Monday, June 28, 2010
Wednesday, June 23, 2010
El nacimiento de una nación
Le cuento a Óscar (Benassini) que hoy, a las 4. a.m., desperté desconcertado y creí haber escuchado una risita aguda. Le estaba poniendo salsa a mis tacos con lo de la risita pero es verdad que me desperté a esa hora, con exactitud. Igual y por el pendiente de ver a mi vecino para correr un par de horas más tarde o, no sé, porque estaba lloviendo. A cambio, Óscar me ofrece esto:
Benassini.
11:44
A mí ayer en la madrugada me despertó el negro de nuevo.
Me encontró, Memo.
11:45 El que se manifestaba en mi cuarto del virreyes.
[Óscar vivió un tiempo en el Hotel Virreyes].
Benassini.
11:50
¿Te acuerdas que yo me burlo de que Reyna vio un diablo negro en mi cuarto, un día que yo no estaba y se asustó tanto que se fue y etc? (Es la historia).
Pues yo lo veía, también. No era un diablo, sino un...mono, no sé. Una figura humana, negra (no negroide), oscura.
Y se sentaba en la cama, así en cuclillas, a verme.
Y a veces me...no sé..agarraba de los brazos
¿no?
Y etc.
Y una vez platicando con Franco, cuando vivía, me contó lo mismo, sin yo habérselo contado antes.
Y pues así.
Anoche se presentó de nuevo.
11:51 Antenoche.
Guillermo Íñigo Núñez Jáuregui
11:52
¿Cuando Franco vivía?
Benassini.
11:52
Cuando vivía en el hotel, conmigo.
No ha muerto.
Creo.
Guillermo Íñigo Núñez Jáuregui
11:56
Oye y... ¿tú qué piensas del fantasma negro?
Benassini.
11:57
Pues no sé, mira...es que...yo sé que son cosas de la mente ¿no?, o cosas de otra dimensión... y les das importancia o no.
Pero cuando Francisco Félix Martínez me relató lo que le sucedió, idéntico a lo mío... pues sí se me hizo rarito. Así como de..."ay boey".
Guillermo Íñigo Núñez Jáuregui
12:00
Pero igual y sólo quería asustarte.
Benassini.
12:00
Ni que estuviéramos de campamento.
Más sobre el temor a la castración y la supremacía aria, acá.
Tuesday, June 22, 2010
Club de lectura global, ruido blanco
A propósito de One Book, One Twitter, el otro día escribí esto. Hoy, a través de Hermano Cerdo, leo esto otro. Me acordé porque estaba leyendo y di con una línea que dice "Think of it as a permanent, global book club". Me dio escalofrío. Quizá porque mi primera reacción fue colocar la frase en mi Tumblr. Escribo esto, ¿no?, y es la hora en que no he terminado de leer el texto porque estoy muy ocupado comentando que estoy escribiendo el texto.
Extraño cuando para leer me podía ir a uno de los cubículos de la biblioteca de la universidad donde estudié. Nunca nadie molestaba y uno parecía tener mayor control y responsabilidad sobre las distracciones.
Extraño cuando para leer me podía ir a uno de los cubículos de la biblioteca de la universidad donde estudié. Nunca nadie molestaba y uno parecía tener mayor control y responsabilidad sobre las distracciones.
Sunday, June 20, 2010
Casa de campo
Cae la noche y en la camioneta le cuento a mi hermana, todavía a una media hora de que podamos decir que estamos cerca de la casa de campo, que de un tiempo para acá escucho voces de la habitación que antes ocupaba, de vuelta en la ciudad que dejamos atrás hace un par de horas. "Diario", le aseguro, "a las 3:oo a.m., sin falta, escucho que alguien habla en tu cuarto". Mi hermana dejó de vivir con nosotros -conmigo y con mis padres- hace tiempo. "Eso me lo dices para que nunca vaya a visitarlos", me dice, entre molesta y divertida. Estamos en una zona de la carretera donde hay curvas y los faros de la camioneta iluminan los troncos de los árboles, sus copas oscurecidas pueden apreciarse, sin embargo, gracias a la luz que rebota sobre la superficie lunar, cuando no hay nubes que la interrumpan. "No me creas", le digo, al tanto de que no me cree. Avanzamos por la carretera un rato más en silencio, en la radio no puede escucharse más que estática. Después de un rato me ofrece una pregunta: "¿Y qué dicen las voces?".
