de la Ciudad Prohibida, Frankie ha ejercido un gran poder desde una tempranísima edad. Con apenas tres meses, este felino doméstico domina desde su hogar --encontrado sobrevolando una alberca de concreto que da a uno de los puntos más luminosos de la ciudad-- al menos a dos almas bondadosas que se encuentran rebotando alrededor de este único y pequeño núcleo: Frankie. Estoy hablando, por supuesto, de sus padres adoptivos.

Como conocido de éstos, he tenido, sí, la fortuna de entablar vínculos de sociedad con el sujeto de este esbozo biográfico. He sentido sus afilados dientes en mis manos, sus garras arañar con extraña delicadeza mi espalda y mis brazos. Su mirada alerta, al acecho, midiendo todos mis movimientos. Uno no puede evitar lamentar el reconocerse como un átomo más que cruzará la vida de este gato y a la vez sentirse eternamente agradecido por haberle conocido. Un gran futuro --pero esto estaba ya escrito en las estrellas-- le espera.

Sunday, July 08, 2007

Oh, this happiness is strong stuff!

Leyendo La Universidad Desconocida de Bolaño y a Salinger me he puesto a pensar en los poetas. No en las personas que quieren dedicarse a ser poetas o que lo son de manera profesional. Sino en esas almas delicadas y frágiles que escriben poesía en pequeños cuadernos, a escondidas, a esos niños que como yo, como cualquiera, en algún momento de su vida mostraron sus líneas, mismas que les apenaba llamar versos, a personas que, afortunadamente en algunos casos, las comprendieron o bien a personas que, vamos, simplemente no tuvieron interés. ¿Estoy mal o no es esto algo que hace la gente? Los poetas varones que no quieren ser poetas pero escriben, ¿no mandan sus poemitas a las chicas? ¿No los entregan en hojas rayadas, con miles dobleses, en los recreos? ¿No los esconden en la Biblia de los hoteles esperando que alguien los encuentre? Cuando pienso en esas manitas que escriben esas líneas, recuerdo una línea de Los detectives salvajes en el que un poeta se lamentaba porque si bien un verso podría conquistar el corazón de una mujer, por ejemplo, difícilmente un movimiento literario conseguiría mantenerla a su lado.
Hoy empecé a releer 2666 y sentí pánico. Imaginé a Bolaño escribiendo en Blanes, o mucho antes, a Bolaño escribiendo desde el cámping en Barcelona (o cerca de Barcelona), sus poemas malos. Porque son malos. Bolaño, pasando hambre. Imaginándose poeta, escribiendo narrativa.
Si tú lector, y sé que eres uno de esos lectores, amas a los pájaros o al menos sientes que detonan pensamientos en tu cabeza cada que los ves (pensamientos sobre la libertad y todas las erróneas formas con las que las personas se relacionan "intentando" ser feliz), también debes estar interesado en estas otras criaturas, los poetas: "the God-lover or God-hater (almost never, apparently, in between), the saint or profligate, moralist or complete immoralist --who can write a poem that is a poem. Among human beings, he's the curlew sandpiper, and I hasten to tell you what little I presume to know about his flights, his heat, his incredible heart" (Salinger).
Yo no sé nada sobre los poetas. Cada que creo que estoy en presencia de uno no sé si debo echarme a llorar o a reír, a tirarme al suelo pidiendo redención o si debería, en lugar de eso, tapar su boca con un calcetín. La gente necesita más ingenieros en el mundo.

