Anoche permití que un peluquero me cortara el pelo y ahora parezco el mismo cadete que fui en el año de 1996, o pseudo cadete pues la academia no estaba reconocida, en realidad, por ningún sistema militar, así que era, digamos, semi-militar.
No soy el tipo de personas que hablan con personas que no conocen, a no ser que tenga un disposición especial. Anoche no la tuve. El peluquero repitió en dos ocasiones la siguiente frase, refiriéndose a mi corte: "Es mejor así, ¿no? Para el calor". Asentí en silencio y escuché las conversaciones de los otros peluqueros, que hablaban de viajes a Europa (el dueño de la peluquería) y sobre espeleología (el peluquero más joven quien usualmente me corta el cabello).
Debe ser aburrido cortar el pelo.
Una de las sensaciones más placenteras que he experimentado: sentir fragmentos de cabello caer con regularidad sobre mi nariz, como si fuera ceniza en una expulsión de los volcanes, o ceniza que cae de la frente en un Miércoles de Ceniza, y no poder quitártela porque tienes las manos debajo del delantalal y esperar hasta el último momento, cuando estás a punto de estornudar y haces cara de roedor, para pedirle al peluquero que quite algo del cabello que te ha caído en la cara con esa pequeña escobita que guarda en su chaleco de trabajo. Y lo hace y sientes la gloria y unos pelitos picándote en la nuca.
Anoche estuve revisando unos textos, después de regresar a casa, y vi cómo caía pelo sobre el papel y caía uniformemente pero sin patrón alguno. ¿O no parece que quiero decir algo con esto? ¿No parece una metáfora para una verdad que espera ser develada? Me pregunto si los más viejos odian mi juventud llena de posibilidades.
Me estoy quedando calvo. Se nota más cuando traigo el pelo corto.
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