"La verdad es que no distingo nada, sólo murmullos", le digo con una seriedad que me sorprende. "No siempre las escucho, a decir verdad. Diario me despierto a las tres y no sé por qué, igual y hay un duende o algo, pero generalmente escucho las voces sólo cuando estoy solo en casa".
"Sólo me quieres asustar".
"No, no, es en serio. Más bien me preocupa que me esté volviendo loco".
"Lo que tú necesitas es volver a misa".
"¿Crees que sea el diablo?"
"Sólo te digo".
"Tenía entendido que el diablo sólo se le aparecía a gente muy santa".
"Yo sólo te digo que quizá debas rezar más para que luego no te anden pasando esas cosas".
"Quizá sí soy muy santo".
"Sí mijito".
Seguimos así un rato hasta que llegamos a la casa de campo. Allí, cansados, bajamos las cosas de la camioneta, encendemos los calentadores de agua, revisamos que las camas tengan sábanas (hablamos un día antes con Leo, quien se ocupa de estas cosas) y que haya electricidad donde debe haber electricidad. Después de llenar el refrigerador y lavarme los dientes, me recuesto en su cama mientras ella se ocupa de poner toallas en las habitaciones. La escucho caminar de un lado a otro, los tablones crujiendo. Entra y sale de su recámara, la escucho preguntarme algo que no alcanzo a contestarle y cuando regresa descubre que ya no estoy sobre la cama.
"Guillermo, ¿dónde estás?". Nada. Entonces, grita: "¡Guillermo, no quieras asustarme!".
Suena su teléfono celular.
Mientras decide si contestar o dejarlo sonar, pienso en el alemán que se suicidó en la casa de la Laguna Negra, a pocos kilómetros en moto de nuestra casa; pienso en el novio que descuartizó a su novia en las cabañas que solían estar a la entrada de Valle de Bravo (ahora un hotel remodelado), en la adolescente que, cruzando el lago en lancha de noche, bebiendo con sus amigos, se golpeó la cabeza y cayó al agua; su cuerpo no apareció sino hasta un par de días después; en los muchos choques y muertes que han ocurrido en la carretera; en el hombre que cayó muerto de su caballo, durante un juego de polo; en la mujer que quedó prenzada contra un árbol, su pierna atravesada por una rama y que falleció desangrada, colgando aún del parapente, las escaleras de los rescatistas demasiado cortas para alcanzarla.
El celular deja de sonar.
Y entonces, debajo de la cama, mientras suelto la carcajada y dejo de marcar, me pregunto si es posible que haga estas cosas porque, en efecto, me estoy volviendo loco.
"La verdad es que no distingo nada, sólo murmullos", le digo con una seriedad que me sorprende. "No siempre las escucho, a decir verdad. Diario me despierto a las tres y no sé por qué, igual y hay un duende o algo, pero generalmente escucho las voces sólo cuando estoy solo en casa".
"Sólo me quieres asustar".
"No, no, es en serio. Más bien me preocupa que me esté volviendo loco".
"Lo que tú necesitas es volver a misa".
"¿Crees que sea el diablo?"
"Sólo te digo".
"Tenía entendido que el diablo sólo se le aparecía a gente muy santa".
"Yo sólo te digo que quizá debas rezar más para que luego no te anden pasando esas cosas".
"Quizá sí soy muy santo".
"Sí mijito".
Seguimos así un rato hasta que llegamos a la casa de campo. Allí, cansados, bajamos las cosas de la camioneta, encendemos los calentadores de agua, revisamos que las camas tengan sábanas (hablamos un día antes con Leo, quien se ocupa de estas cosas) y que haya electricidad donde debe haber electricidad. Después de llenar el refrigerador y lavarme los dientes, me recuesto en su cama mientras ella se ocupa de poner toallas en las habitaciones. La escucho caminar de un lado a otro, los tablones crujiendo. Entra y sale de su recámara, la escucho preguntarme algo que no alcanzo a contestarle y cuando regresa descubre que ya no estoy sobre la cama.
