En realidad toda ficción es ficción. Todo arte es engaño. El mundo de Flaubert, como todos los mundos de los grandes escritores, es un mundo de imaginación con su lógica propia, sus convencionalismos propios, sus coincidencias propias. Las curiosas imposibilidades que he enumerado no chocan con la pauta del libro [Nabokov le dedica cinco párrafos a inverosimilitudes de la novela]... y de hecho, sólo las descubren los aburridos profesores o los estudiantes despiertos. Y tened presente que los cuentos de hadas que hemos estudiado con amor, a partir de Mansfield Park, están más o menos encuadrados en ciertos marcos históricos. Toda realidad es una realidad relativa, ya que cualquier realidad dada, la ventana que veis, los olores que percibís, los ruidos que oís, no dependen sólo del crudo toma y daca de los sentidos, sino también de diversos niveles de información. Puede que Flaubert pareciera realista o naturalista hace un centenar de años a los lectores que se formaron en las lecturas de aquellas damas y caballeros sentimentales a quienes Emma admiraba. Pero el realismo, el naturalismo, son sólo conceptos relativos. Lo que determinada generación toma por naturalismo en un escritor, a la generación posterior le parece una exageración de detalles monótonos, y a la generación anterior una monótona falta de detalles. Los ismos pasan, el ista muere; el arte permanece.
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Pensar en términos como "realismo histérico" o la "novela nueva" o en la gente que considera a Platón un "idealista".
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