Sunday, December 04, 2005

Lumpen

Estuve pensando en varias cosas mientras se cargaba el programa que me permite escribir aquí. Intenté recordar qué era aquello que quería escribir. Pensé primero en cómo cada vez escribo menos y sólo me dedico a escribir aquí, en mi bitácora electrónica, o en mi diario, que tiende a aburrirme. Cuando tiende a aburrirme, dejo de escribir en él. Pasa uno o dos días sin que escriba, ahí; lo cual está bien, pues consigo escribir algo acá. También pensé en cómo insisto en llamar a esto bitácora electrónica en lugar de blog, lo cual, en realidad, sólo hago para hacerme el interesante. Cuando escribo aquí o en mi diario siento como si escribiera con ambas manos (de hecho, lo hago, pero creo que la gente que lee esto sabe lo que quiero decir; quiero decir que escribo con dos voces distintas, como si utilizara mi mano derecha y mi mano siniestra, igual que el autor de Peter Pan). Me creo mucho porque escribo, la verdad cada vez me someto a esa idea que leí en el periódico el otro día, una idea de Houellebecq o que Houellebecq también comparte; que uno necesita creerse un buen escritir para avanzar, pues no es suficiente con ser admirado. De hecho, uno en realidad desearía no ser admirado. Recuerdo que una chica que me rompió el corazón (¡oh!, lloré tanto y caminé por la playa mientras me desgarraba las vestiduras, y encontré a Dios, y perdió a Dios, y volví a encontrar a Dios después del drama), en lugar de decirme que me quería, decía que me admiraba. No tuve el valor de decirle que era otra cosa la que yo quería. Sabía que, cuando me lo dijo, si hubiera abierto la boca sería sólo para llorar (¡oh! ¡La humanidad! ¡La separación y el vacío! ¡Nada tiene sentido!). La otra cosa que recordé mientras el programa se cargaba, que en realidad es una persona, es a Pablo Soler y cómo él considera mejor escribir a mano que a máquina; o a máquina que a computadora. Entiendo sus razones. Mario Bellatin, por otro lado, opina que es mejor escribir a máquina (o a computadora, da igual), que a mano; lo cual, también lo comprendo. Al respecto, un recuerdo: estoy en Venecia y todo huele muy mal porque es verano y hay agua estancada en algún lugar de la ciudad. Camino por el puente de la academia y veo a un chico recargado contra una mochila que parece estar llena de muchas cosas y veo, también, que escribe en un pequeño cuaderno, muy bello el cuaderno, el tipo de cuaderno en el que uno gustaría estrenarse como poeta. Y debajo de sus anotaciones, veo que sigue con el dibujo de un edificio que está al otro lado del canal. Es un buen dibujo, en tinta.
Total, que me gustaría escribir en un cuaderno. Pero no lo hago.
También me gustaría leer sólo libros gordos, como lo hace Soler, pues los chicos siempre me dejan con ganas de más (un poco como la vida cotidiana); pero no tengo los ánimos para sentarme a leer, no sé, La montaña mágica que, por cierto, dejé en la página cuya primera línea, al menos en mi edición, dice: "Un perro --dijo entre dientes Gaenser-- no querría más tiempo vivir así". Me paré para revisarlo.

1 comment:

Mariana said...

no hay nada mejor que un buen libro, corto y sustancioso. has leído micro-relatos?