"Guillermo, ¿dónde estás?". Nada. Entonces, grita: "¡Guillermo, no quieras asustarme!".
Suena su teléfono celular.
Mientras decide si contestar o dejarlo sonar, pienso en el alemán que se suicidó en la casa de la Laguna Negra, a pocos kilómetros en moto de nuestra casa; pienso en el novio que descuartizó a su novia en las cabañas que solían estar a la entrada de Valle de Bravo (ahora un hotel remodelado), en la adolescente que, cruzando el lago en lancha de noche, bebiendo con sus amigos, se golpeó la cabeza y cayó al agua; su cuerpo no apareció sino hasta un par de días después; en los muchos choques y muertes que han ocurrido en la carretera; en el hombre que cayó muerto de su caballo, durante un juego de polo; en la mujer que quedó prenzada contra un árbol, su pierna atravesada por una rama y que falleció desangrada, colgando aún del parapente, las escaleras de los rescatistas demasiado cortas para alcanzarla.
El celular deja de sonar.
Y entonces, debajo de la cama, mientras suelto la carcajada y dejo de marcar, me pregunto si es posible que haga estas cosas porque, en efecto, me estoy volviendo loco.
Wednesday, June 16, 2010
El rumor de la hojarasca
Ayer leí las introducciones a Sixty Stories y Forty Stories. Cosa curiosa: en la de Eggers, a Forty..., se le hace una entrevista a Michael Silverblatt a propósito de Barthelme (se conocían) y, apenas ayer, leía esta otra entrevista que ahora aparece en The Believer. Otra cosa curiosa: originalmente llegué a Silverblatt y a su Bookworm a través de Luis Panini, uno de los entusiastas de Barthelme entre mis "conocidos" (a Panini sólo lo conozco "por Internet", como ahora se dice).
Hay un momento de la entrevista que le hace Eggers a Silverblatt en el que le pregunta si Barthelme solía reírse como un chita. Silverblatt contesta que a menudo lo hacía pero que también tenía una risa que sonaba como si fuera hojarasca arrastrada por el viento. Esto, como usted bien sabe, lector, es el sonido que hace el Odradek cuando ríe. Venía distraído en el camión, leyendo esto, y quizá por eso mismo primero pensé que era un chiste beckettiano y no fue hasta más tarde que recordé la referencia a Kafka. Más tarde es cosa de segundos, pero no deja de ser más tarde. Unos minutos antes de subirme al camión hablaba con Nicolás sobre Barthelme y la modernidad y de cómo yo había leído, acá, que la vida en la ciudad es más difícil para la mente (como lo es el trabajar estando todo el día conectado a la red) por la cantidad de estímulos y distractores que ofrece. Volví a recordar la conversación por una cosa que dice Silverblatt en la entrevista, a saber, que él considera (¿o fue David Gates, en la introducción a Sixty...?) que la mejor colección de cuentos de Barthelme es City Life, de 1970.
Y bueno, pensé también en que el padre de Barthelme era un estricto admirador de Mies van der Rohe y que la casa en la que creció Barthelme era moderna, llena de libros y muebles y cuadros modernos y también, para finalizar, pensé en que Silverblatt opina que quizá no necesitamos otro reformador formal, estéticamente hablando, como Barthelme, sino que necesitamos vivir bien.
Hay un momento de la entrevista que le hace Eggers a Silverblatt en el que le pregunta si Barthelme solía reírse como un chita. Silverblatt contesta que a menudo lo hacía pero que también tenía una risa que sonaba como si fuera hojarasca arrastrada por el viento. Esto, como usted bien sabe, lector, es el sonido que hace el Odradek cuando ríe. Venía distraído en el camión, leyendo esto, y quizá por eso mismo primero pensé que era un chiste beckettiano y no fue hasta más tarde que recordé la referencia a Kafka. Más tarde es cosa de segundos, pero no deja de ser más tarde. Unos minutos antes de subirme al camión hablaba con Nicolás sobre Barthelme y la modernidad y de cómo yo había leído, acá, que la vida en la ciudad es más difícil para la mente (como lo es el trabajar estando todo el día conectado a la red) por la cantidad de estímulos y distractores que ofrece. Volví a recordar la conversación por una cosa que dice Silverblatt en la entrevista, a saber, que él considera (¿o fue David Gates, en la introducción a Sixty...?) que la mejor colección de cuentos de Barthelme es City Life, de 1970.
