Escuché "Machinehead" del Sixteen Stone de Bush hasta el cansancio, aunque debí haber puesto otras, como "Come down" o la melosa "Glycerine" e incluso, más adelante, "Mouth", de otro disco. Debo haber comprado y rayado el Sixteen Stone dos veces de tantas veces que lo puse, esas tardes de secundaria cuando en lugar de hacer tarea o salir con mis amigos me encerraba en mi cuarto, sin atisbo de melancolía, para ponerme unos audífonos y jugar Doom y, más tarde, Doom II, matando, en una carnicería en la cual no ahondaré, demonio tras demonio, avanzando por corredores con muros claustrofóbicos y a los cuales no convenía acercarse demasiado porque se pixeleaban. Recuerdo que los espacios que eran particularmente perturbadores eran los abiertos pues uno podía pasar minutos enteros recorriéndolos sin dar con lo que se buscaba y uno, además, tenía la sospecha de que debían recorrerse enteros para no pasar nada por alto. Después vino, según recuerdo, Quake. Creo que Quake II traía su propia banda sonora, de NIN. Yo jugaba en PC, manipulando el teclado. Era muy bueno para los shooters, siempre y cuando fuera con teclado. No me gustaba la música de NIN que venía con Quake, así que ponía, de nuevo, a Bush, esa agrupación que los "medios especializados" llamaban "el Nirvana inglés". Mi cuarto tenía alfombra.
En la caja del Doom II, que tenía a un colérico Belcebú en su portada, guardé las cartas que me enviaron amigos y familiares a la academia militarizada cuando estuve un año de secundaria fuera de México, ese tiempo de mi vida que continúa presentándose, en mi mente, como mi auténtico pasado.
Tenía pocos amigos, en realidad. Había varias cartas que habían mandado amigas de mis hermanas. Eran cartas extrañas, especulativas y con un aire distraído. Las releí en varias ocasiones, a mi regreso. Tiempo después las tiré todas, excepto las que escribió mi padre.
En la caja del Doom II, que tenía a un colérico Belcebú en su portada, guardé las cartas que me enviaron amigos y familiares a la academia militarizada cuando estuve un año de secundaria fuera de México, ese tiempo de mi vida que continúa presentándose, en mi mente, como mi auténtico pasado.
Tenía pocos amigos, en realidad. Había varias cartas que habían mandado amigas de mis hermanas. Eran cartas extrañas, especulativas y con un aire distraído. Las releí en varias ocasiones, a mi regreso. Tiempo después las tiré todas, excepto las que escribió mi padre.
1 comment:
Es interesante la historia de John Carmack, el programador/creador de todos esos juegos.
Lo arrestaron de adolescente por intentar robar computadoras: según Wikipedia, el estudio psiquiátrico que le hicieron menciona "no empathy for other human beings" en su perfil.
En la actualidad diseña cohetes y sigue creando FPS.
Y así.
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