Monday, November 08, 2010

"Luego venía la partida de gastos domésticos, que estaba subiendo de un modo alarmante..."

Esperando a que la orden de Amazon pase. Esperando con las manos frías. La risa del compañero de cuarto, Óscar, viene, desde la otra habitación. Tenemos las puertas abiertas y escuchamos a veces lo que nos decimos -ya sea en voz alta o en nuestras cabezas, pues también nos leemos a través de las ventanas de las computadoras- y tenemos, seguramente, una ventana abierta por la que entra el aire frío que nos tiene ateridos. Las manos. Cambié las sábanas de la cama. "Está bien, ¿no?", me dice Óscar, a propósito de un texto de Antonio Ortuño que le acabo de pasar. Estoy esperando a que pase la orden de Amazon porque -me rasco la cabeza antes de escribir lo siguiente- se está tardando. Conjeturo: se tarda debido a que la conexión a Internet es lenta (tomamos prestado el inalámbrico de una vecina que no está al tanto de ello; digo tomamos prestado pues el día en que se de cuenta y nos pida rendir cuentas, rendiremos cuentas) o se tarda quizá porque escribí mal alguno de los datos de la tarjeta de débito con la que estoy pagando. ¿Sería más rápido con una de crédito? ¿Tener una tarjeta de crédito me convertiría en una de esas personas que compran con seguridad y anotan la cantidad de los números que nos asignan sin dudar siquiera un momento? Estoy comprando una nueva copia de un libro que hace unos días tenía en mis manos pero que olvidé en un aeropuerto. Lo olvidé en una sala y cuando regresé corriendo por él -estaba por abordar el avión que me trajo de vuelta a la ciudad- ya no estaba. Pregunté por él a una mujer que limpiaba una ventana cerca. No sabía nada de nada. Seguro alguien se lo llevó, me dijo. Seguro alguien se lo llevó. Como el libro no es mío y como apenas llevaba la mitad, aquí me tienen, esperando. No está del todo mal, esto. Finalmente me da tiempo para escribir un poco o no, no es precisamente así, sino que finalmente esto me permite obligarme a escribir un poco en este sitio y aún más, me da la oportunidad de animarme a pedir otro libro que había querido comprar desde hace tiempo pero debido, también, a la ya mencionada inseguridad que me provoca el comprar cosas en línea con una tarjeta de débito (algo que, cada vez sospecho más, no me sucedería si fuera una persona que posee una tarjeta de crédito), no me atrevo a comprar el otro libro que quería desde hace tiempo y que hace poco vi en el librero de una amiga. Permítanme recordarlo. Subí a su departamento, me hizo la seña universal con la cual nos comunicamos, nosotros los humanos, que estaba ocupada en el teléfono (tenía un teléfono pegado a su oreja) y entonces comencé a pasear la mirada por su librero. Ahí estaba el libro que yo quería y que no sabía que ella tenía. Lo tomé. Le di vueltas. Leí un poco. Colgó. Sin tacto alguno le dije, Préstamelo. Con alarma me dijo Oye Memo, nomás llegas y tomas el libro, Memo. Lo estoy leyendo, Memo. Una imprecisión que dejé ir. Pues no estaba leyéndolo. Ni siquiera lo tenía en la pila de libros que estaba leyendo. Pero sí tenía, concedo, un separador como a la mitad del libro, así como yo tenía uno en el que olvidé en el aeropuerto y que no me pertenecía -y aquí quizá convenga decir que esta misma amiga unos días antes le había preguntado al amigo que me había prestado el libro olvidado en el aeropuerto si yo regresaba los libros. Le dijo que sí. Aunque a veces los manchaba de vino. Otra imprecisión. Que se concede, era en broma. Pues aunque es verdad que yo me encontraba cerca del libro que se manchó de vino, otro libro, no fui yo quien lo manchó, aunque, es verdad, era mi responsabilidad. Tan era mi responsabilidad que tuve a bien comprar otra copia del libro a través de Amazon para dársela, como estoy haciendo ahora (sigo esperando, la pestaña donde se lleva a cabo la transacción reza "Cargando..."), algo que el amigo que tenemos en común, mi amiga y yo, no dejó fuera. El caso es que acordé no llevarme el libro del librero de mi amiga pero prometió prestármelo una vez lo termine de leer. Y es por eso, en parte, que tampoco lo he pedido ahora, a través de Amazon, que me tiene aquí, esperando, con las manos frías, las sábanas limpias, los ácaros confundidos, el párrafo llegando a su fin, la transacción en marcha.

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