Y bueno, pensé también en que el padre de Barthelme era un estricto admirador de Mies van der Rohe y que la casa en la que creció Barthelme era moderna, llena de libros y muebles y cuadros modernos y también, para finalizar, pensé en que Silverblatt opina que quizá no necesitamos otro reformador formal, estéticamente hablando, como Barthelme, sino que necesitamos vivir bien.
Tuesday, June 15, 2010
Entrada 1,373
Hace dos semanas aproveché que Nicolás pidió libros a Amazon para pedir Sixty Stories y Forty Stories de Donald Barthelme. Había leído un par de textos rescatados en la McSweeney's 24 (Dave Eggers, por cierto, hace la introducción a Forty Stories; David Gates, quien hace la introducción a Sixty Stories, es uno de los que se encuentran en el "simposio" de la mencionada McSweeney's) y recientemente leí la traducción de The Dead Father que sacó Sexto Piso y que "reseñé" (es un decir) para el número 72 de La Tempestad (en la sección "Actualidad del arte", donde también pueden encontrar una reseña de Nicolás sobre Mitologías de invierno / El emperador de Occidente, de Pierre Michon; una reseña de Muerte en la rúa Augusta de Tedi López Mills, escrita por Ernesto Lumbreras y una escrita por René López Villamar sobre Señales que precederán el fin del mundo, de Yuri Herrera). Ya pueden encontrar este número en Sanborns o donde sea que la encuentren normalmente. La portada:
Me quedé con ganas de pedir las otras dos novelas de Barthelme, así como el libro de ensayos, pero a ver. Vamos por partes, dijo Jack. Incidentalmente, René López Villamar, a quien Luis Panini tuvo a bien mandarle hace tiempo los dos libros de cuentos que pedí, dirigió en su blog a algunos cuentos que pueden encontrarse en la red, en esta entrada. El sitio al que dirige también incluye crítica y miscelánea.
***
Finalmente ayer nos llegaron (como pago) unos libros que esperábamos desde hace casi año y medio, en mi caso: Cuentos completos de Philip K. Dick (el volumen I, II, III y IV, me falta el V), La aventura de un fotógrafo en La Plata de Adolfo Bioy Casares y Las muertas de Ibargüengoitia.
Me quedé con ganas de pedir las otras dos novelas de Barthelme, así como el libro de ensayos, pero a ver. Vamos por partes, dijo Jack. Incidentalmente, René López Villamar, a quien Luis Panini tuvo a bien mandarle hace tiempo los dos libros de cuentos que pedí, dirigió en su blog a algunos cuentos que pueden encontrarse en la red, en esta entrada. El sitio al que dirige también incluye crítica y miscelánea.
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Finalmente ayer nos llegaron (como pago) unos libros que esperábamos desde hace casi año y medio, en mi caso: Cuentos completos de Philip K. Dick (el volumen I, II, III y IV, me falta el V), La aventura de un fotógrafo en La Plata de Adolfo Bioy Casares y Las muertas de Ibargüengoitia.
Monday, June 14, 2010
"...esa fobia que le impide entrar al elevador"
Leo esto en "El apátrida", que se encuentra en Laúd y cicatrices:
"Una vez leyó en un periódico, de eso han pasado más de veinte años, que un joven, en Budapest, se había precipitado con el ascensor y que lo encontraron aplastado en el sótano. Este suceso lejano se había grabado en su memoria y allí dormitó durante años escondido, para resurgir un día, igual que emerge a la superficie del agua un cadáver al perder la piedra que lo arrastraba. Había ocurrido unos meses atrás, mientras esperaba el ascensor en la redacción de un editor de Berlín. Apretó el botón y oyó cómo el antiguo elevador francés bajaba zumbando en su jaula desde alguna parte en las alturas. Y entonces, de repente, con una ligera sacudida, se paró ante él, justo delante de sus narices, un ataúd negro barnizado, forrado de seda morada con lirios estampados como el revés de un brillante crespón de China, con un enorme espejo veneciano de bordes pulidos y cristal verde semejante a la superficie de un lago límpido. Este féretro vertical, encargado para un entierro de primera clase, movido por la fuerza invisibles del deus ex machina, que había bajado de las alturas y se acercaba navegando como la barca de Caronte, aguardaba ahora al viajero pálido que estaba indeciso y petrificado, apretando bajo el brazo el manuscrito de su última novela titulada El hombre sin patria (y observaba en el espejo, a través de las rejas, al viajero pálido que indeciso y petrificado apretaba bajo el brazo el manuscrito de su última novela), y lo esperaba no para trasladarlo al 'más allá', sino sólo hasta el oscuro sótano, crematorio y cementerio, donde descansaban en sarcófagos similares viajeros extraviados de ojos vidriosos".