Sobre el horror

En 2666 hay una escena delirante donde se describe una taquería en Santa Teresa, ese oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento. El pasaje describe un mural de la taquería, donde hay un personaje --creo que es un pastorcillo que cabalga en un burrito, pero la verdad es que no recuerdo muy bien y aunque lo intenté buscar en la novela, no lo hallé-- en distintas situaciones. Lo que me parecía delirante de aquello era la mitología que rodeaba al personaje y que se impregnaba de algún modo en el servicio y la comida del restaurante.
Anoche fui testigo de algo similar, en una taquería, al salir de una fiesta, aquí, en el Distrito Federal. El lugar se llama Dragonejo y al parecer está abierto hasta la madrugada. Yo había pedido un chorizo con queso, Eduardo Charpenel había pedido un alambre con queso y Alejandro Cavallazi pidió un taco de bistec. Un taco al que, en la carta, le llamaban "bistec dragonejo". Así que el mesero, a quien no recuerdo haberle visto la cara (había bebido un poco y mi atención se clavaba en fragmentos muy determinados de realidad), nos trajo la comida, diciendo: "Un alambre, un chorizo con queso y un bistec dragonejo". Parecía hacer énfasis en esto, que no era una orden de tacos de bistec, sino una una orden de tacos de bistec de dragonejo. Charpenel no podía parar de reír, con esa risa extraña que le sale cuando bebe demasiado, la boca muy abierta, el sonido entrecortado y la mirada fija en --¿en qué precisamente? En la imposibilidad, o la posibilidad delirante, de que el mesero hubiera dicho con toda seriedad la palabra "dragonejo".
No podíamos parar de reír. En algún momento dado tuve que ver fijamente al suelo para no vomitar. Charpenel se sostenía la cabeza con fuerza, como si le fuera a estallar. Cavallazi reía y reía y gritaba. Supongo que otros comensales debieron haber visto esto con malos ojos.
Cuando finalmente dejamos de reír, me dolía el estómago. Y la risa amenazaba con regresar (se especulaba por qué le habían puesto al restaurante "dragonejo" en lugar de, ponga usted, "centau-rata") cuando empecé a comer mi orden de chorizo con queso. Ahora que recuerdo todo me da risa pero de esa que sale con un poco de desesperación y temor. No sé cómo pueden causarme gracia estas cosas.

Saturday, July 07, 2007

Salinger y su lector

I found out a good many years back practically all I need to know about my general reader; that is to say, you, I'm afraid. You'll deny it up and down, I fear, but I'm really in no position to take your word for it. You're a great bird-lover. Much like a man in a short story called "Skule Skerry", by John Buchan, which Arnold L. Sugarman, Jr., once pressed me to read during a very poorly supervised study-hall period, you're someone who took up birds in the first place because they fired your imagination; they fascinated you because "they seemed of all created beings the nearest to pure spirit -those little creatures with a normal temperature of 125°." Probaby just like this John Buchan man, you thought many thrilling related thoughts; you reminded yourself, I don't doubt, that: "The goldcrest, with a stomach no bigger than a bean, flies across the North Sea! The curlew sandpiper, which breeds so far north that only about three people have ever seen its nest, goes to Tasmania for its holidays!" It would be too much of a good thing to hope, of course, that my very own general reader should turn out to be one of the three people who have actually seen the curlew sandpiper's nest, but I feel, at least, that I know him -you- quite well enough to guess what kind of well-meant gesture might be welcomed from me right now. In this entre-nous spirit, then, old confidant, before we join the others, the grounder everywhere, including, I'm sure, the middle-aged hot-rodders who insist on zooming us to the moon, the Dharm Bums, the makers of cigarette filters for thinking men, the Beat and the Sloppy and the Petulant, the chosen cultist, all the lofty experts who know so well what we should or shouldn't do with our poor little sex organs, all the bearded, proud, unlettered young men and unskilled guitarists and Zen-killers and incorporated aesthetic Teddy boys who look down their thoroughly unenlightened noses at this splendid planet where (please don't shut me up) Kilroy, Christ, and Shakespeare all stopped -before we join these others, I privately say to you, old friend (unto you, really, I'm afraid), please accept from me this unpretentious bouquet of very early-blooming parentheses: (((()))).
JD. Salinger, Seymour: an introduction

