Tuesday, December 07, 2010

Conversación con Nicolás Cabral

Nicolás, han pasado cerca de dos años desde la última vez que hicimos algo así, conversar por MSN para que luego yo pueda subirlo a mi blog. Y encuentro difícil iniciar. Creo que me da miedo aburrirme.

Si partimos de ahí, de tu hastío, será difícil llegar a alguna parte. Como te dije hace rato, me asomé a tu blog y encontré un tono peligrosamente cercano al Meursault de El extranjero o el Roquentin de La náusea.

Ahora me doy cuenta de que en realidad no hice una pregunta. Pero, ¿tú no crees, como Levrero, que del aburrimiento nacen impulsos correctos?

Sí, seguro. Pero también incorrectos. Es importante aburrirse, porque significa que uno no ha sucumbido a la cultura espectacular. Sin embargo, ¡cuidado! Pues el hastío y la melancolía son enemigos de la acción. En suma, ¡atención!

Estar alertas. Poner signos de admiración. El entretenimiento como una respuesta inadecuada a la tristeza. Nicolás, acabo de sorprenderme huyendo del humorismo del cual hicimos gala en conversaciones pasadas. ¿Qué está pasando?

Tristemente, hemos envejecido. Piensa en aquellos tiempos, nos mirábamos con sospecha por encima de un murete. Hoy, mientras reptamos por el piso de la oficina con nuestros iPads, la sospecha ha mutado en rencor. Y del rencor no nace la risa.

[Ríen en voz alta.]

¿Y ahora? Hemos sobrevivido al tedio, a la guerra, al humor y no nos queda nada más.

Como sabes, he trabajado en disciplinar los cuerpos y las mentes de la redacción. Pero al parecer mis métodos no son los adecuados. Esta mañana puse en los altavoces "The Robots" de Kraftwerk, como un principio de orden. Creo que viraré hacia Laibach.

¿Qué escuchamos? No es Laibach, eso.

No, es Alban Berg. Una dosis perfecta de dodecafonismo y cabaret. Volveré a Kurt Weill, más tarde. Música para el fin de los tiempos. Oye, pero ¿habrá esta vez una imagen de mí ocultando el rostro?

¿Sabes qué puedo poner? La imagen del corcho con sombras. La que usaste para aquella magnífica presentación de Pecha Kucha.



Me recuerdas ese momento cumbre de mi existencia, hace apenas unos días. Recuerdo que un perro recorría el Covadonga y yo pensaba que era el ser más sensato del lugar.

Creo que hablar de ello sería dar pie a la risa fácil, como patear al caído. Y ya ves que ando de puntillas ahora con el sarcasmo, la ironía y la risa que esconde lamentos desesperados.

Como esta conversación es pública, no divulgaré lo que me has dicho en nuestras sesiones terapéuticas. Sé que no estoy al nivel de Heriberto Yépez, pues aún no recibo instrucción chamánica, pero pienso que las dosis de terror comunista que te he brindado han tenido, por momentos, un efecto vivificante en tu ánimo.

Yo también tuve la tentación de hablar sobre mis tribulaciones existenciales, pero creo, dicho sea de paso, que exageras respecto a tu labor terapéutica. Estaba pensando, sin embargo, que entre las muchas cosas que están pasando sería buena idea hablar sobre El Talento García, que pronto se unirá a nuestras filas.

Bueno, no quiero darle falsas esperanzas. No quiero que piense que aquí se puede ser feliz, que habrá una vida después de la oficina. No la habrá. Habrá trabajo, disciplina. El comunismo vencerá.

Creo que ya está un poco al tanto de la carga de trabajo que se le vendrá encima. Le dije que haría público su apodo, ¿sabes? Le dije que todos los nuevos integrantes de la redacción entraban con un apodo, también. Le pinté –ahora me doy cuenta que, sin saberlo, estoy bien entrenado– un panorama lleno de ritos iniciáticos donde las almas se forjan con hierro.

Supongo que quieres hablar de tu primer día aquí. El día que, entusiasmado porque había llegado la hora de la comida, todos te dijimos que teníamos compromisos y te abandonamos. Comiste solo, por ahí. Me parece que recibiste una lección.

Así fue, Nicolás. Ahora, viendo hacia el pasado, debo decir que aprendí algo ese día. Y lo que aprendí fue: No valgo nada. No soy nada. No tengo nada.

Pero tienes todos los sueños del mundo, como Pessoa, como cualquier hijo de vecino. ¿Sabes? Vila-Matas imita "La tabaquería" de Pessoa en el inicio de Bartleby y compañía. Dice que es jorobado, que su mujer lo abandonó, etcétera, pero que por lo demás es feliz.

Yo también soy feliz. A pesar de mi joroba.

A veces te miro a la distancia, cargando esa protuberancia, y te compadezco. Luego me digo: A pesar de todo, puede reír, puede gozar. Me convencí de que eres un jorobado con suerte.

Estoy llorando de alegría.

Espera, comenzó una ópera en mi iTunes, buscaré otra cosa, no sé si el lirismo es adecuado ahora.

Apenas ayer Lorena –que tengo aquí enfrente– me preguntó por qué hacía caras como Cuasimodo. Noté cierta falta de tacto pero, pensé, también, ¿qué puedo yo pedir? Creo que disminuirse ayuda, en esta vida. Creo, también, que es precisamente a lo que se refiere la gente cuando dice "tomarse las cosas con filosofía".

Hay que tener cuidado con lo que se dice. Creo que Lorena simplemente encontró el modo de decir: Me incomoda tener como compañero de trabajo a un jorobado. Le sobró tacto, si lo piensas. Por otro lado, hubo tiempos peores, Memo. Ya sabes, Esparta.