Si esto le interesó, querido lector, quizá, y sólo quizá, o sea, ya dirá usted, pueda también interesarle esto, esto y esto.
Si esto le interesó, querido lector, quizá, y sólo quizá, o sea, ya dirá usted, pueda también interesarle esto, esto y esto.
Sunday, June 13, 2010
Anóteme otro fin de semana de soltero, por favor
No lo dije en la entrada anterior porque no los tenía a la mano y no quería anotar los nombres sin cierto grado de precisión, pero ocurre que en el trabajo, en el sistema ya mencionado, también se me retribuyó con algunos libros de Anagrama. Funciona así: a uno le pasan una lista, el catálogo, de tal o cual editorial, escoge y después de un tiempo, los libros llegan a manos de uno. Hay un número, claro. Un número de pesos o libros que no podemos superar. Así, escogí tres libros (hoy en día los libros son caros, usted sabe esto), a saber: Prisión perpetua y El último lector, de Piglia y Autobiografías ajenas, de Tabucchi. Cada vez hay menos libros del catálogo de Anagrama que me interesan. Mejor dicho: cada vez se me dificulta más escoger libros del catálogo de Anagrama. Ese último de Tabucchi, no estoy muy seguro pero temo haberlo leído ya. No sólo eso sino que temo haberlo reseñado para alguna revista, hace tiempo. Es probable que esté confundido. El volumen no se encuentra en mi biblioteca. Hay otros de Tabucchi. De ellos, es probable que lo esté confundiendo con Réquiem, que leí, creo, después de haber leído Sostiene Pereira. Aunque también existe la posibilidad de que leí el libro y lo presté y nunca fue devuelto. ¿Cómo saberlo? Leí algunos pasajes al azar y no recordaba nada.
No me gusta que me esté pasando esto: que comience a dudar qué libros he leído o no. Me daré el beneficio de la duda y me diré para tranquilizarme que ocurre con Tabucchi que sus libros se parecen. Y que es natural que uno se confunda. Y que bueno, a ver, voy a cambiar de tema.
O no. Quizá les interese saber -pero, francamente, si no es así, ¿qué puedo yo hacer?- que de los libros abajo enlistados (en la entrada del viernes, pues), sólo he tenido la oportunidad de leer uno: Los ojos de Davidson, de H.G. Wells, una antología de cuentos. De Wells sólo había leído La guerra de los mundos y estos cuentos fueron "una agradable sorpresa", como quien dice. Disfruté mucho de "El astro", "El huevo de cristal" (en estos dos los marcianos pasan a saludar) y "El País de los Ciegos", un cuento que tiene lugar en el Perú y cuyo protagonista se llama Núñez. (Hace poco escribí un cuento que tiene lugar en Puruchuco-Huaquerones; leer a Wells me invita a volver a él y revisarlo y reescribir algunas cosas; curiosamente, cuando escribí aquél cuento pensé mucho en una aventura de Tintín, El Templo del Sol; y leyendo "El astro" pensé en otra, La estrella misteriosa). La edición de Atalanta de Los ojos de Davidson presenta los dos finales que escribió Wells para "El País de los Ciegos".
