Friday, March 25, 2011

25. III. 2011

Comí con Abel, Nicolás y el otro Guillermo en un japonés que me cayó pesado. En lugar de acompañarlos a tomar el café caminé para bajar la comida. Cuando me sentí mejor entré por un café al establecimiento de cupcakes que está cerca de la oficina y empecé a leer un texto, "The Crying of Page 45", de Reif Larsen, que inicia hablando de Maze, un libro en el que "cada página muestra una habitación distinta del laberinto en un intrincado grabado, y cada habitación tiene una serie de numerosas puertas que llevan a otras habitaciones. Cuando eliges la puerta 20, por ejemplo, debes ir a la página 20, donde un nuevo cuarto con nuevas puertas te esperan".


No avancé mucho en el artículo, me entregaron el café y regresé a la oficina, la pesadumbre volviendo al estómago. Apoyé mi cabeza en un pilar del edificio mientras esperaba a que bajara el elevador. El tablero indicaba que se encontraba aún en el segundo piso cuando se abrieron las puertas. Entré junto al mensajero de la editorial que se encuentra en el tercer piso.
-Al tercero, ¿verdad?, le pregunté.
-Sí, gracias.
Oprimí el botón para el tercer piso, para el quinto, las puertas se cerraron pero el elevador no se movió de su lugar. Entonces, hombre de acción, el mensajero abrió las puertas manualmente. Volvieron a cerrarse, volví a oprimir el botón para el tercer piso y el tablero indicó que del segundo subimos al quinto -cuando, en realidad, sólo subimos de la planta baja al tercero. Ambos nos bajamos en ese piso (el elevador ya no tenía intención de moverse) regresé a la oficina y empecé a escribir esto.

4 comments:

Jimena said...

Parece que el elevador no tenía intenciones de dejarte escoger la puerta.

Mariana said...

ja.

ese "maze" es un poco como esos libros que leíamos de niños "construye tu propia historia", ¿los recuerdas? me encantaban.

Mariana said...

wikipedia me corrige, se llamaban "elige tu propia aventura". en fin.

David Miklos said...

Me saludas a don Miguel cuando vuelvan a coincidir en el elevador. Espero que a él no vayas a vomitarle en los pies (sí, ya sé, sólo me echaste una cerveza encima).