Creo que lo mejor que me ha pasado en los últimos días de las semanas pasadas fue un sueño en el que tenía el poder de mover las cosas con mi mente. Era un sueño lúcido, además, y tenía sus propias reglas. No podía mover cosas, por ejemplo, si no concentraba mis fuerzas telequinéticas con la suficiente enjundia. Y aún soñando, pensaba "Vaya, esto es como si fuera un jedi".
Un buen sueño, muy recomendable. Quería comentárselos antes de comenzar el cuerpo de esta actualización, misma que promete deslumbrarlos hasta cegarlos de sabiduría, arrebatarlos de las tinieblas de la ignorancia y mover su núcleo para que sean mejores personas de lo que son ahora.
Entonces: un buen subtítulo para este post, podría ser "Shooting star, you make me sad". Y deberían leerlo con la tonadita, la misma, idéntica, que utiliza Elliot Smith para cantarla. Lo mismo con el título. ¿Han escuchado esa canción? ¿Shooting star? Dios, deberían escucharla, es algo que necesitan en sus vidas. Sin esto serán la mitad de hombres, o la mitad de mujeres, o la mitad de lo que hayan elegido ser, de lo que podrían ser. Y eso no es algo que se presume, no, estar incompleto a sabiendas de que sólo basta escuchar una canción para no estarlo es imperdonable. Así que vayan y escuchen esa canción hasta que comiencen a tener problemas con su sistema motriz.
Me llegó a cansar el discurso del adolescente ascético que fui durante la secundaria y la preparatoria, pero ahora no comprendo por qué. A lo mejor porque es difícil no querer las cosas que uno quiere cuando tiene calentura. Yo nunca he ligado en un bar. Nunca. Soy un inepto, en ese sentido. Y mucho tiempo conseguí convencerme de que se necesitaba ser una mala persona para ligar en un bar. Lograrlo, llevarte a una chica a tu casa, o a una persona, necesitaba no una sintonía entre dos cuerpos, ni un espacio entre dos personas reducido; se necesitaba desear cosas malas con el espíritu, y en silencio. Se necesitaba saber que uno podría patear niños en la calle, si lo quisiera. Fumar. Beber absenta. Experimentar con drogas. Usar arete. Participar en orgías. Convencer a monjas de que se salieran del conveto, o de que utilizaran vibradores. No pagar impuestos. En suma, ser malo.
Me costó trabajo reconocer que sólo hacía falta un poco de autoestima. Mucho trabajo.
Pero ahora sigo estando convencido de que también se necesita vivir en el juego del macho alfa, de los trofeos y de las medallas, del sexo por deporte y de la extraña pulsión a vivir nuestra juventud con intensidad.
Es difícil escribir sobre esto, porque en el fondo hay algo que aún no me trago. Tal vez es el hecho de mi físico, de mi carisma y de mis posibilidades para relacionarme con las personas. No sé qué sea, pero aún así, cuando estoy en un bar y observo cómo se reducen los espacios en las personas y como actúan de manera tan histriónica para obtener algo que ambas personas quieren pero que no hacen explícito, cuando estoy ante una seducción que acontece, me siento enfermo; me dan ganas de acercarme a las personas y darles un par de cachetadas y de pedirles que actuaran como si estuvieran actuando con verdad. Pero nunca me atrevo. Este es mi rol, me digo, sentado, en el bar, sólo estoy aquí para observar. Y registrar. Y beber. Y pensar que pienso que estoy pensando en cómo mover el cenicero de la barra con mi mente.