También leí algunos de los extravíos mentales del Príncipe de Ligne (como este o este) y estuve ocupado intentando vender libros en librerías de viejo y arreglando una bicicleta. El viernes fui al cine con una amiga. El sábado con mi hermana. Corrí el sábado y hace rato, sudé, escribí un poco en mi "Cuaderno de ejercicios" y en general siento haber hecho poca cosa.
No me gusta que me esté pasando esto: que comience a dudar qué libros he leído o no. Me daré el beneficio de la duda y me diré para tranquilizarme que ocurre con Tabucchi que sus libros se parecen. Y que es natural que uno se confunda. Y que bueno, a ver, voy a cambiar de tema.
O no. Quizá les interese saber -pero, francamente, si no es así, ¿qué puedo yo hacer?- que de los libros abajo enlistados (en la entrada del viernes, pues), sólo he tenido la oportunidad de leer uno: Los ojos de Davidson, de H.G. Wells, una antología de cuentos. De Wells sólo había leído La guerra de los mundos y estos cuentos fueron "una agradable sorpresa", como quien dice. Disfruté mucho de "El astro", "El huevo de cristal" (en estos dos los marcianos pasan a saludar) y "El País de los Ciegos", un cuento que tiene lugar en el Perú y cuyo protagonista se llama Núñez. (Hace poco escribí un cuento que tiene lugar en Puruchuco-Huaquerones; leer a Wells me invita a volver a él y revisarlo y reescribir algunas cosas; curiosamente, cuando escribí aquél cuento pensé mucho en una aventura de Tintín, El Templo del Sol; y leyendo "El astro" pensé en otra, La estrella misteriosa). La edición de Atalanta de Los ojos de Davidson presenta los dos finales que escribió Wells para "El País de los Ciegos".
También leí algunos de los extravíos mentales del Príncipe de Ligne (como este o este) y estuve ocupado intentando vender libros en librerías de viejo y arreglando una bicicleta. El viernes fui al cine con una amiga. El sábado con mi hermana. Corrí el sábado y hace rato, sudé, escribí un poco en mi "Cuaderno de ejercicios" y en general siento haber hecho poca cosa.
Friday, June 11, 2010
Día de libros
Como parte del plan de pago extra en libros que tenemos aquí en la oficina ("el plan dental", lo llamamos cariñosamente) me llegaron los siguientes títulos de RM: Los geniecillos dominicales de Julio Ramón Ribeyro; Nadie encendía las lámparas de Felisberto Hernández y la antología Pulpo Cómics: historieta mexicana de ciencia ficción.
Eso hoy. Hace unos días, me llegaron estos de Sexto Piso (y lo que distribuyen de otras editoriales): Extravíos o mis ideas al vuelo, del Príncipe de Ligne; La mano de la buena fortuna, Diferencias y Atlas descrito por el cielo, de Goran Petrović; Lila de Robert M. Pirsig; El día antes de la felicidad, de Erri De Luca; Filosofía de andar por casa, de Xavier Rubert de Ventós; El beneficio de las ventosidades de Jonathan Swift y El terror y la piedad de Marcel Schwob.
De Atalanta: Los ojos de Davidson, de H.G. Wells; El mito polar, Joscelyn Godwin y El hombre que amaba las islas (en imagen), de D. H. Lawrence.
Es un día de alegría, este. Muy similar al día de regalos en Navidad, cuando nos envidiamos mutuamente.
Eso hoy. Hace unos días, me llegaron estos de Sexto Piso (y lo que distribuyen de otras editoriales): Extravíos o mis ideas al vuelo, del Príncipe de Ligne; La mano de la buena fortuna, Diferencias y Atlas descrito por el cielo, de Goran Petrović; Lila de Robert M. Pirsig; El día antes de la felicidad, de Erri De Luca; Filosofía de andar por casa, de Xavier Rubert de Ventós; El beneficio de las ventosidades de Jonathan Swift y El terror y la piedad de Marcel Schwob.
De Atalanta: Los ojos de Davidson, de H.G. Wells; El mito polar, Joscelyn Godwin y El hombre que amaba las islas (en imagen), de D. H. Lawrence.
Es un día de alegría, este. Muy similar al día de regalos en Navidad, cuando nos envidiamos mutuamente.
Thursday, June 10, 2010
Muerto en vida
En la oficina aprovechando un breve tiempo muerto, les comparto esto: cinco enfermedades que pueden hacer que actúes como zombi.
