La ciudad como una esfinge chismosa que no tiene ningún acertijo que ofrecer excepto la insignificancia de su propia apariencia. Sí, una esfinge barbada, como la que puede admirarse en el Museo Tell Halaf. Con cielos que al agonizar parecen abrazos, casi tan bellos como aquellos que, admitámoslo, pueden observarse en sitios lejanos, en el campo, en la provincia, desde un puente, pero no aquí. Estas impresiones impiden definiciones a menos que uno las reduzca a lo esencial. Por ejemplo, comprendo perfectamente bien cómo uno podría dejarse seducir por la ciudad, pero también, ya sé, por adelantado, el sentimiento de satisfacción que sentiré cuando la abandone, como si se tratara de escapar.
Lo principal: la ciudad distrae. Hay muchas cosas que quiero decirte y no las estás esperando.
Lo principal: la ciudad distrae. Hay muchas cosas que quiero decirte y no las estás esperando.