Friday, July 06, 2007

Los olores


Vendela Vida, como pueden ver, es atractiva. Seguramente su cabello huele bien. Es mujer de Dave Eggers (y comienzo a pensar, escribe mejor que él). Hace poco leí un artículo suyo en Slate, ingeniosamente titulado Scents and sensibility. Me acordé ahora de él pues a pesar de tener la nariz tapada, puedo percibir el olor a mostaza que sube de abajo, desde la cocina. Es una combinación de naranja con mostaza (preparan, sospecho, uno de mis platillos favoritos, el pollo a la mostaza). A la vez, bebo una Orangina. El olor es penetrante pero no abrumador, un poco de picor y dulzura que termina por alojarse en la base de mi pecho, en el esternón. Y me cuesta trabajo seguir por esta línea, a pesar de que el olor se mantiene ahí, en mi nariz, en mi cuerpo, cerca. La razón por la que se me dificulta continuar es porque, como señala Vida, describir olores es una de las cosas más endemoniadamente difíciles que existen. Cuando usted, cosmopolita lector, escucha a un catador de vinos o a un experto en aromas (que seguramente poseen un nombre determinado que desconozco), habrá de notar, sin duda, que se expresa exclusivamente a base de metáforas comparativas. Huele como a cedro, a frutas... etcétera.
En el artículo, si no lo han leído ya, Vendela se queja un poco de la aparente anosmia que existe en la literatura norteamericana. Lo atribuye, lógicamente, al espíritu ascéptico que impera en EU --repentinamente, recordé el año que pasé en Rolling Prairie, Indiana, un estado plano en el que proliferan las granjas. No recuerdo haber olido o percibido el olor a excremento de vacas en todo el tiempo que estuve allá, sorprendentemente. En fin: además de esa queja, Vendela (quien en sus novelas recoge los olores --ese cuarto que huele a cebolla, en And now you can go, el cálido olor de las cabañas, en Let the northern lights erase your name), decía, Vendela pasa revista sobre novelas en las que sí se describen olores. Por supuesto que habla del Perfume y de novelas del siglo XIX y antes. Y le sorprende que a pesar de todos los ejemplos que existen provenientes de Europa, la Europa contemporánea, de América, entendida como EU, sale poca cosa (a no ser por las novelas del 9-11).
Cosa rara pues actualmente el catador de vinos más importante a nivel mundial, quien ha asegurado su naricita en millones, vive en uno de esos planos y siniestros estados del Middle West americano.
En una sociedad limpia, no exótica, donde los olores se producen --argh, da hueva seguir. Sólo quería poner la foto de Vendela Vida y decir que había leído sus dos novelas que están muy buenas y que deberían leer y ya, a comer pollo en mostaza.

Thursday, July 05, 2007

Wednesday, July 04, 2007

Convergencia


Arriba, la última fotografía que intervino A.D. antes de que interviniera otra. Abajo, la última pintura que hizo V.G. antes de que se suicidara.

Kant, felicidad y virtud

¿Han leído La vida sexual de Immanuel Kant? Es un libro genial. Muy gracioso, incluso. Y elegante. Lo escribió un francés, es una conferencia que se leyó en un congreso de filosofía kantiana. Creo que hay una novela, quizá alguien me pueda informar bien, que lleva un título que dice algo así como Los últimos días de Kant. ¿Nadie la conoce? Si sí, ¿podrían prestármela? Estoy pensando en Kant y en cómo llevaba su vida diaria porque estoy, en este momento, tomando un descanso de un texto que debo entregar mañana para una clase que llevo en la maestría en filosofía. Una clase que no debí haber tomado (pues exige cosas como conocimiento de filosofía dura; cosas que, en suma, no poseo). Pero la tomé. Y supongo que por un lado, digamos, kantiano, fue bueno que la tomara. Me está haciendo virtuoso. Pero también quiero ser feliz. Esta es la bronca con Kant. Que cree que el bien supremo es la virtud. Pero Kant no identifica la felicidad con la virtud, pues la felicidad no es el bien supremo, al menos no en el sentido de que el bien supremo sea una condición última, como lo es la virtud. No, la felicidad, además, debe ser algo así como una combinación de condiciones últimas y lo perfecto.
¿Pero quién puede ser así? ¿Quién es capaz de decir: "Yo quiero ser virtuoso. ¡Pero también feliz!"? Esa distinción entre bien supremo y bien completo me resulta molesta. ¿Por qué la gente no puede estarse en paz con lo que puede? ¿Por qué la gente es mediocre y siempre desea un poco más? Ay, estas mentes ilustradas, que no dejan nada para el azar, que meten su cuchara en todo, que chillan por cualquier pendejada --procurando ser, además, virtuosos. Si no está en tus manos, me digo a mí mismo, que te valga.

Tuesday, July 03, 2007

La familia Glass


Cuando cerré Franny and Zooey de Salinger, me dieron ganas de caer sobre mis rodillas y pedir perdón, pero en lugar de eso fui a mi habitación, puse el libro de vuelta en su lugar y tomé el último de los libros de Salinger que tengo (y el último que dio a conocer, hasta donde sé). Lo abrí. Para mi sorpresa, las dos historias que conforman Raise High the Roof Beam, Carpenters + Seymour: an introduction también tienen que ver con la familia Glass (de la cual, como creo ya había explicado en otra actualización, Zooey y Franny son los hijos menores). En total, son siete hijos: dos mujeres y cinco hombres.
Antes creía que sólo tenía que ver Seymour: an introduction, pero también Raise High... (un cuento escrito desde la voz del hijo inmediato a Seymour, Buddy Glass). Obviamente no he terminado el libro, apenas leí unas páginas. Pero quería sentarme a escribir esto.
La familia Glass es un poco como la familia Von Trapp (la de The sound of music), donde todos poseen talentos y virtudes descomunales. También, todos son bellos. Sólo que, a diferencia de los Von Trapp, no todos parecen ser felices. Ni tetos.