Es verdad, es una persona con tacto, Lorena, a diferencia de la gente que, en general, es bastante idiota. Yo a veces lo soy –apenas hace unos días tuve que ir de nuevo al sastre pues olvidé comprar un traje en el cual cupiera mi jiba. Pero no quiero entrar ahora en las bondades, o no, de ser bueno, idiota, inteligente o malvado. Quiero, en lugar de eso, preguntarte: ¿sientes que esta conversación es similar a la que sostuviste con Groys, con Piglia?

Bueno, es distinto. En principio, porque ellos no estaban al otro lado del muro. Si lo piensas, el muro del que hablo no es nada comparado con el otro, el que nos separa de la barbarie. Creo que poner a Zappa me ha hecho delirar.

Creí que pondrías Laibach. A veces me pregunto si mi joroba no será como la máquina de escribir que Cronenberg presentó en su adaptación de The Naked Lunch, que segregaba sustancias que provocaban placer.

Me parece una deriva delicada en la conversación, Memo. Eso de las sustancias y el goce. Mi pudor me impide imaginar tus prácticas obscenas, vinculadas a la malformación.

Sólo sudo, en realidad. Pero ¿te imaginas? ¿Que yo fuera como un sapo que secreta sustancias que hacen de este espacio uno creativo? ¡¿Lo imaginas?!

¿Por qué no hablamos mal de alguien? Hay tanta existencia indigna en este país. ¿Por dónde empezamos? ¿Krauze, Aguilar Camín, algún bufón televisivo, bufones de la prensa escrita?

Me gusta aquello que dice Lem en El hospital de la transfiguración, donde señala que los manicomios reúnen un destilado de la humanidad, con sus malformaciones psíquicas, jorobas anímicas. Creo que eso ya no se encuentra, necesariamente, en los manicomios sino en los medios de comunicación. La crema y nata de lo más bajo de nuestras almas. Así los líderes de opinión.

Te asiste la razón. Y cuando uno lo sabe, se vuelve invulnerable. ¿Recuerdas? Llamémosles Alva y Pata. Llevaban tantos minutos lamiendo las partes nobles del último Nobel que se quedaron sin saliva. Entonces, ensuciaron mi nombre al ponerlo en sus bocas. Y, sin embargo, fue hermoso.

Ay, Nicolás, veo que tú también llevas una especie de joroba a cuestas. Recuerda que "del rencor no nace la risa". Mantengamos esto en términos generales. Hablemos por ejemplo de ese curioso oxímoron que es la expresión "líder de opinión". ¿Se puede ser un líder realmente cuando sólo se tiene opinión? ¿No sería mejor aspirar a tener líderes con certezas?

No es rencor, Memo. Fernando Vallejo le ha dado un buen nombre, "odio ecuménico". Pero tienes razón, pasemos a otra cosa, no sin antes decir lo que sigue: incluso una joroba es mejor que una papada con vida propia. Dicho esto, un guiño para ti, jorobado amigo, es verdad que uno de los aspectos más desagradables del mundo contemporáneo es el reino de la opinión. Debería bastar con ver a Carlos Marín o a Joaquín López Dóriga en la televisión para tener la certidumbre de que una bomba en Televisa sería un acto a favor de la dignidad de la especie. Si se añade otra en Tv Azteca, tendríamos a un país no mejor, pero sí menos indigno.

Igual y bastaría con señalar que un líder de opinión sólo es eso. Sería bueno que la gente pusiera la atención en otros lados. Creo, sin embargo, que a fuerza de descalabros todos ya estamos apuntando –aunque sea con la cola entre las patas– a ellos.

[Una pausa.]

Perdona, me llamaron al teléfono. Como ves, soy un hombre ocupado.

Descubro eso, que las ocupaciones, a veces, te asaltan. ¿Te gusta el sistema de sonido que instalé en la oficina? Conseguí esos viejos altavoces de forma cónica. Es importante para el toque decorativo totalitario del lugar de trabajo. En breve pondré discursos de Mao, tal vez el musicalizado por Peter Ablinger. ¿Fuiste ayer a tus clases de mandarín?

No, pero me compré una bolsa de mandarinas. Quizá sea buena idea estudiar mandarín, ahora que los chinos dominen al mundo será útil conocer el idioma de nuestros amos.

Sí. El otro día recibí un mail de la oficina de Taipéi en México. Me puse nervioso, pues no sabía si el Comité Central del PC chino me estaba poniendo a prueba. De cualquier modo, mi respuesta fue la debida: En este lugar no dialogamos con representantes de la isla rebelde.

Oye, no he estado leyendo periódicos y no me he enterado. ¿Siguen las Coreas ahí?

Lo ignoro. Pienso que un día de estos aparecerá El Huésped y acabará con las tensiones, comiendo a su antojo lo mismo a nor que a surcoreanos.

Bueno, basta. Yo debo trabajar. Serás el jefe, el gran líder, te rendimos pleitesía, pero el deber está en otra parte.

Esto era una prueba, la has superado. Te espero el domingo en Chapultepec, en la presentación del coro de pioneros.

[Rompen filas.]

2 comments:

David Miklos said...

Propongo: Que en esta ocasión la pañoleta roja te la pongas alrededor del cuello y no la uses para cubrir tu cabeza, que ya sabemos lo que no hay allí.

Kari Estrada said...

Leí todo esto no sé con qué objeto.

Pero me gustó.

Sugiero se entreviste a Paula y se intente descifrar que fue todo eso de los WAPS y porqué a nosotros.