Monday, June 07, 2010
Lunes
-¿Qué película viste el fin de semana?
-Dogtooth, contesto.
-¿De qué te pediste pizza?
-No pedí.
-...
-Pedí sushi.
-Dogtooth, contesto.
-¿De qué te pediste pizza?
-No pedí.
-...
-Pedí sushi.
Sunday, June 06, 2010
Mis esfuerzos
Cuenta la leyenda que en una ocasión Robert Walser invitó a uno de sus editores a que lo visitara a su pequeña buhardilla. Era una trampa, en realidad, lo que Walser quería era exigirle dinero. ¿A cuál de sus editores? El biógrafo que cuenta esto, no lo aclara. Pudo haber sido Cassirer, Rowohlt, Rychner, Wolff, Zsolnay, ¡incluso Korrodi! No lo sabremos. Pero algo podemos saber: que el editor viajó de otra ciudad, encontró el domicilio proporcionado, subió por las empinadas escaleras hasta dar con la buhardilla, recuperó su aliento y llamó a la puerta. Entonces, un hombre abrió, vestido como un criado. "En un momento el señor le atenderá", anunció, azotando la puerta, dejando, estupefacto, al editor fuera. La estupefacción crece: un instante después, el mismo hombre que le abrió lo recibe ahora, vestido con suma elegancia y portando gestos señoriales. Se trata, de nuevo, de Robert Walser. Al editor no le causa gracia.
Tomé algunos apuntes, de la biografía que leo. Citas. Por ejemplo, del texto Mis esfuerzos:
"Refrenando mi ambición, me obligué a contentarme con los triunfitos más modestos. El escritor que llevo dentro obedeció las instrucciones del que deseaba vivir tranquilamente, que tenía que vérselas con múltiples redacciones periodísticas. Según creo, un día gocé de buena reputación; pero también me acostumbré a otra menos distinguida deseé conformarme con el calificativo de 'periodista'".
O de una carta que le mandó a Max Brod en 1927:
"Los escritores, que a los ojos de los editores son una banda de desharrapados, deberían tratar a éstos como a cerdos roñosos".
Tengo calor.
Tomé algunos apuntes, de la biografía que leo. Citas. Por ejemplo, del texto Mis esfuerzos:
"Refrenando mi ambición, me obligué a contentarme con los triunfitos más modestos. El escritor que llevo dentro obedeció las instrucciones del que deseaba vivir tranquilamente, que tenía que vérselas con múltiples redacciones periodísticas. Según creo, un día gocé de buena reputación; pero también me acostumbré a otra menos distinguida deseé conformarme con el calificativo de 'periodista'".
O de una carta que le mandó a Max Brod en 1927:
"Los escritores, que a los ojos de los editores son una banda de desharrapados, deberían tratar a éstos como a cerdos roñosos".
Tengo calor.
Thursday, June 03, 2010
Las publicaciones periódicas
En el capítulo "La Alianza" de Los demonios:
"Y luego a esperar. Esperar mientras los empleados con sus sueldos fijos, nada desdeñables, pensaban en cómo disfrutar del 'fin de semana' y debatían la cuestión en largas conversaciones, que, sin embargo, resultaban triviales e inútiles, porque nada de lo que decían se llevaba a la práctica; se trataba más bien de que aquellos tipos, la mayoría con algunos kilos de más, que se habían encontrado por casualidad en cualquier rincón o por un pasillo, demostraran públicamente que eran auténticos hombres de mundo y que lo conocían todo, que ya habían estado en todas partes... Charlatanería insustancial, cháchara sin fin, falsa amabilidad -una sonrisa no era más que una mueca en el rostro y, como tal, se quedaba en un gesto meramente epidérmico, por así decirlo-, ostentación y firmeza, porque aquí nadie era necesario, cualquier individuo, daba igual su rendimiento y capacitación, era prescindible y sustituible, lo único importante era tener un puñado de personas unidas, amalgamadas, para mantener en marcha el periódico".
Tuesday, June 01, 2010
Me preocupa
Que existan notas de cultura con títulos como "Brigadas para leer en libertad invaden C.U.".
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