O quizá no como la Von Trapp, sino como una Von Trapp echada a perder, o quizá no eso, no a perder, sino como la familia Von Trapp sería en la realidad. Es decir, un poco más como la de los Tenembaums:
No soy el primero en hacer la relación entre la familia Tenembaum y la familia Glass (buscando imágenes, me topé con una bitácora electrónica en la que se comentaba el libro y se hacía ya esta relación; pueden verlo aquí). La película de Anderson creo que es un muy buen ejemplo de cómo funcionan las dinámicas en la familia creada por Salinger (es mi opinión, incluso, que hay elementos que Anderson toma prestado de los cuentos; por ejemplo, que Ritchie Tenembaum esté en un barco trasatlántico, cuando en casa, de vuelta en América, hay una crisis familiar --así como Waker Glass, el sacerdote, estaba en un barco cuando sucedió el desplome emocional de Franny-- o, por supuesto, que todos hayan sido niños "genio" de chicos, pero ahora, de adultos, parecen fracasados). Esas almas hipersensibles, esos intelectos descomunales, las tragedias que poseen consecuencias sobretodo internas, de apagada agonía... también me hacen pensar en la familia Wittgenstein, esa "casa llena de suicidios", como lo puso un amigo.

Dije que este libro sobretodo me había provocado tener la intención, al menos, de pedir perdón. En general, la bronca con los Glass, con los hijos al menos, es su búsqueda por la sabiduría. Algunos son sabios, claro (como, creo, lo fue Seymour y lo es Zooey), otros, en cambio, quieren ser sabios. No inteligentes (todos lo son, en exceso), sino sabios. Y sufren, Dios mío. Y los que parecen no sufrir, hacen sufrir a los demás, con su ironía, con su sarcasmo, con su lengua de hierro afilado. Hay una parte en el cuento Zooey, en el que éste, el personaje, lee una enseñanza de Bhagavad Gita, que dice: Tienes el derecho a trabajar, pero por el trabajo mismo. No tienes derecho a los frutos del trabajo. Desear los frutos del trabajo no debería ser nunca tu motivación para trabajar. Nunca des paso a la pereza. A menudo, sé que yo trabajo pensando en los frutos; y no sólo, obviamente, en los frutos materiales. Y con más frecuencia, me burlo de la gente que trabaja deseando los frutos de su trabajo --esa gente que se esfuerza tanto por ser feliz, culto y mejor. Esas personas que quieren superarse. Pero debo reconocer que eso no debería importarme, cómo trabajan ni por qué, las personas. Es decir, si yo doy con un grupo de rock indie que se llama The Glass Family (pueden ver su my-space aquí), no debería tener derecho a burlarme de este grupo --por su, no sé, ingenio para nombrar a su grupo, ni porque son de Texas (¡de Texas!), ni que presumieran a menudo que fueran de Texas, como si fuera el nuevo Canadá, la nueva Mecca de grupos indie. En fin. No debería ceder a estas cosas, que siempre están en la punta de mi lengua. De hecho, son buenos (estaba escuchando un par de canciones hace rato). Y yo no sé hacer música. Ni sé hacer cine, a pesar de todas las opiniones de cine que me permito. Ni sé reparar coches ni mantener a una familia. Sólo sé opinar. Y no me gusta.

Más sobre la vida diaria del sultán

En ocasiones, le pregunto a Sandra, la chica que ayuda en la casa, si puede prepararme un café. Sandra usa uniforme, azul marino oscuro con azul, lo cual es muy extraño pues Hortensia, la otra mujer que ayuda en la casa bajo un sueldo, no lo usa. Pero Sandra lo usa en callada desesperación y me responde que sí, que puede prepararme el café. A la fecha, estoy esperando el día en que me responda que no, que me lo prepare yo. Que no sea huevón (no me lo preparo porque estoy aquí, en el estudio, leyendo y escribiendo). O aún más, que cuando yo le preguntara: "Sandra, ¿puedo pedirte que me prepares un café?" (que son las palabras que usé hace unos momentos, antes de sentarme a escribir esta tontería), ella me contestara: "Pues no sé, ¿a ver? ¿Puedes?". Pero no. Sólo responde que sí y me lo trae, de buena gana además.